martes, 28 de abril de 2015

DESTACANDO LA REDUCCIÓN DEL RIESGO DE DESASTRES.

DESTACANDO LA REDUCCIÓN DEL RIESGO DE DESASTRES. El devastador terremoto que golpeó en días pasados a Nepal, un país asiático, cuyo territorio se ubica en la cordillera del Himalaya, donde se encuentran las mayores alturas del planeta, llega a ser un triste y lamentable evento que nos pone a reflexionar seriamente, en cuanto a la necesidad de continuar reforzando los sistemas nacionales de gestión de riesgo frente a los desastres. Al prevalecer, de manera crónica, en un territorio determinado la pobreza, el deterioro ambiental y la alta den­si­dad de po­bla­ción, resulta lógico que aumente la vulnerabilidad, principalmente la amenaza de una catástrofe. Así también el impacto y los efectos de los fenómenos naturales han de ser mayúsculos, pues, con frecuencia, todos ellos convergen antes, durante y después de un suceso de tal magnitud destructiva, el cual acarrea tanto pérdidas de vidas humanas como retroceso económico y social. Si fuera solamente por el terremoto o cualesquiera otro evento, advertidos estamos que la naturaleza posee todo el derecho de expresarse como quiera, lo seguirá haciendo mientras haya vida en la Tierra; representa el equivalente a las leyes físicas. O sea, siempre habrá tornados, huracanes, sismos y rayería, oleajes fuertes, etcétera. Eso sí, a los seres humanos les corresponde hacer uso de la razón, de modo que pueda percibir el riesgo que conlleva cohabitar con determinados peligros que la propia naturaleza exhibe. Construir un complejo habitacional demasiado cerca de la ribera del río Reventazón supondría exponer la vida de quienes lo ocuparían. Citemos, la alta vulnerabilidad de la ciudad de Puntarenas, asentada en la lengüeta de tierra, ésta situada a menos de un metro sobre el nivel del mar; o bien la desazón que nos provoca la proliferación de asentamientos humanos en las faldas de los cerros de Alajuelita y Aserrí, un corredor cargado de fallas tectónicas. Alrededor de la configuración y organización de la sociedad - en especial, el “ordenamiento territorial” - reside en parte una de las principales complicaciones. Tiene relación, sobre todo, con la psicología social predominante en un hábitat específico, reflejado en el comportamiento y acciones del ser humano, en lo que respecta hacer uso de los recursos del medio ambiente. Téngase presente que el 90% de la energía consumida por la gente de Nepal proviene de la madera, lo cual provoca grave deforestación y erosión del suelo (Guía del Mundo, 2010). Esta conducta social habla por sí sola. Todavía peor, los señalados factores de riesgo, se convirtieron en el caso particular de Nepal, en cómplices de la muerte de más de 4.000 personas, por eso se afectó “en di­ver­so grado a 4,6 mi­llo­nes de per­so­nas” - de acuerdo con las es­ti­ma­cio­nes de Na­cio­nes Uni­das -. Y casi fue completa la destrucción de viviendas y edificios, ya que desde antes se encontraban en precarias condiciones. De nada valió que los expertos hubieran alertado del riesgo de un desastre sísmico en Nepal, como en efecto lo difundieron años atrás. Habían previsto un escenario de riesgo, ignorado por el propio gobierno y la gente: un signo intrínseco de la pobreza. La destrucción es impresionante según lo revelan las agencias noticiosas, por lo que la rehabilitación y la reconstrucción será bastante compleja; sin la asistencia humanitaria de carácter internacional es improbable el objetivo de la recuperación nacional. Todo indica que allí había ausencia de mecanismos de prevención y preparación precisos, a fin de que se hubiera podido anticipar los riesgos y atacarlos oportunamente, según lo dictan las normas y metodología internacionales. Es de sobra conocido que la prevención frente a los riesgos de los desastres es una inversión a futuro, puesto que ellos son amenazas inherentes a las naciones. Como punto de partida, hay que privilegiar las tareas de mitigación y reducción del impacto de fenómenos de tal envergadura. De haberse tomado las previsiones, hasta el legado cultural arquitectónico, patrimonio universal, que abriga Nepal, testigo de culturas milenarias - entre ellos el hinduismo, budismo, tibetanos - se hubiera librado tal vez de los severos daños que hoy acusa. Lo de Nepal nos descorazona, lo hizo también el mega - sismo del 2010 en Haití, las fuentes de riesgo se asemejan. Razón por la cual los países deben imponerse el objetivo de perfeccionar sus propios sistemas de gestión de riesgos, jamás puede quedar al azar, en el ámbito de las funciones del Estado nacional, esta asignatura sustantiva. Y por encima de cualquier consideración materialista ha de prevalecer el compromiso ético de proteger y salvar vidas humanas. Dicho sea verdad, esta responsabilidad se cumple a través de la legitimación de eficaces estrategias de prevención y planes de respuesta a catástrofes. La Comisión Nacional de Emergencias de Costa Rica da cátedra en dichos desempeños y acciones humanitarias, de ahí su maestría en el abordaje de la emergencia del volcán Turrialba, a este matón se le ha impedido cometer estragos. Ronald Obaldía González (Opinión personal)

lunes, 13 de abril de 2015

EL REGRESO A LOS VALORES HISTÓRICOS.

EL REGRESO A LOS VALORES HISTÓRICOS. Costa Rica debe de retornar a sus relaciones originarias para recapacitar en su futuro. Siendo así, encontramos un arsenal de experiencias y logros históricos, al igual que el cúmulo de expresiones de nuestra sociedad que contribuyeron a modelar nuestro Estado de derecho y los preceptos de justicia social, que todavía adquieren vigencia, sin negar las complicaciones que acusa el Siglo XXl. Tanto discurso y literatura tecnocrática existente alrededor de la reforma del Estado, que dicho sea verdad termina atrincherada en la retórica, así como en ejercicios académicos y burocráticos. Los resultados prácticos de tales exposiciones académicas han sido exiguos hasta ahora, tampoco quiere decir que se deba menospreciar como fuente de conocimiento. Sin embargo, rara vez tienen efectos prácticos y, sin proponérselo, generan inercia. Dichas doctrinas económico - administrativas, provenientes del extranjero, a veces complican la creatividad y la tenacidad, como lo hace también el lenguaje populista y rimbombante, extraído de “los diccionarios viejos” del marxismo, hoy extendido, lamentablemente, en nuestro medio. Cada una de tales corrientes, respectivamente, tiende a poner énfasis en preceptos estrictamente económicos y de ingeniería organizacional, o bien enfrascarse en procesos sociales en la perspectiva de hacer más elásticas las estructuras de poder nacional. Hay probada evidencia que ambas corrientes o tendencias han generado corrupción y desigualdad social, incluso hasta ingobernabilidad e ineficiencia gubernamental y económica. Costa Rica ha sido vìctima de esta complejidad, casi que global, aunque se ubique bastante lejos del Chile de Augusto Pinochet o del colapso que castiga a Grecia en el entorno contemporáneo de la Unión Europea. Nos equivocamos en ignorar nuestras experiencias históricas y políticas, que sirvieron de precedentes a la identidad nacional. Dicho de otra manera, entramos en discusiones a veces estériles, pasando por alto las virtudes de nuestro pueblo, capaz de haber construido una sólida institucionalidad social, que le permitió a este país blindarse de las guerras centroamericanas, de la expansión del imperialismo soviético, así como de la disparatada y total aplicación de los postulados del “capitalismo desregulado”, más proclive a producir desmedidamente riqueza, a costa del medio ambiente, que a distribuirla entre todos los miembros de la sociedad. Los colonos costarricenses que dominaron montaña en la primera mitad del Siglo XlX para reconstruir comunidades prósperas y socialmente horizontales en el oeste y el sur del Valle Central de este país, carecieron de textos económicos y administrativos, menos contaron con la intervención del Estado en sus cometidos de conquista, pues en aquel entonces éste apenas comenzaba a tomar forma, cuando el humanismo cristianismo y el liberalismo criollo contribuyeron en sus cimientos ideológicos. Aquellos colonos ticos, sin perder su individualidad, hicieron que su honesta existencia "se dilatara más allá de sí mismos", al concentrarse en el servicio a los demás; las bases éticas y morales de la sociedad política y civil en gestación los educó, a pesar de sus limitaciones culturales, al tiempo que la libertad y la convivencia cívica y democrática, con todo y sus frecuentes tropiezos, estaba destinada a quedar arraigada en el tejido social y en la identidad nacional. Uno de los múltiples textos académicos del Presidente Luis Guillermo Solís Rivera ilustra la actitud cívica, emprendedora, así también el alto nivel de madurez cívico de los exploradores de la región de Pérez Zeledón, al extremo que consiguieron vencer la adversidad impuesta por la naturaleza para luego forjar una comunidad pacífica, democrática, solidaria, productiva y abierta al mercado nacional e internacional, en tanto que apostaron por la economía del café. Pensando en la prosperidad de la patria, en esa gente arriesgada y emprendedora, cuyo único recurso del que disponían eran sus valores y la voluntad de crecer e innovar, pasó bastante lejos “la de­sidia, la co­di­cia y la falta de ac­ción y so­li­da­ri­dad” por al­can­zar los me­jo­res cometidos. Dichosamente, todavía existen cientos de grupos de costarricenses organizados y convencidos, en que es inútil desplazar a su antojo los contextos y la historia nacional, a cambio de dar cabida a la retórica vacía, que acarrea la solemnidad del poder y el interés particular, un desatino que por sí mismo alienta el egoísmo, la demagogia, la insensibilidad social y los desequilibrios sociales. Por eso, de Estado de derecho, justo y solidario, como lo concibieron los fundadores de la República, tenemos a la vuelta de la esquina el inminente riesgo de aproximarnos a la condición de “Estado social burocrático” (Rodolfo Cerdas Cruz, 2009), caracterizado por el poder e influencia de los intereses corporativos (públicos y privados), a la vez los gremiales y sindicales o de los grupos de presión de diversa naturaleza, en cuenta la clase social burocrática. Todos ellos centrados en conservar poder, privilegios y gollerías, junto con la nociva actitud de resistirse al cambio en las organizaciones públicas y la sociedad económica, puesto que en ello descansa la subsistencia de tales fracciones de clase. Lo apuntaba recientemente un famoso periodista costarricense acerca de la imperiosa necesidad de “derribar las mu­ra­llas po­lí­ti­cas, so­cia­les, eco­nó­mi­cas, burocráticas y le­ga­les” que el Estado social burocrático en curso - ajeno a nuestra historia y ética - ha ido consolidando, “lo cual ha llegado a fre­nar el bie­nes­tar de la so­cie­dad como un todo”. El panorama tampoco es negativo. Las soluciones las tenemos de nuestro lado, hay que cultivarlas y mantenerlas sanas. El abogado costarricense Fernando Zamora Castellanos en términos sencillos propone que la población resguarde y practique coherentemente los valores que permitieron forjar nuestra nacionalidad, porque las culturas que han decaído son las que renegaron de sus valores. Así de sencillo. Ronald Obaldía González (Opinión personal)