miércoles, 7 de febrero de 2024

LOS AÑOS DE ORO DE DOÑA CELIA GARRO DÍAZ, UNA ZAPOTEÑA DE PROFUNDAS RAICES. Autor: Ronald Obaldía González.

LOS AÑOS DE ORO DE DOÑA CELIA GARRO DÍAZ, UNA ZAPOTEÑA DE PROFUNDAS RAICES. Autor: Ronald Obaldía González.
Primeramente, consideramos conveniente emplear como base de este escrito una de las reflexiones del libro intitulado: "Huellas de Oro". Memoria Histórica del Cantón de Montes de Oca (primera edición del 2022), cuyo contenido hemos variado ligeramente, a efecto de emplearla a manera de introducción, y enseguida dar a conocer la historia personal de DOÑA CELIA GARRO DÍAZ, "una rebisabuela", quien accedió a la plática que le propusimos, con tal de descubrir algunos detalles históricos del Zapote antiguo.
Dicho sea verdad, toda comunidad y sociedad nacional se fundamenta por las familias y las personas que le dan movilidad. Los valores, las costumbres, las tradiciones y las mismas leyendas son parte integrante de la convivialidad: de su manera de comportarse y relacionarse entre ellos, con el ambiente, dando pie a un entorno social, cambiante por naturaleza.
Obviamente que el bien común, la solidaridad son principios y procederes, intrínsecos en el quehacer cotidiano de las gentes en comunidad; superan como sea lo negativo, lo cual ni deja de ocupar su lugar, pero al final la grandeza de los seres humanos llega a imperar.
Lo antes dicho es lo que nos ha impulsado a conocer las historias y los relatos de varias personalidades que dejaron un legado, que aceptan dar a conocer sus vivencias, todo lo cual nos ha de permitir descubrir, parte de la trayectoria social y cultural de nuestro distrito de Zapote de la provincia de San José, cuyos actuales líderes y habitantes intentan por todos los recursos al alcance, de recrear y hacer valer los frutos del glorioso pasado.
Bajo tal perspectiva de vida, en esta oportunidad nos corresponde hacer una narrativa acerca de doña CELIA GARRO DÍAZ, una esbelta dama nonagenaria, zapoteña de cuna, quien muestra una probada inteligencia, acompañada de un espíritu sereno, paciente, halo de su sabio y recto vivir.
Doña Celia nació en Zapote el 31 de diciembre de 1927. Tiene 96 años. Juana María Díaz Amador (murió a los 84 años) y Ramón Garro Díaz (falleció a la edad de 93 años) fueron sus progenitores. Su padre Ramón tuvo como padre a Miguel Garro, un hombre vecino del barrio La Gloria, era de alta estatura, inusual en esa época, mientras que Ramona Díaz Abarca fue la madre de Ramón; ella sí era de baja estatura, una característica física de los costarricenses por aquellos remotos años.
La mujer nonagenaria nació en Barrio La Gloria, que centra nuestra admiración, se crió en el Barrio zapoteño de Moreno Cañas. Sus padres Juana y Ramón eran primos hermanos. Su abuela materna se llamó igual: Juana María Díaz.
Fueron sus abuelos paternos y maternos don Rafael Díaz y doña Rafaela Díaz Amador: En sus últimos años habían levantado su vivienda, ubicada al frente del edificio en donde en la actualidad opera la Dirección Nacional de Correos.
Aunque por periodos, varios de sus ascendientes fijaron su vivienda, tanto en barrio La Gloria, barrio Moreno Cañas, como en los caseríos orillados a la ruta de tránsito en dirección a San Francisco de Dos Ríos. Recordemos que San Francisco perteneció a Zapote hasta principios del Siglo XX. Afirma Doña Celia haber conocido hasta su bisabuela zapoteña Casimira, aunque ha olvidado sus apellidos.
Jorge Barboza Flores, su marido, perteneciente a otro hogar nativo de nuestra comunidad, encabezado por Gonzalo Barboza Muñoz y Delfina Flores, trabajó en la lavandería de Enrique Flores, ubicada en el puro centro de la ciudad de San José. Enrique Flores tuvo dos hermanos, uno de ellos Juan Bautista Flores, quien era vecino del barrio San Gerardo (barrio Pinto).
Por cierto, fue Enrique quien llegó a convencer a Manuel Araya Matamoros - la personalidad de una de nuestras historias - a que tomara la decisión de residir en nuestro Distrito. También en Zapote hubo una nativa familia Flores; miembros descendientes de ella todavía permanecen aquí.
La nativa dama nonagenaria dio a luz a 10 hijos. Tuvo once hermanos, le sobreviven dos hermanas Emilce Garro Díaz (77 años) y Ana Isabel Díaz Amador (75 años), y su hermano Francisco Garro Díaz (80) años. A temprana edad a ella le correspondió cooperar con la crianza de sus hermanos.
Uno de sus hijos, Rodolfo Barboza Garro, ya fallecido, fue de los estudiantes del Liceo Rodrigo Facio Brenes, dotado de una notable inteligencia. Él se desempeñó como ingeniero agrónomo en el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
Nuestra dama (doña Celia) asegura que tenía parientes suyos que habían habitado las tierras zapoteñas, poco antes de la Independencia Nacional de Costa Rica en 1821.
Ella está en lo correcto, porque desde antes de nuestra Independencia comenzaron a formarse múltiples comunidades desde que la Ciudad de San José era conocida como la Boca del Monte desde 1737. Comunidades que se habían ido formando, en parte, a raíz del reparto de tierras gentes pobres que había practicado el Padre Manuel Antonio Chapuí (1710 - 1783), a fin de incentivar el poblamiento de la Villa Nueva de San José.
DE LOS PRIMEROS GRUPOS FAMILIARES.
Principalmente, el apellido Díaz, Obando, Amador, Mora, Muñoz, Garro, entre otros, lo portan familias muy nativas y fundadoras de nuestro "viejito" pueblo. Lo cierto del caso es que también conserva (el apellido Díaz) subrayada presencia y arraigo entre los nombres de las gentes costarricenses: es de la pura raíz y tronco nacional. Doña Celia y sus antepasados lo ponen en evidencia, más que todo cuando ella nos describe las experiencias de sus progenitores: antes dijimos que ellos eran primos.
Tomemos en cuenta que el fenómeno se había originado por la escasa población, poseída por nuestro país desde antes de la década de 1940, por lo que Zapote tampoco fue una excepción, tanto así que doña Celia narra que hasta pocas mujeres había en el pasado remoto.
Existieron numerosos casos en que algunos hombres de avanzada edad se vieron en la necesidad de casarse con mujeres adolescentes.
En esa época lejana, a efectos de matrimonios o bien uniones entre parejas, eran comunes los ligámenes entre las personas de las distintas familias pertenecientes, estrictamente, a cada una de las aldeas nacionales. "Se cuidaba el territorio". Doña Celia y Don Jorge Barboza ofrecen fiel testimonio de ello.
Cabe recordar una anécdota nuestra con el Padre Claudio Charpentier Chaves, quien me había expresado su inquietud, en cuanto a haber palpado que no pocos jóvenes de su Parroquia estaban ennoviándose en otras comunidades.
Para ese "Santo" sacerdote católico, ello iba en perjuicio de la identidad cultural y las costumbres de aquel Zapote de entre las décadas de 1960 y 1980, el que ciertamente fuera bastante religioso. Llegó a convencerse que la mejor manera de evitarlo era organizando turnos, ferias, en cuenta las procesiones, a fin de estimular los encuentros y los emparejamientos entre zapoteños.
Bien podemos apreciar que las raíces de doña Celia Garro Díaz están estrechamente vinculadas en consanguinidad, o cuentan con antepasado común próximo con la mayoría de las familias originarias o primarias. Las cuales vieron nacer, y ser a su vez protagonistas de la evolución de una pequeña y despoblada aldea, inmersa en medio de fincas de café y en menor grado influenciada por la actividad ganadera, según dieron cuenta las familias fundadoras del cantón de Montes de Oca, las que a propósito también guardan parentesco con las zapoteñas.
Dos parteras hubo en el pequeño caserío josefino, casi despoblado: Doña Elena Leitón y Doña Otilia, eran bastante expertas en tan delicada tarea de asistir a las madres en estado de embarazo, y de este modo ayudar a la venida de más niños, según lo narra Doña Celia.
Los primeros pobladores debieron afrontar amenazas a la salud. Doña Celia hace referencia de los principales padecimientos que ponían en riesgo la vida de los antiguos vecinos. La tuberculosis era, con frecuencia, la letal enfermedad.
Las picaduras de las nigüas, un insecto similar a las pulgas, atacaban los pies de las personas, las ponía a andar como renco. Los dolores de las picaduras se aliviaban derramando líquido de canfín sobre las heridas corporales. La adicción al licor afectaba a no pocos, a prematura edad los llevaba a la muerte.
Funcionó la unidad del niño sano; allí se atendía especialmente a las madres embarazadas y los niños de corta edad.
UNIDOS AL CANTÓN CENTRAL DE SAN JOSÉ.
Razón tiene el comerciante zapoteño Rogelio Núñez Díaz al dar a conocer la prosapia familiar del apellido Díaz, entre otros, en el origen y la formación de nuestra comunidad zapoteña. Parte de las familias que contribuyeron a sentar las bases de una convivialidad pacífica, solidaria y honesta.
Asimismo, ellas hubieron de ser demasiado aferradas y celosas de su cohesión e identidad social, cultural, religiosa, puesto que se pronunciaron en contra de continuar perteneciendo al nuevo cantón de San Pedro de Montes de Oca, fundado en 1915 (Fuente: Info Costa Rica: cantón central de San José), el cual comenzaba a entrar a una veloz etapa de urbanización, a raíz de la construcción del ferrocarril y el tranvía en 1899.
Los opositores contra la idea de la pertenencia a Montes de Oca lograron éxito en sus demandas: el pequeño asentamiento pasó a formar parte del cantón central de San José y de inmediato (en 1915) pasó a ser uno de sus relevantes distritos, nada menos que a partir de 1980 comenzó a albergar la Casa Presidencial.
Desde los tiempos del Jefe de Estado Braulio Carrillo Colina, específicamente en 1841 nuestro Zapote perteneció al distrito josefino, llamado San Pedro del Mojón, el pueblo precursor del citado moderno cantón. "Los san-pedranos estuvieron alejados de las verdaderas necesidades e intereses de nuestra aldea cafetalera". Hubo ausencia de mutua reciprocidad.
LAS OCUPACIONES.
Nos narra la dama nonagenaria que la mayor parte de los pobladores trabajaban en las fincas cafetaleras: la principal fuente laboral; la mayoría de esas empresas fueron propiedad de las josefinas y pudientes familias Dent, Montealegre, Pinto, Quesada Durán, Collado.
También de esos lugares de trabajo obtenían productos alimenticios para el consumo familiar, fueran frutas, plátanos, elotes, guineos, chayotes, etcétera. Sin embargo, la olla de carne, el gallo pinto ni podía faltar en la mesa de los zapoteños, menos aún el café, el pan y las tortillas.
Los pequeños talleres artesanales (la ebanistería, la tapicería, la carpintería), el trabajo de la construcción, los oficios de la sastrería, la zapatería, la barbería fueron las ocupaciones usuales, a las que se dedicaron la mayoría de los habitantes.
Otros zapoteños se ganaban la vida trabajando como carretoneros, o con las carretas de bueyes. Tampoco doña Celia olvida a Tobías, que luego fue policía, además de un pariente cercano de ella: don José "moncho" Díaz, quienes formaron parte de esa actividad, ligada al transporte de carga, la que al mismo tiempo se utilizaba como medio de transporte de personas.
Las familias con ingresos superiores ocasionalmente alquilaban las famosas volantas, con tal de hacer turismo local, o poder desplazarse hasta lugares fuera de la ciudad de San José.
TENACIDAD Y LABORIOSIDAD
La buena condición física de Doña Celia obedece a las caminatas suyas durante su niñez y juventud. Iniciaban en Zapote hasta llegar cerca del edificio de la Asamblea Legislativa, porque allí había una escuela a la que ella asistió. En la travesía diaria era acompañada por una de sus tías, Ángela Garro, también alumna de ese centro educativo. Comenta que ellas, como niñas, a ningún peligro se vieron sometidas.
No pocos jóvenes, también adultos, se ocuparon de crear un oficio, obtenían ingresos por ello, consistente en movilizarse a pie, diariamente, desde Zapote hasta las empresas del casco central de la ciudad de San José, para hacer entrega de los alimentos consumidos por los trabajadores zapoteños durante las horas de almuerzo.
En el trayecto se gastaba una hora aproximadamente, nuestro personaje de esta ocasión, hasta la edad de quince de años se dedicó a tales responsabilidades. Más de 10 almuerzos cargaba con tal de distribuirlos a sus clientes, sean en los Mercados Central, el Borbón, o el beneficio de café de la familia Dent, situado en barrio Aranjuez.
Recuerda a la zapoteña Primitiva Rojas, quien se dedicó a este mismo oficio, por el cual les pagarían cinco céntimos por la entrega de cada uno de ellos. Al contar los pobladores del humilde y pacífico pueblo con el servicio de buses desde finales de 1930, las movilizaciones de la valiente mujer hacia San José se hicieron menos forzosas.
Al cabo que se le hizo posible conseguir después un trabajo en la vivienda de una familia de origen alemán, residente en barrio Aranjuez, por lo que sus ingresos mejoraron. Aparte que su padre don Ramón Garro logró levantar una verdulería, cuyo local se ubicó a un lado del negocio del Río Janeiro.
POBLAMIENTO Y PROGRESO.
El sistema de vida identitario, aldeano, colaborativo, que los sucesivos flujos de habitantes ayudaron a repoblarlo, considérese en esto los aportes de los habitantes de la Ciudadela - levantada durante la década de 1940 - , también lo resguardaron, sociabilizaron dentro de él.
Y en esa fusión con las gentes nativas (José María Hernández Araya, egresado del Liceo Rodrigo Facio nos describe en un escrito suyo el renovado paisaje cultural) se dedicaron a fundar nuevas familias, construir prosperidad cooperativa: sea principalmente la fundación del Liceo Rodrigo Facio Brenes, bajo la rectoría de la insigne educadora Lía Gómez de Brenes. La obra pública trascendental y transformadora del distrito, imaginada, fundada y levantada por inmortales personalidades zapoteñas, cuyos nombres los registra un distintivo conmemorativa, erigido en la entrada central de nuestro Liceo.
TRADICIONES Y COSTUMBRES EN LA COTIDIANIDAD.
Comenta doña Celia que el vestuario de las mujeres de aquellos tiempos era sencillo, con excepción de las abuelas. Ellas prendían blusas bombachas, enaguas largas, fustanes anchos. Eso sí, la mayor parte de la gente caminaba descalza.
Zapote siempre había sido un distrito extremadamente seguro, nos explica la dama. Las viviendas, fueron casi en su totalidad de adobe, dentro de ellas las familias se alumbraban con candelas; carecían de medidas de protección; a la vez los cercados entre las propiedades privadas eran poco visibles. "Los escusados de hueco" fueron la generalidad.
Era raro que las familias de antaño carecieran de un pequeño terreno. Se poseía una manzana como mínimo, además de que la tierra estuvo bien distribuida.
Sin hechos que lamentar se realizaban, con bastante frecuencia, las fiestas o turnos patronales, los bailes, cuyas ganancias se destinaban al objetivo del mantenimiento de la Iglesia Inmaculada Concepción de María, la parroquia de nuestra localidad, así como en la construcción de una obra cívica.
Sin haber sido aficionada al fútbol, reconoce que dicho juego era de los deportes preferidos de sus coterráneos, practicados en la desaparecida plaza central de deportes, lugar que estuvo rodeado de majestuosos pinos; árboles que le dieron en su momento un atractivo especial al casco distrital.
Las pulperías fueron el motor del comercio local. Los negocios preferidos de ella fueron las pulperías La Colmena, El Dominó; así también la Hoja Seca propiedad de las legendarias hermanas Amador. Soledad Amador y Arabela Carvajal eran los padres de las emprendoras hermanas, negocio que estuvo ubicado al costado noroeste de nuestra Iglesia Católica. Algún parentesco debió de existir entre las familias Garro Díaz y Amador Carvajal.
Es cierto que la gente lavaba la ropa en los ríos María Aguilar y el Ocloro. A veces había que tener cuidado con las cabezas de agua. Las pozas formadas en ellos se convirtieron en verdaderos balnearios.
UN PERSONAJE FUERA DE LO COMÚN.
El famoso Benjamín Díaz Amador, mejor conocido como "Palomo" era uno de los tíos de esta mujer nonagenaria. Lo recuerda como el gran animador de las celebraciones o fiestas, de los bailes del 8 de diciembre en honor de la Inmaculada Concepción de María.
A la ocasión religiosa y a los Rezos del Niño Dios, a "Palomo" le correspondía elaborar la "chicha", a la cual le introducía unas extrañas semillas que ponían a los tomadores en perfecto estado etílico.
Por cierto, en los portales navideños levantados por las familias, las imágenes bíblicas eran confeccionadas con telas (o "trapos" en lenguaje más común). Así que "las atronadoras bombetas" o los juegos pirotécnicos jamás podrían faltar en cualesquier actividades cívicas y patronales, por lo que Palomo era el personaje estrella de ese entretenimiento popular como tal, asistido por Juan Alegre, su amigo y cómplice en hacer reventar la pólvora. Un material con el que se daba forma al acosador "toro encendido", revestido de cachiflines.
EL MILAGRO.
Hay una leyenda o un cuento inédito, el cual versa sobre la viva religiosidad zapoteña, el que, a propósito, en esta oportunidad nos lo dio a conocer la dama principal de este relato.
Resulta que para uno de los tantos Rezos del Niño, el renombrado Palomo y su hermana Juana Díaz Amador, justamente la madre de doña Celia, habían preparado la acostumbrada bebida de "la chicha". Con tan mala suerte que el producto se les descompuso a pocos minutos de que comenzara la concurrida casera celebración religiosa.
Desesperados ambos, porque la tradición de saborear "la bebida esa..." era imperdible. En medio de la pesadumbre, alguien, no conocido de antes, les ofreció un consejo urgente a los hermanos anfitriones (Palomo y Juana), quienes podrían quedar mal parados con la concurrencia.
Allí mismo les demandó lo siguiente: "Introduzcan de inmediato la figura de trapo, la que representa al Niño Dios, dentro del barril que contenía el líquido de la chicha", en mala hora descompuesta. Aquello fue seguido al pie de la letra.
Cual milagro que a los pocos segundos la figura de trapo se encargó de devolverle el sabor de rigor a lo infaltable en los Rezos. ¿O fue el evento algo insólito, o era un milagro?. Lo cierto es que doña Emilce Garro, la otra hermana de doña Celia, residente en la Ciudadela de Zapote, a estas alturas de la vida conserva la sorprendente y "milagrosa" figura del Niño Dios. Incluso, el propio "pasito" que da vida al portal, permanece intacto.
Don Ramón Garro, el padre de ellas, había comprado tales adornos religiosos. En todo caso, cualquier novedad habría de ocurrir, mientras el peculiar don Benjamín Díaz estuviera presente.
PERSONALIDADES CERCANAS.
Al poseer tan frescos recuerdos, nuestra inteligente dama nonagenaria hace mención de varias personalidades relevantes en la sana convivialidad y el desarrollo social del distrito zapoteño.
El propietario del negocio La Colmena, don Luis Mora, el esposo de su tía Antonia Díaz Amador, a quien le reconoció su honradez y capacidad de trabajo. Gente buena como Doña Melchora Quesada y su marido don Isidro Díaz Muñoz, tío abuelo de doña Celia - la biblioteca infantil ostenta el nombre de él -. El matrimonio conformado por doña Pacífica Amador y don David Quesada, ambos propietarios del antiguo edificio "La Pacífica", fueron también sus amigos personales.
Acumula hermosos recuerdos de don Carmelo Amador, todo un caballero generoso, a la vez el abuelo de los hermanos y hermanas Amador Hernández, una familia apreciada en la comunidad; y progenitor del líder comunalista don Luis Amador, de los fundadores del Liceo Rodrigo Facio Brenes.
Asimismo, tiene bien presente la labor emprendida por los líderes de la talla de don Juan Obando Díaz, fundador de la distinguida familia Obando Recio, benefactor de la Parroquia Inmaculada Concepción, así también la de don Juan José Obando Amador, vecino suyo, notable dirigente quien también hizo posible la creación de nuestro colegio, en compañìa de otros patricios de la comunidad, entre ellos don Jesús Mora Díaz.
Este último caballero y su hermano don Rubén fueron primos de doña Juana Díaz Amador, la madre de esta noble mujer adulta mayor, quien aceptó alegremente dialogar con nosotros, a fin de producir nuestro escrito.
A manera de comentario final, en lo personal me siento honrado de contar con primos hermanos que son nietos de DOÑA CELIA GARRO DÍAZ. A Mayra Barboza Garro, su hija y tía política nuestra, le expreso mi afecto especial.

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