jueves, 31 de enero de 2019

EN LA FAMILIA SE HACE (O SE DESHACE) LA PERSONALIDAD HUMANA

EN LA FAMILIA SE HACE (O SE DESHACE) LA PERSONALIDAD HUMANA "La calle resultó mi tabla de salvación, en mi hogar conviví con unos padres bastante cercanos al agresor Herodes". Lo antes dicho, hubo de ser la confesión de aquel hombre maduro y socialmente realizado. Sin embargo, sus manifestaciones estuvieron lejos de extrañarme. De inmediato pudimos inferir el ambiente de violencia intrafamiliar, el cual debió afrontar en sus primeros años de vida. Dejamos expresar libremente los sentimientos y las enseñanzas de aquel benevolente y valeroso caballero. Sin guardar silencio, luego se tomó la libertad de continuar relatando la estructura de respaldos, o mejor dicho, lo que recibió y reconstruyó, equivalente a grupos primarios suyos, lo que en la calle encontró, dichosamente, para sobrevivir; lo recién menospreciado por conspiradores y malvados, quienes montaron la huelga de 89 días, inducida a perjudicar el sistema educativo y simultáneamente la economía costarricense. La apertura del emisor de esas palabras crudas, significó para nosotros una "relación interhumana", fuimos testigos de la catarsis del otro, deseoso del diálogo, y ser comprendido. Nos relató parte de su historia, eso de haberse criado en la calle - no es el primer ser humano - , pues allí buscó y encontró la estructura de cultura humanista, solidaria, cooperativa y apoyos sociales, resultante de la educación formal y las redes informales. Lo que pasa por el desarrollo de contactos, conexiones sociales y emocionales positivas, edificantes, entre niños, jóvenes y adultos; además de la acción comunitaria que, inobjetablemente, a él le sirvieron de apoyo (King, K.A. & Vidourek R.A. 2012), y fortaleza, habida cuenta que así se impuso a la grave y permanente rotura de relaciones significativas, entre ellas su familia y allegados cercanos, quienes le negaron el imprescindible afecto y la buena comunicación (Víctor Ml. Mora Mesén), tanto de lo que depende, sin excepción, todo ser humano, a fin de asegurarse autoconfianza, el uso del buen juicio, la convicción en valores constructivos, amor propio y tenacidad, en la misión de enfrentar en su crecimiento las vicisitudes y los inconvenientes de la vida real. Dos científicos de la conducta humana, Kin y Vidourek, señalan la importancia clave de crear fuertes, y fructíferas conexiones entre el adolescente, la familia, la escuela y la comunidad en que se reside, dentro de lo cual sea altamente valorado el arte, el deporte, el compromiso cívico, el bien común dentro de la comunidad, a través de la participación ciudadana, entre otras dinámicas sociales. En sus investigaciones reconocen claramente que la verdadera conectividad familiar ayuda a prevenir la depresión y el suicidio adolescente, incluso si el joven se encuentra aislado de sus compañeros, o rodeado de convivencias sociales precarias, erosionadas. Estos últimos entornos que constituyen la fuente principal de desviaciones y anomalías conductuales, tan individualizadas como colectivas, erigidas en opciones, puestas en la mesa a los colectivos vulnerables: los adolescentes y los jóvenes. Si falla gravemente la saludable y beneficiosa conectividad dentro del grupo primario, los dependientes de los progenitores habrán de ser víctimas, con suma frecuencia, de eventos traumáticos, internalizados. Pero, casi siempre (los eventos) desconocidos, imperceptibles, actúan en lo recóndito, por cuanto poseen la capacidad de enquistarse dañinamente en el inconsciente de cada uno de ellos, programando o mejor dicho condicionando - de modo involuntario - el comportamiento del individuo, seguro para el resto de sus vidas (Doctor Luis Sandí Esquivel). A la vez en su edad adulta es de suponer que aquellos incidentes traumáticos, castrantes, tendrán severas consecuencias en su desempeño académico, en los vínculos interpersonales, todavía más en el mundo del trabajo, en donde podrían manifestar conductas disociadoras. Citemos los posteriores deterioros en la salud, la adopción de conductas agresivas, delictivas, adictivas, la ausencia de gozo, las deficiencias en el aprendizaje y las dificultades de los individuos afectados en cuanto a alcanzar plena realización y óptimas interacciones con quienes los rodean. Todo ello, el producto de lesiones que actúan como un lastre irreversible en el curso del desarrollo de la personalidad. Llama la atención la continua y simplista retórica alrededor de la familia. Pero a veces dejamos al lado que estos núcleos primarios de la sociedad suelen ser en su interior centros de violencia, inseguridad, en perjuicio de sus miembros, habida cuenta de (multi) factores determinantes, entre ellos, la ignorancia, la violencia heredada, la frustración de la pobreza, así también, su antónimo: la compulsión hacia las posesiones materiales y el consumo desmedido, es decir, el culto a la "personalidad mercantilista". El antivalor, que de manera equivocada, coloca en el lugar marginal el afecto y las sanas interacciones, aunados al abandono o ausentismo de los progenitores, los entornos o ambientes intolerantes y rígidos, en correspondencia con el exceso del autoritarismo de los encargados de las familias. Antes dijimos que tales patologías tienden a repercutir gravemente en los más vulnerables de esos grupos, ya sean los niños y los jóvenes, movidos en su edad adulta a repetir patrones violentos, enfermizos, a causa de sus primeras y indeseables conexiones, las cuales habrán de definir una personalidad deteriorada, sustentada en bases inseguras, derivadas de conexiones primarias traumatizantes y deformantes. Nos comentaba hace unos días un reconocido científico de la conducta humana que los mejores líderes, emprendedores y sujetos talentosos, en la mayoría de los casos, provienen de familias tolerantes, permisivas en estimular la creatividad, la sana comunicación, la instauración de límites justos, racionales y proporcionados. En cambio el trato autoritario, agresivo, humillante, desamorizado, castrante y discapacitante, de no pocos responsables de los grupos familiares corrían en sentido inverso: tienden a disminuir el potencial y las capacidades intelectuales de los críos, a sembrar el temor a la libertad y la novedad, a originar personalidades débiles a la hora de enfrentar el riesgo y la amenaza a la creatividad. Lo antes expuesto, podría condicionar nocivamente el comportamiento futuro de los perjudicados, les marcará su vida, los pondrá en desventaja; puede interpretarse como el (des) hacerse, dominado comúnmente por una estructura mental, defensiva, negativa y derrotista, elusiva al progreso personal y colectivo, societal, en correlación con una incorrecta salud mental, la aparición de síntomas tempranos de enfermedades, el correr de las inseguridades y los padecimientos de la baja autoestima personales, resumidos en una especie de programa complejo, irreversible, nacido de las profundidades del alma y la mente (Sandí Esquivel, ídem). Difíciles, después, ser superados por las víctimas, a menos que sean intervenidos a tiempo, mediante terapias médicas y psicológicas, las ciencias que contribuyen a subsanar los padecimientos y los daños morales, psicológicos, sufridos por ellas en los primeros años de la vida. Las asignaturas de la niñez y la juventud rara vez son objeto del trabajo intenso y tenaz de los Estados Nacionales, lo mismo que de las organizaciones internacionales, estas solamente dedicadas a la producción de documentos retóricos, carentes de fuerza política e institucional. El debate, el examen y las soluciones debidamente prácticas resultan insuficientes. Las padecimientos de estos grupos etarios ocupan una posición periférica en las políticas públicas, sino es que pasan desapercibidos, a diferencia de otras sensibilidades de las agendas seculares ya sean las nacionales y la global, las cuales generan réditos por estar y ser vistos. Hay instituciones de Costa Rica, que requieren el máximo respaldo, quienes generosamente se han comprometido con la salud y el bienestar de los niños, adolescentes y jóvenes, entre ellas, el Centro Infantil y Juvenil del Hospital Nacional Psiquiátrico, el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), algunos programas del Patronato Nacional de la Infancia, así como la Unidad de Adolescentes del Hospital Nacional de Niños. Por eso, también constituye un magnífico respiro la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, guiada por el Papa Francisco, evento que seguimos con cuidadosa atención, en especial los discursos del Papa, en donde se denota estar la disposición "a reaccionar ante la intensidad y perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando", cambios que no necesariamente arrojan un clima de seguridad y esperanza, alta calidad de vida y realizaciones éticas a los dueños del futuro de las sociedades. Ronald Obaldía González