jueves, 6 de septiembre de 2018
A CONSECUENCIA DE HABER ABANDONADO LA TAREA DE RESGUARDAR LA DEMOCRACIA, AMÉRICA LATINA SE ENFRENTA A UNA AMALGAMA DE RIESGOS.
A CONSECUENCIA DE HABER ABANDONADO LA TAREA DE RESGUARDAR LA DEMOCRACIA, AMÉRICA LATINA SE ENFRENTA A UNA AMALGAMA DE RIESGOS.
"Las nuevas guerras" en América Latina relacionan el enfrentamiento al crimen organizado y la corrupción expansiva, a través de lo cual las cúpulas del poder “se enriquecen, robando al Estado”, tal como sucedió en Brasil con Lava Jato, y con el descubrimiento del pasado mes en Argentina acerca del caso de 'los cuadernos de las coimas', los dedos acusadores frente al rostro de la exmandataria Cristina Kirchner.
Las sinrazones acarrean siempre repercusiones negativas y prolongadas; se asemejan a una riada de calamidades contra la democracia y el Estado de derecho; una instancia, de por sí, lesionada, gravemente, a causa de las “tendencias iliberales”, incrustadas, de modo visible. En la otra versión de guerra encontramos las domésticas, las cuales golpean a las desdichadas Venezuela y Nicaragua, más el probable riesgo de reaparecer en Colombia, en donde el principiante y rígido derechista Presidente Iván Duque, con cara de mal amigo, se resistió durante su campaña proselitista a respaldar el Plan de paz de su predecesor Juan Manuel Santos.
La amenaza de la militarización, ese férreo aparato de defensa, (y de seguridad), de poder, escasamente compatible y benevolente con los derechos humanos y el favorecimiento de la democracia liberal, intenta coparse con la cruda y violenta realidad que la azuza, ya sea para asumir tareas policiales - que no le corresponden - , con tal de arremeter, de manera opaca, contra el crimen organizado, en particular el narcotráfico y las bandas delictivas.
El caos y la inseguridad se asientan de manera vertiginosa en México y el Triángulo centroamericano entre los desafiantes, al igual que en América del sur, lo cual empodera a las fuerzas armadas - “three of the four countries on the EEUU defense secretary’s itinerary — Brazil, Argentina and Colombia — have to varying degrees turned to their armed forces for domestic security” (Rebecca Bill Chavez). La influencia militar se pone de manifiesto, en lo concerniente a desactivar las manifestaciones populares, abiertamente hostiles a la perpetuación de las tiranías en manos de la supuesta izquierda, quien gobierna sobre la ruina de tres naciones, bajo el despropósito de cimentar y perpetuar su poder autoritario; una de ellas Cuba, la isla - cárcel, sometida a un totalitarismo anacrónico, guiado por el Estado militarizado.
En este orden, en determinadas geografías del subcontinente han llegado a cobrar impulso la inestabilidad, la insostenibilidad, la polarización política, y el rechazo a elevar las capacidades y los mecanismos de rendición de cuentas del proceso político y decisorio (Luis Felipe d´Ávila), con lo cual se hace complicado contrarrestar los antivalores, los regímenes de privilegios y prebendarios, arraigados en los sectores público y privado. Razón por la que se levantan sectores de las sociedades, quienes poseen desconfianza en las instituciones del Estado. Cuando surgen estos comportamientos colectivos, resulta normal que haya incredulidad, y falta de identificación para con la libertad, la democracia y el Estado de derecho (Marcelo Longobardi y Sergio Berensztein).
Por ello, ha aumentado la convicción de que nadie podrá desconfiar de las tecnologías y medios de comunicación, lo mismo que de las acosadoras redes sociales, así como de los denunciantes de hechos criminales contra la hacienda pública, por cuanto esos delitos representan una fuente de empobrecimiento de la población. Tampoco la mayoría de los gobiernos latinoamericanos han sido capaces — “como hijos que son de estructuras normalmente corruptas” —, de autodepurarse, y prepararse con un modelo nuevo de hacer política; de disponer de una administración a la altura de los tiempos; y de patrocinar una deseable valoración ética (Antonio Navalón). De todas esas debilidades o vacíos sacan provecho los candidatos populistas (autoritarios), quienes juegan con "la rabia" del pueblo en torno a la corrupción, la desactivación económica, el desempleo y los bajos salarios (Luis Felipe d´Ávila).
En el contexto hemisférico se reitera en la casi crónica indiferencia de Washington hacia el conjunto de naciones, ubicadas al sur del río Bravo. No es de extrañar que carezcan de sentido los pretextos, o bien los argumentos ya agotados, de América Latina - ella, quien ocupa un rango insignificante en la política del poder mundial - de achacar las culpas de sus males y padecimientos a una inteligencia superior, o sea, "la anacrónica tesis del imperialismo".
Ciertamente, el protagonismo de Donald Trump hace más cercano ese desinterés, al hacerse patente un mandatario nacionalista, proteccionista, y displicente de la globalización desde hace muchos años (Carlos Montaner), cuyo lema "America first", lo incita (a él) a las inesperadas guerras comerciales contra socios relevantes suyos, incluido con México, el allegado regional. Así que las armas que destruyen "a la América que habla español y portugués son internas, las tienen el narcotráfico, la corrupción y todos quienes quieren taponar el progreso democrático (Antonio Navalón), y el tipo de sociedades cohesionadas.
El desafío es superior en un contexto marcado por la inequidad social, como es el de América Latina y el Caribe. La persistencia en nuestra región de élites políticas y económicas corruptas, de distinto matiz ideológico, se aprovecharon, tiempo atrás, del boom de las materias primas a nivel global, lo cual les aseguró términos de intercambio históricos y recursos fiscales sin precedentes, bajo la configuración de burocracias ineptas, corporativismo excluyente y abusivo, y desproporcionado gasto militar. Lo cual ha venido en detrimento de cualesquiera política social, tendiente a reducir la pobreza y la inamovilidad, la inequidad tributaria, a sabiendas de poner cuesta arriba la modernización de las estructuras productivas. Éstas, especialmente, ayunas de inversión en investigación y desarrollo, de lo cual puede asegurarse el pleno empleo y la prosperidad compartida (Joseph E. Stiglitz), el llamado a reducir la brecha digital en pos del bien social (Cristina Pombo), en cuenta lo referido a aplacar las nocivas consecuencias del cambio climático.
En función de lo anterior, una tasa de crecimiento económico entre un 1,5% este año y un 2,5% el próximo, es apenas “para echar las campanas al vuelo”. Dichos niveles limitan el objetivo de la reducción de la pobreza, el desempleo. Aparte que el desempeño modesto de los motores de crecimiento, las dificultades en las formas eficientes en infraestructura y la atracción de los recursos del sector privado, el desincentivo al clima de negocios, ponen al descubierto un peligroso estancamiento social (Jorge Familiar, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe), reflejado en el incremento de la desigualdad - "es el mayor enemigo" latinoamericano - , lo mismo que el inmovilismo respecto al ascenso de la clase media. Más bien en algunos países, como Brasil y Ecuador, la pobreza, incluso, se ha incrementado.
Cabe subrayar los serios problemas macroeconómicos de algunos países, entre ellos Venezuela, por supuesto, Argentina, Brasil, México en orden de gravedad. América Central tendrá desequilibrios en el sector externo por la disminución del subsidio de Petrocaribe y la reducción de las exportaciones a Venezuela. El Caribe se ha sobre- endeudado, entonces es de prever que sufrirá los aumentos de la tasa de interés en Estados Unidos de América (Javier Solana).
Asimismo, los hechos recientes señalan los verdaderos responsables de "la recesión democrática", cuyas implicaciones contagian los sistemas económicos. Basta con ser testigos oculares alrededor de las vicisitudes del pueblo nicaragüense en contra de la tiranía pseudosandinista. Lo señala correctamente el historiador costarricense Iván Molina acerca del fenómeno de la “mafiosización”, experimentada por el país vecino del norte; una mafiosización que a nuestro juicio se extiende por toda América Latina, pero que en el caso nicaragüense, se acentuó de modo dramático, unida a la precariedad institucional y la ausencia allí de una sociedad civil, protectora de la política democrática.
Para Molina ese deterioro profundo en los tejidos político y social, asumió la forma de "una hibridación del clientelismo", destinado a perpetuar a los Gobiernos en el poder (Johan Ordoñez), así también el caudillismo tradicionales con un populismo discursivamente izquierdista y religioso", pero decididamente comprometido con el capitalismo corporativo. La inequívoca y creciente concentración de la riqueza por parte de la familia Ortega Murillo, es similar a la que prevaleció durante los últimos años de la dictadura somocista.
El agravamiento social y económico de Venezuela, la decadente nación petrolera, ha llegado a alcanzar su punto más crítico. Uno de los factores preponderantes reside en la hiperinflación, o sea, la inflación de un 1.000.000%, proyectada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y los salarios equivalentes a $30. El despeñadero salió a relucir en el 2014, con la falta de algunos bienes esenciales y la carencia de medicinas; a la vez que se encamina a alta velocidad, producto de los desaciertos de la economía ampliamente controlada, impuesta por el usurpador Nicolás Maduro, lo cual alienta el reciente éxodo de miles de venezolanos, el mayor registrado en los últimos tiempos en el continente americano (Ximena Alfaro M.).
Argentina tampoco ha andado lejos del retroceso democrático y de las disfuncionalidades. Por el contrario, la prensa internacional relata que su victimario llegó a ser la familia ex-gobernante de los Kirchner. De lo que se informa resulta comparable a una especie de completa "barbarie moral", ya que presuntamente los Kirchner habrían recibido casi 3 millones de dólares por día de coimas en sus 12 años y medio de gobierno (Edurdo Paladini para Clarín). Una prueba testimonial y documental, inductiva, que nos hace comprender, lamentablemente que los estragos de la corrupción son históricos y estructurales (Sergio Berensztein), tanto en Argentina como en casi toda la región latinoamericana.
En la secuencia de los eventos, los que han puesto en riesgo la vigencia de la democracia liberal, líneas arriba apuntamos que la revolución bolivariana se comportó en expulsora de su gente. El gobierno suyo siguió los pasos de las naciones centroamericanas, los que optan por la emisión de migrantes nacionales, para deshacerse de sus padecimientos domésticos. Con el mandatario Hugo Chávez el flujo de venezolanos había aumentado hacia Estados Unidos, Colombia y Perú. Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 2,3 millones de venezolanos (7,5% de la población de 30,6 millones) han abandonado el país desde el 2014, de los cuales 1,6 millones salió a partir del 2015. La incertidumbre y la catástrofe humanitaria, que reina en ese país disparó la diáspora a Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil y Perú, cuyos gobiernos debieron improvisar (inútilmente) controles migratorios (Ximena Alfaro M.). Lo cierto del caso, es que el gobierno brasileño, en la línea de concederle al ejército potestades, redobló la seguridad militar en sus fronteras, con tal de contener las inmigraciones, y de paso las reyertas xenofóbicas.
Los estallidos sociales han puesto “contra las cuerdas” a las naciones receptoras de migraciones de América Latina, quienes temen el desborde de sus servicios de atención, y el incremento de brotes de xenofobia”, lo cual ofrece signos en Brasil y Colombia. Incluso, hubo algunos indicios de racismo en Costa Rica, debido a la violencia en Nicaragua, emisora de migrantes y refugiados hacia acá. Seguro que la única manera de impedir la riada de inmigrantes, consiste en demandar el regreso de la libertad y la democracia en esas desdichadas naciones.
Comenzada la fase de presión frente a la dubitativa diplomacia regional y multilateral, se ha puesto en evidencia su incapacidad de resolución y el cálculo timorato frente al autoritarismo venezolano y nicaragüense, abanderado por los propios gobiernos cleptocráticos, y conculcadores de los derechos humanos. Salvo el recién presentado informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sobre la base del cual se especifican las señales de genocidio y la alteración de la verdad, de parte de la vergonzosa satrapía de Daniel Ortega y su esposa esotérica, llega a ser un hecho cierto que quedan debiendo las restantes actuaciones de las organizaciones multilaterales. Hacen visualizar en contra de ellas un peligroso déficit de fuerza ejecutiva y legal, han avanzado poquísimo, y quedado envueltas en un atascadero; se comparan con el usual y frágil remedo, en cuanto a la defensa de la democracia liberal. Entendido que ella experimenta un grave retroceso en el subcontinente, en donde no pocos Estados se rehúsan a cumplir las obligaciones internacionales, en cuanto transparencia en la gobernanza y el acatamiento de la normativa de los derechos humanos.
Consideramos que el cinismo y los descalabros, tanto en Venezuela como Nicaragua, le imponen a la ONU la aplicación de la contemporánea tesis de "la responsabilidad de proteger", adoptada gradualmente por la diplomacia multilateral. La justifica de manera atinada el brillante tratadista Javier Solana. A nuestro juicio, en dichos casos, ambos gobiernos están "comprometiendo la seguridad, la integridad y la dignidad de su propia población", de suerte tal que se podría reconsiderar la conveniente intervención por parte de esa organización global, tan venida a menos, agredida, irrespetada, según lo ha puesto en evidencia la última decisión del gobierno guatemalteco, tutelado por los militares, de no renovar (o intimidar y expulsar) el mandato de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), el que caduca en el 2019 (CNN). Todo esto, en medio de los señalamientos por presuntos delitos de financiamiento ilícito de las elecciones generales del 2015.
Simultáneamente, nos damos por informados del retiro en Nicaragua de la misión del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, una espuria salida de la tiranía de Daniel Ortega, condenada de forma honesta por el Gobierno de Costa Rica. En el transcurso de esta semana, la Oficina del Alto Comisionado emitió un extenso informe que "da cuenta de las graves violaciones a los derechos humanos que ocurren a diario".
Dicho sea verdad, la historia de América Latina "es una obra maestra del puro instinto y de la fuerza bruta", a pesar de los puntos de vista de intelectuales consagrados como Mario Vargas Llosa que difieren de esa visión pesimista. No podemos pensar diferente cuando se contabilizan los asesinatos políticos en Venezuela y Nicaragua. Y cuando el narcotráfico y su inmenso poderío económico y el crecimiento exponencial de la delincuencia y la corrupción erosionan la convivencia democrática.
El subcontinente continúa siendo "el de las oportunidades perdidas", la desigualdad social representa una de sus patéticas expresiones. Los eventos expuestos en nuestro comentario suponen darnos la razón. Estamos bastante lejos del "proceso civilizador", fundamentado en la democracia liberal y la justa distribución de la riqueza. Nos atrevemos a afirmar que nuestra América Latina ha decidido, otra vez, rechazar la virtud y el bien común. Correctamente lo explica el escritor Carlos Montaner, citando a Montesquieu : "no hay república exitosa, si no existe un número grande de ciudadanos virtuosos". Sí, quienes son conscientes que "aquí y ahora" resulta posible construir un reino de humanidad.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)
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