sábado, 27 de diciembre de 2014
El Teólogo Rodrigo Díaz Bermúdez escribió: "NAVIDAD IMPIA NAVIDAD NO FELIZ"
NAVIDAD IMPIA NAVIDAD NO FELIZ
Las tiendas están llenas de gente comprando, felices por poder hacer lo que en todo el año anhelaron hacer, por qué, en última instancia porque uno imagina que haciendo eso se sentirá muy feliz. Y en el momento hipnótico de seguir a la colectividad en el rito del compre y compre, se da el proceso de llegar hasta arriba y comenzar a descender. El ánimo sube, sube y sube. Llena al punto más alto y comienza sin percibirse a bajar y bajar hasta volver al enero de resacas financieras.
Esta es la historia que se repite.
Y no tiene en sí nada de malo participar de toda esta fiesta del aguinaldo y doble sueldo. De más dinero por la calle como dicen los vendedores.
La economía se activa.
Pero este juego, esta dinámica nos revela algo interesante. Las gentes queremos dinero, es la magia de ser feliz. Pero, sin saber producir dinero y sin conocer las leyes de gestionarlo. Los ricos han aprendido más. Ellos hacen su agosto en diciembre.
Somos tan sensibles en darle un plato de cena navideña a los pobres, pero resulta que ese día sobra quien se los dé. Y justamente por eso, porque sobra.
Nos revela eso la injuria que se esconde. La injuria se llama pobreza. No es virtud para nadie, quizá para los que hacen de ella un romanticismo religioso. Pero la verdadera pobreza, es maldita.
Y las festividades navideñas sirven para eso, para ocultar injurias profundas. Al final de la jornada navideña, quedan los pobres ilusionados con menos fantasías y sin dinero. Y los más ricos quizá desilusionados de no haber vendido todo lo que imaginaron vender para seguir en el rito de un sistema que necesita ser humanizado.
Sin capitalismo no habría desarrollo. Pero el desarrollo implica lo humano. Y allí éste, deja mucho que desear. La navidad, exceptuando al hermoso Jesús y los buenos sentimientos de amor, fuera de eso, es sólo una injuria del capitalismo.
Hay que hacerla desaparecer, esa sería la conclusión. De ninguna manera, como diría Pablo de Tarso, es sólo que necesita dar un giro y dejar de hacer del otro ser humano un pretexto y una mercancía. Eso es pecado. La navidad a cómo está diseñada hoy en día es pecaminosa. Es una fábula de mal gusto
Entonces por que decir feliz navidad. Y por qué no decirlo, lo bueno de eso es esencial, desear el bien. Pero sin el derroche. Sin excusarse a través de un plato flatulento el veinticuatro o el treinta uno, enviado a los pobres.
Un régimen civilizado comenzaría por recoger todo el dinero derrochado e invertirlo en salud para todos, mediante sistemas que garanticen a los ancianos no rodar por las calles sin protección. A los indigentes poder ingresar a la plaza de la salud de los ricos financiados por el fondo sostenido con todos los aguinaldos y dobles salarios invertidos como capital social.
Y entonces cuándo consumiremos todo lo que nos traen las tiendas. Pues cuando lo primero esté garantizado.
Mientras tanto sabio es que no gastes tu doble salario o aguinaldo en nada que no sea prioritario. Pero si ya lo tenía comprometido. Oh, si ya lo gasté. Esa es la trampa.
Orar, amar, regalar con sencillez, recibir con gratitud, visitar al enfermo, acompañar al anciano, jugar con los niños, y al parque a sonreír con las estrellas, eso vale más que gastarse el dinero en una frivolidad sin utilidad.
Para decisiones así, hay que salirse de la hipnosis y pensar con mayor claridad. Agradecer todo lo que el capitalismo nos ha traído de bueno, pero controlarlo desde lo personal, comunitario y social, obligándolo mediante leyes, educación, indignaciones pacíficas, el mensaje de la prosperidad integral, el Shalom de Dios, la producción de una fuerza moral dignificadora. Obligarlo a dejar de ser criminal y evolucionar hacia nuevas formas no despóticas, no tiránicas, alejadas de toda dictadura sea militar o proletaria. Nada de eso ha funcionado.
El capitalismo es un rico bonachón que mata distribuyendo besos. Es un niño inmaduro que debe madurar sirviendo a la causa humana.
Sus fiestas locas e impías deberán cambiar algún día, por festividades de sensibilidad, respeto y consideración para todo ser humano. Eso no se logra con rosas, ni con revoluciones sangrientas. Eso pasó y no sirvió. Se logra con una nueva inteligencia, una nueva forma cerebral regida por un alma transformada de verdad. Algún día será posible otro tipo de navidad, celebrada diariamente. Aunque a los pobres... siempre los tendréis, pero eso es otra cosa.
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