sábado, 13 de septiembre de 2025
EL DISTRITO DE ZAPOTE (SAN JOSÉ - COSTA RICA) HUBO DE ADOPTAR EN SU SENO UN CASERÍO INFORMAL, DENOMINADO "LOS CHAPULINES". Autor: Ronald Obaldía González
EL DISTRITO DE ZAPOTE (SAN JOSÉ - COSTA RICA) HUBO DE ADOPTAR EN SU SENO UN CASERÍO INFORMAL, DENOMINADO "LOS CHAPULINES". Autor: Ronald Obaldía González
Alrededor de la década de 1950 había sido levantado "un caserío informal", apodado "Los Chapulines", ubicado en las afueras de los territorios de los cantones de Montes de Oca, Curridabat y el distrito de Zapote, específicamente fue construido en una de las numerosas fincas de la acomodada familia Dent Alvarado, cuyos terrenos, además de los localidades citadas, se habían extendido hasta la Y Griega, al costado suroeste de la rotonda del mismo nombre.
Pero, bueno, venimos en esta ocasión a hablar de aquel desusado y empobrecido conjunto de casas, incumplidoras de los servicios básicos. Sin embargo, habitado por gentes buenas, decentes y humildes; respetadas y asistidas en aquel entonces por la noble, solidaria y sencilla comunidad zapoteña.
Razón por la que eliminaremos cualesquier calificativos, equivocados, de aquel asentamiento, destacado en el terreno invadido, porque lo consideramos ofensivo, aparte de caer en el irrespeto hacia la dignidad e integridad de las gentes que lo habitaron, ya que de algunas de ellas guardo imborrables recuerdos. El término "caserío informal" será el que emplearemos en este escrito.
A propósito, otras poblaciones cercanas se desentendieron de las necesidades fundamentales de las personas que lo habitaron, las cuales se vieron obligadas a desplazarse de sus regiones nativas, mayoritariamente de naturaleza rural, ya sea por diversas causas existenciales, entre ellas la búsqueda de desarrollo humano, las cuales intentaremos dar a conocer enseguida.
En Costa Rica, durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, se produjo una fuerte inmigración interna de personas, quienes se habían trasladado desde las áreas rurales hacia las zonas urbanas. Entre los factores determinantes de tales movilizaciones de costarricenses, las ciencias sociales han confirmado lo seguido líneas abajo.
En efecto, nuestro país experimentó un acelerado proceso de migración interna del campo hacia la ciudad. Esto formó parte de un fenómeno regional, latinoamericano, de urbanización, el cual tuvo características propias, ligadas a la estructura económica y social de cada nación.
En el caso costarricense las estructuras económicas y productivas influyeron sobremanera. El modelo agroexportador tradicional, basado en las actividades del café, el banano, el azúcar y la ganadería, y demás, los principales productos de exportación fueron insuficientes en emplear a la mayoría de la población rural, en crecimiento.
A la vez hubo una inapropiada distribución de la tierra; con el paso del tiempo se fueron adoptando políticas de Estado, las cuales consiguieron bajar, en alguna medida, la tensión en el sector agrícola. Aun así había escasez de tierras disponibles. Abundaron los latifundios improductivos.
En el Valle Central, las múltiples propiedades estaban ya subdivididas; se había ido cerrando en las zonas rurales la frontera agrícola, lo que marca la línea divisoria entre las tierras utilizadas para la agricultura y aquellas que aún no habían sido incorporadas a este uso.
Lo cual limitaba el trabajo y las oportunidades sociales de los pequeños agricultores y los peones rurales. Quienes producían, obtenían ganancias reducidas, para sobrevivir. Casi que se vieron forzados a desarraigarse de sus comunidades originarias.
Frente a la frustración que lastimaba a un grupo considerable de la gente rural, ellos se vieron atraídos ante los empleos de las zonas urbanas, derivados del crecimiento del sector industrial y del ensanchamiento de la burocracia estatal, gestor del aumento efectivo de los servicios públicos.
Con base en la modernización del Estado benefactor, fueran las reformas políticas y sociales de las décadas de 1940 y 1950, entre ellas la constitución de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), el Código de Trabajo, los programas de la construcción de "las casas baratas", la población rural buscó acercarse a los centros urbanos adonde más se materializaron dichos beneficios, los cuales elevaban las condiciones de vida de los habitantes.
El sector industrial, impulsado a finales de la década de 1950, principalmente con la puesta en funcionamiento del Mercado Común Centroamericano en la década de 1960, generó puestos de trabajo en fábricas, comercios y servicios en la Gran Área Metropolitana (GAM).
Habría mejor acceso a la educación y la salud en las ciudades josefinas, así también en las cabeceras cantonales, tales como Alajuela, Heredia y Cartago, donde se concentraron las buenas escuelas, los centros de enseñanza secundaria, los colegios técnicos, las universidades y los hospitales.
Las cabeceras de esas cuatro provincias ofrecían mayor acceso al consumo cultural, medios de comunicación, transporte y nuevas formas de sociabilidad. O sea, aquello significaba un cambio en los estilos de vida.
Primordialmente, San José se transformó en el centro político, económico y cultural: la capital se consolidó en el principal polo de desarrollo: la atracción de migrantes internos.
La gran desventaja de estas personas, migrantes internos, provenientes de los lugares fuera del Valle Central, habilitados en las faenas agropecuarias, a quienes se les imposibilitó insertarse en los puestos de trabajo de la nueva economía de las áreas urbanas, había residido en su bajo nivel de educación y especialización técnica. Les hubieron de impedir el tener acceso a las emergentes ofertas laborales, puesto que incumplían con los requisitos de las ocupaciones, exigidos por las empresas privadas y públicas.
El factor demográfico llegó a ser otro de los decisivos. A partir de la década de 1950 la explosión demográfica hizo que la población costarricense prácticamente se duplicara, tampoco fue la excepción en las zonas agrícolas. Esto presionó los limitados recursos rurales y todavía empujó a la movilidad humana en aras de las nuevas oportunidades y beneficios, proporcionados en las ciudades urbanas, tal como lo hemos reiterado.
A la juventud, o a las nuevas generaciones, acompañadas de las familias, originarias de las regiones apartadas del Valle Central, les brotó de sus mentes una especie de "espejismo", a raíz de lo registrado por el progreso y la modernidad del mundo urbano. A diferencia del estancamiento y el empobrecimiento gradual de sus espacios de residencia habitual. Hasta en ocasiones golpeados por los desastres ambientales, las plagas y las enfermedades, lo que hacía crónica la ausencia de las oportunidades y las ventajas en los ámbitos rurales (Fuente: ChatGPT, setiembre del 2025).
Estas personas chocaron con la realidad. El renovado sistema económico, producto de la integración económica centroamericana, del cual nuestro país ha sido de los principales pioneros, motores, los marginaría en casi todos sus extremos.
Así, entonces, a causa de sus bajísimos recursos y crítica vulnerabilidad social, ellas debieron apoderarse de manera prioritaria, espontánea e ilegal de terrenos baldíos privados o públicos, con el propósito de satisfacer las necesidades habitacionales, a punta de los materiales que tuvieran a mano.
Desatendiendo, en el caso de las familias de "Los Chapulines", el callejón barroso en medio de la finca de los Dent, la carencia de los servicios básicos, fuera el agua potable, el alcantarillado, la luz eléctrica, etcétera; dicho sea verdad, tales colectivos humanos pusieron de manifiesto un comportamiento y reacciones resilientes (expresión bastante en boga).
Asimismo, nuestros cercanos convecinos demostraron su vocación por preservar el inmenso bosque del terreno ocupado, ni lo deforestaron, quizás útiles a sus prioridades. Lo clarifica el parque del residencial del Prado - en el pasado, espacio físico del caserío -, hecho en honor al sacerdote católico y mártir salvadoreño Monseñor Oscar Arnulfo y Galdámez, conocido como Monseñor Romero (+), bien se puede apreciar ahí la existencia de antiquísimos árboles; estos permanecen intactos y lo embellecen.
UN ZAPOTE SOCIALMENTE COMPROMETIDO.
Dicho antes, las gentes de nuestro distrito tuvieron de compañía a quienes, de manera humilde y pacífica, habitaron "Los Chapulines". Era un callejón barrealoso de más de 1 kilómetro de largo, cuya entrada se localizaba 150 metros al oeste del hoy edificio del Archivo Nacional, ubicado en barrio San Gerardo - Barrio Pinto, y concluía casi al frente de la ferretería "EPA", un negocio situado en el margen norte de la carretera (interamericana), la cual conduce a Curridabat y Tres Ríos.
La compañía vecinal finalizó entre los años de 1980 y 1981, cuando la Administración gubernamental del Presidente Rodrigo Carazo Odio (1978 - 1982) tomó la decisión de desalojarlos de la finca perteneciente a la familia Dent, a cambio de ser reubicados en barriadas de bien social.
Precisamente, ese gobierno las conformó tanto en el barrio San José de Curridabat, así también en las faldas del cerro del distrito de Tirrases. A este último lugar lo denominaron "Chapultepec". Ello coincidente con la palabra derivada de la lengua náhuatl: "Chapultepec" (o chapölin - tepetl), palabra que significa "cerro del chapulín". Es decir, casi que de manera indirecta, se conservó allí el nombre del caserío de aquel entonces.
Es de suponer que al rentable negocio de las empresas edificadoras que a finales de la década de 1970 levantaron los residenciales "José María Zeledón" y "el Prado" les era "inconveniente y desventajoso" el caserío" informal.
Tampoco faltaron las presiones de distinta índole por parte de ellas. En cambio, la sensibilidad social que distinguió a los gobiernos de la época hizo que rara vez se produjeran desalojos por la fuerza. De proceder así, hubiera sido desnudar por completo los vergonzosos contrastes y las desigualdades sociales que desafortunadamente persisten.
Por su parte, los habitantes de Zapote, aunque con ingresos modestos, siempre mantuvieron constructiva convivialidad con aquellos nuevos moradores. Hubo solidaridad y cooperación, parte del espíritu zapoteño. Se ayudó a ese grupo vulnerable en los diversos ámbitos comunitarios. No pocos de sus miembros lograron superar las condiciones adversas; siguen siendo buenos ciudadanos. Sus descendientes han alcanzado propósitos y metas elevadas en la vida.
La institucionalidad local de nuestro distrito, ya fueran las autoridades y los educadores de la Escuela Napoleón Quesada, el Liceo Rodrigo Facio Brenes, el funcionariado del Centro de Nutrición, de la Cruz Roja, la asociación Scout, la policía, etcétera, estuvieron pendientes de las necesidades básicas de aquellos pobladores, expuestos a los riesgos sociales. Nunca se les abandonó.
Comerciantes de aquí, entre ellos don Antonio Nuñez y su esposa Socorro Román fundaron un negocio de comestibles (o pulpería) a la entrada del caserío informal. La famosa "libreta al fiado", el antecedente de la tarjeta de crédito de nuestros días, la habían puesto en práctica, con tal de favorecerlos con la compasiva adquisición de los artículos de primera necesidad.
Valga resaltar la labor eclesiástica y social, destinada al mencionado poblado por el recordado sacerdote católico Claudio Charpentier Chávez (+), conocido como "Cabito" - a mi criterio es un Santo, invóquenlo, él actúa -, el párroco de nuestro distrito en la década de 1970 y unos años más. Como responsable de nuestra parroquia fundó el prestigioso Movimiento Juvenil Cristiano, compuesto por un grueso número de jóvenes, a quienes inculcó los postulados de la Biblia, conexos con la obra pastoral y social.
En esa agrupación católica se formaron sobresalientes dirigentes juveniles, quienes se han proyectado a nivel distrital y nacional; son valiosos ciudadanos costarricenses. Guardo en mi memoria el proyecto de aquellos jóvenes Carlos Grant Trigueros, Rubén Acuña Méndez y William Brenes Gómez, tendiente a construir en Chapulines el baño colectivo, a favor de la salud y la higiene.
La integración en convivialidad alcanzó hasta el deporte del fútbol. El club deportivo "La Roxana", representante del delicado lugar, estuvo compuesto por jugadores de allí y varios de Zapote. Esa agrupación participó en las distintas competencias realizadas.
Adolescentes del "caserío informal" solicitaron a la dirigencia del "Periódico Zapote" (1977)- Casa de la Juventud - que les dieran la oportunidad de vender los ejemplares de ese medio de comunicación, algún dinero obtuvieron por la tarea.
Platón, el filósofo griego manifestó que "lo bueno es admirable". Es cierto, Zapote fue, es y será admirable.
En la siguiente imagen se expone el único rastro de lo que fuera la comunidad de "Los Chapulines".
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