LAS ESTRUCTURAS ECONÓMICAS DE COSTA RICA EN CONSTANTE EVOLUCIÓN. Autor: Ronald Obaldía González
Desde comienzos de la década de 1980, nuestra nación ha experimentado cambios sustanciales en su estructura económica y productiva. De la tradicional economía agroexportadora, caracterizada por las ventas del café, el azúcar, el banano, carne, alimentos, etcétera, a los mercados internacionales, enseguida se adoptó entre las décadas de 1960 y 1970 el enfoque de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), cuyo pivote descansó en la industrialización por la sustitución de las importaciones y la operación de mercados cautivos y protegidos.
Posteriormente, nuestro país llegó a sumarse a los postulados del libre mercado a nivel global, abriendo sus fronteras a las alternativas del comercio, la inversión extranjera directa (IED) y los nuevos flujos financieros, como punto de partida de su política pública de desarrollo económico y social. Aparte de que la comunidad internacional sigue otorgando alto reconocimiento a la robusta democracia civilista, así como al sistema político, social, jurídico de la sociedad costarricense, su adherencia a los principios de la protección de los derechos humanos.
Dicho esto, añádase la racionalidad del desarrollo nacional con énfasis en la protección, la conservación ecológica – redituable para el turismo –, así también la justicia medioambiental. Una concepción también moral, cohabitable con el perfil contemporáneo de nuestro sistema productivo, el cual tampoco ha abandonado “al sector agropecuario rural y suburbano sostenibles”.
Por el contrario, los intereses de la seguridad alimentaria y nutricional dentro de los mercados, forma parte de nuestra “convivialidad, en aras de la contención del empobrecimiento, una alternativa sugerida por la filósofa Corine Pelluchon en su brillante ensayo intitulado “la ecología como nueva Ilustración”.
Los sucesivos gobiernos nacionales pusieron en práctica un conjunto de disposiciones y accionar, relacionadas con la liberalización unilateral, la diversificación productiva, la eliminación de rigurosos controles al comercio exterior (Víctor Umaña). Cobró vigor la participación de los acuerdos comerciales, sean multilaterales, regionales y bilaterales. Se dio impulso a la economía de los servicios, la industria de los dispositivos médicos, al sector inmobiliario, la actividad turística, la industria alimentaria.
Más acá, se puso en funcionamiento el régimen de zona franca, estrechamente vinculado con la atracción de inversiones. Luego con el ingreso de INTEL arrancó la economía digital, su activo preponderante: las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), las que muestran ser “imprescindibles en la vida real de las sociedades contemporáneas”. Aquí ellas se han ido consolidando a pasos significativos.
Loa resultados arrojados en los diferentes ámbitos —empleo de calidad y potencial humano, capital físico, divisas, inversión, conocimiento, tecnología, “aumento de la productividad de los factores”, productos más complejos, variaciones en la infraestructura y bienestar del consumidor, entre otros— son notables y suficientemente probados (Umaña, ídem; CINDE).
A SUPERAR LA TRADICIONAL DIVISIÓN GEOGRÁFICA. ENTRANDO A FONDO. Hay un vigente debate en torno a los beneficios o inconvenientes que conllevan la creación o, en su defecto, la reducción de la cantidad de provincias, cantones o distritos, teniendo en cuenta la obsolescencia, la desfasada división territorial o la división político administrativa de nuestro territorio nacional, posiblemente causante de las desigualdades entre regiones. Existencia de contraposiciones que nos hacen repensar. Así entonces, (más provincias), “más cantones no es sinónimo de eficiencia”, de acuerdo con los resultados de los últimos estudios de índice de gestión de los servicios municipales (IGSM), elaborados por la Contraloría General de la República.
Cabe preguntarse dentro de ese desorden territorial y en la errática asignación de los presupuestos, qué sentido poseen los cantonatos de Guadalupe, Moravia, Montes de Oca, Curridabat, entre otros circuitos geográficos, cuando en verdad la distancia longitudinal entre ellos es de 7 o dos kilómetros. O qué los distritos de Zapote, San Francisco de Dos Ríos, tan absorbidos por dos de estos cantones, sean posesiones del cantón central de San José. Podemos seguir con trifulcas de tal envergadura solo para agachar la cabeza.
Tampoco se puede negar la necesidad de alcanzar un lógico reordenamiento territorial, según lo hacen ver algunos distinguidos observadores nacionales. Lo cierto es que diferentes grupos de presión, al igual que determinada dirigencia política regionalista guardan resistencia, en lo tocante a ofrecer soluciones apropiadas en tal asignatura. Resulta inútil gastar esfuerzos en constantes discusiones que casi nunca llegan a resultados. Ante las discrepancias, en su lugar nos hemos atrevido dar a conocer presupuestos, relacionados con la energía en virtud del propio desarrollo social de ciertas poblaciones rurales, bastante alejadas de la Gran Área Metropolitana (GAM).
Las hemos denominado ciudades miniaturas (o miniciudades), cuyos habitantes al elegir una vida espiritual y materialmente gozosa, parcialmente se desligan de las promesas o expectativas convencionales del progreso humano, lo cual ha comportado una posición reducida a la mera innovación tecnológica, industrial y la urbanización (Corine Pelluchon).
Seguro que en los novedosos ordenamientos geográficos, las personas nativas o los nuevos colonos, alfabetizados digitalmente, aún más habrán de demostrar capacidades, favorecedoras de las innovaciones y desarrollos escasamente reconocidos y simples, coordinados por las organizaciones y las iniciativas comunitarias suyas, las cuales “suelen tener un mejor conocimiento y desempeño de los contextos locales” (Néstor Córdoba Marín).
Al cabo que merecen ser sujetos de la asistencia y la formación profesional y técnica, de los aportes de la academia; lo mismo que de los beneficios y los subsidios fiscales por parte del Estado, prácticas a las cuales jamás han renunciado llevar a cabo los países ricos del norte global (Fernando Zamora Castellanos).
Prescindiendo de tanto Estado, las gentes de nuestras miniciudades pondrán en marcha iniciativas de proyectos, relacionados con la eco-agricultura, la agricultura familiar, las tecnologías verdes, el eco-turismo, etcétera, con tal de producir y generar ingresos y bienestar.
Todo ello dependerá de la exploración y aprovechamiento de las ventajas comparativas con las que cada región o ciudad miniatura cuenta ( Córdoba Marín, ídem). Y que dicho sea de paso se eliminen las trabas y los redundantes trámites burocráticos, aquellos que frenan la creatividad y el impulso, en cuanto a los emprendimientos de la ciudadanía en general.
Por ellos se ven entorpecidas las políticas tendientes a dotar de “constitución legal” y legitimidad a la economía informal, en particular los negocios de los trabajadores independientes, así como la inserción al empleo de las mujeres jefas de hogar. Esa burocracia paralizante que en el gobierno de don Rodrigo Carazo Odio (1974 - 1978) impidió el florecimiento de las empresas de autogestión, que nuestro amigo Carlos Manuel Echeverría Esquivel, siendo Ministro de Planificación, intentó poner en funcionamiento, un programa que pudo encajar perfectamente con el accionar de las ciudades miniaturas, ahora emergentes.
PARTICULARIDADES SOCIOLÓGICAS. Constantino Láscaris Comneno (+) , el filósofo español – costarricense, quien por su propia voluntad prefirió usar la ciudadanía costarricense, en su manifiesto y avivado amor por el sistema democrático y el régimen de libertades de Costa Rica, cuantas veces tenía la oportunidad y con vasta simpatía, hizo referencia a los ingeniosos y pintorescos “turnos y las ferias populares”, organizadas, entre otros, por los miembros de las iglesias y las organizaciones de voluntarios en sus respectivas comunidades.
A nuestro subjetivo entender, aquellos fueron los precedentes de las actuales ciudades miniaturas, relativamente liberadas de las ataduras del Estado decisor. Según la versión del célebre filósofo, escritor, profesor universitario, además de Benemérito de la Patria (1998), con el empuje de los frecuentes eventos de tal calibre, fue que nuestra “Tiquicia” se fue autoconstruyendo como nación ampliamente libre y próspera.
La noción del filósofo como símil la imaginamos dentro de nuestra postura multicultural, multiétnica y diversa, al lado de la otra de Láscaris bastante común: ya que nadie lo había podido suplantar de su original tesis, de encasillar a Costa Rica dentro del rango de las naciones desarrolladas del planeta. Bastante razón le asistía a nuestro ilustre profesor. Véase como Costa Rica salió librada de los colapsos financieros mundializados (2008), de los perniciosos efectos globales causados por la pandemia del Covid – 19, en simultaneidad con las perturbaciones geopolíticas en la Europa Oriental, sea la invasión del ejército ruso a Ucrania.
En medio de las vicisitudes quedó demostrado la buena musculatura de nuestra sociedad democrática y próspera. Sin necesidad de dogmas o acciones ortodoxas, la institucionalidad democrática se mantiene casi intacta, persisten los altos indicadores sociales, a pesar de nuestras innegables fragilidades.
Desde dos años atrás se vienen acentuando los sólidos resultados y los compromisos fiscales, así reconocidos por las agencias calificadoras de riesgo y el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Por primera vez después de 13 años, Costa Rica recaudó más de lo que gastó, sin incluir intereses, y logró un superávit primario de ¢927.000 millones, equivalente al 2,1 % del producto interno bruto (PIB).
Además, el tamaño del endeudamiento en relación con la producción nacional (deuda/PIB) disminuyó en 4,2 puntos porcentuales, para situarse en un 63,8 %” (Expresidente Carlos Alvarado Quesada; Ministerio de Hacienda). Se detuvo el déficit fiscal, lo cual abre las oportunidades de aumentar la inversión social y actuar en infraestructura. Pocas naciones pueden exhibir tales logros. En cambio, lo trabajado por este pequeño país desarrollado, a juicio de Láscaris, sí llegó largo.
Guardando las distancias, significan posturas (de Láscaris) que el suscrito también ha respaldado. En nuestro escrito nos hemos subordinado a sus nociones. Las he empleado a nivel de basamento, todo ello con el propósito de sumarlas a aquellas visionarias lecciones de nuestro profesor de la enseñanza secundaria Álvaro Alvarado Castro (1970 – 1974) alrededor del “Quijote de la Mancha”, llamado “el Príncipe de los Ingenios”, a decir del inmortal Jorge Luis Borges.
Las conclusiones de aquel filósofo nos han facilitado hacer abstracción de nuestras mini-ciudades ya en ascenso. Las cuales no solo crecen en términos ecológicos – económicos, sino bajo “una dimensión existencial”, sustentada en la justicia social, “en la distribución de los recursos y los beneficios”, así como cambios en los modos de crear riqueza e interdependencia solidaria, dentro de lo cual “la felicidad asociativa” tiene asidero.
PONIÉNDOLO SENCILLO, y además de reforzar nuestra tesis, Guiselle Monge Prado, una comerciante, quedó deslumbrada en una de sus visitas a la zona del Tortuguero del Caribe costarricense al verificar allí, igualmente en otras localidades tal como la pequeña ciudad de la Fortuna de San Carlos de Alajuela, la amigable cooperación entre sí de los emprendedores locales, la continuidad de una arraigada cultura empresarial, coincidente con la filósofa (Pelluchon), encaminada a ofrecer allí el mejor servicio. El cual pueda satisfacer los gustos y las necesidades de los turistas, la principal fuente de ingresos de las exóticas y singulares comunidades rurales.
Monge Prado y Pelluchon reafirman ideales cooperativos, o “normas socioculturales nuevas”. Los trueques “domésticos” en medio del ambiente solidario de los ciudadanos de las mini-ciudades son parte de ellos, sin prescindir obviamente de las reglas del mercado, vinculadas a ganancias bajo los criterios de la responsabilidad social, a la par de las buenas prácticas y las consideraciones ecológicas. Lo cual trasciende hasta enfrentar condiciones de vulnerabilidad en casos de desastres.
Toda vez que (en dichas jurisdicciones rurales) se abre paso a la creatividad, a las sólidas relaciones primarias en ciudadanía y la prosperidad de las gentes, quienes las colonizan de manera asociativa y empoderada, lo cual contribuye al eficaz desempeño de sus propios mercados, a su modo particular de sana competencia.
En lo cual, por lo demás, el Estado apenas habría de cumplir con su rol de invertir en infraestructura, logística, asegurar financiamiento y créditos blandos, lo que implica que la revolución digital catalice aumentos en el acceso y el uso de los servicios financieros para todas las personas (Carlos Melegatti). “La idea es que los emprendedores sean clientes en la tendencia a la digitalización de los servicios bancarios”.
LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL TIENE VOZ.
Valga recalcar que a nivel de políticas públicas, lo anteriormente apuntado resulta compatible con las propuestas globales del 2015 cuando los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se comprometieron formalmente con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) con metas al 2030 (Alexandra Kissling).
En la etapa de la post-pandemia decenas de países luchan por cumplir con sus objetivos de desarrollo, inmersos en una tormenta perfecta de guerra, disrupciones alimentarias, energéticas, de deudas, climáticas, incontenibles corrientes migratorias. Razones por la que el Banco Mundial y demás organizaciones de la cooperación y la asistencia internacionales deberían de destinar más de sus propios recursos (Nagaire Woods) a favor de las postergadas naciones del sur global.
La exploración de las potencialidades de las mini-ciudades, bajo la aplicación del método inductivo, podrían convertirse en alternativas para la superación del abandono y el empobrecimiento. Eso sí, siempre con la condición de dar énfasis “al rejuvenecimiento” de los sistemas educativos, salud, la cohesión social, bajo las soluciones intrínsecas del capitalismo democrático, incluida la movilización de recursos y conocimientos, en aras de proteger y conservar la naturaleza y la biodiversidad.
Soluciones o bien misiones cuya efectividad estarían enlazadas con la prevención y la mitigación de los efectos” y las secuelas desastrosas del cambio climático, cuya responsabilidad de contenerlos ha de recaer en los seres humanos conscientes. Estamos convencidos que tales imperativos, con mayor propiedad ética y moral, se ejecutarán en los procesos socializadores, engendrados por la convivialidad inherente a las ciudades miniaturas. Volvamos otra vez a imaginar.
carcomad@yahoo.com, carlos cordero madrigal escribió:
ResponderEliminarMuy interesante. Sigue la creación de Cantones a todo vapor. Fueron 81 por décadas, y ya vamos para 84.
Brillante artículo Ronald. Te felicito.
ResponderEliminarJosé Joaquín Arguedas Herrera
Politólogo y Administrador de Empresas
Máster en Recursos Humanos
Experto en Función Pública
Alajuela. Costa Rica
El lun., 20 de marzo de 2023 12:05, Martin Vargas escribió:
ResponderEliminarHola. Don Ronald mil gracias por su valioso trabajo. Este artículo saldrá publicado en este mes.
Saludos y bendiciones
Profesor Martín Vargas Ávila
Comité Editorial Boletín Historia y Sociedad.
Estimado Ronald:
ResponderEliminarGracias por este alentador artículo. Lo que usted propone es muy actual. He observado que en Francia vienen desarrollando una política dedicada a fortalecer las comunidades, con un fuerte acento en su prosperidad, pero poniendo mucha atención en la ecología.
Cordialmente,
Enrique Castillo
ResponderEliminarLuis Eduardo Sandí Esquivel escribió:
Hola Ronald, muchas gracias, me encantó el artículo, y me alegro mucho la cita de Láscarís, El Costarricense es un hermoso libro sobre nuestra manera de ser y cómo se generó, además, me encanta, el positivismo y el reconocimiento a la musculatura institucional como usted lo menciona.
Gracias y saludos cordiales