domingo, 24 de agosto de 2025
CUANDO UN HECHO VIOLENTO, DOLOROSO, CONTRASTÓ CON LA HERMANDAD ZAPOTEÑA. Autor: Ronald Obaldía González.
CUANDO UN HECHO VIOLENTO, DOLOROSO, CONTRASTÓ CON LA HERMANDAD ZAPOTEÑA. Autor: Ronald Obaldía González.
Rara vez nos habituamos a hacer mención de relatos de tragedias cuando escribimos acerca de hechos pasados de nuestro distrito de Zapote (San José - Costa Rica), menos aún en el creciente contexto de violencia, el cual mantiene en vilo a los habitantes de nuestra nación.
En esta oportunidad haremos una excepción, sin dejar de recalcar la tristeza que nos provoca sacar a la luz un homicidio, causado a un pequeño comerciante (un pulpero, - HChS, sigla de su nombre completo), precisamente cometido por otro par suyo, es decir, un comerciante detallista (MTMC, sigla de su nombre completo).
Un inusual tipo de delito - supongo que el único habido en Zapote hasta aquel entonces -, el cual tuvo lugar el 27 de agosto de 1966 en la barriada de San Gerardo - Barrio Pinto. Ello conmovió a nuestra comunidad zapoteña; estremeció sobremanera el ambiente infantil de nuestra Escuela Napoleón Quesada Salazar.
Dos niños, alumnos de dicho centro educativo, se vieron psicológicamente dañados: un hijo de la víctima (HChR - la abreviación de su nombre - ), y el otro sobrino del victimario (JLRM - la abreviación de su nombre - ). Ambos eran compañeros de clase, cursaban el tercer grado. Ellos eran nuestros compañeros de aula, por lo que fuimos testigos del sufrimiento que arrastraron.
La Directora y el cuerpo docente de nuestra Escuela proporcionaron apoyo emocional a uno y el otro; así también a nosotros, sus compañeros, pues nos costó comprender el suceso, dada la inocencia, producto de nuestras edades, al cabo de la apacibilidad de los vecindarios zapoteños. Porque un delito de esa magnitud era en extremo desconocido.
Finalmente, las respectivas y lastimadas familias de los dos traumatizados niños optaron por cambiar de domicilio, tras el fatídico episodio. Los inmuebles de ellas quedaron a la intemperie largo tiempo.
Desde años atrás, la víctima, al lado de su elegante esposa, había fundado su negocio, el sostén económico de su hogar, específicamente, en la denominada y la famosa calle "del bajillo" del mismo vecindario, la cual era una especie de pasadizo público, empedrado, que conducía a la finca, propiedad de la familia Pinto, ubicada al sureste de la Iglesia Católica del cantón de San Pedro de Montes de Oca.
En vista de los senderos transitables y potreros, poseídos por ese terreno, a las gentes se les facilitaba el arribo a la Ciudadela de Zapote y al emergente Barrio La Granja.
Ahora mismo el otrora pasadizo, o "callejón" se transformó en una vía alterna, bastante empleada por los conductores de vehículos, la que les facilita ingresar al cantón de Curridabat y nuestro distrito, especialmente para tener acceso a las significativas oficinas públicas, empresas privadas y centros comerciales allí existentes.
Tiempo después el pulpero victimario (de 38 años), procedente de la bananera zona sur de nuestro país, respaldado por su hermana mayor (AMC), instaló en "el bajillo" su emprendimiento, entrando en competencia con su víctima HChS (de 43 años).
La irracionalidad atrapó a los dos personajes; cayeron en disputas comerciales. Sí, esos... el odio y la intriga, siempre intervienen al igual que un virus infeccioso: estropean cualesquier ámbitos de la sana convivencia social. Seamos precavidos, entonces.
Tampoco faltaron las habladurías en el lugar de los hechos, las que encendieron todavía más los ánimos. En horas de la mañana se ejecutó el asesinato.
El nuevo residente, y homicida, había introducido en su pequeño abastecedor productos de buen gusto, elaborados con sus propias manos; la clientela le crecía, el buen trato con los demás y su simpatía lo acompañaban, según las versiones de los vecinos.
En el momento posterior, casi olvidado el asesinato, la familia del causante de la muerte de HChS regresó al caserío: el cual sirvió de escena del infortunio, sus miembros volvieron a reconstruir sus vidas.
A diferencia del hijo de la víctima, HChR, compañero en la escuela, quien ya adulto, con responsabilidades matrimoniales, también retornó "al bajillo" del barrio San Gerardo; ocupó el inmueble que había habitado, siendo niño.
Durante poco tiempo permaneció allí, entretanto decidió aislarse, evitando al máximo cualesquier comunicaciones y contactos personales. Su universo era la familia y el trabajo suyos. Esquivaba la mirada. La alegría y la fogosidad de aquel niño de 9 años había desaparecido en la etapa de adultez, presumimos que todavía había dolor en el alma de él. Secuelas de la violencia.
A principios de la década de 1980, da la casualidad que hallamos en las inmediaciones de la Dirección General de Correos (San José, centro) al victimario, MTMC. Lo identificamos de inmediato. Fijo que él había cumplido la condena impuesta por la justicia.
No pudimos controlar nuestra reiterada curiosidad. Lo saludé, me le mostré, detallando que habíamos sido convecinos en nuestro distrito. Nos respondió de manera irreflexiva, atolondrada; fue evidente que el resentimiento suyo estaba vivo. Nos hizo un breve comentario del motivo de su grave culpa; de repente se alejó. A nadie estamos juzgando, ello es ajeno al objetivo de nuestro relato.
A mediados de la década de 1960 fue introducida la televisión en Costa Rica. Entre las primeras y famosas películas, proyectadas por Canal 7 - la primera televisora nacional en transmitir - se hallaba "el ficticio vaquero Pecos Bill" y sus aventuras, con frecuencia, violentas, había disparos con armas en cada una de las series. Se asemejan a la dureza del típico "cowboy"; predominaban las aventuras asociadas a Texas y al suroeste de Estados Unidos de América.
Ni en nuestro Zapote faltó el sentido del humor, quizás se aliviaba, de este modo, el fatal evento aquí relatado, fuera el homicidio contra un comerciante en el susodicho vecindario del "bajillo". Lo cierto del caso es que alguien por ahí, bastante imaginativo, aficionado a los programas de "Pecos Bill", le encajó al lugar de los hechos "Texas Bill": un "mote" del minúsculo poblado que en apariencia, pasó al olvido de los zapoteños.
(Enseguida damos a conocer la foto del sitio de la escena, hoy una calle bastante transitada)
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