sábado, 3 de enero de 2015
"LOS CAJONES DE LA SOBREVIVENCIA", ESCRITO POR EL TEÓLOGO RODRIGO DÍAZ BERMÚDEZ.
"LOS CAJONES DE LA SOBREVIVENCIA", ESCRITO POR EL TEÓLOGO RODRIGO DÍAZ BERMÚDEZ.
Un empleado de una fábrica está enmarcado dentro de los límites de esa empresa. No puede pensar cualquier cosa, sino sólo aquellas que no atenten contra la fábrica y sus dueños.
Un estudiante de una escuela sectaria puede internamente pensar diferente a los postulados de ese grupo dominante. Pero, no puede expresar su libre pensamiento.
Un pastor de un concilio fundamentalista, podría tener ideas liberales, pero no podrá expresarlas con toda libertad.
Un líder de un grupo liberal se verá fuertemente criticado y con presión de grupo si se pone a defender ideas conservadoras.
Son como cajones.
Dime en que cajones te encuentras y te diré hasta dónde puedes llegar.
Hay muchas razones. Apuntemos a 3 razones por las cuales se permanece por años y siglos en cajones determinados, para comentarlos a profundidad.
El primero es la tradición. La tradición es un gorila muy temible. Ha dado sentido de generación a generación ser un católico empedernido o por lo menos nominal, por poner un ejemplo de nuestra cultura latinoamericana. Romper con ese cajón conllevaba rechazos muy fuertes en una familia de origen católico, apostólico y romano. Hoy es más sutil el rechazo y las desbandadas hacia grupos religiosos variados es parte de la cultura democrática liberal de una agenda de diversidad que se abre paso entre los diversos colores del arco iris, símbolo de la diversidad sexual, parte de toda esta corriente de liberalismo.
El segundo es el psicológico. Hace unos meses estuve de profesor de unos jóvenes que estudian para ser ministros eclesiásticos. Estos estudiantes pocos por cierto, no hay mucho interés en estudiar para ello, tenían la particularidad de ser muy inteligentes. Estuvieron bajo la influencia de un profesor muy inteligente, no me refiero a mí, que no lo soy tanto, sino otro, que fue de gran importancia para ellos por la forma de tratarlos, los marcó hasta la médula. Este maestro era crítico, liberal, holístico, profundo, realmente interesante, conocedor de los idiomas originales de la Biblia, y de esos que les llaman desmitificadores y de la Alta Crítica Biblica. Un desbaratador de viejos conceptos. Así pues, logró que estos jóvenes pensaran diferente y que alguno hasta desembocara en una opción por el ateísmo. El efecto fue muy de placebo. Poco a poco fueron volviendo a sus antiguos conceptos, excepto el ateo, que quizá siempre lo fue. Fueron alineándose a la voz tradicional de su institución y estatutos. Y por qué. Lo fui analizando. Parte de mi tarea fue ser un punto moderado, quizá un poco más hacia la izquierda, a veces virando hacia la derecha un poquito, en fin haciendo malabarismos para lograr que integraran el proceso. No fue necesario, al final ellos pusieron en un lado de su mente todo el liberalismo absorbido y siguieron la pauta de a diplomacia conciliar, de las necesidades de la religiosidad popular y aunque hubieran cambiado en algo sus conceptos, al final recitaron el mismo credo y el mismo grito litúrgico de siempre, A SU NOMBRE GLORIA Y QUIEN VIVE y todo eso que conocemos y practicamos en nuestros ritos. Qué pasó. Sencillo. Prevaleció la estructura psicológica previa, con la cual entraron con la finalidad de ser parte de un sistema significativo para ellos desde el punto de vista de identidad, profesión y aceptación. Hoy quizá sean los más conservadores porque lo harán con la malicia, por llamarle así a la conciencia del que conoce cómo funciona la computadora por dentro, o el mercado y aprendió a manipularlo a favor del buen funcionamiento.
El tercero está íntimamente relacionado con los demás, pero especialmente con la comida. La comida condiciona la forma de ser y pensar, es sobre-vivencia. Excepto hombres con ciertos trastornos, con ideales de libertad bien altos, o individuos con su problema de comida resuelto por su tipo de profesión, riqueza heredada o garantías que lo cubran, los demás mortales cuidan su plato de comida. Y hasta los perros y gatos, se enojan cuando alguien amenaza su plato y están dispuestos a morder por cuidarlo.
Pensamos que los defensores de derechos humanos, los que trabajan por la diversidad, por la libertad absoluta del pensamiento, por ser ellos mismos como ciudadanos, liberación femenina, sexual e ideológica, no tienen cajones. No es así. Los financiamientos de las O.N.G. son condicionados a esas líneas porque son ensayos hacia nuevas sociedades que respondan de mejor manera a un capitalismo no tradicional. Más alternativo. Un capitalismo más diverso, más interesante, aunque quizá no del todo humano desde el punto de vista de poner al hombre en privilegio con respecto al mercado.
Cajones siempre habrá, como jaulas también y cárceles, donde hombres culpables y no culpables pasan por años esperando o desesperando. Así también en la sociedad y la vida misma, hay cárceles internas, cajones institucionales, la cáscara del huevo. Como dijo Hermann Hesse, para que el pájaro nazca tiene que romper el cascarón, para crecer hay que romper cajones, pero si el huevo se rompe sin que sea el tiempo, el pájaro nunca cantará.
Platón decía o dicen que decía que el cuerpo es la cárcel del alma. Algo de razón tuvo dentro de esa dicotomía. La muerte haría la separación. Lo trágico sería que esa alma también cayera en un cajón sin salida. El corral de las almas. Aunque muchos lo prefieren a estar en el corral de las deudas bancarias.
Cuando éramos niños llorábamos para que nos sacaran del cajón y jugar libremente. Hoy lloramos para que no nos dejen libremente sin la protección de algún cajón, aunque sea de opresión económica, religiosa o familiar.
Quizá la idea más sana sea la invitación de construir con arte cajones al servicio de todos. Y no solamente palacios construidos por esclavos para los vicios de los poderosos.
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