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RELACIONES INTERNACIONALES ENTURBIADAS EN MEDIO DE LA EMERGENCIA GLOBAL DEL COVID-19. (PRIMERA PARTE). Autor: Ronald Obaldía González
Golpeado por el Covid-19, sobre el cual se requieren pujantes instituciones multilaterales para responder a crisis globales, en este caso la pandemia del Covid-19, el mundo globalizado no solo se ha desacelerado, sino que tiende a «desacoplarse», habido riesgo de una especie de «II Guerra Fría», de carácter geopolítico, en vista del enfrentamiento entre las naciones mayormente influyentes en las corrientes de la economía, el comercio, las finanzas y las tecnologías de la información y las comunicaciones, y hasta en las exploraciones espaciales, entre otros ámbitos de las transacciones y la cooperación internacionales.
Un gran número de expertos sostienen que "el ascenso de la República Popular China, como potencia global”, bajo el mando del autócrata mandatario Xi Jinping - dispuso una reforma constitucional "para perpetuarse en el poder -, así como la elección del magnate Donald Trump, como Presidente de los Estados Unidos de América, pusieron fin al orden internacional liberal", surgido después de 1945. Las recíprocas amenazas y las acusaciones entre los gobiernos y los máximos líderes de tales poderosas naciones, acarrearon una guerra económica y comercial: el principal elemento de una combinación de factores manifiestamente adversos, en extremo "politizados", con un final impredecible (Macarena Vidal Lyl; Amanda Mars. En el País de España). Los antagonismos, entre otras asignaturas, cubren otras esferas como los inicios de la competencia geoestratégica en las extensiones del océano Ártico, un lugar abundante en recursos energéticos y en condición de transformarse en vital ruta marítima comercial.
Trump inició la guerra comercial en marzo de 2018, todavía activa, imponiendo aranceles a las importaciones de acero y aluminio, luego a otros productos importados del gigante asiático, puesto que entre otros hechos hubo de constatar que las empresas chinas en su mayoría están “dopadas con subsidios públicos” (Bernardo de Miguel). Señales de competencia desleal, más cuando la balanza de los intercambios de bienes y servicios registra desequilibrios, favoreciendo en este caso a Pekín, cuyas reconocidas medidas proteccionistas le son útiles en la actualidad, con tal de reforzar las represalias arancelarias contra la adquisición de productos estadounidenses.
Hay evidencia de un clima comercial, en el cual el gobierno estadounidense se ha vuelto cada vez más agresivo - “un terreno peligroso” - contra el emergente competidor asiático. Quien por su parte confiesa el estar concentrado apenas en los objetivos nacionales que incluyen alcanzar la condición de “sociedad moderadamente próspera en el 2021 el centenario del Partido Comunista chino; y país plenamente desarrollado en el 2049, el centenario de la República Popular (Jeffrey D. Sachs), aprovechando para esto los beneficios de la globalización económica y “la evolución de un mundo cada vez más multipolar” (ídem).
A diferencia del encuentro de Richard Nixon con Mao Zedong en 1972, las rupturas ideológicas y estratégicas se resistieron a impedir la cooperación entre la sociedad capitalista estadounidense y la China comunista. En ese entonces, ambos gobernantes se vieron obligados a un relativo acercamiento, a causa de la beligerancia de un común y poderoso enemigo: la expansión comunista de la Unión Soviética, en cuyas partidas de máxima tensión, en los largos años de la «I Guerra Fría», llegaron a ser las irritantes y espinosas negociaciones y acuerdos bilaterales, limitantes de la proliferación de las armas nucleares o de destrucción masiva, un apartado de la carrera armamentista, al cual también la China del líder comunista Mao Zedong se sumó durante la década de 1960.
En la inflamatoria «II Guerra Fría», derivada de la inesperada reacción antichina de la Administración de Donald, en concomitancia con la globalización - en este instante tan sacudida -, la China Popular se dirige a relevar la extinta Unión Soviética (URSS) en sus distintas pugnas bipolares con los Estados Unidos de América, estas todavía “en alerta amarilla”. A manera de digresión, anotemos que Rusia, la heredera de la URSS, ambiciona recobrar el poderío poseído durante la primera Guerra Fría.
LOS ESLABONES DEL ANTAGONISMO. El trasfondo de tal retórica incendiaria tiene relación con el supuesto objetivo estratégico de atribuirse la hegemonía del planeta: sea en lo geopolítico, o bien en lo geoeconómico. Unido a la guerra comercial, la evolución de los distanciamientos, igualmente tienen su en repunte en los graves desencuentros por la producción y el mercado de los productos tecnológicos. Trump acaba de decretar restricciones a las populares aplicaciones chinas TikTok y WeChat (AFP y AP), conexas a la escalada de aranceles sobre los productos de la china continental - “la fábrica del mundo” - , destinados a los mercados de la Unión Americana.
Y reiteradamente salen a relucir los intercambios de acusaciones acerca del origen de la actual pandemia del coronavirus, quien ha castigado fuertemente la nación estadounidense (más de 160.000 fallecidos), por lo que su presidente se apresuró a achacar a China la responsabilidad de haber originado el virus, en lo cual implicó el desteñido rol de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dada la tardía intervención frente al brote global de la enfermedad. Tras eso la organización careció de agallas en ofrecer "una respuesta global eficiente", inexistente hasta ahora, en tanto que es acusada, abiertamente, de haber ocultado la mal praxis de Pekín: se abstuvo de reportar a tiempo el comienzo del Covid-19. Una crisis pandémica sobre la cual hay inexactitud de cómo habrá de evolucionar, al presumirse nuevas olas de contagios, causantes de pérdidas de vidas humanas y de reversiones al apuntalamiento de las economías.
Tal culpabilidad Pekín la ha contraatacado desde un comienzo, lanzando una ofensiva diplomática que, al cabo que ofrece su ayuda y asistencia “blanda” a los países afectados, se vendía como un modelo (todavía dudoso) en la gestión de la crisis de la pandemia, poniendo en mal predicado la Administración estadounidense, denunciada de incapaz en cuanto a contenerla al interior del territorio del país.
Las discordias desembocan en la nueva ley de seguridad nacional, aprobada por el Gobierno de Pekín, con tal de acallar y reprimir los movimientos prodemocracia en la antigua colonia británica de Hong Kong, los cuales demandan el retorno al postulado de “un país dos sistemas”, ya desvirtuado por el Presidente Xi; así también la precariedad de los derechos humanos, negados a las minorías musulmanas en la región noroccidental china de Xinjiang, en donde Xi Jinping impulsa una especie de "barbarie eugenésica" contra los sometidos uigures. Pekín califica de infundados el conjunto de los señalamientos de Trump.
A pesar de que Pekín continúa robusteciendo su sistema armamentístico y rearme progresivo, lo mismo que su arsenal nuclear (CARLOS TORRALBA. En: El País, España), la rivalidad, al menos de momento, está lejana de llegar “al rojo vivo”, tal que revista un elevado perfil ideológico y militar. Hasta la fecha se circunscribe dentro de los niveles comercial, tecnológico y hasta geoestratégico. Las poderosas economías de ambas naciones continúan interconectadas, a la vez que resultan constatables los altos grados de interdependencia entre ellas. Es un “desacople”, encarrilado a ganar mayores terrenos dentro de la comunidad internacional y los recursos del mañana (Pablo M. Díez).
En otro orden, Trump empuja a otras naciones aliadas, lo logró de modo exitoso con Gran Bretaña, a rechazar al titán de telecomunicaciones Huawei, usado por China, según él, para el espionaje. En el panorama de los revanchismos, China apela a razones de seguridad para impedir a Google, Facebook y Twitter operar en su continente.
Valga una segunda digresión. En lo tocante a los británicos, su Primer Ministro Boris Johnson ha sido en extremo vehemente en denunciar al Presidente Xi Jinping por los atropellos contra el movimiento contestatario de Hong Kong. Londres causó un enorme malestar en China al ofrecer un acceso facilitado a la nacionalidad británica a casi 3 millones de habitantes de la excolonia, en respuesta a la ley china sobre seguridad nacional, la cual Pekín impuso a la excolonia británica semanas atrás. Los británicos, además, fueron más allá, suspendieron el tratado de extradición con Hong Kong y extendieron a su territorio el embargo sobre las armas que ya aplica con China Continental (Hannah Mckay/ POOL / AFP). Al otro lado, China exhortó a la parte británica “a dejar inmediatamente de inmiscuirse en los asuntos de Hong Kong, que son los asuntos internos suyos”. A propósito, tal clase de lenguaje retrata la reacción de los modelos autoritarios de gobernanza, especialmente cuando se les reprocha sus arbitrariedades.
A la vez ha entrado en disputa la intensa competencia entre Estados por producir las posibles curas y la vacuna frente a la pandemia del coronavirus. Esto último ingresa a la fase candente, pues acaba de suscitarse el cierre recíproco de consulados, tanto en Houston como en Sichuan, al alegarse que el Gobierno de China continúa fraguando los ciberataques, a cargo de “hackers” a su servicio, contra empresas de 11 países, a efecto de intentar el robo datos de la vacuna sobre la COVID-19, así como secretos de tecnología militar en función de favorecer sus Fuerzas Armadas. La retórica abarca los fraudes con los visados, lo cual hace empinados los arreglos bilaterales.
En relación con lo álgido de los pulsos geoestratégicos entre Washington y Pekín, cabe mencionar el respaldo del primero, sin reservas, a los rivales de Beijing en el Mar del Sur de China, territorio que Pekín desea controlar a su antojo; mientras que la Casa Blanca advierte que esos confines marítimos del Indo Pacífico Asiático son "libres y abiertos", de acuerdo con la normativa del derecho internacional. Es dicho mar del Sur, uno de los puntos claves del mundo. Son aguas, cuyo suelo no solo puede ser rico en gas y petróleo, son también el paso natural del Índico hacia el norte de Asia, una ruta comercial realmente decisiva, “un cuello de botella”, por el cual surcan barcos comerciales que transportan productos por cinco billones de euros anuales. Y con un interés añadido a favor de China, ya que sus submarinos nucleares tienen la base en ese mar (Macarena Vidal Liy). El Gobierno de Pekín reclama el 80% de esas aguas, “su imperio marítimo”, alegando razones históricas y un mapa de 1947, el que engloba la mayoría de ese territorio acuático, a pesar de que la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya rechazara en el 2016 la gran mayoría de las reclamaciones suyas (Vidal, ídem), las cuales giran en contra de los intereses nacionales del Japón, Vietnam, Taiwán y Filipinas, entre otros países del Asia Pacífico, allegados a Washington.
UN DONALD TRUMP DISMINUIDO. En las próximas elecciones del 3 de noviembre del 2020, el Presidente Trump corre por la reelección, en cuya carrera lleva las de perder en las encuestas de opinión, a fin de cuentas por el estallido de las protestas antiracistas del movimiento "Black Lives Matter", situando en posición complicada las aspiraciones suyas. A lo dicho, se suma la incapacidad de la Administración de contener la entrada de la economía estadounidense en recesión, tras una contracción histórica del 32.9% en el segundo trimestre de este año (AFP).
Con tal escenario negativo, llega a ser obvio que Trump utilice el antagonismo frente a China, a fin de afianzar su campaña de la reelección presidencial. La táctica le puede resultar asertiva, ya que un estudio del Pew Research Center de abril de este año señaló que el 66% de los estadounidenses alberga una opinión desfavorable de China —la mayor proporción desde que empezó este sondeo, en 2005—, frente al 26% que la tiene positiva.
Esto les confiere oportunidades tanto al Partido Republicano como al Partido Demócrata en concordar en el objetivo de la línea dura frente a Pekín, al ensañarse con las pretensiones de “dominio global”, en la magnificada visión de que dicha potencia asiática, al lado de la Rusia de Vladimir Putin, se han transformado en regímenes abusivos (Chris Patten), expansionistas. Eliminan opositores y agreden otros pueblos, más recientemente a Hong Kong, en la mira reposa la democrática República de Taiwán, - “la provincia rebelde” , según el parecer de los chinos continentales -, así como Ucrania respectivamente, a quien Moscú le arrebató la península de Crimea.
En la réplica, la dirigencia de Pekín califica de líder débil a Donald Trump, de un gobernante de una potencia en decadencia, incompetente en controlar la pandemia, “que ha perdido el control” , dados los arrebatos al erosionar las relaciones bilaterales en su conjunto. Obviamente, los ataques chinos a Trump atentan contra los intereses del magnate, más ocupado en la reelección, que no pocos de sus seguidores la ven distante; al extremo que una gruesa fracción de los neoconservadores republicanos, aferrados a las figuras de Ronald Reagan y los líderes de la familia Bush se decantan por ver fuera de la Casa Blanca al “iliberal” mandatario estadounidense, al reprocharle las políticas comerciales unilaterales, proteccionistas, el nacionalismo y el populismo, “credenciales” que difieren de la tradición histórica de los Republicanos proclives al libre comercio.
EL BELIGERANTE PRESIDENTE DE CHINA. LA SOCIEDAD CON RUSIA . Es un hecho cierto que a raíz de la pandemia contagiante por el planeta, Xi Jinping, el presidente autócrata del gobierno de Beijing, enemigo de los valores de la democracia liberal, ha dirigido una campaña violenta a nivel global, a efecto de imponer los intereses de su régimen: una mezcla de leninismo, nacionalismo y de capitalismo autoritario (Chris Patten), el cual a todas luces lanza una ofensiva política expansionista en el Asia, en particular en el Asia - Pacífico. De ahí los ataques militares contra la frontera territorial de la India, la espiral de amenazas sobre Australia, Japón, al acosado Taiwán, así como el despojo de la autonomía a Hong Kong.
El Partido Comunista al igual que el Ejército Popular de Liberación (EPL) chinos se están preparando, "si todo les sale bien" en el desacople, a desafiar más allá el poder de la única superpotencia, así como el de las vecinas potencias del Indo-Pacífico, tanto así que se desmarcan de la realidad, porque pese al elevado ritmo de crecimiento del PIB que continúa manteniendo el nuevo gigante, la estructura y las capacidades militares suyas, "son todavía minúsculas en comparación con las de la supremacía estadounidense” (Jeffrey D. Sachs).
Washington ha mentado “la asociación antioccidental” entre Rusia y China, ambas comprometidas con regímenes despóticos, entre ellos Bielorrusia, Siria, Irán, Corea del Norte, Venezuela, Cuba y hasta Nicaragua. No es de extrañar, en la última visita al Kremlin el Presidente Xi manifestó que su colega Vladimir Putin “es su mejor amigo”. Por eso el director del FBI aseguró que China representa “la mayor amenaza” a la seguridad nacional de Estados Unidos de América. Incluso, el secretario de la OTAN las amplifica, confirmando que “ellas van a marcar el futuro” - , a saber la ciberseguridad, el terrorismo, pero también las consecuencias del auge de China, son amenazas globales (Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN). En concordancia con lo anterior, Christopher Wray describió los crecientes esfuerzos de Pekín – y de Rusia - de apropiarse de los secretos tecnológicos estadounidenses y europeos; “en 10 años ha habido un aumento de los casos de espionaje económico", adjuntos a los ataques cibernéticos.
Dicho sea de paso las declaraciones de dichas autoridades occidentales tienden a colocar a Europa en posición defensiva, desventajosa, dada la creciente postura amenazadora del Kremlin. Lo de la invasión a Crimea es una preocupante señal, agregado a la injerencia de Moscú en el referéndum de Gran Bretaña, cuando se legitimó el Brexit, el golpe mayúsculo a la integración europea. Rusia, la heredera del desaparecido imperio comunista de la Unión Soviética soviético, enfrenta agudas disrupciones económicas en sus adentros, por lo tanto el Presidente ruso Vladimir Putin puede tratar de contener los disturbios domésticos, participando en una renovada escapada imperial. Aprovechará los contemporáneos y estrechos vínculos políticos, económicos y de cooperación militar con China. De inmediato podría arremeter en contra del poder y la tambaleante cohesión de la Unión Europea (UE), la mayor potencia comercial del globo, sea fracturándola, lo que arrastraría también la alianza trasatlántica, bajo la tutela estadounidense.
Estas torcidas distracciones permiten a Pekín ampliar sus operaciones, a la vista de la influencia geopolítica, dispersando la atención y la gama de capacidades estadounidenses a nivel global; dentro de tales planes cabría restar al dólar estadounidense el poder ostentado, al ser la moneda de mayor uso común en las transacciones financieras y comerciales. Lo del complot al dólar, por parte de la débil economía de Moscú y el boyante Pekín, puede ser una ambición bastante inviable, por cuanto en adelante los capitalistas extranjeros se lo pensarán dos veces antes de asociarse con empresas de la República Popular, puesto que el Presidente Xi tendrá que pagar un precio alto, dados los abusos cometidos frente a la colonia ex-británica.
Se avizoran represalias europeas, sobre todo las de Washington, que ahora está haciendo uso de las ventajas regulatorias, se prolongarán por buen tiempo, alrededor de la infraestructura de Internet y los sistemas operativos chinos, los cuales le asestan a los negocios de su adversario severos golpes (Pete Sweeney; Robin Mak) y desde luego en las finanzas, toda vez de asomarse el programa “Regreso a las Américas” o “nearshoring”, es decir, el retorno al hemisferio hasta de $50.000 millones de inversión estadounidense distribuida en Asia (Juan Carlos Hidalgo), de la cual China es destinataria.
Las consecuencias negativas de la asociación antioccidental, favorecida por Moscú y Pekín, dejan desconcertados a las propias naciones europeas acerca de la consistencia de la política exterior del Gobierno estadounidense; marcada por la ambigüedad, habida ausencia de la solidaridad cooperativa en las relaciones internacionales (Jaime Daremblum), en cuyo caso la consigna unilateralista de Trump acerca de "Estados Unidos primero", ha conducido a la minimización del curso de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Al punto que Trump decidió retirar de Alemania 9.500 soldados de su país (Jaime Daremblum), dadas las pésimas relaciones con la canciller Angela Merkel.
Asimismo, valga recalcar que la tolerancia del Gobierno de Angela Merkel, y de la misma Unión Europea, aliada estadounidense contra la autocracia China de Xi Jinping – y la propia Rusia - se muestra cada vez más dañada, al haberse minado la autonomía, las libertades y el sistema democrático de Hong Kong, sobre todo que el descontento podría traducirse en posibles sanciones, destinadas a la reducción de la apertura europea a la crecriente inversión china, la cual había pasado apenas de 700 millones de euros en el 2008 a batir el récord anual en 2016 con 37.000 millones (Bernardo de Miguel).
A sabiendas que el presidente chino Xi Jinping está usando la economía y "la diplomacia generosa” "para ubicar a otros países en su órbita” de influencia, la misma Unión Europea (UE) se resiste a ser objetivo de tal recurso que le concede poder a Pekín. En la actualidad el bloque comunitario ha comenzado a enfriar los lazos con la potencia asiática, no solo por la irritación de los hechos citados en Hong Kong, sino por las sospechas alrededor de la ofensiva expansionista de intentar comprar empresas europeas, conexo al aumento de la dependencia de él para con las inversiones y préstamos, generadores de múltiples ganancias a Pekín.
Esto es un elemento más de la estrategia de penetración económica y política de China en Europa y Eurasia, el que apunta a hacer de China el nodo central (Yoon Young-kwan) – formulada también en América Latina y África -, al tiempo que despierta recelos en Rusia. La canalizaría (la estrategia) a través de su proyecto integracionista de la Nueva Ruta de la Seda, todo lo cual acarrea compromisos, cumplimientos y adhesiones en favor de esa potencia (tenaz), con anhelos de hegemonía planetaria, cuya médula corresponde a la ideología leninista, acomodada a la versión del capitalismo autoritario; estructural y funcionalmente opuesta a los principios y los valores de la democracia liberal, la sociedad abierta y los derechos humanos como concepción de vida ante la sociedad mundial.
Como hemos apuntado, Pekín reconoce abiertamente que su intención es transformar el orden internacional para alinearlo a los intereses económicos y la ideología de su Partido Comunista, esto según un reporte de la Casa Blanca en mayo de este año. De igual forma, intenta exportar su modelo de dictadura nacionalista y de partido único en sus esferas de intervención: el de una economía dirigida por el Estado; la puesta de la ciencia y la tecnología al servicio de el poderoso aparato estatal; y la subordinación de los derechos individuales para servir a los fines del Partido, estos rasgos relevantes en la vida societal, regida por el Estado totalitario (Javier Solano; Oscar Fernández).
China apunta a hacer el nodo central de todo el territorio euroasiático (Yoon Young-kwan), por cierto un nodo crucial que surte efecto positivo en las relaciones económicas con las naciones del Asia, y en particular la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. Entre esos países crecen las sospechas del poder expansionista y nacionalista chino, cuya mejor demostración lo representan los objetivos de la militarización en el Mar Meridional, un factor de inseguridad regional, que podría extenderse más allá de Asia (David Lague), inclusive.
Excepto por la torpe determinación de la Administración Trump de abandonar el Pacto Comercial Transpacífico (Jaime Daremblum), que ha debilitado el rol estratégico estadounidense en el Asia Pacífico, abre el camino a la expansión comercial de Pekín, tampoco quiere decir que Washinton se haya desprendido de ejercer su hegemonía en el Asia Pacífico. En particular, ejecuta y da seguimiento a los compromisos de seguridad colectiva con Corea del Sur, Japón, Filipinas, en lo cual se suman las irritaciones de la India, a causa de sus roces fronterizos con el gobierno del continente chino, visualizándolo como su principal amenaza de seguridad a largo plazo. Resulta notorio que la zona del Indo-Pacífico asiático podría convertirse en el campo de batalla de la nueva Guerra Fría entre China y Occidente, que parece haber comenzado (Yoon Young-kwan). Lo cual aparejado a la emergencia por el coronavirus, llega a recrudecer la magnitud de los conflictos globales y los regionales en curso.
Dicho sea de paso, igualmente pone al desnudo la ineficacia de los mecanismos e instrumentos del multilateralismo, auxiliados con "respiración asistida" (Ana Palacio), cuando en verdad se necesitan planes maestros y acciones, a fin de enfrentar amenazas transnacionales como el cambio climático, las pandemias, los ciberataques, el terrorismo, la inestabilidad económica (Joseph S. Nye, Jr) y el envejecimiento de la población. Desafortunadamente, es un mal corrosivo que alcanzó hasta la propia Organización Mundial del Comercio (OMC), debilitada al extremo en un contexto de pandemia, cuyas competencias deberían de ser cruciales en el orden de las transacciones y las cooperaciones generalizadas. Dicho fenómeno lo intentaremos abordar en la segunda parte de este escrito.
Las plenas tensiones de los Estados Unidos de América frente a China y la misma Rusia, dirigidos por líderes megalómanos, nacionalistas y populistas, ensanchan el camino a favor de la imparable y ascendente carrera armamentista. La que imitan otras potencias regionales, reactivando los presupuestos de defensa. Otra vez se llega a alterar la estabilidad, la seguridad y el equilibrio de poder en el ámbito internacional. A bordo se hace empleo de los progresos en la inteligencia artificial, una razón de cambio, en lo concerniente a la fabricación de "super armas", entre ellas los “antisatélites”, los que hechizan demasiado a Vladimir Putin. Invenciones de esta envergadura amenazan el uso pacífico del espacio y producirían escombros que podrían representar graves riesgos al desempeño y la seguridad espaciales (Dirección Espacial de Gran Bretaña). La sofisticada tecnología, que seduce a tales líderes, ha aumentado dramáticamente las capacidades ofensivas y defensivas, lo que también conduce a la militarización del espacio exterior (Ana Palacio), todo ello en los marcos de las rivalidades geopoliticas.
SÍNTOMAS DE POSVERDAD; “CARICATURA” DE COOPERACIÓN AL DESARROLLO; Y “CRÉDITOS”. Escasa certeza prevalece de que China pudiera haber conseguido dejar atrás lo peor de la pandemia, la desinformación es su habitual arma, lo han dado a conocer varios científicos desertores de ese país. Si hubo de hacerlo, le significó un gran coste. No solo económico —en el primer semestre ha sufrido una contracción del 1,6%— , sino también de pérdida de prestigio y reputación. La opacidad de su política exterior y la pésima gestión en los inicios de la covid-19 ha despertado, o agravado, suspicacias en otros Estados, “que endurecen a su vez sus posturas en perjuicio del gigante asiático” (Macarena Vidal Liy y Armanda Mars, ídem).
En la emergencia del Covid-19 “se ha puesto, además, en entredicho la fiabilidad de China como principal productor mundial de suministros médicos y equipamientos sanitarios, al cabo que se ha forzado a una revisión casi unánime de las cadenas globales de suministro” (Alicia González. En: El País, España), cuyo rol preponderante ha sido sometido a fuerte escrutinio. La cruzada del Gobierno de Australia, incluye inversión adicional en defensa militar, de endosarle el término de “diplomacia deshonesta” a las prácticas del servicio exterior chino, aumenta el volumen de las alarmas. En los ciberataques ha sido comprobado el protagonismo chino y del Kremlin, en lo cual han salido perjudicados tanto los propios australianos como los alemanes y los ingleses. El programa de los “nearshoring”, en el fondo constituye una reacción occidental en perjuicio de los intereses económicos de Pekín.
En el contexto del coronavirus, el alivio de la deuda, fuente de financiamiento de las naciones de más bajos ingresos, comenzó atrayendo la atención de la Iniciativa del Servicio de la Deuda del G20, un paso en la dirección correcta. La iniciativa como tal provoca el rechazo entre los acreedores privados y de la misma China Popular, quien con la tesitura usurera pone al descubierto el rol suyo de prestamista de primer orden. Algunos estudios han estimado que la deuda del mundo con China ya se encuentra por encima de los 5 billones de dólares, una cifra que equivale al 6 % del PIB de todo el orbe (Emmanuel Rincón. En: Panam Post). Ambos acreedores, China y los privados, representan más de la mitad de los pagos por servicio de la deuda, unos pagos calculados en $25000 millones este año, lo cual, principalmente, pone en aprietos la inversión en seguridad humana (Kevin Watkins - Save the Children) en el segmento de Estados económicamente limitados.
La potencia asiática, empleando procedimientos opacos, ha prestado más dinero a los países en desarrollo que el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y todos los demás gobiernos. Solo en el año 2018 le ofreció 60.000 millones de dólares en financiamiento a África. Lo peligroso de toda esta situación es la llamada “deuda escondida”. Los expertos afirman que un 60% de los préstamos chinos se conceden con menos garantías, con frecuencia bajo negociados corruptos, pero tienen tasas de interés más altas y plazos de vencimiento más cortos. De esta forma, los países que no puedan cumplir con los compromisos adquiridos se ven en la obligación de entregarle sus puertos, minas, infraestructura, concesiones y otros activos; lo que a su vez incrementa todavía más su injerencia sobre ellos (Rincón, ídem). Lo delicado de este hecho, es que países como Yibuti, por ejemplo, tienen una deuda superior al 100% de su PIB; mientras que otro grueso de naciones en desarrollo en África —pero también en Asia y América Latina— tienen deudas con el gigante asiático que oscilan entre el 10 al 40 % de su PIB.
En lo que respecta a América Latina, como ocurre en otras latitudes, los intereses nacionales de China se sustentan en la partida de lo comercial y al mismo tiempo en lo geopolítico, restándole vigor a Washington en la región, intentando desplazarlo. El desembarco del gigante asiático se ha producido hasta ahora de forma desigual, a veces con la complicidad de los gobernantes del antiguo eje bolivariano, compuesto por Venezuela, Ecuador, pasando por Bolivia y Cuba.
Casi siempre los préstamos e inversiones chinas han logrado incursionar en el sector de las materias primas y el de las infraestructuras; presuntamente para modificar paso a paso los esquemas de la dependencia latinoamericana (FRANCESCO MANETTO), en conexión con Europa y los mismos estadounidenses. Potencias occidentales que en las últimas décadas vienen demostrando un paulatino desinterés en el subcontinente de América, han dejado un vacío del cual se aprovecha la (astuta) diplomacia al servicio del nacionalismo, impulsado por el Presidente Xi, cuyo país se ha puesto a la altura de los tradicionales y mayores inversores en la región. Eso sí, los requisitos habituales, sobre todo en materia de derechos laborales y medio ambiente, transparencia gubernamental, en cuenta las erogaciones derivadas de los préstamos, pasan a un precario plano para China y sus aliados en la región (ídem).
Consecuente con la línea de acuerpar gobiernos autoritarios, Pekín no ha renunciado en apoyar (con alto riesgo) – pese a su pragmatismo - al quebrado régimen chavista de Venezuela, encabezado por Nicolás Maduro, uno de sus principales aliados estratégicos, enfrentado a la Administración de Trump, que junto con la Unión Europea, lo tienen postrado a base de sanciones económicas. Tal respaldo en préstamos le ha costado a China entre 50.000 y 60.000 millones de euros durante la última década ( Sergio Guzmán, Director de la Consultora Colombiana Risk), de seguido está en desacuerdo en plantear cualesquier flexibilidades o alivios, y en esta dirección poco rechazo expresará a lo resuelto por la Administración estadounidense alrededor de la crítica realidad venezolana.
Entre los condicionamientos, China aplica además la modalidad de los “swaps” (intercambios, en idioma español) en el interés explícito de que Huawei, atacada por Occidente, sea la empresa que lleve adelante el despliegue de la próxima generación de telecomunicaciones en la nación deudora, con dicha condicionalidad (o chantajes) se decidirá el otorgamiento o la renovación de los préstamos. Sacudida por los desequilibrios fiscales, Argentina pasó por este experimento (El País, España). Es decir, los comportamientos antes descritos a favor del lucro desmedido, semejantes a las grandes potencias, llegan a desdecir los supuestos lineamientos, “irreversibles”, para el desarrollo y la cooperación “mutua y multilateralmente ventajosas”, una falsa retórica que el particular sistema capitalista de China pregona en la manipuladora propaganda.
A la perfección lo aduce Chris Patten, el último gobernador británico de Hong Kong: “cuesta comportarse con decencia” y autenticidad en estos tiempos del poder de los ególatras, los avaros y los mercaderes. En la segunda parte de este documento intentaremos hacer referencia a una variedad de estallidos y tensiones regionales, lo cuales tienen vinculaciones e implicaciones con los supuestos aquí relatados.
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ResponderEliminarMonserrat Vargas Solorzano escribió:
Hola don RO...
Cómo me le va?
Le mando un fuerte abrazo y espero que Usted y su familia estén bien.
Montserrat Vargas Solórzano
Proceso de Diplomacia Económica
Encargada de Diplomacia Científica
Dirección General de Política Exterior
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto