martes, 20 de septiembre de 2016
EL ESTILO DE HACER POLÍTICA EN BRASIL ES TODAVÍA LULA.
EL ESTILO DE HACER POLÍTICA EN BRASIL ES TODAVÍA LULA.
En paralelo a una de esas comedias, ya poco llamativas en Brasil, en estos días camina la pérdida del escaño del diputado evangelista y millonario Eduardo Cunha, esta vez, destituido en la Cámara de Diputados por corrupto, al esconder cuentas bancarias en Suiza, además de su presunta participación, con otros políticos oficialistas y de la oposición, en la red criminal que operó en la petrolera estatal Petrobras. Ese oscuro personaje habría recibido unos 5 millones de dólares “en coimas”.
Cunha movió sus tentáculos “e hilos del poder” en el juicio político del Senado, contra la inteligente y valiente presidenta Dilma Rousseff. Fue el arquitecto de ese polémico juicio, el cual, primero, apartó a la mandataria del poder temporalmente desde el 12 de mayo de los corrientes. En agosto pasado sobrevino el desplazamiento definitivo de ella: la militante del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), el del carismático Presidente Luis Ignacio “Lula” da Silva - el líder obrero de origen humilde que huyó de la miseria- , que, siguiendo los pasos del entonces Presidente social demócrata Fernando Henrique Cardoso, tomaron la bandera “de la salvación de los pobres brasileños”, en su propia formación política, actuante y apegada a la plataforma democrática y social, durante casi catorce años en el gobierno.
Lo que queremos decir, en cuanto a nuestra aversión por la izquierda marxista, así también por los errores, en los cuales pudo haber incurrido el expresidente Lula, es que hay una realidad innegable. Ciertamente, en este tiempo el Partido de Lula consolidó gobiernos democráticos, pacíficos, “de los más firmes del continente”; unió esfuerzos para sacar a 30 millones de brasileños de la pobreza extrema, el hambre y la ignorancia, así también con estabilidad monetaria y fiscal. A la vez, dejó un significativo legado de avances sociales, económicos, educativos, en agricultura familiar, etcétera. Se impulsó un cambio social, pactado con los sectores empresarios y diversas agrupaciones políticas, lo cual “no encuentra demasiados antecedentes en la historia del país”. Hasta los más férreos opositores del PT lo reconocen; al cabo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha recomendado estos réditos sociales, como modelo para todo el mundo en desarrollo. En su primer gobierno, Lula saldó la mayoría de sus obligaciones financieras con el Fondo Monetario Internacional (FMI), tras adelantarle un pago de $15.500 millones (Guía del Mundo, 2008).
Ese hábil político supo trabajar con los sentimientos de unidad nacional, extraídos de la etapa histórica de aquel Brasil que había nacido como Imperio (1840 - 1889). Aunque décadas después se convirtió en república más disminuida, siempre arrastra el sueño imperial de ese pasado expansionista en términos territoriales, reflejado periódicamente en acciones diplomáticas de Itamaraty (Nelson F. Salvidio, 2016). Los brasileños se creen “lo más grande del mundo”. Por eso, como presidente (Lula) acentuó el discurso nacionalista - en la Guerra Fría mantuvieron distancia de los Estados Unidos de América y de la Unión Sovíetica - y el “potencial de éxito económico”, para mostrar que el Brasil lideraría en la región latinoamericana (Salvidio, idem), restando influencia a Argentina y México, en cuenta más allá. Enseguida, Brasil, junto con Rusia, India, China y Sudáfrica, comenzaron a ser visualizados como “los BRICS”, en el bloque de “los países que emergían con chance de convertirse en las economías dominantes hacia el año 2050”.
No fueron en vano los esfuerzos de ese socialismo democrático para atacar la extrema pobreza y la marginalidad, ecos de la historia esclavista y de la indisoluble discriminación racial - contra indígenas y negros - que prima en esa nación suramericana. De las mayores economías globales, pero donde la distribución de la renta está bastante lejos de ser equitativa. Lo pone en evidencia el 50% de personas pobres y miserables, excluidas de la economía formal, dentro del total de más de 195 millones de habitantes. Asimismo, es el país que alberga la exótica, pero devastada región selvática de la Amazonia. Con todo, ha intentado convertirse en un protagonista en el escenario internacional, así lo procuró el mayor partido de izquierda de América Latina. Un impulso opacado a partir del 2013, como consecuencia de la mayor recesión económica; "una crisis política sin precedentes", escándalos de corrupción que lo salpicaron, junto a numerosos dirigentes del PT y de la oposición.
La hoy exmandataria Rousseff, siendo una joven revolucionaria de 20 años, fue apresada e incriminada por las fuerzas del régimen político militar (1964 - 1985). Llegó al gobierno como la primera mujer que presidió ese gigante suramericano, dando continuidad a ese esquema de desarrollo balanceado, pragmático, cooperativo entre las clases sociales, ajeno a los radicalismos o dogmas socialistas. El PT en el gobierno suavizó sus otrora estatutos y ortodoxia. Un cambio que le facilitó el acercamiento con las formaciones de centro y derecha - entre ellos al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) - a las que llevó a una coalición gubernamental, en pos de “la gobernabilidad”. Eso sí, debió capear la resistencia que dicha decisión generó en las bases de la izquierda tradicional y sectores aliados, como las clases medias urbanas. Tal base de apoyo advertía que “el PT se igualó a los demás, se volvió conservador y se puso al servicio de las élites” domésticas y foráneas, quienes lograron enriquecerse todavía más (Ricci, ídem) con “el acuerdismo” de Lula.
Como dijimos, tampoco significa que Lula y su formación se escaparan de varios escándalos de corrupción, lo cual ha colocado en grave riesgo a su denominación partidaria. En línea con sus postulados de izquierda flexible, el PT se “reinventó” con tal de mantenerse en el poder, en medio de “la tradicional y corrupta política fisiológica brasileña” (Martín Schapiro, 2016), dominada por el clientelismo, el tráfico de influencias entre individuos y actores corporativos. Crímenes fraguados, destempladamente, desde los poderes públicos y privados. El más sonado se refiere a la causa de Petrobras - la estatal petrolera - la cual manchó a políticos y empresarios de distintas denominaciones políticas e ideológicas, cuyo proceso judicial siguió el curso normal por decisión de la Presidenta Rousseff, quien se negó a desactivarlo, pese a los chantajes y las amenazas de Cunha y su sociedad mafiosa. Por eso ya varias personas han ido a la cárcel.
Sin ser acusada de enriquecimiento ilícito, a Rousseff se le condenó “por maquillar las cuentas públicas”; de violar leyes presupuestarias para disimular un enorme déficit. Se le halló culpable de alterar los presupuestos, mediante tres decretos no autorizados por el Parlamento; y de contratar créditos a favor del Gobierno con la banca pública, que acarrearon pérdidas. Prácticas llevadas a cabo también por otros mandatarios de ese país, las cuales, en aquel entonces, estuvieron lejos de ser delitos declarados. La destituida mandataria negó los cargos durante todo el proceso,que continúa calificando de “golpe”. Una tesis formalmente errónea, dado que la coalición opositora, para el juicio en el Parlamento, se apegó a los procedimientos legales.
En cambio, los líderes de los anteriores gobiernos, opuestos a Lula y Rousseff, en su afán de descarrillar sus respectivos gobiernos, apostaron contra el país, llegando a aprobar en el Congreso “un conjunto de medidas derrochadoras e irresponsables, destinadas a comprometer la estabilidad fiscal”. Todo lo anterior, en medio de un ambiente económico recesivo, ya que desde el 2013 el bajonazo mundial de las materias primas tuvo impacto negativo en los ingresos brasileños, y de seguido en la gobernabilidad. El Producto Interno Bruto se hundió en 3.8%, así también la tasa de desempleo se duplicó hasta alcanzar el 11%. Se presume que ha llegado a ser la más larga contracción en un cuarto de siglo (Eduardo Mello and Matias Spektor, 2016).
El voltaje se elevó al salir a flote las protestas sociales, previas a la celebración del Campeonato Mundial de Fútbol del 2014, que en ese país tuvo lugar. Las manifestaciones populares fueron motivadas por las debilidades económicas, y, en particular, a raíz de los niveles elevados de corrupción, patrocinados desde la clase política, donde Lula y algunos allegados políticos suyos continúan involucrados.
Quienes desalojaron a la mandataria de la presidencia, momentáneamente, podrán sentirse victoriosos. Tal vez omitan que Rousseff habló con la superioridad moral (Rudá Ricci, 2016), de la que carecen los senadores que hicieron de jueces en el tribunal político. La mandataria intentó diferenciarse del expresidente Fernando Collor de Mello, que renunció al cargo en 1992 para librarse del “impeachment” en el Senado, pues le habían acumulado un voluminoso expediente, relacionado con hechos ilícitos en su gestión.
Lo relata la literatura política latinoamericana acerca del “establishment político y económico”. En Brasil hay un tren de ambiciosos y aprovechados, ligados al lavado de dinero y la cadena de sobornos, esta vez vinculados con “el megafraude” en la estatal petrolera Petrobras. Esa élite idolotra el poder para el clientelismo y la impunidad, de este modo ha logrado multiplicar enormes riquezas. Cerca de ella ronda el imputado Vicepresidente de la República, Michel Temer, a quien le corresponderá concluir el mandato de Rousseff hasta finales del 2018.
Temer y su socio, el oscuro congresista Cunha, ambos miembros del influyente Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que antes citamos, ese partido que, además de sus escándalos sobre corrupción que lo rodean, en su tiempo operó como aliado de la anterior dictadura militar, acostumbrado a tejer alianzas “inescrupulosas” con cualquier partido, que ostente el poder gubernamental, con tal de favorecer los intereses particulares de sus principales dirigentes; dicho sea, su negocio. Esta vez, urdieron el juicio político, el que al inicio se limitaba a un intríngulis; luego lo inflamaron hasta tomar forma de artificio malicioso y cobarde, tan generalizado en los medios políticos - ni que decir en las organizaciones públicas y privadas -.
Recordamos, entonces, las palabras del expresidente costarricense Luis Alberto Monge Álvarez, al retratar la especie de “canibalismo”, sembrado en los ambientes políticos, una conducta destructiva que llega a ser el denominador común en el Brasil, ahí con mayores estragos. Y lo cual se suma al surrealismo latinoamericano, por cuanto el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que lidera Michel Temer, hace poco presidente interino de Brasil, en adelante habrá de gobernar “sin nunca haber ganado las elecciones”. El nuevo mandatario alcanza el poder - su intensa y cumplida obsesión -, satisfecha en la resolución sesgada del Senado, al aprobar la sustitución de Dilma Rousseff.
Si cabe alguna suspicacia de lo subrayado, las evidencias del Brasil nos exime de pruebas adicionales. Pues más del 50% de los legisladores del parlamento poseen cuentas pendientes con la justicia, por causas relacionadas con corrupción. Por eso, tan dañinos en América Latina han sido los politicastros, los demagogos, como los militares y los guerrilleros. Ciertamente, son castas con sus propias especificidades, lo ideal sería sacarlos de escena y expulsarlos. Un reto frustrante, tanto en Brasil como en los otros Estados. Por el contrario, siguen poseyendo actualidad y vigencia; el puñado de sus “adoradores”, los hacen todavía más poderosos, pues ellos mismos obtienen además múltiples beneficios, se enriquecen de modo criminal, por lo que de seguido se consolida una estructura de poder, casi que de hierro, la que con frecuencia se apoya en la represión. Toda una materia prima para la psicología y la sociología política, para que nos ofrezcan conclusiones del por qué la búsqueda obsesiva del poder para el clientelismo y la impunidad se transforma, para no pocos, en el móvil de sus vidas.
Así fueron las corrientes del peronismo, el priismo mexicano, el castrismo cubano, los pinochetistas, el fujimorismo, el kirchnerismo, el lumpen sandinismo de los Ortega Murillo, el chavismo y su séquito regional, - éste el máximo exponente - en quienes la ideología únicamente resulta útil como pretexto, apenas como una fachada. En el fondo, tales castas, “en sí y para sí”, como diría Karl Marx, están hechas para defender sus propios intereses. O sea, conservar y perpetuarse en el poder, a costa del Estado de derecho, de las libertades fundamentales y de la estabilidad democrática. Y si hacen gala de tales principios y postulados, como en el caso de Brasil y la destitución de la gobernante, es solamente para maquillar sus insanos propósitos.
Por otra parte, es un hecho cierto que las élites conservadoras, se empeñaron en hacer realidad el objetivo de colocar en la presidencia de la nación al derechista Vicepresidente de la República, Michel Temer, sobre todo, para desgastar el liderazgo y reducir las probabilidades del expresidente Lula de retornar al gobierno en el 2018. Tales élites anhelan el poder “a cualquier precio”. Por su lado, la Dilma sostuvo que las acusaciones eran «pretextos» para imponer políticas que «atentarán contra los derechos sociales» que los brasileños conquistaron desde el 2000. Es la ofensiva de los políticos corruptos, resistentes al cambio; los nostálgicos de la autoridad, basada en lealtades, sobornos parlamentarios y coimas; los cínicos más enroscados en defender sus derechos y privilegios, que en pensar con generosidad en el futuro de la sociedad a la que representan (Ricci, idem). Un comportamiento que copian los privilegiados dirigentes de base del PT. Tan solo en las últimas semanas se desmarcaron de la mandataria destituida - valorada de modo negativo por la oposición y la prensa -, a fin de concentrarse en la preparación de las elecciones municipales de octubre próximo, en las cuales posiblemente los partidos derechistas y conservadores quedarán a la saga.
No es de extrañar que Temer, bajo su “Proyecto Crecimiento”, según él, “para rescatar a la economía brasileña”, anunciara en estos días la aplicación de estrictas e impopulares políticas de ajuste y de austeridad fiscal; así también un portafolio de privatizaciones de empresas estatales, los activos nacionales, abiertos a la inversión extranjera, teniendo presente “las enormes riquezas de gas y petróleo bajo el océano Atlántico, frente a Río de Janeiro”, descubiertas durante las administraciones de Lula. Decisiones que en la región no siempre fueron las más acertadas, por lo cual se prevé que puedan causar conmoción social en Brasil, “un país rico, donde la inmensa mayoría es pobre”.
El programa derechista de Temer es sumamente transitorio, le auguramos escasa vida, por cuanto las políticas de ajuste fiscal, en una sociedad de insuperables contrastes sociales, frecuentemente, han sido rechazadas por las organizaciones de la sociedad civil. Ellas, en este tiempo más estructuradas, exigentes y vigilantes frente al proceder de los rectores del gobierno y de los partidos políticos. Condena los actos corruptos de los partidos que gobernaron antes del PT, de este también. Igualmente, reacciona frente a los artilugios, en el caso específico del PMDB del actual presidente, el cual siempre “esperó al desenlace de los comicios, para inmediatamente ofrecerle su apoyo al gobernante de turno”. Lo practicó igualmente con Lula, al colocar a Temer como candidato a vicepresidente en la fórmula electoral de Rousseff. Una alianza rota a raíz del reciente juicio político, en la que Temer y Cunha salen, irónicamente gananciosos, de lo cual carga responsabilidad el Partido de los Trabajadores (PT), que se apartó de la ética (Shapiro; Salvidio, idem). Se enredó en pactos bajo serias sospechas de corrupción, hechos que censuró la opinión pública, en cuenta, los desaciertos e impericia para enfrentar la recesión y el estancamiento económico. Petrobas no fue lo único de las tramas. Entre otras, lo llegó a ser el nombramiento de Lula como ministro de la Presidencia en el Gobierno de Rousseff con la supuesta intención de blindarlo con fuero privilegiado, para esquivar a los tribunales de justicia (Shapiro,idem).
En este instante de apuros y acusaciones, el PT está dedicado a volver a respaldarse “en los actores que, desde su fundación, constituyeron su estructura principal de apoyo”. Una misión nada fácil, pues la coalición “promiscua” del partido con denominaciones desacreditadas, como la denominación derechista de Temer y Cunha, generó serias fisuras. “Porque el que mal anda, mal acaba. Y eso corre para cualquiera” (Salvidio, idem). De todos modos, el expresidente Luiz Inácio da Silva, llamado Lula, “es una figura o un mito nacional”, un notable maestro, conocedor de “los tiempos de la confrontación y la negociación”. Creció en “la universidad de la vida”; los de este género se revisten de acero, ni los ataques a la yugular los asusta.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)
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Miguel Herrera Ulate escribió:
ResponderEliminarExcelente mi querido amigo. Te envío muchos saludos.
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Miguel Herrera Ulate escribió:
ResponderEliminarExcelente mi querido amigo. Te envío muchos saludos.
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Miguel Herrera Ulate escribió:
ResponderEliminarExcelente mi querido amigo. Te envío muchos saludos.
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C.Echeverria escribió:
ResponderEliminarQ articulazo. Estuvo aquí en SS Kevin Casas (la semana pasada). En su opiniòn el problema de Brasil es que hay tantos partidos que para llegar a acuerdos, tienen que repartir bacalao y la tentaciòn triunfò. Yo veo problemas con un o uno lìder que preside sobre una cleptomanía: o el liderazgo es parte de la corrupción o demuestra ineptitud para ejerce el cargo. Ergo, si la ley permite...que se hace?
Desgraciadamente, los socialistas, casi todos de orgien pobretón, cuando toman el poder se engolosinan...qué será? Son simplemente humanos? Si es así...pobre raza humana...
Abrazo,
Edgar Garcia escribió:
ResponderEliminarQuerido Amigo: gracias por enviarme el artículo "El Estilo de hacer Política en Brasil es todavía Lula.-
Como te lo dije personalmente, este y los otros artículos que escribes, y nos envías son siempre muy valiosos y marcan nuestro conocimiento y a la vez que nos permites conocer y aprender nuevos enfoques, nuevas teorías y posiciones sobre temas de nuestro interés profesional.
Te felicito y te renuevo mi gratitud.
Un abrazo,
Edgar Garcia escribió:
ResponderEliminarQuerido Amigo: gracias por enviarme el artículo "El Estilo de hacer Política en Brasil es todavía Lula.-
Como te lo dije personalmente, este y los otros artículos que escribes, y nos envías son siempre muy valiosos y marcan nuestro conocimiento y a la vez que nos permites conocer y aprender nuevos enfoques, nuevas teorías y posiciones sobre temas de nuestro interés profesional.
Te felicito y te renuevo mi gratitud.
Un abrazo,
Lourdes Montero Gómez escribió:
ResponderEliminarGracias don Ronald por este magnífico retrato de una situación políca en un país al que le tengo gran cariño, y sobre todo he admirado a Dilma Rouseff es una lástima que líderes de la talla de Lula y Dilma, se enrederan en las tenebrosas redes de la corrupción. Dios proteja a los millones de personas que viven en la pobreza. Y nos conceda líderes con gran entereza
que no caigan en la tentación. Muchas gracias. Pero una cosa es cierta que el que actua mal en algún momento caeré y tendrá que pagar. En el caso de Temer y su camarilla.
Lourdes Montero Gómez escribió:
ResponderEliminarGracias don Ronald por este magnífico retrato de una situación políca en un país al que le tengo gran cariño, y sobre todo he admirado a Dilma Rouseff es una lástima que líderes de la talla de Lula y Dilma, se enrederan en las tenebrosas redes de la corrupción. Dios proteja a los millones de personas que viven en la pobreza. Y nos conceda líderes con gran entereza
que no caigan en la tentación. Muchas gracias. Pero una cosa es cierta que el que actua mal en algún momento caeré y tendrá que pagar. En el caso de Temer y su camarilla.
Lourdes Montero Gómez escribió:
ResponderEliminarGracias don Ronald por este magnífico retrato de una situación políca en un país al que le tengo gran cariño, y sobre todo he admirado a Dilma Rouseff es una lástima que líderes de la talla de Lula y Dilma, se enrederan en las tenebrosas redes de la corrupción. Dios proteja a los millones de personas que viven en la pobreza. Y nos conceda líderes con gran entereza
que no caigan en la tentación. Muchas gracias. Pero una cosa es cierta que el que actua mal en algún momento caeré y tendrá que pagar. En el caso de Temer y su camarilla.
Estimado don Ronald.
ResponderEliminarLo felicito por este artículo tan bueno.
Saludos cordiales.
Ileana Ordóñez
Estimado don Ronald.
ResponderEliminarLo felicito por este artículo tan bueno.
Saludos cordiales.
Ileana Ordóñez
Javier Castro González
ResponderEliminarEstimado Don Ronald, que gran enseñanza con este articulo.
Muchas gracias.
Saludos.