UCRANIA: DE SATÉLITE SOVIÉTICO A LA ÓRBITA RUSA.
Hagamos a un lado el espacio, el tiempo y la particular realidad objetiva, tomados como punto de partida histórico por los estudiosos de las ciencias sociales de América Latina, ocupados en la segunda mitad del Siglo XX de formular la teoría de la dependencia y del subdesarrollo, cuyo aporte académico - a la vez transferido a la praxis política -, consistió en haber puesto en evidencia la desigual relación e interacción económica entre los centros de poder global (o metrópolis septentrionales) y las periferias postergadas o colonias meridionales.
Las ciencias sociales y la rama de la economía evolucionaron de modo significativo con esta escuela de pensamiento y novedoso método de análisis, influenciado por la teoría del imperialismo, formulada por el marxismo leninisno. Doctrina que también dedujo y expuso en sus tesis políticas que la dinámica del descubrimiento de América (1492), como realidad material e histórica, acentuó tal régimen de desigualdad y exacción.
Según tales teorías, con el devenir del sistema capitalista de producción, fuente de contradicciones e inequidad entre los países desarrollados y los menos, se crearon condiciones de crónicas desventajas económicas y de acumulación de plusvalía o ganancias, luego multiplicadas en el comercio internacional, pero favorecedor desmedidamente de las metrópolis; más capaces de transformar los factores productivos y agregar capital especializado al trabajo, sobre todo con el empuje de los procesos industriales (Karl Marx, “El capital”) de los Siglos XVlll y XlX.
Esas teorías, antes citadas, tuvieron un sesgo. Eludieron el análisis crítico acerca de la hegemonía ejercida por Rusia por encima del conjunto de las antiguas repúblicas soviéticas - Ucrania, en especial -, estas acosadas e impedidas a adquirir independencia política y económica; o se les frenó la capacidad soberana de elegir a sus socios y alianzas internacionales.
De cualquier modo, sería incorrecto negarles a tales escuelas metodológicas sus contribuciones, respecto a la comprensión de las causas del comportamiento expansionista y extractivo de la Corona o el imperio español en el Nuevo Mundo, así como del periodo colonial, en general, cuando las antiguas potencias controlaron las riquezas del mundo. De lo cual, fue también protagonista, primero la Rusia zarista, después el Kremlin al someter las antiguas repúblicas soviéticas frente a la dirección superior del totalitario Estado Soviético y su Partido Comunista.
Ciertamente, España se había posesionado de fuerza laboral esclava, capitalizó los recursos naturales de inmensas zonas geográficas, en especial los materiales preciosos, y otras riquezas como el control de las rutas marítimas comerciales, provistos por los territorios de ultramar, dominados y colonizados; reveladores en la conquista y la colonia como factores de acumulación, expansión y de poder, a fin de enfrentar el antagonismo de los tradicionales imperios europeos, tales como, Inglaterra, Francia y Portugal.
Al otro lado, el imperialismo soviético, y su precursor inmediato: el zarismo ruso, emularon las conductas expansionistas e imperialistas de sus adversarios europeos. Siglos antes del descubrimiento de América, la agresividad y los apetitos del pueblo ruso por los territorios de Kiev (hoy Ucrania), Crimea, la Finlandia del Siglo Xll, así también los pueblos del Cáucaso, Asia Central y de algunos de Asia del Sur - entre ellos Afganistán -, colocaron a “la Gran Madre Rusa” entre los epicentros de los poderes universales.
Enseguida la Revolución Bolchevique (1917) restauró los pasos del antiguo régimen zarista, yendo más lejos todavía, por cuanto, bajo los acuerdos de Yalta y Potsdam (1945), la Unión Soviética (URSS) se configuró como imperio geoestratégico y geoeconómico, guiado por su propio proyecto ideológico (marxista – estalinista), así también expansionista y despótico. Sin embargo, resistido por movimientos nacionalistas, que en el caso particular de Ucrania continúan intentando aminorar la dependencia y acercamientos en relación con Rusia, a cambio de asociarse en un futuro inmediato a la Unión Europea.
Así entonces, Moscú hubo de confrontar la civilización occidental, en el marco también de la carrera armamentista de la Guerra Fría. El emergente poder estratégico y global del Siglo XX se apoderó de diversas naciones del Asia Central, el Báltico y el Cáucaso, a quienes subordinó, incluidos los Estados del centro y este de Europa, enrolados mediante el Pacto de Varsovia.
Todos esos pueblos transformados a la vez en satélites sumisos del régimen comunista, el cual importó el prototipo de las interrelaciones e intercambios comerciales, que sobresalieron entre las tradicionales metrópolis y las periferias meridionales, aquellos históricamente desequilibrados e inequitativos.
La desintegración de la URSS (1991) estuvo lejos de ahogar los sentimientos expansionistas e imperialistas de Rusia, principalmente, el rehusarse a abandonar el control de Bielorús y Ucrania. Esta última, la de mayor extensión territorial entre las antiguas repúblicas soviéticas, así también, abundante en metales, entre ellos el acero, riquezas que contrastan con los rasgos de una economía deprimida, en la mira de las reformas y ajustes por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), que le condiciona con frecuencia los préstamos de rescate, pues la crisis financiera golpeó los ingresos, derivados de las exportaciones de acero ucranianas.
Una vez colapsado el Pacto de Varsovia, Moscú ideó en 1991 la conformación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), de lo cual se aprovechó para mantener al gobierno ucraniano como aliado, integrándola recientemente al acuerdo de unión aduanera, del cual son parte Belarús, Arzebaiyán y Armenia. Dentro de la órbita rusa, las posibilidades ucranianas de consolidar relaciones balanceadas con la Unión Europea se redujeron ampliamente. El reciente fracaso de su incorporación al acuerdo comercial con los europeos, boicoteado por Vladimir Putin debilita por completo tratativas venideras.
Una desventaja que los grupos nacionalistas y antirusos, promotores en el 2004 de la democratizadora Revolución Naranja, quienes en estos días se manifiestan violentamente en las calles de Kiev, resienten e intentan revertir, puesto que sus intereses apuntalan hacia la Unión Europea, cuya diplomacia y métodos políticos resultan timoratos y torpes frente a las persistentes ofensivas de Moscú, decidido en retener a Ucrania en su órbita, así como acumular influencia en la política internacional.
Por todo ello, Putin presiona a los ucranianos por la instauración de gobierno socios, democráticamente cuestionados, tal que al actual, dirigido por Viktor Yanukovych, le ha ofrecido ayuda financiera por más de $15.000 millones; además de aliviarle el costo de las facturas de energéticos, tácticas políticas que distan de amainar el desenfrenado nacionalismo, que repudia el protagonismo ruso.
En medio de un patrón de dependencia, es sabido que intereses vitales de larga data ha poseído el Kremlin en Ucrania, todavía más con Putin, entre los que cabe destacar la protección de la minoría rusa (20% de la población ucraniana); la inseguridad en las plantas nucleares en ruinas - causantes otrora del accidente de Chernobyl (1986) - ahora bajo custodia ucraniana, las que representan excesiva preocupación tanto a Rusia como a la comunidad internacional.
Dentro de la gama de intereses se registran las deudas de Kiev por el abastecimiento de petróleo y gas rusos, deudas incrementadas (a veces arbitrariamente) por la fijación de precios más altos; al cabo que en parte del territorio ucraniano hay instalados oleoductos rusos, que funcionan de ruta de tránsito de las exportaciones de gas a Europa. Está en la agenda la cuestión de Crimea, por ahora en manos de Kiev, lo cual dista de ser un capítulo cerrado en Moscú, ya que en el Mar Negro operan flotas moscovitas.
No sobra destacar que la agricultura ucraniana es proveedora de alimentos de Rusia, donde la economía petrolera, lenta en despegar, ha sido incapaz de modernizar la base de su producción agrícola.
En términos generales, si hay algo seguro es que la mayoría de las naciones latinoamericanas, otrora colonias de España, o en el caso de Brasil, dominado por los portugueses, manifiestan tener en este Siglo XXl mejores índices de desarrollo humano y niveles de sostenibilidad política y económica superiores, que las repúblicas soviéticas, controladas por la égida del imperio de Rusia, ya sea la del zarismo o de los Bolcheviques.
Asimismo, este supuesto llega a sumar a las naciones del centro y este europeo, regidas y asfixiadas, en su momento por la extinta URSS, a saber, Hungría, Eslovenia, Eslovaquia, Polonia. Más grave es la situación de la empobrecida y convulsa Bosnia y Herzegovina, fatigada constantemente por protestas sociales, en cambio, apaciguadas en Latinoamérica.
Simplemente, realicemos una ligera comparación entre Costa Rica, una pequeña economía desarrollada, y Ucrania, la ex república soviética de mayor peso. Mientras nuestro país se coloca en el lugar 62 del Índice Desarrollo Humano de las Naciones Unidas; por su lado, Ucrania se ubica en la posición 78. De acuerdo con los datos económicos del Banco Mundial el ingreso pér cápita costarricense equivale a casi $9500, en tanto que el del pueblo ucraniano es apenas de $3900. En cuanto a gobernabilidad democrática y cohesión social, los hechos hablan por sí solos; es suficiente hacer una rápida lectura de las violentas divisiones entre pro-europeos y pro – rusos, que tienen fatigada la sociedad ucraniana en estos últimos meses.
Retornando a las teorías de la dependencia y del subdesarrollo, y repasando la teoría imperialista, que todavía invaden las aulas de la academia latinoamericana, nos damos cuenta cuán tendenciosas siguen siendo las ciencias sociales. Esto significa que ha de estarse lamentando el argentino Mario Bunge de observar retrocesos en su tentativa de unificar los métodos de las ciencias sociales y las ciencias naturales, así como alcanzar mayor objetividad en las investigaciones de las ciencias sociales, múltiples de ellas ideologizadas.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)
Don Carlos Manuel, muchas gracias por las observaciones. Seguro no expliqué bien que lo de Bosnia Herzegovina, lo mismo que Eslovenia, de la antigua Yugoslavia, esta relativamente distanciada de la extinta URSS, fueran o no satélites, tampoco dejaron de ser de interés estratégico de Moscú en tiempos de Leonid Brezhnev y un poco más acá. No es por casualidad que Rusia defendió a Serbia, heredera de la antigua Yugoslavia, cuando esta comenzó a desmembrarse. Cierto que Rusia dio márgenes de maniobra a Tito, pero por la defensa que Tito recibió tampoco le interesó una indepenCdencia total de la URSS, pues sabía que nunca fue de la confianza total de varias naciones europeas. Un abrazo, Ronald.
ResponderEliminarC.M. Echeverría escribió:
Tito fue un maestro en tres planos: uno, el mantener a su heterogénea federación integrada; dos, jugar tanto con los soviéticos y su bloque como con Occidente; y tres, el crearse una esfera de países tercermundistas en apoyo, el Movimiento delos no Alienados. Con el tema de la autogestión que me tocó impulsar en el Gobierno de don Rodrígo, con el pleno apoyo de él, Don José Miguel y don Wilburg, viajé 6 veces a Yugoeslavia. Fue en mi vida, una época grandiosa. Larga vida al Mariscal Josef Broz Tito!...le perdono sus pecadillos….!!!
Abrazo,
Ronald Obaldçia escribió:
Don Carlos Manuel, está bien que quieras a Tito, yo prefiero a Nixon y Brezhnev, fueron precavidos y con los tratados SALT impidieron una hecatombe nuclear, fueron ambos sabios, les perdono los pecadillos.
C.M Echeverría escribió:
Tito fue un maestro en tres planos: uno, el mantener a su heterogénea federación integrada; dos, jugar tanto con los soviéticos y su bloque como con Occidente; y tres, el crearse una esfera de países tercermundistas en apoyo, el Movimiento delos no Alienados. Con el tema de la autogestión que me tocó impulsar en el Gobierno de don Rodrígo, con el pleno apoyo de él, Don José Miguel y don Wilburg, viajé 6 veces a Yugoeslavia. Fue en mi vida, una época grandiosa. Larga vida al Mariscal Josef Broz Tito!...le perdono sus pecadillos….!!!
Abrazo,
De: Ronald Obaldçia [mailto:ronald.obaldia@gmail.com]
Enviado el: miércoles, 12 de febrero de 2014 06:33 p.m.
Para: Carlos Manuel Echeverría
Asunto: Re: UCRANIA: DE SATÉLITE SOVIÉTICO A LA ÓRBITA RUSA.
Don Carlos Manuel, muchas gracias por las observaciones. Seguro no expliqué bien que lo de Bosnia Herzegovina, lo mismo que Eslovenia, de la antigua Yugoslavia, esta relativamente distanciada de la extinta URSS, fueran o no satélites, tampoco dejaron de ser de interés estratégico de Moscú en tiempos de Leonid Brezhnev y un poco más acá. No es por casualidad que Rusia defendió a Serbia, heredera de la antigua Yugoslavia, cuando esta comenzó a desmembrarse. Cierto que Rusia dio márgenes de maniobra a Tito, pero por la defensa que Tito recibió tampoco le interesó una independencia total de la URSS, pues sabía que nunca fue de la confianza total de varias naciones europeas. Un abrazo, Ronald.
CM. Echeverría escribió:
Apreciadísimo:
Muy interesante el artículo y mucho de cierto. Yo no me referiría a Ucrania como un satélite de la URSS, aunque si lo ha sido de Rusia….como bien decís, abastecedor de ésta y área de protección contra Occidente. Rusia y menos Putín, la dejaría caer en manos de la UE. Creo es debatible el incluir a Bosnia Herzegovina y Eslovenia, como satélites soviéticos. Son exrepúblicas federativas yugoeslavas y recordá que Tito dejó el KOMINFORM de Stalin en 1948. Unas pequeñas observaciones, que no le quitan mérito a tu buen artículo.
Un abrazo,
Tito era otra cosa doctor. Era un estratega que el mantuvo unido en base a una combinación de zanahoria y garrote…solo así. Pero se las traía e hizo una propuesta, que la pensó su economista Edward Kardej, para combinar lo social con el capitalismo, que fue la autogestión. Los social cristianos teníamos un punto de encuentro humanista con los ateos marxistas yugoeslavos. Y si, Nixon y Brezhnev me gustaban, aunque Brezhnev no hizo los cambios que debió hacer y Nixon se dejó atrapar; la prensa no lo quería y no le perdonaba nada. Brezhnev echó a perder la URSS. Gorbachov la quiso salvar; léete el libro de Ligachev (el # 2 de don Mijail)al respecto; fascinante!
ResponderEliminarAbrazo,
C.Manuel Echeverría E.