PIONEROS DEL DISTRITO DE ZAPOTE (SAN JOSÉ - COSTA RICA), DESDE LA ÓPTICA EMPRESARIAL: LOS APORTES DE MANUEL ARAYA MATAMOROS Y SU FAMILIA.
En esta ocasión, nuestro escrito se sustenta en la entrevista que le realizamos el 3 de enero del 2024 a don Luis Eduardo Araya Vargas. Un caballero, que acerca de la historia del Distrito de Zapote, seguro que suficiente y veraz material informativo habría de aportar, tal como lo puso en evidencia en nuestra amena conversación.
Un material que en conjunto con el Obispo Rodrigo Díaz Bermúdez y su hijo Joel Díaz Suero estamos dispuestos a utilizar, sumándolo a una gruesa cantidad de escritos relacionados con el desarrollo histórico de una comunidad tan particular como nuestro Zapote. Cada vez más, amenazado ante el vertiginoso avance urbanístico, comercial, tecnológico, más la voluminosa red de carreteras, realidades inevitables que tienden a reducir o limitar la convivialidad, la integración, las capacidades del relacionamiento humano y la conciencia de la pertenencia a una comunidad activa, positiva y fraternal.
Don Luis Eduardo Araya, nuestro entrevistado, es hijo de Manuel Araya Matamoros y de Rosa Vargas Murillo. Nació en 1935 en el puro Cantón Central de San José, el mismo lugar de nacimiento de su padre Manuel. Sus primeros años los vivió en el Barrio La Constructora, cercano al Barrio de Los Ángeles del Cantón Central josefino. En 1959 contrajo matrimonio con la educadora Miriam Padilla Porras, quien nació en la Provincia de Limón.
La elegante madre de don Luis Eduardo, Doña Rosa, nació en el Cantón de Atenas de la Provincia de Alajuela, sitio que posteriormente escogieron los padres de él, a efecto de disfrutar de la jubilación, específicamente en el lugar conocido como Río Grande de Atenas.
Él nos comentó en la charla que la familia Vargas Murillo, la de su madre (Rosa) solía cambiar de residencia fácilmente, optaban por carecer de un lugar estable de Costa Rica para hacer vida. La región minera de Desmonte fue uno de los lugares que habitaron. Tan extractores de madera fueron el padre como el bisabuelo de Doña Rosa en Desmonte, productos que vendían a los administradores del Ferrocarril Eléctrico al Pacífico para el mantenimiento de los túneles al servicio del tren.
Lo antes dicho pone también de relieve el carácter emprendedor de la familia Vargas Murillo, razón por la cual nos hemos interesado en realizar la tarea de conocer más cerca a esta culta familia zapoteña, en la cual Luis Eduardo, Héctor, Teresa, vástagos de Manuel Araya cumplieron con el pueblo, en el que encontraron oportunidades para prosperar y servir a sus semejantes.
Finalmente, la familia Vargas Murillo tomó la decisión de vivir en San José. En la década de 1940 se asentó en el Barrio San Cayetano, ubicado al sur de la capital; una barriada levantada con base en el proyecto del Instituto de las Casas Baratas, habida creación de la reconocida reforma social, llevada a cabo por el Gobierno del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia.
Desde años atrás en las inmediaciones del Estadio Antonio Escarré, don Manuel Araya y su madre, la jefa de hogar, ya habían fijado su residencia. Dadas ciertas circunstancias especiales, la ilustre educadora costarricense Vitalia Madrigal Araya - a una de las escuelas de San José se le atribuye su nombre - se hizo cargo de la crianza de Manuel, él era su primo.
Ambos residieron en Barrio Amón. Obviamente, el niño Manuel Araya hubo de recibir selectivas enseñanzas por parte de su tutora, de las cuales poquísimos niños o adolescentes pudieron ser destinatarios. Sin embargo, decisiones de su progenitor: obligarlo a regresar a hacer vida en un desventajoso San Cayetano, hubo de ser una alternativa que le provocó disgusto al inteligente joven. Ello lo hizo cambiar de planes, pensando en un promisorio futuro personal.
Sin pensarlo demasiado, a la edad de 15 años él tomó la determinación de viajar a la Provincia de Limón, convencido en que encontraría oportunidad de trabajar en un navío internacional. En efecto, así lo concretó. Fueron 15 años que pasó, subido en un barco internacional.
Digamos que Araya desde muy joven había tomado la determinación de retar al mundo: concretando su interés de trabajar en un barco de bandera internacional. Se embarcó. Lo que le permitió conocer múltiples naciones, tener contacto con diversas culturas y en adelante multiplicar su bagaje educativo y visión responsable de la vida. Bases ya inculcadas por la maestra Vitalia, su mentora.
Todo ello orientado a crecer por sí mismo como una persona de finos modales, de buen vestir, generosa, pero con temple, emprendedora y conocedora de las limitaciones sociales y económicas (la pobreza, entre ellas) de las personas que habitaron en aquellos tiempos en una comunidad en urbana evolución, y que influyeron en ella a través del voluntariado, haciendo el bien y vida solidaria, en un pueblo, el cual apenas se fugaba de la economía rural del café.
Tras 15 años de experiencia en la actividad naval, aquel costarricense - zapoteño, educado por una ilustre educadora, arribó a Guatemala. De allí se dirigió a Costa Rica; a la edad de 30 años se encontró de nuevo con su familia, habitante del Barrio San Cayetano, un barrio que a la vez daba abrigo a la familia de la hermosa dama Rosa Vargas Murillo. De ella se enamoró y se enmaridó. Acordaron domiciliarse en Puntarenas, en donde nació su primer hijo Héctor.
De vuelta a San José en donde moraron en matrimonio, a mediados de la década de 1930 Manuel Araya fue contratado por el Diario de Costa Rica, cuyo propietario el polémico Otilio Ulate Blanco llegó después a ocupar en 1949 la Presidencia de la República.
Las décadas de 1930 y 1940 estuvieron revestivas del auge del activismo y los movimientos sociales, de lo cual Manuel Araya, un hombre con sensibilidad social, tampoco se sustrajo. Entró en contradicciones con Ulate, un personaje político maleable, dúctil, quien nos condujo a la guerra de 1948. Al perder su trabajo nuestro zapoteño debió migrar a Panamá y tuvo que trabajar allí para garantizarle el sustento a su familia. Ulate lo había malinformado ante el círculo de los empleadores; la intriga y el odio, fueron de por sí parte de los malos procederes de dicho político y periodista, opositor de las reformas sociales del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia.
De 7 años fue como Luis Eduardo Araya llegó a conocer a su padre. El odioso episodio con el periodista Ulate ya había quedado atrás, y entrada la década de 1940 Manuel Araya pudo retornar a nuestro país. Eligió Barrio Luján como el domicilio de la familia.
Amplio conocedor de los negocios y de los emprendimientos, el otrora trabajador naviero constituyó el bar La Florita, donde hoy se encuentra "el American Bar", el cual cobró gran fama entre los pobladores de las barriadas cercanas. Cabe hacer mención que también en el propio Barrio Luján fue que inició su exitosa carrera como comerciante y empresario el zapoteño Rubén Méndez Barboza, fundador de la célebre familia Méndez Mora. Luego, aquí en Zapote, Méndez se hizo dueño de una carnicería y del matadero de ganado "el Rastro".
De acuerdo con los datos proporcionados por don Luis Eduardo Araya, dicho barrio josefino (Barrio Luján) tuvo significativos parentescos relacionales con nuestro Distrito. Aparte de lo citado en el párrafo anterior, hay un hecho que no puede pasar desapercibido, en vista de la relevancia de una destacada personalidad, Jorge Grant Chaves, quien llegó a ser de los reconocidos protagonistas del desarrollo social, educativo y cultural de la comunidad zapoteña, principalmente de los legítimos fundadores del Liceo Rodrigo Facio Brenes, así también gestor de múltiples proyectos deportivos, incluida la construcción del Estadio zapoteño, edificación tan venida a menos en cuanto a su administración.
Resulta que una atractiva y bondadosa dama, Eida Trigueros Murillo, nativa del Cantón de Atenas, prima hermana de la madre de los jóvenes Héctor y Luis Eduardo Araya Vargas (Doña Rosa) acostumbraba visitarlos a final de año, con tal de disfrutar de los festejos populares, que en aquel entonces tuvieron lugar en la Plaza Cleto González Víquez, así como de las Festividades del Corazón de Jesús. En uno de esos viajes a Barrio Luján, ella conoció al espigado y apuesto joven Jorge Grant, con quien contrajo nupcias.
Por su lado y por recomendación de uno de sus amigos, Enrique Flores, propietario de una lavandería, entroncado con la familia Flores de Zapote, toda la parentela Araya Vargas decidió trasladarse a nuestro Distrito, esto a finales de la década de 1940. Cuando esto, Eduardo, el hijo del medio, tendría aproximadamente 13 años.
Al poco tiempo Manuel Araya y su esposa Rosa Vargas convencieron a la pareja Grant - Trigueros, primos suyos, a desplazarse a la comunidad zapoteña, para que criaran a sus cinco hijos, a saber, Jaime, Jorge (+), Rodolfo, Álvaro y Carlos. Dada la rápida aceptación de los Araya por parte de los zapoteños; Héctor, hijo de Manuel y Rosa, se desposó con Delfina Madrigal, hija de Napoleón Madrigal, otra de las familias nativas de aquí, de cuyo seno nacieron Patricia y el presbítero católico Héctor Araya Madrigal.
Citamos que a finales de la década de 1940 la familia Araya Vargas, fundada por don Manuel Araya Matamaros y doña Rosa Vargas Murillo decidieron fijar su residencia, de forma permanente, en el Distrito de Zapote del Cantón Central de San José (Costa Rica). Un Distrito, que desde su auge a principios del Siglo XlX, el paisaje suyo había estado dominado por las fincas de café, más algunas haciendas de ganado. En donde, en un inicio los pequeños negocios de las pulperías, las verdulerías, las panaderías, las cantinas, los salones de baile, los turnos parroquiales, las ventas derivadas de los partidos dominicales de fútbol fueron determinantes en su desarrollo interno, al igual que las actividades de la construcción o las artesanales, llevadas a cabo por los pobladores nativos y los nuevos ocupantes.
Generalmente, en la construcción de los pueblos costarricenses, tales establecimientos se convirtieron en los motores del desarrollo comercial, por supuesto que Zapote tampoco fue la excepción.
La llegada a nuestro Distrito de la familia Araya Vargas resultó un hecho novedoso. En su esperanza de concretar los negocios familiares, las valiosas ocupaciones en el sector público de Héctor y Luis Eduardo, el vínculo con la comunidad por parte de sus miembros fue de continuo arraigo, al reconocerse que el sentido de unidad es vital para crecer todos juntos. Así iba modernizándose nuestro Distrito, un pueblo tan demasiado diferente a los poblados vecinos.
Hubo originalidad en las contribuciones, primeramente inmersas en los negocios. Comenzó la familia Araya con la puesta en funcionamiento en una de sus propiedades del "Cine Zapote", de los grandes entretenimientos, trabajado poco después de la Revolución de 1948, hasta 1970, cuando se le hizo casi imposible competir con el recordado "Cine Caribe", propiedad de Héctor Naranjo, empresario de San Antonio de Desamparados.
El cine de la familia Araya Vargas funcionó en un antiguo edificio, que la familia compró a Pacífica Amador y David Quesada, el que más adelante alojó la cantina "La Pacífica", el famoso negocio de Álvaro Umaña, otro de los comerciantes de la localidad. Antes de que llegara a funcionar el cine Zapote; en el viejo y desaparecido edificio de La Pacífica operó el salón de baile y cantina, llamado "el Jardín Balboa". Es de suponer que a estas alturas son contados los zapoteños que lo recuerdan.
Allí los zapoteños pudieron apreciar las primeras y clásicas películas producidas tanto en los Estados Unidos de América como en México, que la familia Araya Vargas alquilaba en Costa Rica a los administradores del Cine Variedades de San José. El proyecto de la instauración del cine hubo de provenir de un don Manuel Araya, poseedor de una cultura universalista; quien además hablaba inglés. Él llegó a marcar distinción, pues cualesquier pobladores sencillos de la época siquiera pudieron imaginar, en cuenta los del propio Cantón Central, la vida audaz, llena de coraje y trotamunda de dicho personaje, programada su personalidad por las experiencias en la actividad naútica, las que le depararon el conocimiento acerca del mundo, del comportamiento de varias civilizaciones y de las visiones e inquietudes del ser humano.
Las actividades comerciales (la administración del local de abarrotes y la cantina), la posesión de terrenos con elevado potencial, los alquileres de inmuebles, en parte les fueron ajenas al grupo de líderes comunalistas de aquellos entonces; a diferencia de la familia Araya, las cuales fueron el sostén suyo. Lo que a la vez resultó un elemento que vino a aportar a los trabajos del voluntariado comunal, los cuales dieron origen, entre otros proyectos sociales, a la renovación de la estructura física de la Escuela Napoleón Quesada, la fundación del Liceo Rodrigo Facio Brenes - el evento de mayor trascendencia - , la creación del Centro de Nutrición, el mejoramiento de la red vial y del sistema de acueductos y alcantarillados.
Años después llegó a construirse la Funeraria Pública y la Biblioteca "Isidro Díaz". Sería inaceptable omitir el rol crucial de las esposas de esos domiciliados y pujantes líderes de verdad en la conclusión de varios proyectos, entre ellos, el Centro de Nutrición.
Gran parte de dichas obras cívico comunales fueron producto del trabajo tesonero del grupo de dirigentes comunalistas - Araya fue partícipe de él - , el cual a partir de la década de 1950 prácticamente se convirtió en el planificador, rector y gestor del desarrollo y progreso local. Cabe admitir, de manera constructiva, que la afiliación política, similar a todos sus miembros, favorecieron los entendimientos y la materialización de los objetivos y las metas que el grupo se propuso hacer realidad.
Cabe resaltar algunas anécdotas interesantes en las relaciones de Manuel Araya con los clientes de su cine. Este, llegó a ser un sitio de entretenimiento económico, a favor de la gran mayoría de los habitantes de nuestra localidad, porque la visita a los cines de la cabecera o el centro josefino era un deseo casi lujoso. Cuando un niño, un adolescente, o bien un adulto carecía de dinero para pagar la entrada, el empresario zapoteño le recibía, a manera de trueque, cualesquier productos alimenticios de sus hogares. Había otro gracioso ardid de nuestro personaje, quien se disponía a cerrar los ojos suyos por unos segundos, por lo que en ese lapso cualquiera podía entrar gratis a la sala.
La caridad y el altruismo cobraron alto sentido en la vida de Manuel Araya Matamoros, tanto así fue que cedió una porción de sus propiedades a la Municipalidad de San José, a fin de enlazar dos céntricos caminos de la comunidad que permanecían separados. No obstante, por tales atributos personales, su capital, fruto del esfuerzo personal como comerciante y empresario, experimentó algunos altibajos. A la vez le huyó al poder y la fama. Con frecuencia, le ofrecieron el cargo de Regidor municipal; a pesar de contar con méritos sobrados, rechazó de plano los ofrecimientos políticos. Incluso, más de un político tradicional fue objeto de las censuras públicas de nuestro recio personaje.
El legado material e inmaterial del matrimonio de Don Manuel Araya Matamoros y de su esposa Rosa Vargas Murillo, recreado por sus hijos Héctor, Luis Eduardo, su yerno Luis González, su nuera Miriam Padilla Porras, quien otrora se desempeñara como Regidora en la Municipalidad de San José, se ha mantenido e incluso reproducido, por cuanto descendientes suyos todavía se desempeñan como empresarios y comerciantes. En el caso particular de una de sus nietas, Miriam Araya Padilla, continúa prestando valiosos servicios de voluntariado como Presidenta de la Junta Administrativa del CEN - CINAE.
A manera de cierre, valga informar que continuaremos con el Obispo Rodrigo Díaz y el compositor académico Joel Suero, zapoteños nativos, con nuestro proyecto de rescatar datos históricos y los hechos que fueron relevantes en la construcción de la identidad y la convivialidad entre gentes honradas y buenas. Tal que, en sabiduría, solidaridad, humildad llegaron a ser artífices de un pueblo de Zapote que eligió como destino el progreso, el trabajo digno, la educación, la cultura y el deporte, tanto que hoy las nuevas generaciones continúan siendo receptoras de tan elevados valores y principios. FELIZ AÑO NUEVO.
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