jueves, 12 de abril de 2018
DISCURSO PRONUNCIADO EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL FUNCIONARIO DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO DE COSTA RICA. 12 DE ABRIL DEL 2018
DISCURSO PRONUNCIADO EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL FUNCIONARIO DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO DE COSTA RICA. 12 DE ABRIL DEL 2018.
Señor Ministro Manuel González Sanz, buenos días; señores del Cuerpo Diplomático, acreditado en Costa Rica.
En el escudo del Régimen de Servicio Civil, el régimen de administración de personal del Estado, de rango constitucional, está inscrito su emblema fundamental, dice así: “Palmas a quien se lo merece”. Admítame la concurrencia invocarlo en este evento, convocado para celebrar el Día del funcionario de la Cancillería, e igualmente felicitarlo a Usted, señor Ministro, por su fructífera gestión en la Administración del Presidente Luis Guillermo Solís Rivera, una gestión respaldada por lo más granado de los funcionarios de este Ministerio.
La introducción de conceptos, renovados, acerca de la acción de la política exterior, y los correspondientes resultados diplomáticos, han sido impresionantes. En esta línea, cabe subrayar además el mejoramiento de la estructura administrativa de la institución, la cual habla por sí solo de los progresos de la entidad rectora de las relaciones exteriores del Estado costarricense. Lo que expreso está lejos de ser una alabanza palaciega. Con humildad y por apego a la verdad, se lo reitero con conocimiento de causa, me fundamento en las casi tres decenas de años de haber vivido en esta organización.
Al señor Canciller le asienta el emblema de nuestro Régimen de Servicio Civil. Injustamente rehuyo la idea de enumerar los abundantes logros de nuestro Ministro. El tiempo suyo, así como el de los compañeros es suficientemente apreciado. Sin embargo, abusaré de su confianza, así también de mis compañeros de labores. El Ministerio ha construido verdadera historia, en sintonía con una Costa Rica a las puertas del Bicentenario. Esta vez, apenas citaré el éxito de nuestra diplomacia en los litigios frente a Nicaragua en los escenarios de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Lo otro, el reciente y visionario establecimiento de la embajada costarricense en el África. Amo todavía más nuestra institución, tengo un cuñado - hermano afrodescendiente, lo cual me hace identificarme a plenitud con la visión suya de haber abogado por la universalización de nuestras relaciones exteriores. Bendiciones señor Ministro a Usted y su distinguida familia.
La vocación de servicio debe representar el rostro más hermoso de cualesquiera instituciones del Estado. Lo cierto del caso es que nuestra propia misión en la Cancillería llega a ser inseparable del postulado dicho, pensando que en ella podemos ser felices y maravillosos, de manera que esa virtud sea habitual. Y que por ello más bien se convierta en dolorosa, la hora de salida de la conclusión de nuestras funciones diarias.
El secreto de esa ofrenda consiste en ser apasionado, altruista, afianzando la voluntad de escudriñar nuestros propios talentos con generosidad, renovándonos sin límites, con el propósito de poner al servicio de nuestro pueblo lo producido, a través del quehacer de la Administración Pública, una instancia poderosa de cualquier nación. Siempre comprometidos como servidores públicos, respondiendo con el “Sí” honesto y digno. Ese “Sí”, compaginado con nuestra misión de elevar la calidad de vida de nuestros semejantes, de generar gozo espiritual y material, así liberándonos en el cumplimiento de los deberes y responsabilidades asignadas, de cualesquier males, contagiados de discriminaciones, prejuicios, o distinciones.
Nos han inspirado los compañeros enamorados de los benéficos productos de su labor científica, técnica, administrativa, quienes intentan que disten de convertirse en letra muerta. Por el contrario, continúan ignorando la ley del mínimo esfuerzo; por eso multiplican sus fuerzas con tal de provocar nuevos dinamismos, crearle mayor valor real a la institución, y en consecuencia a la sociedad. No pocas veces he presenciado tales testimonios.
Asimismo, al aproximarse ya nuestra edad del retiro, renacen, principalmente, la esperanza y la confianza en las nuevas generaciones, en su convicción de estar dispuestos de emplearse a fondo a favor de nuestra prosperidad y acción cívica, y para “atisbar los desafiantes rumbos del porvenir”. Ellos han llegado a la Cancillería con espíritu de pequeños “geniecillos”; esa la cariñosa y usual expresión del maestro Arnoldo Herrera, fundador del Colegio Castella, para estimular las ansias de aprendizaje de sus alumnos.
Compañeros y compañeras. Les voy a dar un consejo. Alejen de sus mentalidades el egocentrismo, la vanagloria, el individualismo y la competencia mezquina, al igual que el mundo de las comunicaciones informales, y las deslealtades, todos ellos resultan tóxicos en la cultura del trabajo. Tal contracultura, que adopta la gente dedicada a criticar y a destruir, quien no construye paz, personas que viven del conflicto. Aquellos que se apegan a la búsqueda de intereses estrictamente personales, como antivalores, suelen jugar, frecuentemente, en su contra, puesto que caminan en contravía del bien y la utilidad comunes.
Las mentadas conductas insanas, incluidos el confort del conservadurismo, más el repugnante y antieconómico antivalor, consistente en martillar de inmediato la cabeza del clavo que sobresale, empleado por quienes tratan de blindar sus inseguridades personales, todo ello seguro que se podrá erradicar, fomentando la unión y la concordia entre los servidores, unido a la formación de propósitos y visión en capitalizar el trabajo de nuestro Ministerio.
Ciertamente, el trabajo en conjunto, que nos nutre del saber y la buena experiencia de los demás, es sinónimo de realizaciones mayúsculas, significa la oportunidad de crecer, madurar, elevar nuestro talento y potencial. Seamos también humildes, en la convicción de que no tenemos respuestas para todo. Simultáneamente, a partir de esta cultura de asociación, aportamos a la construcción de sociedades abiertas, inclusivas y de expresiones diversas, vinculadas a los ideales del desarrollo social y económico.
Para llegar a ser un buen funcionario público de la Cancillería es innecesario poseer solamente una montaña de títulos profesionales, o bien ostentar una función de bajo, mediano o alto nivel jerárquico. Es conocido que tales rasgos no con frecuencia aseguran certezas. Se mide a un buen funcionario cuando labora con amor, alegría, honradez; quien da lo mejor, ayuda, sirve a los otros, dando convincentes testimonios en las tareas de cada día, “allí donde cada uno se encuentra”, y se siente auténticamente persona y en especial un costarricense bueno. Lo acaba de enunciar la alta ejecutiva de una empresa transnacional que opera en Costa Rica, la señora Lesley Slation: “la gente florece y prospera cuando puede traer y ofrecer al trabajo todo lo que ellos son”.
Fortalezcamos la conciencia de que la Cancillería es filosofía, ética, e instancia del espíritu del Estado nacional. No perdamos de vista el comportarnos coherentemente con la razón de ser de ella: una institución diferente al resto de las oficinas públicas, pues el humanismo o los superiores cualidades y atributos humanos les son consustanciales a su naturaleza, en función de sus comunicaciones y ejercicios con la familia de naciones. En la interrelación con el mundo, poseemos la misión de proteger el pueblo, el territorio y nuestra forma de vida libre y tolerante, así también defender la democracia, los derechos humanos y la libertad económica. Pero, tamaña responsabilidad, que nos obliga a naturalizar un planeta en nuestra cabeza. MUCHAS GRACIAS, SEÑOR MINISTRO Y COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS DE LA AMADA CANCILLERÍA. A TODOS, FELIZ DÍA.
Ronald Obaldía González.
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