martes, 16 de septiembre de 2014
UNA CANDIDATA DE LA OPOSICIÓN BRASILEÑA NO PRECISAMENTE LÍDER ESTADISTA.
UNA CANDIDATA DE LA OPOSICIÓN BRASILEÑA NO PRECISAMENTE LÍDER ESTADISTA.
La casi ausencia en Brasil de movimientos insurgentes de naturaleza marxista, así como el particular comportamiento de sus “nacionalistas y anti-intervencionistas” Fuerzas Armadas, alejadas de la estrategia de seguridad nacional - “anticomunista” -, dictada por Washington, eso sí, seguida al pie de la letra por la mayoría de las instituciones militares de las naciones latinoamericanas, generó amplios márgenes de independencia y autonomía a las diferentes fuerzas sociales del “gigante suramericano”.
A causa de ese hecho, pudieron sobrevivir las organizaciones que adoptaron corrientes de pensamiento político, precursoras del ahora gobernante Partido de los Trabajadores (PT) de los presidentes Luiz Inacio da Silva (Lula) y Dilma Rousseff, tanto que los líderes de aquel entonces, entre ellos Getulio Vargas y Joao Goulart, ejercieron el poder durante apreciables lapsos del Siglo XX, a pesar del dominio y control político ejercido por el aparato castrense.
Lo antes dicho dista de esconder el carácter represivo de varios gobiernos militares brasileños, que tampoco se escaparon de violar los derechos humanos; sin embargo, sus movimientos se diferenciaron de los métodos altamente abusivos que caracterizaron las dictaduras militares, especialmente de Chile, Argentina, Bolivia y Uruguay, volcadas por “el exterminio de la guerrilla izquierdista”, así también de sindicalistas, académicos y trabajadores de la cultura, considerados por los gobiernos autoritarios de la época la real amenaza contra los “valores tradicionales, fundacionales de la nación”.
Las repugnantes y paradójicas imágenes de la opulencia, que contrastan con la cruda realidad de la pobreza extrema, agravada por la ancestral y elevada concentración de la tierra; pongamos por casos la explotación irracional y voraz de la multitud de los recursos naturales habidos en la Amazonia, tampoco la discriminación racial y la violencia criminal, todo ello crónicas enfermedades; aún así, fueron o son incapaces de poner en el filo de la navaja o en alta tensión la sociedad brasileña. La cual nunca ha alcanzado niveles de ebullición, que pudo haber alimentado mayormente un hipotético y agudo enfrentamiento militar entre las Fuerzas Armadas y los grupos contestatarios, opuestos a los regímenes autoritarios.
Pese al antagonismo, ambos llegaron a comportarse con relativa elasticidad, por lo que este patrón psicológico-político hubo de marcar el esquema conciliador y transaccional, por el cual siguen siendo atraídos los intereses de las élites financieras, industriales, comerciales y hasta los poderosos fabricantes de armas. En los negocios de las inversiones petroleras, el sector “que enciende los motores de la economía del país” -representa más del 13% del PIB de Brasil - , se conjunta el monopolio de PETROBRAS, el capital privado doméstico y con menos participación de las compañías foráneas. Por su lado, evitando crear incertidumbre y morbosidad, el Presidente Lula desistió de cualquier intento de conseguir su tercera reelección inmediata, al compás de la megalomanía de sus pares de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Así por el estilo, el Presidente Lula (un ex obrero metalúrgico) ascendió al poder en el 2002 tras su cuarto intento por acceder a la Presidencia; de este modo, la izquierda brasileña llegó al gobierno, al dar continuidad a la línea de flexibilidad que distinguieron las transacciones o los tratos políticos entre los diversos sectores sociales, incluso en los tiempos de las autocracias, que al final, sin demasiados traumas, se inclinaron por la apertura democrática.
En el balotaje, Lula se benefició de la alianza de su Partido de los Trabajadores con las clases conservadoras de centro y derecha, apaciguando cualquier temor de los mercados y de los organismos multilaterales de crédito, al proponerse honrar la monumental deuda del país, arrastrada desde la década de 1980.
Ciertamente, sus aliados izquierdistas encendieron las críticas desde un principio contra el “rumbo a favor del mercado capitalista”, que se impuso el nuevo presidente. Éste reelegido también en el 2006, sin salirse del libreto de transar con la derecha, al disminuir simultáneamente las desigualdades y subsanar la falta de cohesión social, un factor de estancamiento social, tanto en determinadas regiones periféricas, como en las minorías étnicas, entre ellas, los afrodescendientes y los indígenas, así también de grandes segmentos de la población urbana y rural, quienes continúan migrando al extranjero en búsqueda de una mejor calidad de vida.
Es el similar libreto, al cual se ha apegado la mandataria Dilma Rousseff (una activista de izquierda encarcelada por el régimen militar), aunque en política exterior ha hecho diferencia de Lula, su mentor, manteniendo reservas y distancia con el desacreditado gobierno venezolano y bajando el perfil de las arriesgadas relaciones con el Irán. A cambio, se ha empeñado en consolidar sus vínculos con socios globales en el ámbito del grupo BRICS, que tiene incorporados a la China Popular, Rusia, India y Sudáfrica, las denominadas potencias emergentes, centradas en poner en jaque a las instituciones del Bretton Woods, a saber, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), responsables del orden económico internacional, el cual, según el BRICS, reacciona al servicio únicamente de los intereses de las grandes potencias tradicionales, causantes de las turbulencias financieras.
El nacionalismo tampoco se fugó del ideario del gobierno izquierdista del PT, al proclamarse la independencia económica y la determinación de avanzar en los proyectos de energía nuclear, proyecto que inquietó a Washington, su rival Argentina y en particular al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) al suponer que Brasilia se lanzaba a enriquecer uranio para fines militares.
En tal transacción de clases sociales, los dos gobiernos del Partido de los Trabajadores llegaron a concentrarse en las políticas de gasto y transferencias sociales, a fin de reducir efectivamente la pobreza, las favelas, la ineficiencia burocrática y la creciente corrupción dentro del gobierno, cuyos positivos resultados han sido todavía deficitarios, tal como se comprobó con las protestas previas a la celebración de la pasada Copa Mundial de Fútbol, extendidas en las principales ciudades.
En efecto, las protestas, encabezadas sobre todo por las clases medias lograron su objetivo: por cuanto consiguieron erosionar el caudal electoral de la mandataria en los comicios de octubre de este año. Dicho sea de paso, en el balotaje sería probablemente superada por la carismática ecologista Marina Silva, “la Obama brasileña” - dada su ascendencia afroamericana - evangelista, creyente en Dios, exministra de Medio Ambiente de Lula da Silva.
La ecologista, novedad en esta campaña, se manifiesta a favor de alentar la empresa privada, si bien rechazará las nuevas explotaciones petroleras, las cuales habrían de reactivar, según el PT y su base sindical, el insatisfactorio desempeño de la economía nacional, castigada además por la inesperada inflación (7%), el rezago en la infraestructura y la calidad de los servicios públicos, así como por los bajos niveles de investigación e innovación registrados.
Tras ocupar el lugar del candidato de su agrupación Eduardo Campos, quien acaba de fallecer en un accidente aéreo, Silva se tornó competitiva con el Partido Socialista, por lo que amenaza con romper con “la vieja política”, esto es, la polaridad y el continuismo en el poder del Partido de los Trabajadores y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), este último auspiciador del giro económico liberal, aunado al gasto social. (Rogelio Núñez, Infolatam, 2014). Una encuesta de agosto pasado, contemplaba una segunda vuelta, en la que Silva ganaría a Rousseff con el 45% de los votos, frente al 36% de la Presidenta.
Los datos arrojados en las encuestas reaniman las tesis de las élites económicas y financieras, “quienes comenzaron a ver con buenos ojos una alternancia en el poder”. Resienten cierto exceso o intención de “dirigismo económico y centralización en la toma de decisiones” de los gobiernos del PT. Por ello, las opiniones del público, en la que ponen cuesta arriba la reelección de la Presidenta, tuvieron efecto en la subida de la Bolsa de Valores y otros indicadores de confianza de los inversores.
Con todo y sus errores, específicamente los escándalos de corrupción en PETROBRAS, resulta obvio que el Partido de los Trabajadores, amalgamando una formación inteligente y pluralista en estos últimos 12 años, ha conseguido sacar de la miseria a miles de brasileños, sin socavar las bases de la joven democracia y del libre mercado, como sistema de creación de riqueza.
Dentro de la visión de Lula y Rousseeff, en la cual priman los entendimientos y las realizaciones coordinadas entre la administración pública, el capital privado y estatal, así también con el sector laboral, ha tenido lugar un sólido proyecto social democrático, apegado a la historia brasileña. Un esfuerzo encomiable, difícil de reconocer en otras formaciones políticas de la izquierda latinoamericana – en cuenta Costa Rica - en su mayoría dogmáticas, miopes e ideológicamente pasadas de moda, por cuanto en sus simplistas creencias, se continúa atacando el libre comercio, la empresa privada y sus consecuentes ganancias, sin lo cual ninguna nación podrá sobrevivir.
En cambio, percibimos una Marina Silva, perteneciente a un partido improvisado, efusivo, desprovisto de cuadros propios, “demosentimental” - concepto usado por el escritor costarricense Enrique Benavides Chaverri al referirse al poder de la euforia de “las masas populares” - .
De ahí que en su mensaje, la ecologista ratifique “que se propone gobernar con “todos los mejores” de cada uno de los partidos”, tal que la acompañen en un eventual gobierno suyo. Grave signo de debilidad. Tales pronunciadas asociaciones interpartidarias y remiendos, rara vez son eficaces. Generan malos augurios; resultan inaceptables en una determinada formación, con ideario consistente, estructurada y disciplinada, cuyo propósito sea alcanzar el poder, a fin de trabajar por el bien común, particularmente en el rico Brasil, rico también en su arte y cultura, “al vivir allí en paz gentes de noventa países distintos”.
Ronald Obaldía González (Opinión personal).
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ResponderEliminarAdolfo Felipe Constenla Arguedas escribió:
Don Ronald: excelente artículo, muy interesante el análisis, a profundidad, de las " dos hijas" nacidas de un " mismo padre" ( Lula da Silva), pero con visiones opuestas en muchos aspectos. Ojalá que Brasil, para el bien de toda latinoamérica sepa escojer bien y siga siendo un punto de equilibrio en América del Sur. Lastimosamente, me parece, que ninguna de las dos tiene la capacidad de jefa de estado de alguien como michelle bachelet ni el " manejo político" de Lula. Saludos cordiales, don ro.
Miguel Díaz escribió:
ResponderEliminarGracias, don Ronald por su comentario.
Brasil es una realidad compleja. Debemos acercarnos más y tomar en cuenta la determinación anunciada por el señor Presidente Solís, de profundizar más nuestros lazos.
Cordialmente,
Miguel Diaz s
Mimi Prado escribió:
ResponderEliminarExcelente! Un fuerte abrazo, Mimi