QATAR ASUME UN COSTO ELEVADO POR REAFIRMAR SU POLÍTICA INDEPENDIENTE EN EL MEDIO ORIENTE.
En los tiempos remotos de sus interrelaciones sociales y culturales con la India y Mesopotamia, el pueblo peninsular de Qatar, ubicado en el golfo Pérsico, se distinguió por la pujanza de su comercio, así como de su celo en conservar su autonomía e integridad territorial, al colmo extremo en que sigue vigente la tradición nacional de impedirle a los “no ciudadanos” ser propietarios de tierras.
A pesar de los apetitos de sus vecinos árabes, especialmente Arabia Saudita y Bahréin, así también de los turcos y europeos, tentados en dominarlo a lo largo de su historia, fuera particularmente por la riqueza de sus perlas, hubo de ser Qatar una nación tan próspera, que nunca se ha escapado de la mirada codiciosa de sus vecinos (o más bien adversarios), entre ellos, los persas, Kuwait, Omán, los Emiratos Árabes Unidos, más el gigante Arabia Saudita - protector de los Santos Lugares musulmanes - , y especialmente Bahréin. Este último, con quien mantiene a la fecha disputas territoriales ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), en cuanto a la posesión de islas del golfo, compuestas por suelos ricos en petróleo.
En medio de un bajonazo mundial en el precio de las perlas, suscitado por el Japón en 1930, por primera vez la economía qatarí experimentó un grave estancamiento, al cabo que el gobierno monárquico, además a un precio ridículo, debió vender a favor de los ingleses e iraníes los derechos de prospección, explotación y producción de petróleo, cuyo auge en el territorio árabe inició tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial (Instituto del Tercer Mundo - ITeM - , 2009).
En este caso de la apropiación extranjera de los recursos naturales de los territorios árabes, inmediatamente después estallaron los reclamos y los signos de las reivindicaciones de los agitados movimientos nacionalistas, los cuales tuvieron lugar en toda la segunda mitad del Siglo XX en el Medio Oriente. Lo antes dicho, movilizó fuerzas hacia lo que dio pie a que en la década de 1980 las naciones árabes del Golfo se decidieran a fundar el hoy controvertido Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), el grupo incluye a Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos (EUA), Kuwait, Bahréin y Omán. En conjunto controlan el 40% de las reservas mundiales de petróleo y en torno al 25% de la producción del gas.
En no pocas circunstancias las monarquías árabes se aprovecharon de tales procesos de des- nacionalizaciones de los recursos energéticos, con tal de beneficiarse con rentas ofrecidas por los consorcios extranjeros. En la experiencia de Qatar, uno de los monarcas incurrió en prácticas corruptas; fue destituido por la propia familia gobernante.
Al igual que la experiencia de varias naciones árabes, las expropiaciones de las instalaciones petroleras extranjeras tuvieron lugar en el emirato de Qatar. A tal efecto, se creó una poderosa empresa estatal, impulsora de la expansión económica, con rasgos nacionalistas, especialmente en términos económicos y culturales. Esto trajo consecuencias en la psicología social del emirato de dos millones de habitantes, sobre todo, en función de evitar una profunda transformación de la identidad nacional y en el conservadurismo social, por cuanto la modernización y la expansión productiva, de la que hablamos, atrajo la inmigración proveniente de países como la India, Pakistán, Irán, Palestina y de otras naciones islámicas, la cual en su conjunto (sea la inmigración) continúa representando en esa nación árabe, de un tamaño de 11.500 kilómetros cuadrados, el 60% de la población activa, en donde sólo 250.000 son nacionales en un total de 2 millones de habitantes. Una nación, regida en los fundamentales de las leyes de la religión islámica, por medio de las cuales, se imponen barreras a las mujeres, la mayoría de ellas se cubren de negro de la cabeza a los pies. A la vez se aplica la pena capital hasta por delitos comunes.
Posteriormente, entrada la década de 1970, la nación arrancó con una etapa distributiva, rodeada de política social, se introdujeron la industria no petrolera, a saber, la industria del acero, la cual en la década de 1990 llegó a producir 450.000 toneladas por año, así como las plantas procesadoras de gas líquido. Se calcula que Qatar produce el 5% del total mundial de esa fuente de energía (Idem). Asimismo, en la década de 1980 inició, igualmente, la fase de la modernización financiera y comercial, basada en la exportación de capitales, producto de las ganancias del crudo, cuya rentabilidad se equipara con los ingresos directos extraídos del petróleo. Entonces, así, las ideas de la monarquía qatarí, ambiciosa y emprendedora, se orientaron a diversificar la producción, reduciendo la dependencia alrededor del petróleo, el cual a la hora de la verdad podrían agotarse las reservas, más cuando los combustibles fósiles comienzan a ser culpados frente a ese rema del cambio climático.
La capital, Doha, había ya comenzado a dar cierta fachada de liberalidad y pluralismo. Ella continúa funcionando como escenario de múltiples negociaciones globales, tanto diplomáticas como económicas y comerciales, a diferencia de las demás capitales árabes, en las cuales hay un sinnúmero de restricciones a la libertad de expresión y los derechos humanos; donde no se rema a favor de los derechos de la mujer, principalmente las inmigrantes, víctimas de abusos por parte de sus empleadores. Al lado de mínimas y discretas reformas políticas de carácter occidental, a la mujer se le ha permitido el derecho al voto en la elección del Parlamento mediante el voto directo. Sin embargo, casi nunca alguna llega a resultar electa.
Fiel a su tradición nacional, cabe explicar que los qataríes siempre han sobresalido por mantener cierta independencia en sus políticas regionales; más acá se han aprobado mínimas y discretas reformas políticas al estilo occidental. La familia gobernante de Qatar ha objetado ser controlada, incluidos en los vínculos - calculados - con Israel y Occidente, y las demás corrientes religiosas, políticas, culturales del mundo árabe e islámico.
De ahí el empeño del pequeño emirato de mantenerse neutral alrededor de las contradicciones políticas y religiosas entre las potencias rivales: Irán (chiita) y Arabia Saudita (sunnita), aparte que le son inconvenientes las posturas parcializadas en ese conmocionado confín planetario, pues el pequeño emirato apostó por la presencia y mediación internacional “como fórmula de supervivencia”. Asimismo, tampoco ha olvidado que las disputas pueden tener consecuencias en los conflictos que sacuden la región: de Libia a Yemen pasando por Egipto, Siria e Irak, donde las petromonarquías, el aislado Irán, intentan influir con su riqueza. Mucho menos el rico emirato se ha quedado atrás en tal pulso del poder regional. Él no desiste de sus ambiciones en lo que respecta a ejercer liderazgo.
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Lo vaticinamos en otros artículos, acerca del carácter irrefrenable de las marañas de alianzas y controversias en el Medio Oriente, un rasgo que lo describe el gráfico aportado seguidamente. Se trata de una región también “liberticida”, que además de tener petróleo, abusa de los enormes contrastes entre modernidad y tradición, pobreza y riqueza, hasta de las extravagancias de las petromonarquías o familias gobernantes, estas emparentadas entre sí, ávidas de perpetuarse en el poder en el Siglo XXl. Las cuales intentan influir con su riqueza y poderío militar a las demás naciones islámicas.
Fuente: Ángeles Espinosa. El País (España), junio del 2017.
En décadas anteriores Arabia Saudita (sunnita) se había declarado enemigo acérrimo de Israel. Las dos potencias al tener una enemigo o amenaza común: el Irán (chiita), han intentado controlarlo, al percibirlo como un sub-imperio, obsesionado con poseer la hegemonía en la zona; se han visto obligados, de manera solapada, a limar ciertas asperezas y pactar entre sí. Por eso, le han bajado la intensidad a los ataques recíprocos; ya eso es pedir demasiado a los judíos y los sauditas. Al lado de la mayoría de las naciones árabes, no sólo expresaron su preocupación por el programa nuclear iraní, sino que denunciaron la “continua interferencia” de Teherán en los asuntos internos de cada país, teniéndose presente de que los Ayatolas en la esfera palestina se aliaron a la sunnita organización terrorista Hamas, quien domina la región de Gaza, una organización, por cierto, enemiga mortal del Estado Judìo.
Habíamos citado el Consejo de Cooperación del Golfo. Cabe explicar que desde ese mecanismo de integración, dichas naciones árabes musulmanas coordinan líneas de trabajo de carácter político; frecuentemente lo tocante a disminuir las tensiones entre las naciones del Golfo con el Estado de Israel, así también las relacionadas con el desarrollo económico, social, cultural, y la colaboración militar, sin excluir los acercamientos con Europa, quien tiene sembrados múltiples intereses económicos. Eso sí, menos que los Estados Unidos de América, quien instaló bases militares en el territorio qatarí. Desde ese lugar planeó la invasión de Irak (2003) contra Saddam Hussein (Idem), al igual que los operativos, vinculados a la guerra contra los talibanes y yihadistas de Afganistán.
El inmovilismo político como denominador común, ha sido capaz de disipar las fugaces y tibias ansias de reforma en el mundo árabe islámico (Ángeles Espinosa, 2017). Las alianzas o coaliciones, sobre todo “las lealtades”, desde la antigüedad, se han distinguido por su fragilidad y transitoriedad. Casi siempre, los líderes musulmanes tienden a seguir cada uno por su lado, con tal de consolidar el poder nacional de las respectivas familias gobernantes. Lo han identificado bien el Irán e Israel, lo cual les ha generado réditos políticos y diplomáticos.
Fundamentalmente, los árabes siempre han guardado recelos acerca de la influencia iraní sobre las minorías chiíes de varios países (Bahréin, hoy convertido en especie de protectorado saudí). La desconfianza se ha agravado desde las prolongadas convulsiones árabes del 2011, en especial en Túnez, Siria, Omán, Yemen, un tanto Bahréin, quien resiste las arremetidas de sus habitantes chiitas proiraníes, estos conforman los dos tercios del total de su población. A la fecha, de las revueltas se han, relativamente, escapado Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (EUA).
Esta vez se han crispado los ánimos en el puñado de naciones del Golfo, con la abrupta decisión de Arabia Saudí, EAU, Bahrain y Egipto de cortar sus relaciones diplomáticas con Qatar, supuestamente por “apoyar al terrorismo”, según ellos. Acaban de acusar a Doha de alentar el terrorismo por su apoyo al islam político, y de simpatizar con Irán, quien está presta a recuperar su papel de potencia, “al que de todas formas nunca renunciará”.
Por eso decidieron cortar con Qatar las vías de comunicación áreas, marítimas y terrestres, cerrar las fronteras, con tal de aislarlo. Por su parte, Doha ha negado las alegaciones y denuncia un intento “inaceptable” de someterlo a tutela, de irrespetarle la soberanía. En gran medida le asiste la razón. Además de la caída de la bolsa catarí, el melodrama ha provocado la cancelación de numerosos vuelos regionales y un descenso del precio del petróleo. Otro foco de preocupación son las exportaciones de gas natural licuado (LNG). Qatar, uno de los países más ricos del mundo gracias a tener las terceras reservas mundiales de ese producto energético, es un suministrador clave para Europa y Asia (Idem). De manera tal, será impermisible que los clientes extrarregionales del gas qatarí dejen prolongar este nuevo cisma, que habrá de resolverse por los conductos diplomáticos.
Las autoridades de Doha aseguran que tienen bajo su control el abastecimiento de los alimentos - el emirato importa el 90 % de los alimentos que consume - las .medicinas y otras materias primas; a la vez confirman que puede mantener sus estándares de vida; pero, transmiten alertas de que el diferendo amenaza la seguridad y la estabilidad de toda la región del Golfo Pérsico, hasta llegar a crearse condiciones con vistas a una guerra regional.
EL INTERNACIONALISMO QATARÍ, Y EL GERMEN DE LAS RIÑAS. En parte, para comprender la diplomacia de Doha, cabe dar a conocer que Arabia Saudita y el Irán antagonizan por la hegemonía en el mundo árabe islámico. A partir de la Revolución islámica del Irán en 1979 las tensiones recrudecieron. Por otra parte, los anhelos y ambiciones de Qatar siempre han parecido “excesivos” para un país de reducido territorio. La familia gobernante qatarí apuesta por acrecentar el prestigio internacional, en cuanto a estrategia de supervivencia. Ello se ha convertido en un pesado lastre, porque significa haber sido independiente respecto a su soberana política extranjera, llegando a declarar su neutralidad, según lo subrayamos, en las riñas entre los persas y los sauditas, aun siendo miembro del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).
En las últimas décadas, Doha se ha inclinado decididamente a favor de la apertura cultural y social, acercándose cautelosamente a la civilización occidental. En esa vía, Qatar también atrajo a prestigiosas universidades occidentales, inauguró museos; aspira a ser un activo centro cultural y educativo de Oriente Próximo. Y se apuntó a los grandes eventos deportivos, entre ellos, el haberse convertido en la futura sede del Campeonato Mundial de Fútbol en el 2022. Además, descubrió la eficacia del poder blando, financiando proyectos en varias latitudes, o bien promocionando la imagen de la nación impulsora de diversos proyectos educativos y culturales. Algunos observadores tachan a Doha de practicar el estilo de la “diplomacia de chequera”. Sin duda le ayudó contar con una de las mayores reservas de gas del mundo, tal que los beneficios de esa riqueza natural la transformaron en un dinámico inversionista global.
Eso sí, Qatar “ha sabido quedar bien con Dios y con el demonio”. Ha combinado una estrecha alianza con Estados Unidos de América (cuya principal base aérea en Oriente Próximo le alberga), así como buenas relaciones con los principales enemigos políticos de este en la región. Entre sus amistades peligrosas figuran líderes islamitas radicales, los antisistema Hermanos Musulmanes, Hamás, Irán y la Siria de Bachar el Asad, etcétera. No obstante, “esa ambivalencia” la aprovechó Washington, cuando recurrió a Doha, a fin de intentar conversaciones con los talibanes afganos. Y en mediar, con desigual éxito, en las reyertas de Líbano, Yemen, pasando por los territorios palestinos o Darfur (Espinoza, idem).
Pero, fue sobre todo su apoyo económico y mediático a las revueltas árabes del 2011 (la Primavera Árabe) y, en particular a la de Túnez, los rebeldes sirios - tras llegar a la conclusión de que Bachar era un líder acabado - “lo que colocó a Qatar en la primera liga de la diplomacia internacional. La ayuda al Gobierno de Mohamed Morsi (perteneciente a la Hermandad), es decir, el presidente egipcio que sustituyó al déspota Mubarak; la alianza con la Turquía de Erdogan; o la acogida a islamistas perseguidos, confirmaron las sospechas de Arabia Saudita y de sus aliados islámicos (Espinosa, idem) de un viraje anti - Golfo por parte de Doha. Lo cual terminó de irritar a sus vecinos, en especial a Arabia Saudí, máxime que la primera cadena de televisión panárabe Al Jazeera, propiedad qatarí, hubiera, por su parte, atizado los fuegos de la (fallida) Primavera Árabe. En este orden, se sabe que los talibanes poseen oficinas en Doha; al Qaeda usa regularmente la cadena televisiva de Al Jassera, lo mismo que el Estado Islámico (EI), con tal de emitir sus comunicados.
Desde entonces, Riad, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y El Cairo acusan al pequeño emirato de Qatar de connivencia con el Islam político: los Hermanos Musulmanes, un grupo islamista que esos gobiernos consideran terrorista, parejo con Al Qaeda y el Estado Islámico (ISIS). Bajo la práctica del “castigo colectivo”, esas naciones socias del Consejo del Golfo optaron por aislar al emirato qatarí. Una sanción que supone una herida seria a su prestigio internacional, que de prolongarse, pondría en peligro la construcción de las infraestructuras del Mundial de 2022 y su consiguiente organización. Definitivamente, que es “un golpe bajo”.
Principalmente, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes (EAU), al romper relaciones diplomáticas con el emirato qatarí - Bahréin y Egipto también secundan la ruptura - , provocaron la crisis que presenciamos; han dicho públicamente que intentan “un compromiso político de cambio de rumbo por parte de Qatar, que tome en estricta consideración poner fin su apoyo a los Hermanos Musulmanes y a Hamas. Dichas naciones árabes han incluido a ambos grupos en su lista de terroristas. Además, también han declarado que otra de las condiciones es que deje de “utilizar la formidable propiedad de medios”, en este caso la cadena de televisión Al Jazeera, preferiblemente que la cierre, a causa de “promover una agenda extremista y agresiva”. Entre otras cosas, igualmente, se exige la expulsión de las peligrosas figuras islamistas acogidas en su país.
A propósito de Al Jazeera, fundada en 1996. Es una cadena televisa de un éxito rotundo de audiencia en los países del Cercano Oriente, en vista de su sesgo pro-árabe y pro-musulmán; ha sido la emisora de comunicados de la organización terrorista de Al Qaeda y los Talibanes, así también por la difusión “de hechos de la comunidad árabe, ignorados por las grandes cadenas occidentales y las amordazadas televisiones estatales” de esa región, habida cuenta allí de la precariedad de la libertad de expresión e información.
Por supuesto, que el tal acercamiento de Qatar con Irán ha llegado a entrar en las demandas de sus censuradores, lo cual significa que debe alejarse de los persas, que han ganado terreno en el Medio Oriente. Los estados del CCG consideran que Doha “está volviendo a sus viejos trucos de seguir políticas de forma unilateral y fuera del marco del grupo”, lo cual origina inestabilidad e inseguridad, interpreta Theodore Karasik del Institute for Near East and Gulf Military Analysis en Dubái. Este analista también apunta que su “acercamiento hacia el ancestral imperio de Turquía está causando fricciones, al inmiscuirse en la guerra civil de Siria.
Al argumentar que violan su soberanía, Qatar es categórico en su férrea oposición de satisfacer las demandas de sus vecinos árabes, quienes han cortado relaciones diplomáticas, y cerrado las fronteras con el emirato. Enseguida, Kuwáit intentó una mediación que resultó infructuosa hasta ahora. Y países como Estados Unidos, Turquía, Francia y Rusia también se ofrecieron para interceder entre Doha y sus adversarios, sin resultados aparentes. Los Emiratos Árabes Unidos avisaron el 19 de junio que el aislamiento de Doha podría durar "años" si persisten los desacuerdos”. Este julio el Golfo le planteó un ultimatum a Qatar - totalmente desaprobado por este- en cuanto a ceder a sus demandas, de lo contrario lo excluirán del comercio y de las múltiples asignaturas regionales y federativas.
ATENUANTES. Acerca de un Golfo monolítico hay abundante material que lo desdice. Se ha puesto en evidencia que al interior de los Emiratos Árabes Unidos (EUA) hay intereses contrapuestos. Mientras Dubái tiene lazos históricos y comerciales con su vecino iraní, Abu Dhabi se encuentra ideológicamente más próximo de Riad (Espinoza, idem). De ahí, que pierdan peso los señalamientos de un Qatar presuntamente aliado de Teherán. Al mismo tiempo, el plan unionista, total, del Golfo topa con tropiezos en los Emiratos Árabes Unidos (EUA), quien tiene “intereses contrapuestos”, que lo distancian de los sauditas.
Omán sostiene relaciones amistosas con el Irán, al cabo que se opone al proyecto de la unión absoluta del Golfo, formulado por los sauditas, al igual que a la propuesta de unidad monetaria. Igual voluntad en guardar “cierta equidistancia” expresa Qatar que, por un lado, lleva años tratando de marcar sus diferencias con Arabia Saudí y, por otro, comparte con Irán un importante campo de gas en aguas del golfo Pérsico (Espinosa, idem). De forma tal, que sale difícil prever que Doha pueda condecir con Riad, habiendo de por medio un negocio vital con los persas.
En diversas ocasiones, el Irán y la ultraconservadora, absoluta monarquía de Arabia Saudita - tan intransigente del Islam suní como el ISIS y al Qaeda - han resuelto sus diferencias en buenos términos, hubo ocasión de algunos progresos en sus vínculos, los cuales reprocharon otras naciones del Golfo (Pérsico o Arábigo), a causa de las disputas territoriales con los persas, en las cuales entraron en juego los intereses de los Emiratos Árabes.
A excepción de Rusia, Irán y Turquía que lo ayudan, Qatar recibió señales contradictorias de la administración de Donald Trump, respecto al “castigo colectivo” por parte del Golfo. Mientras el presidente Trump le pedía “que dejara de financiar a los movimientos extremistas”, el Departamento de Estado abogaba por el diálogo para poner fin al conflicto diplomático (Idem). Es de suponer que la riña distará de afectar la base de Estados Unidos de América, la cual opera en el territorio qatarí, de acuerdo con las versiones de Rex Tillerson, secretario de Estado estadunidense.
Hay consideraciones que van más allá de las reyertas limítrofes, a saber, los reclamos de la federación del Golfo de que Irán se apoderó de varias islas en una de las zonas más estratégicas del golfo Pérsico, dado que la mayoría del tráfico marítimo pasa entre ellas por la profundidad de las aguas. Como dijimos, la nación saudita y la iraní antagonizan por la hegemonía en el mundo árabe islámico. El tema clave. El reciente acuerdo o compromiso nuclear alcanzado en Ginebra entre Irán y las seis grandes potencias, en cuenta los Estados Unidos de América con Barack Obama a la cabeza, ha eclipsado a las monarquías de la península Arábiga, su poder de influencia se debilitó, a diferencia de Irán, que al respetarlo, paulatinamente ha recobrado confianza en el seno de la Organización de las Naciones Unidas y en el propio Occidente.
Considerando otro factor, los iraníes muestran mayor fortaleza, capacidad y experiencia militar que las seis naciones componentes del Consejo del Golfo, en tanto que juntos suman 30 millones de habitantes frente a los 80 millones del Irán. En cambio las naciones federadas superan no más al “subimperio” iraní en las reservas mundiales de petróleo y en torno al gas. Lo cual es insuficiente, con tal de mitigar el poderío persa.
POSIBLES VARIANTES EN LA CORRIENTE ANTI-IRANÍ. Los sauditas insisten en consolidar su liderazgo geoestratégico frente al Irán. Ellos están bastante lejos de resignarse ante el prestigio iraní, alrededor del compromiso nuclear alcanzado con Occidente. Sus cálculos anti - persas fallaron, al presumir que con el arribo del Gobierno de Mahmud Ahmadineyad, quien pretendía convertir al Irán en una potencia atómica, un desafuero y amenaza que, en lugar de allanarle la vía al Presidente Barack Obama de poder bombardearlo, más bien el mandatario prefirió optar por un acuerdo antinuclear, el cual decepcionó a Arabia Saudita y sus aliados del Golfo, que esperaron un ataque militar tanto de los estadunidenses como de Israel, enemigo absoluto de Teherán y los Ayatolas.
Por eso, la monarquía de Riad ha acelerado el paso con el gobierno de Donald Trump, en cuanto a hacer realidad el proyecto antiterrorista de una “OTAN árabe”, lo cual inquieta a Irán, pues se percibirá aislado; ello antecedido por el ostracismo internacional en el cual Irán se encontraba desde la revolución contra el Sha de 1979. Tales posturas quedaron a la vista durante la reciente visita de Trump al Medio Oriente, en la cual se propuso restaurar el precario equilibrio de poder regional, tal que favoreciera a la disminuida Arabia Saudita.
Tampoco es seguro presagiar señales del viraje estadounidense con respecto a los Ayatolas, a quienes Trump intenta, al menos de palabra, aplicar una política dura, a pesar de que el presidente iraní Hasan Rohaní aboga por acercamientos con Washington y la comunidad árabe. Se desconoce hasta qué punto lo ha conseguido, porque Trump acaba de instaurar la obligatoriedad de impedir la entrada a su país a los ciudadanos de seis naciones islámicas, en cuenta a los del Irán.
Lo que sucede es que Estados Unidos de América y el Irán deben coordinar acciones militares; ostentan propósitos similares, bajo el argumento en que ambos tienen un enemigo común: el sunnismo radical de ISIS (o el Estado Islámico), más el incremento de sus actividades terroristas, conexo a la guerra librada contra esa organización ultra - radical, asentada en Irak, Siria, Afganistán, entre otras naciones. Posteriormente, quedó en evidencia (paradójicamente) que tanto Washington como el Irán poseían los mismos enemigos: los talibanes en Afganistán y Pakistán, así también el déspota Saddam Hussein en Irak.
Por su parte, “Rohaní es un político astuto que encontrará cómo dialogar” y concertar, atenuando la posición anti - iraní de Trump, detrás de la cual aparecen los sauditas. Y dicho sea verdad la probable derrota del ISIS en Irak y Siria en los próximos meses, puede redituar a favor de Irán, declarado enemigo de los fundamentalistas sunnitas, estos quienes llevaron a cabo atentados contra lugares claves y simbólicos de Teherán, en los cuales el gobierno de Rohaní acusó a los sauditas de estar detrás de tales acciones agresivas. Promete venganza. El señalamiento enciende el clima de desconfianza, en medio de una cadena de conflagraciones, en los cuales los iraníes han sacado ventajas contra su rival saudita, ya sean los conflictos en la zona de Siria a Yemen, que alcanzan a Libia, Líbano, Palestina, Irak y Bahréin. Las autoridades saudíes alegan que tal ventaja militar no es sino que la intromisión iraní y sus planes desestabilizadores contra los países aliados de Riad, para lo cual utilizan a las comunidades chiíes, al cabo que allí encuentran además rincón los extremistas violentos, los yihadistas, etcétera.
Recordemos que al comenzar el Siglo XXl con los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de New York (después los de Europa), los sauditas salieron golpeados y desacreditados en sus relaciones con los Estados Unidos de América, por cuanto 15 de los 19 terroristas eran saudíes (Espinosa, ídem). Hubo señalamientos en Washington alrededor de la escuela interpretativa fundamentalista del wahabismo, las escuelas madrasas, financiadas por los saudíes, de donde provienen, precisamente, las células de la organización terrorista al Qaeda y los yihadistas.
Asimismo, varios congresistas estadounidenses le exigen a los sauditas pagos de indemnización a las familias norteamericanas afectadas, por cuanto los terroristas de ese doloroso episodio poseían la nacionalidad saudí; desde el país árabe se organizó. Intentando lavarse la cara, por eso el gobierno saudita acusa a Qatar de respaldar el terrorismo, presentando como prueba sus vínculos con los Hermanos Musulmanes, entre otras fuerzas políticas.
A Irán tampoco le son ajenos los ataques en su haber, en cuanto a que promueve el terrorismo en dirección a objetivos israelitas, financiando a formaciones radicales palestinas y al chiita hizbulá libanés. Los episodios violentos, patrocinados años atràs por el Irán contra intereses judíos en Argentina acrecentaron el valor de las pruebas del ligamen de Teherán con el terror global. Al mismo tiempo, el lenguaje de odio y ofensivo de los Ayatolas frente a Occidente e Israel eleva la incertidumbre acerca de la sinceridad de los persas de unirse a la campaña internacional contra todo tipo de manifestación terrorista, el cual se alimenta de las ganancias del tráfico de drogas, que de seguido nutre a su vez la economía iraní, castigada por Europa y Washington al insistir de llevar a cabo sus proyectos nucleares.
LOS HERMANOS MUSULMANES. El Consejo del Golfo asegura que Qatar respalda a esa organización islámica (el Islam politico), ilegal en la mayor parte de esa región. A dicho bloque de naciones le molesta, sobre todo a los saudíes y emiratíes, porque su ideología cuestiona el estatus del gobierno monárquico y dinástico. De ahí que hayan facilitado miles de millones de euros de ayuda a Egipto, tras el derribo del presidente Mohamed Morsi, miembro de la Hermandad que contó con el apoyo financiero del gobierno qatarí para que alcanzara el poder. Esas diferencias también son visibles en el respaldo a la oposición siria, a cada uno se le atribuyen distintos enfoques.
Parcialmente Doha comulga con mantener a los chiitas en Siria, pese a declarar su contraposición a la vigencia del mandato del gobierno de Bachar el Asad, perteneciente a un clan chiita. En el caso específico de los Hermanos, Doha ha necesitado de ellos, a fin de frenar al gigante Arabia Saudita, que la acosa y aboga “por someterla a tutela”. Ese vecino gigante, que dicho sea verdad concretó, peligrosamente, contratos de compra de armas con Trump.
Habiéndoles sido útil en la Guerra Fría al adoptar sus preceptos para contrarrestar los movimientos de izquierda y los nacionalistas panarabistas, hoy las petromonarquìas conservadoras reprimen y encarcelan a todos aquellos sospechosos de pertenecer a la desautorizada Hermandad. Simultáneamente, ese proceder sube el volumen de las acusaciones de que Qatar proporciona apoyo el terrorismo, este que, por demás, amenaza el poder perpetuo de las familias gobernantes del Golfo.
El resurgimiento de las ultraconservadoras “Hermandades Musulmanas”, se interpreta a modo de una amenaza comparable al Irán de los ayatolas, ya que tienden a cuestionar la legitimidad y el estatus de las autoritarias monarquías árabes. “Los Hermanos Musulmanes, que hace poco se aprovecharon de la moderada apertura democrática de Egipto, no creen en el Estado nación, ni en la soberanía del Estado”, ha justificado Abdalá Bin Zayed al Nahyan, ministro de Exteriores de Emiratos, un país que por cierto hace campañas para desactivar el ascendente poder de la Hermandad.
Los gobernantes saudíes, por su parte, han atemperado su apoyo a la sunnita oposición siria, de la que los Hermanos Musulmanes “constituyen la espina dorsal”. Ali al Ahmed, el director de Institute for Gulf Affairs, “un think tank” sobre la zona con sede en Washington reconoce que la Hermandad cuenta con mayor credibilidad en la calle que las desacreditadas y cuestionadas familias reales del Golfo. “Su modelo atrae a un amplio sector de la juventud sunní porque le resulta más cercano, y su poder es más difuso que el de las monarquías que monopolizan gobierno y riqueza”. Entretanto, las monarquías sunnitas, con gastos multimillonarias en inversiones de infraestructuras y medidas modernizadoras, tratan de evitar que sus ciudadanos se vean atraídos “por los cantos de sirena islamistas”, u otra vez por los valores de los movimientos de la Primavera Árabe (2011), los cuales han logrado contener por este instante (Espinosa, idem).
Lo paradójico es que supuestamente al financiar a grupos cercanos al ISIS o Al Qaeda en Siria, o a tratar con Israel, los qataríes no han hecho otra cosa que repetir las mismas y subrayadas prácticas de sus vecinos del Golfo, principalmente la nación saudita, que tiene cola en abundancia.. Hasta cierto punto en las presiones contra Doha, según algunas fuentes, lo que prevalece es el temor a la fuerte reaparición de una nueva Primavera Árabe, así como el convencional “cinismo”. Nada de extrañar en el Medio Oriente.
Ronald Obaldìa González (Opinión personal).
"Javier Castro González" escribió:
ResponderEliminarNuevamente Dona Ronald, mil gracias por todas sus enseñanzas
Saludos un fuerte abrazo
"Irma Velasquez" escribió:
ResponderEliminarMuchas gracias don Ronald, saludos cordiales
CRISTÓBAL CHING ÁLVAREZ escribió:
ResponderEliminarRecibido, gracias.
Muy interesante.
Apreciado Amigo y Compañero: gracias por enviarme ese artículo sobre " QATAR ASUME UN COSTO ELEVADO POR REAFIRMAR SU POLÍTICA INDEPENDIENTE EN EL MEDIO ORIENTE".
ResponderEliminarEl enfoque sereno y académico, es excelente. Me has dado una clase magistral extraordinaria. Tengo que leerlo unas cuatro veces o más, porque es rico en información, lo cual denota una profunda investigación y un conocimiento exacto del tema, debido al análisis que haces.
Muchas gracias, Edgar García.
Arnoldo Brenes escribió:
ResponderEliminarMuy bueno Ronald, te felicito!
Abrazo,
Arnoldo
C.Echeverria escribió:
ResponderEliminarBien Ronital, a quien no tuve el gusto de ver en CR, a pesar de que t fui a buscar. EEUU cometé un error al confrontar a Irán, en lugar de negociar con ellos; Irán es un país de gente culta, persa como bien decís;no árabe. De Irán viene algunas de las mujeres más lindas del mundo, empezando por Farah Diba. Ojo con las maniobras de Israel y el lobby judío en EEUU. A los árabes no les gusta Al Jazeera porque le levanta los chingos a más de uno. Como bien lo iinsinuás sin embargo, Qatar juega a todos los bandos para posicionarse y eso le puede salir caro o ya le está saliendo caro; la estrategia tiene sus límites. Buen artículo...muy bien informado.
Slds!
Carlos Ml