CAUTELA EN SIRIA.
Frente a las dramáticas guerras y desastres humanitarios que envuelven a Siria y Egipto en el Oriente Próximo, así como la reanudación del terror en Iraq, nada raro resulta que de la retórica diplomática se suprimiera, por ahora, el postulado de la “no intervención en los asuntos internos de los Estados”.
Invocado y manipulado cínicamente por siniestros personajes, entre ellos, el tirano iraquí, Sadam Husein, a efecto de defenderse en su momento de los ataques militares de los Estados Unidos de América; luego el dictador Robert Mugabe en Zimbabue lo hizo su principal herramienta, aunados a los fraudes electorales, que constituyen la vía idónea en su objetivo de perpetuarse en el poder.
Al igual que le ha resultado efectivo al totalitarismo cubano en cinco décadas, el desaparecido Hugo Chávez, estridente difusor del postulado, lo trastocó para blindar al bloque de naciones del ALBA de “la injerencia imperialista”, lo cual posibilitó la prolongación de los amañados mandatos presidenciales y el menosprecio de los derechos humanos.
En cambio, los diferentes bandos enfrentados en el doloroso baño de sangre, caos y desorden en Siria, así también en Egipto, excluyeron el principio de “la no intervención”. Lo abandonaron de la retórica: sea el Gobierno de Vladimir Putin en su rol de principal sostén internacional del régimen de Bachar el Asad, así como los sectores que alientan la incursión militar de los Estados Unidos de América, en cuenta la Liga Árabe, la oposición militar, el islam político, representado por los Hermanos musulmanes, los salafistas, al Qaeda, etcétera.
El objetivo de los enfrentamientos entre dictaduras militares y el Islam político, además de los correspondientes aliados, recae en reconquistar el dominio de Oriente Próximo, de ahí la razón de las revoluciones y las contrarrevoluciones, que nos transmite la televisión; en donde todos hacen del otro principio del derecho y la responsabilidad de proteger las víctimas de la guerra una burla o un mero adorno diplomático.
Al mismo tiempo, una especie de surrealismo desdibujado tiende a generar mayores confusiones e incertidumbres en esa zona de conflicto.
Resulta inexplicable que los Estados Unidos de América, que intenta mantener su influencia en la región embistan por un lado en Pakistán y en Yemen contra destacados activistas de Al Qaeda; por otro, los misiles Tomahawk norteamericanos se preparan para golpear en Siria al régimen de Bachar el Asad, enemigo también de esta organización terrorista (Ignacio Cembrero, 2013), que a la vez ejerce notoria influencia en los jihadistas, salafistas y la Hermandad musulmana del Medio Oriente. Todos ellos tan antioccidentales y enemigos de Israel, capaces de impedir en todos sus extremos una solución política en Siria, Egipto, Libia, Túnez, e Irak al estilo del liberalismo contemporáneo.
La hipótesis de trabajo la expone en uno de sus artículos el brillante exministro alemán de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, al señalar que la única opción para los bandos en pugna es obtener dominio y control totales; pero ninguno de ellos tiene ni la más remota idea de cómo modernizar la economía y la sociedad de sus países, paralizados por el oscurantismo religioso y las estructuras sociales cuasi medievales, defendidas por las sectas de al Qaeda y por algunas monarquías del Golfo, específicamente Arabia Saudita.
Según Fischer, “gane quien gane” en las zonas de conflicto del Oriente Medio, volverán a prevalecer el autoritarismo y el estancamiento social y económico, o quizás el radicalismo islámico de recuperar el poder en Egipto, o bien los sunitas en Siria.
El supuesto triunfador lo que hará “en última instancia será guiarse por sus intereses, no por sus principios”. Asimismo, desde el ámbito externo, los Estados Unidos de América – deseoso de expulsar de Siria al Irán teocrático y nuclear - , al igual que Rusia, cuyo enemigo, tanto para Washington, es el fundamentalismo islámico, están lejos de poseer como interés vital el resurgimiento social y económico de un Oriente Medio, basado en los principios de la libertad y la justicia.
Un posible ataque (“pequeño y limitado”) contra Siria va más allá. El principio de no intervención como tal posee escasa fuerza, como para contener tales ímpetus. Más bien, Israel y varios sectores estadounidenses esperan que una arremetida militar a Damasco sirva también de advertencia al régimen de los ayatolás, que mantienen en marcha su proyecto nuclear, pese a las sanciones internacionales. El mensaje de Irán es que "EE UU está equivocado respecto a Siria y es seguro que sufrirá, como en Irak o Afganistán".
Estados Unidos de América intenta evadir la tarea de ser la última fuerza de orden en Oriente Próximo. Ya se autoexigió y se sobrepasó en Afganistán e Irak, por lo que “tiene por delante un recorte de gastos en el frente interno, de modo que está en retirada y no hay otra potencia que lo reemplace”. Las credenciales rusas en relación con Chechenia son nefastas, tal que ello la aleja de la posibilidad de relevar a Washington y Europa en el Levante, al cabo que Vladimir Putin es rechazado por los sunitas, sobre todo, que junto al Irán y el Hezbolá, ambos chiitas, sostienen con armamento al presidente sirio.
En medio del escepticismo y de la devaluación del principio de la no intervención, la Casa Blanca y Moscú se acercan en estas últimas horas a un arreglo en torno a la situación siria. El déspota El Asad, según el acuerdo en ciernes, se comprometería a entregar todas y cada una de sus armas químicas a la comunidad internacional a lo largo de esta semana.
Hasta ahora la reacción de Damasco ha sido favorable a la fórmula ruso – estadounidense. Ban Ki-Moon, ha ido más allá y ha indicado su disposición a crear "zonas seguras" en Siria, donde las armas químicas puedan ser depositadas y destruidas.
Mientras tanto, los rebeldes y la oposición, que también cometen abusos espeluznantes y ha fabricado sus propias guerras internas, dudan absolutamente de la credibilidad y de la sinceridad del régimen sirio para llevar a cabo el acuerdo de eliminación de tales armas. Esto último dista de incomodar a Rusia, interesada al máximo en esta propuesta que comparte con Washington, lo cual interpreta como “una oportunidad para su aliado sirio”, en tanto que el desprestigio de los rebeldes, los lleva a ser calificados como una alternativa peor que El Asad.
Lo explica bastante bien el analista de Reuters S. Karpukhin al citar que el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, ha entregado una tenue cuerda de salvación al presidente sirio, Bachar el Asad, para evitar el ataque que prepara el Gobierno de Barack Obama.
Sin embargo, teniendo presente esta nueva perspectiva de solución al caso sirio, tal vez sería oportuno y significativo que los estadounidenses e Irán celebren negociaciones sobre la cuestión nuclear tras la victoria del moderado Hassan Rohaní en la elección presidencial persa. Este factor es sustancial en la crisis del Medio Oriente.
Eso sí, ya es hora que Alá sea más piadoso y misericordioso, imponiendo su voluntad en esa desdichada región árabe - islámica, a la que África le arrebató el lugar del purgatorio.
RONALD OBALDÍA GONZÁLEZ (OPINIÓN PERSONAL)
RAUL FRANCISCO ARIAS ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarEstimado Ronald:
Excelente artículo, expones una realidad tan compleja en Siria, reflejo de una situación que era como una bomba de tiempo que al fin está explotando en la cara de un pueblo que sufre en medio de dictadores con mentalidad de Califa medieval y rebeldes fanáticos enfermos de mesianismo, terroristas de su pueblo para ganar posiciones e imponer un régimen igual o peor que el actual.
Saludos y como siempre lo hago, te invito a la charla del 26 de setiembre en el Institto de México, a las 7 p.m.
Un abrazo,
Raúl Arias
Miguel Díaz escribió:
ResponderEliminarGracias don Ronald por este esfuerzo por entender lo que está ocurriendo.
No me quedó claro el párrafo sobre la relación entre Al Qaeda y EEUU, un país que sufrió un 11 de setiembre como hoy, el horror del terrorismo de Al Qaeda.
abrazo,
md