lunes, 29 de septiembre de 2014
ESCOCIA, INSTANTES DE ESCOZOR.
ESCOCIA, INSTANTES DE ESCOZOR.
El Reino Unido, una de las potencias políticas y económicas tradicionales del planeta, a duras penas salió librado del referéndum, que definía la independencia de Escocia, o bien la continuidad de su unión con Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte. Hubo instantes en que parecía que ese pueblo - cuyo territorio es de 78.000 kilómetros cuadrados - se le escapaba de las manos al otrora poderoso y colonizador imperio de ultramar y dueño de las principales rutas marítimas comerciales a nivel mundial, gracias a su insuperable flota marina.
La antigua potencia global, cuna de grandes pensadores y creadores en la Ilustración y Renacimiento, nos dejó el viviente legado de la Revolución Industrial (Siglos XVlll y XlX): el inicio del auge del sistema capitalista de producción, sustentado en el crecimiento demográfico y la concentración de la tierra y su consecuente mecanización agrícola. Simultáneamente, ella asombró al mundo con la introducción de la máquina de vapor, los adelantos científicos y tecnológicos y el mejoramiento de los transportes.
El apetito de la humanidad ante los bienes y productos de tales invenciones universales, hizo posible el vertiginoso aumento de la demanda de bienes manufacturados, la expansión de los servicios y el comercio y, en este curso, la acumulación de capitales, etcétera. Lo que dejó estupefacto al propio Carlos Marx, dado el carácter pujante y lucrativo de la clase burguesa británica (y europea), auspiciadora del novedoso modo civilizatorio, que, para alcanzar esos superiores niveles de modernidad, debió antes enfrentar el absolutismo y la nobleza, así también el feudalismo, que le sirvió de base y estructura productiva.
Pero, también ese imperio inteligente de la Gran Isla Británica se vio sometido a las complejidades de las reunificaciones nacionales, que arrastraron casi todos los nacientes Estados europeos, conforme las monarquías y el sistema feudal se erosionaba en la Baja Edad Media.
Mientras que el pensamiento liberal y el sistema capitalista de producción se afianzaba, irreversiblemente, en los Siglos XVlll y XlX, y de manera acelerada en la isla de la Gran Bretaña, para el imperio significó un imperativo hegemónico anticipar la unión con Gales (finales del Siglo XlV) y más adelante la fusión con Escocia a principios del Siglo XVlll, constituyéndose así el Reino Unido, el cual se apoderó en 1801 de la isla de Irlanda, bajo el profundo malestar de los católicos nacionalistas. En cambio, los protestantes del Ulster (la región nororiental de Irlanda), siempre han conservado su apego a la Corona Británica, al igual que los pobladores de las islas Malvinas, a pesar de los reclamos de soberanía de Argentina sobre tal archipiélago.
A decir verdad, la unión había sorteado no pocas guerras entre ingleses y escoceses, así también fueron notorias “las conspiraciones pro – escocesas” por parte de Francia, archirrival de los británicos, en cuanto a pugnas comerciales y posesiones territoriales en Europa; razones por las cuales protagonizaron la Guerra de los Cien Años (1337 - 1453).
Por otro lado, los sentimientos nacionalistas y unionistas empujaron a los irlandeses a dolorosas convulsiones, al extremo que apenas hasta finales de la década de 1990 pudo concretarse el acuerdo de paz (Good Friday), a veces amenazado ya sea por los protestantes o la minoría católica de Irlanda del Norte. Más antes (en 1948) los habitantes del sur de la isla irlandesa constituyeron la República de Irlanda, por lo que se retiraron formalmente de la Comunidad Británica, al tiempo que la República dejó a un lado sus persistentes reclamos territoriales sobre el Norte.
La enemistad entre ambas orientaciones confesionales era de larga data. Había comenzado desde que la Reina Mary l y su media hermana Elizabeth l (Siglo XVl), igualmente durante el reinado de James l (a partir de 1608), organizaron expediciones armadas, encabezadas por ingleses y escoceses, cuyo objetivo primordial consistió en controlar la multitud de rebeliones, acentuar el protestantismo y depurar las propiedades de habitantes nativos de Irlanda, en su gran mayoría católicos.
Los movimientos nacionalistas irlandeses requirieron, frecuentemente, del exceso de la fuerza militar británica, a efecto de sofocarlos; a diferencia de Escocia, cuya unión (“destensada”) fue objeto de influjos económicos y políticos, dado el poderío mayor de Inglaterra, de lo cual obtuvieron ventajas mutuas. En dos economías plenamente interrelacionadas, por ello pesaron ahora las presiones de los inversionistas y los propietarios de las grandes empresas y bancos ingleses que doblegaron a los independentistas o secesionistas en el plebiscito recién concluido.
El referéndum, del que fuimos testigos este año, en el que se impuso el “No” a la secesión escocesa por el 55% de los sufragios, dista de ser un hecho aislado; las aspiraciones independentistas de un grueso sector de una población total de cerca de cinco millones de dicho pueblo salieron a relucir en distintas épocas. Escasa receptividad hubieron de poseer las pretensiones secesionistas, estando de por medio dentro del capitalismo británico el interés de los recursos naturales y energéticos escoceses, de los cuales Gran Bretaña se favorece, a pesar de su disminución. Al tiempo que sus bases navales - en cuenta los submarinos nucleares -, ubicadas en el territorio, cuya gente que buscó fallidamente la independencia, representan un punto estratégico del transporte marítimo de toda Europa.
Las últimas consultas (soberanistas o autonomistas) públicas tuvieron lugar en 1979, poco antes del arribo al poder de Margaret Thatcher como Primera Ministra de la Corona Británica; asimismo, tanto en Gales como Escocia hubo en 1997 plebiscitos en los que quedaron convalidados el otorgamiento de mayor autonomía a las dos regiones, al ser concedidas atribuciones superiores a los respectivos Parlamentos. Precisamente, en los nuevos tratos de la continuidad de la unión de Escocia con el Reino Unido se tiene como prioridad el plan de entregarle mayores poderes a su Parlamento, así como a Irlanda del Norte y Gales, lo cual incluyen los asuntos fiscales y mejores condiciones del “Estado de bienestar”.
Las futuras reacciones de los jóvenes que votaron a favor de la separación todavía han de quedar pendientes, ello es una incógnita, principalmente, acerca de la percepción que les merece la Gran Bretaña, una economía que manifiesta constantes altibajos, expuesta a turbulencias financieras, lo cual tiene implicaciones desfavorables en los alcances y la eficacia de sus políticas sociales.
Como sea, el resultado en contra alrededor de la separación de Escocia de la Comunidad Británica llega a dar alivio, al menos transitoriamente, a vecinos suyos como España, Bélgica y Turquía, en donde el activismo de los movimientos nacionalistas y secesionistas buscan vulnerar la superficie de tales Estados europeos. Movimientos políticos que, entre otros países, acusa Canadá con la región del Quebec; así también la China Popular, que se ha visto imposibilitada de poner fin a las tensiones en el Tíbet y más recientemente en la provincia occidental de Xinjiang, “hogar de la etnia minoritaria uigur”, de origen turco. Las corrientes separatistas las enfrenta Ucrania, al mismo tiempo Rusia, con la diferencia que el Kremlin de don Vladimir Putin emplea la lógica de la represión y el complot frente a cualquier signo de rebelión o disenso (como el ucraniano), en lugar de las consultas abiertas, informadas y progresistas “al mejor estilo inglés”. Continuemos deseándole éxitos al “emblemático y lucrativo” whisky escocés.
Ronald Obaldía González (Opinión personal).
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Carlos M Echeverría escribió:
ResponderEliminarMuy interesante apreciado Ronaldinho. Me parece que abriste el tema de Marx pero no lo desarrollaste. Buena noche.
ResponderEliminarLourdes Montero Gómez escribió:
Gracias por esta ilustrativa página de la Historia del Reino Unido, de Europa cada país con sus circunstancias, me parece acertado la no separación de Escocia. Bueno sólo el tiempo lo dirá.
Saludos.