UN INICIADOR DE LA CULTURA
POLÍTICA COSTARRICENSE.
Coincidimos con don Raúl Arias Sánchez, prestigioso
historiador costarricense, que la señera figura de Juan Vázquez de Coronado
(1562 – 1565), “el Gran conquistador español de nuestro territorio” y
fundador de Cartago, la hemos dejado a un lado de la historiografía nacional.
El abandono sobre el estudio
de la obra de este conquistador (después nombrado Adelantado por el rey Felipe
ll) trae consigo una grave omisión, por parte de las disciplinas de las
ciencias sociales costarricenses.
Apenas un cantón de la
provincia de San José, fundado en 1910, lleva su nombre; demasiado poco para
Vázquez de Coronado, uno de los autores de nuestra psicología social; mejor dicho,
uno de los autores de las bases del ser costarricense, puesto que él
junto a cientos de humildes seres humanos (segundones españoles) “amasaron la
levadura de una nueva nacionalidad”. Enseguida expondremos algunos supuestos.
A diferencia del trato duro
proporcionado por el conquistador Juan de Cavallón contra los indígenas, a
quienes los despojaba del maíz, que era su principal alimento, al cabo que les
implantó las encomiendas - que no era
otra cosa que la repartición de los indios entre la gente traída por él - , Vázquez de Coronado, en cambio, siendo
conquistador, se esforzó por pacificar a los aborígenes, tratándolos
inteligentemente al establecer poblados duraderos, tal que ellos y los mestizos
quedaran arraigados a la tierra (Eugenio Rodríguez Vega, 1982).
La miseria del territorio
costarricense tanto en el contexto de la conquista como la colonia, carente a
la vez de factores de producción de interés vital a las necesidades de
acumulación del imperio colonial español, fueron los cómplices de las
desgracias y el empobrecimiento de los conquistadores y gobernantes,
encomendados a superar aquella continua postergación, descrita en ese entonces
por el Padre Estrada Rávago.
“…la dicha provincia de Costa
Rica es desgraciada, o por mejor decir, los que en ella habemos entrado y
gastado nuestras haciendas, y pues yo lo puedo decir con verdad, por haber
gastado más hacienda, que otro alguno y haberla puesto en el estado en que
está”. Y termina diciendo el conquistador arruinado: “todas las
veces que me acuerdo de haberlos dejado, no puedo detener las lágrimas”
(Rodríguez Vega, idem).
Lo antes dicho pone en evidencia la situación precaria de la provincia,
pero lo cual (paradójicamente) hubo de mantenerla alejada de las disputas encarnizadas entre los
extranjeros españoles y las civilizaciones indígenas, comunes en casi todo el
Nuevo Mundo, cuyo propósito genuino descansó en la dominación y el control
político de los factores de producción, codiciados por el reino europeo.
Aquí por el contrario, la gestación del tipo de sociedad relativamente
horizontal y socialmente equilibrada, llegó a interpelar por igual a españoles,
criollos, mestizos, indígenas y mulatos en
un ambiente de retraso y calamidad, que agobió a todos los segmentos sociales.
Apartándose de la codicia y la dureza de sus antecesores, nuestro principal
conquistador, también pobre y abandonado por las autoridades españolas, se propuso
descubrir la provincia, la recorrió de Nicaragua a Castilla de Oro y de mar a
mar.
Vázquez se adelantó a su tiempo. Se comportó como un consumado político,
haciendo gala de su don de gentes, fuera “el tacto, la bondad o la fuerza”, esta que practicó, sobre todo, en Coto, donde hubo peleas feroces.
Asimismo, supo tratar a los indígenas, los apreció y consiguió de ellos, de
lo cual los otros conquistadores fueron
incapaces (Rodríguez Vega). Fortaleció
la amistad con influyentes caciques, entre ellos, Accerrí y Iurusti. La buena fama de Vázquez de Coronado corrió
por todas las comunidades aborígenes.
Con singular entusiasmo informó a sus superiores acerca de los avances
de su tarea y de la buena disposición de los nativos para con él:
“quedaron con grandísimo
contento, es grande el crédito que de mí tienen, confianse extrañamente de lo
que conmigo conciertan y espero en Dios saldrá desta jornada y de mi benida la
pacificación de la mejor tierra que su magestad tiene en Yndias”.
Sin pretender negar los abusos y los malos tratamientos de los que fueron
objeto nuestros primeros pobladores por parte de los conquistadores, ya fuera
antes y después de Vázquez de Coronado, aquellos llegaron a ser, eso sí, absolutamente menos traumáticos que los de otras
latitudes de este continente descubierto por Cristóbal Colón.
Lo reseñan tanto Ricardo Fernández Guardia como Eugenio Rodríguez Vega en
sus respectivas obras; ciertamente, Vázquez de Coronado con su proceder civilizado,
humanitario y al ser menos codicioso que los demás conquistadores, entendió su
misión occidentalizadora.
Prácticamente, el fundador de Costa
Rica se distanció de las conductas expoliadoras; a cambio de ello se fijó la idea de establecer
“asientos firmes para organizar formas de vida perdurables”. Tal vez será bastante atrevido e insensato de
mi parte suponer que Vázquez moldeó nuestra inclinación por el respeto a la
dignidad de todas las personas; ofrezco más bien las disculpas del caso por
este aventón emocional que me domina al hacer referencia de este insigne español.
Puede haber sido cierto que este conquistador después dejara escuela a los gobernadores españoles, quienes,
con la excepción de Perafán de Rivera, se cuidaron de sobrepasarse contra la gente que estuvo bajo el poder de
ellos. Al cabo que ha sido de los que
más ha influido en varios de nuestros patrones de conducta, pudiendo esto
percibirse en el periodo colonial costarricense y hasta en los propios Siglos
XlX y XX de la sociedad costarricense,
nacida para la libertad y el trato igualitario entre sus pobladores.
Así también, hubo de dejar huella en
la posterior y apacible sociedad, “liberada de odios y de grandes pasiones y
prejuicios”, pero que se ha comportado díscola cuando la sacuden violentamente.
Y que al mismo tiempo continúa intentando, con éxito, las formas fáciles y
sencillas para dar solución a las
urgencias y apuros económicos y sociales. Quizás esto explique el hecho de que
la humildísima provincia hubiera superado
paulatinamente sus difícil periodo de rezago
colonial.
Finalmente, permítanme especular en cuanto que Vázquez de Coronado contribuyera a moldear nuestra
tradición política, puesto que al estudiar las notables obras de Braulio Carrillo, Juanito Mora, Ricardo
Jiménez, Calderón Guardia, Manuel Mora Valverde y José Figueres, podemos palpar
que la mayoría de los costarricenses tienen la tendencia de compenetrarse (o
identificarse) con “un hombre magnífico”,
más que un caudillo o un partido político estructurado. Habrá que ver si esta tesitura la heredamos también de nuestros indígenas quienes, en la
oscuridad de la conquista, se vieron tan atraídos por el positivo carisma
de Juan Vázquez de Coronado.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)
Excelente comentario don Ronald….
ResponderEliminarLa verdad es que los dirigentes de este país deben aprender de la verdadera convicción del pasado…..lástima que eso se va perdiendo….
pero mientras estemos en pie de lucha …algo se rescata de lo dicho…. Muy buen reflexión…
Saludes de Jesús Molina (CGR)