jueves, 13 de octubre de 2016
ACERCÁNDONOS A LOS APUNTES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL.
ACERCÁNDONOS A LOS APUNTES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL.
La mejor forma de “nacionalismo” que una sociedad, en “comunidad cívica”, puede adoptar es el de precisamente prescindir de él. Resulta extraño lo dicho. Tampoco quiere decir que no amemos nuestra Patria. Pero, al tener presente las realidades en diversas latitudes del planeta nos damos cuenta que la razón, tal vez, estaría de nuestro lado. Da pena la subrayada intransigencia y persecución contra los flujos de inmigrantes y refugiados, quienes, por múltiples causas, huyen de sus países de origen, entre ellas, la violencia y la humillación.
Según habíamos presumido, el testimonio de gente desarraigada, que había aspiraba a la libertad o tenía en mente la reconstrucción de sus vidas en otros destinos, apenas representaría un patrimonio de los tiempos de la Guerra Fría y de épocas atrás. El Siglo XXl, el de la Era transfronteriza del conocimiento y los incontenibles avances científicos y tecnológicos, nos ha engañado. Estuvimos pensando que los éxodos humanos quedarían superados. Por el contrario, ahora presentan múltiples y crudas facetas.
Peor aún, la frecuente y lamentada respuesta de varias naciones receptoras, ha llegado a ser el rechazo, la discriminación, el odio contra los migrantes. A nuestro criterio, parte de las “emociones tóxicas“, este, un concepto descifrado por Enrique Umaña Montero - el reconocido psicólogo costarricense -, el cual nos ayuda a valorar el riesgo, encendido por un conglomerado de gente, quien deja abierto la sospecha hasta adónde podría desembocar al adoptar tales comportamientos ultra delicados y destructivos.
La pretensión de emplear en nuestro comentario ese valioso argumento de “las emociones tóxicas” nos es útil para albergar serias preocupaciones, frente a la odiosa reacción, a través de las redes sociales, de un sinnúmero de compatriotas, alrededor de la racional decisión del Ministerio de Educación Pública de aceptar que en los centros educativos, poblados por niños de familias inmigrantes, específicamente, provenientes de Nicaragua, pudieran entonar el Himno Nacional de su patria natal.
Afortunadamente, hubo un grueso sector de nuestra ciudadanía que contrarrestó, de inmediato, esas emociones xenofóbicas, que al desatenderse luego, pueden empeorar desde aquí el revivido y dificultoso panorama internacional, al cual los migrantes y los refugiados se ven arrastrados como víctimas.
A la indeseada reacción que acabamos de citar, se suman las críticas de mala fe contra las novedosas políticas penitenciarias de María Cecilia Sánchez Romero, Ministra de Justicia y Paz, destinadas a fomentar, realmente, la rehabilitación de los privados de libertad, y de poner en práctica modos alternativos en torno a la ejecución de la pena. Tal que, dependiendo de las infracciones, la cárcel continúe siendo solamente aplicada a casos estrictamente severos.
A veces carecemos de conciencia de lo que hablamos. Olvidamos que toda persona humana está expuesta a la comisión de un delito; las debilidades, los traspiés, las pasiones acompañan nuestra conducta: no hay tal “sociedad de dioses”, con sabiduría lo expuso Jean-Jacques Rousseau en el Siglo XVlll.
Versión de las “emociones tóxicas”: las modernas diferencias entre clases sociales. Las reacciones egocentristas de los sindicatos y de otras reducidas élites, ejemplificadas en defender privilegios, ingresos exagerados y demás prebendas, obtenidas con base en su poder de influencia, y selectivos métodos de presión, constituyen una preocupante señal de trastorno social.
Desinteresados de los desajustes financieros del Estado costarricense, causante de atraso económico y pobreza, dichos grupúsculos hacen gala de la mezquindad y la angurria, se apegan al statu quo, sin siquiera pensar en el bien común, en los segmentos sociales (sean empresarios, trabajadores, campesinos, organizaciones filantrópicas, minorías étnicas, etcétera), ajenos a las instancias y mecanismos de poder, fuente de tales injusticias, desigualdades e inseguridad.
Con mayor sentido de responsabilidad, los medios de comunicación colectiva han de ser uno de los principales protagonistas de la construcción social. Empero, esos potentes aparatos y recursos informativos se autocomplacen en el camino de desmejorar. Acabo de leer la reflexión oficial de un medio escrito de nuestro país, con motivo de la celebración de sus siete décadas de fundación. En una de sus manifestaciones relata que como tal conserva, “entre otros valores, el de la inconformidad, que nos ha hecho protagonistas de infinidad de polémicas”.
En lugar de “la inconformidad”, en caso de que fuera “un valor”, hubiera preferido que esa empresa periodística se refiriera “al valor de ajustarse a la verdad”: el superior de todos, y del cual ella repetidas veces se escapa, generando, entre otras cosas, desconfianza del pueblo frente a la institucionalidad democrática.
Hay campo, también, para mostrar el optimismo. La cara amable de la Iglesia Católica costarricense - a diferencia de sus posiciones “duras” - en relación con las personas homosexuales, merece nuestro reconocimiento y aprobación. Estaremos distantes de ser cristianos y demócratas si somos intolerantes: ese mal contrapuesto a la sana convivencia, el cual a su vez desprecia el respeto a la dignidad humana.
Ronald Obaldía González (Opinión personal).
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Juvenal Ramirez Artavia
ResponderEliminarExcelente artículo por su gran trasfondo humano…
Saludos cordiales. Juvenal Ramírez Artavia
CECADES - TEL. 2586-8342
www.dgsc.go.cr
Oscar Mena Redondo escribió:
ResponderEliminarExcelente mi querido amigo, un abrazo a la distancia
Saludos,
Oscar Mena Redondo escribió:
ResponderEliminarExcelente mi querido amigo, un abrazo a la distancia
Saludos,