martes, 11 de mayo de 2021

BIRMANIA O MYANMAR, DA IGUAL. EL ALARGAMIENTO DEL AUTORITARISMO: LA CONSTANTE. Autor: Ronald Obaldía González

BIRMANIA O MYANMAR, DA IGUAL. EL ALARGAMIENTO DEL AUTORITARISMO: LA CONSTANTE. Autor: Ronald Obaldía González El nombre oficial de Birmania es la Unión de Myanmar, cualquiera de las dos denominaciones es correcta. Rangún representa su capital. Es un Estado nacional, independiente desde 1948. Se ubica en el sur de Asia, entre la meseta del Tibet y la península Malaya. Su territorio se encuentra al oriente de la India, a ambas naciones las separa el golfo de Bengala. Tiene en su haber 678.000 kilómetros cuadrados, donde habitan aproximadamente 55 millones de personas; la mayor parte de ellas practica la religión budista (90%). Birmania como tal (o Burma en inglés) constituye una denominación nacionalista “que solo alude a la etnia mayoritaria” (69% de los habitantes). El Estado Nacional está conformado por una innumerable cantidad de etnias; en Myanmar hay 135 etnias oficial e internacionalmente reconocidas, más las que no lo están (Por T.F). El Estado tiende a ser una especie de “puzzle multicultural”, sostenido en una enorme diversidad lingüística. Myanmar posee vastos recursos forestales, minerales (petróleo) y piedras preciosas. Su mayor riqueza es la silvicultura y la producción del arroz, actividad que ha estado supeditada a las fluctuaciones de los precios, fijados en los mercados internacionales. La actividad industrial se distingue por su bajo nivel de evolución. La China Popular llega a ser el principal socio comercial e inversionista; ha incursionado en los sectores del gas, aceite y nafta. El tsunami devastador de diciembre del 2004, que arrasó a Asia del Sur, también daño la economía de Myanmar. La economía y la producción se vio impactada por el paso del huracán Nargis, el cual azotó al pais en el 2008, dejando un saldo de casi 150.000 muertos, a la vez el fenómeno atmosférico destrozó decenas de miles de viviendas. En el ámbito de la emergencia, la Junta Militar gobernante en ese entonces rechazó la ayuda humanitaria internacional, además de haber atendido de manera negligente e irresponsable los efectos de la catástrofe, eso fue objeto de las censuras, por parte de la comunidad internacional. DE IMPERIO MEDIEVAL A COLONIA. En los Siglos Xl y Xll, Birmania llegó a ser un imperio monárquico, luego dominado por los ejércitos de Kublai Khan (1.283 - 1301), quien fuera el quinto y último Kan del Imperio Mongol (nieto del gran Gengis Kan), al cabo de que se convertió en el primer emperador chino de la dinastía Yuan (ITeM. Guía del Mundo). Siendo un territorio genuinamente de base étnica, la nación birmana logró unificarse en el Siglo XVl, esa cohesión le alcanzó para extender sus dominios a Tailandia y Laos; una conquista nacional que el Imperio Británico obstaculizó mediante su política expansionista e imperialista de ultramar. Eso hizo que en la modernidad (Siglo XlX), en medio de intensas convulsiones, el pueblo birmano pasara a constituirse en una de las colonias de la Gran Bretaña, vinculada en condición de provincia a la India Británica, habida cuenta del dominio inglés sobre la India. Consolidada la colonización, como pueblo sometido comenzó a resentir fuertemente tanto el predominio británico como la arbitraria decisión de haber sido subordinado a la jurisdicción del Virreinato de la India colonial, lo cual provocó la resistencia nacionalista anti-india (José María López Alonso) y anti-inglesa, un nacionalismo que en términos ideológicos se nutrió de la religión Budista, en ella fundamentó sus pretensiones a favor de la restauración de la antigua monarquía. Del mismo marxismo leninismo se alimentaron otros sectores, conformándose el grupo socialista “de los 30 camaradas”, quienes se aliaron a los japoneses en plena Segunda Guerra Mundial (ITeM. Guía del Mundo), con tal de vencer y expulsar a los colonialistas ingleses. Separándola del Virreinato indio, la potencia europea le había concedido en 1937 una autonomía parcial. Sin embargo, en 1942 los japoneses se apoderaron del territorio birmano en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Tras la finalización de las hostilidades y el triunfo de los aliados occidentales se conformó en 1948 la Unión Federal Independiente de Birmania, la cual congregó múltiples grupos étnicos con sus respectivos territorios autónomos (idem). El territorio de la minoría étnica Karens, situado en el occidente del país, había llegado a constituirse en el de mayor influencia y poder, y al lado de otros grupos minoritarios, entre ellos los Kachins y Chins, más el respaldo británico, se organizaron en guerrillas antijaponesas, a las cuales los 30 camaradas, bajo proclamas antifascistas, se sumaron después tras haber entrado en fricciones frente a los invasores japoneses, quienes al final salieron derrotados en 1945. INDEPENDENCIA NACIONAL, PROLONGACIÓN DEL PODER MILITAR E INSURGENCIA . El líder del grupo de “los camaradas”, Aung San fue electo Presidente en 1946. Un año más tarde un comando militar lo asesinó, al igual que a la mayoría de sus colaboradores en el gobierno. Uno de los líderes golpista U Nu asumió el poder, y en 1948 proclamó la independencia de Birmania (Idem, López Alonso). Aún así, el nuevo gobierno que se sostuvo hasta 1962, debió afrontar la rebelión de las minorías étnicas; incluso las fuerzas militares extranjeras provenientes del partido nacionalista Kuomintang de China lo asediaron, así como las organizaciones armadas, adheridas al Partido Comunista local (Idem, López; Guía del Mundo). Tales agentes adversarios llegaron a controlar el poder bajo la conducción del general Bo Ne Win, quien instaló un consejo militar revolucionario de tendencia socialista y nacionalista. Enseguida no más procedió a nacionalizar la Banca, la industria arrocera, el comercio y las principales empresas, al cabo que iba facilitando la entrada de capitales extranjeros, a causa del agravamiento económico, causado por la volatilidad de los precios internacionales del arroz. La inserción de capitales extranjeros llegó a ser un aliciente a favor de la élite militar para ir configurando un estilo de “capitalismo militarizado”, cleptocratico. El control del poder político y el económico comenzaron a controlarlo los militares, una constante reproducida hasta esta época (idem). El ejército de Myanmar, llamado el Tatmadaw, comenzó a involucrarse activamente en los negocios luego del golpe fraguado por Ne Win en 1962, quien dio cabida a la fase socialista dentro de la nación multiétnica. En 1972 una nueva Constitución Política “confirmó al oficialista Partido del Programa Socialista” como la única formación política legal, sin faltar tampoco la continua represión frente a las minorías étnicas, quienes exigieron, además de la apertura política, el reconocimiento como tales, razón por la cual lograron que en vez de Birmania, el país fuese rebautizado apenas hasta 1989 como Unión de Myanmar, en un intento de dar a entender, bajo consideraciones estrictamente políticas, la integración en este de varios grupos étnicos, algunos de los cuales ya habían decidido levantarse en armas, a través de la formación de guerrillas, más adelante apoyadas por varios sectores sociales y por la izquierda radical, auspiciada por el régimen maoista de China Comunista (idem). Tras su reelección en 1978 como Presidente por la Asamblea del Pueblo, Ne Win logró persuadir a China de retirar el respaldo a los grupos guerrilleros. En aras de la unidad política de Myanmar, abrió parcialmente el régimen militar, aprobando amnistías a favor de los opositores encarcelados. Eso sí se acentuó la cuestión de las persecusiones frente a las minorías étinicas, quienes exigían el reconocimiento nacional, por lo que el mandatario reelecto, quien iba cediendo el poder dentro del propio Partido Socialista, al cabo debió renunciar en 1981, pasando el mando a San Yun, otro militar, quien fue incapaz de neutralizar la nueva avanzada de la guerrilla radical, así como el apoyo exterior a ella (idem). Ya sin el líder militar Ne Win en el poder se aceleraron la inestabilidad política, las peticiones de democratización y los desajustes económicos y sociales, causantes de los continuos levantamientos populares, a través de los cuales la oposición llegó a conquistar modestos grados de liberalización en lapsos cortos, interrumpidos otra vez por golpes de Estado fraguados por los militares, entre ellos el de 1.988 cuando fue conformado el Consejo de Restauración de la Ley y el Orden (CRLO). Consejo que enseguida no más decretó el estado de emergencia o la ley marcial: el detonante de mayor represión social (idem). Se suspendió la Constitución Política; se suprimió el artículo constitucional, el cual proclamaba al país como un Estado de Partido único, por lo que se modificó la denominación del Partido del Programa Socialista por la de Partido de Unidad Nacional. Poco tiempo después, en 1989, se rebautizó a Birmania – antes citamos que solo alude a la etnia mayoritaria – , designándose en adelante Unión de Myanmar, en un intento de mostrar “la integración en la nación de los distintos grupos étnicos” (idem). El Consejo como tal se comprometió a realizar “elecciones libres” (Idem, López; Guía del Mundo). En respuesta a la represión política, las fuerzas opositoras se organizaron alrededor de la Liga Nacional para la Democracia (LND), encabezada por la todavía líder de la resistencia Aung San Suu Kyi, hija del antiguo líder político anticolonialista Aung San, de quien hicimos referencia líneas arriba. En mayo de 1990 se llevaron a cabo las primeras “elecciones democráticas, siempre bajo las condiciones de la ley marcial, dentro de la cual se impedía formular críticas a la golpista Junta o Consejo Militar, presidida por el (duro) general Saw Maung. La oposición agrupada en el partido LND de la líder Aung San Suu Kyi ganó los comicios de manera convincente al Partido de Unidad Nacional, organizado por las Fuerzas Armadas. Sin embargo, se impuso la vieja práctica Tercermundista de “la restauración de las dictaduras”, quienes se niegan a agotarse o perder vigencia, la que otra vez se ha puesto de relieve en la arremetida del ejército en las convulsiones de Birmania de este año, al repitirse “el síntoma de la secuenciación de los militares”: demoler los mínimos progresos de democracia liberal. Es decir, los uniformados han solido aferrarse al poder, con tal de defender “los negocios turbios y mafiosos” suyos, razón por la cual hubieron de desconocer la victoria de la líder opositora en 1990, al igual que en las elecciones de noviembre del 2020 cuando de nuevo se niegan a ceder el poder al partido civil (LND), el que superó con el 80% de los votos al Partido de la Solidaridad y Desarrollo de la Unión (USDP) – aliado de la oficialidad militar - en los comicios, celebrados en noviembre del año pasado. En aquel entonces (1.990), el Consejo Militar ilegalizó la formación política del LND; se ordenó el arresto domiciliario de Aung San Suu, se intensificó la violación flagrante de los derechos humanos. A pesar de las presiones internacionales, los embargos de Washington y de las naciones europeas, que condenaron tales arbitrariedades, dicho sea verdad los uniformados las pasaron por alto, recrudecieron la represión, argumentándose el peligro de las erupciones violentas por parte del movimiento étnico y guerrillero. Mientras tanto, a la (encarcelada) dirigente demócrata Aung San se le concedió el Premio Nobel de la Paz. (idem (Idem, López; Guía del Mundo; BBC News). Durante años, fue un requisito que los batallones militares fueran autosuficientes y se les animó a desarrollar participaciones en empresas locales para financiar sus operaciones. Si bien esta práctica se fue eliminando gradualmente; en la década de 1990, cuando el gobierno comenzó a privatizar las industrias estatales, se establecieron dos conglomerados, dirigidos por militares(Joshua Cheetham.BBC News). Ambas organizaciones, la Corporación Económica de Myanmar (CEM) y el Conglomerado Económico de Myanmar Ltd. (CEML), se han convertido desde entonces en una fuente clave y voluminosa riqueza para el ejército, denominado también Tatmadaw (idem, Cheetham), al tiempo que el presupuesto nacional es una de las excesivas fuentes de financiamiento. En 1992 el general Than Shwe sustituyó al duro de Maung en la jefatura de la Junta Militar, e intentó suavizar parcialmente las medidas represivas, levantando la ley marcial. Se liberaron algunos presos políticos, tampoco fue que se frenaron las detenciones de los disidentes. Se autorizó la apertura de las universidades y de los centros educativos (idem López). A la siempre arrestada líder y Premio Nobel se le otorgó un mínimo de beneficios. La autocracia militar fracasaba en su intento de borrar el prestigio de ella, quien desde su vigilada residencia lograría que el movimiento de oposición se revitalizara, sobre la base del respaldo de los monjes budistas, los estudiantes y los líderes de varias minorías étnicas. Todos ellos, se convirtieron luego en los principales activistas de la mayoría de los continuos movimientos de resistencia contra el régimen vigente, los que posteriormente dieron lugar a la “Revolución Azafrán” de setiembre del 2007, brutalmente aplastada por los soldados, quienes llevaron a cabo una masacre y continuos encarcelamientos (idem, Guía del Mundo). La supuesta normalización política perseguida por el general Shwe se tornó escabrosa, por cuanto la persecusión y las detenciones contra la dirigencia del LND proseguían; mientras que las negociaciones a favor de la redacción de la nueva Constitución Política avanzarían a ritmo lento (idem). La Junta Militar se afianzó en el poder, golpeando severamente los diferentes y contestatarios grupos armados. Y al mismo tiempo que entró en vigencia en 1994 la Constitución Política, a través de ella “se determinó que los candidatos a la presidencia debían haber vivido en el país los últimos 20 años; no podían estar casados con extranjeros; ni tener hijos con ciudadanía extranjera”. Eso implicó que a la galardonada con el Premio Nobel, casada con un ciudadano británico, que residió en el extranjero, se le privara de su derecho a que eventualmente pudiera gobernar a plenitud (ITeM. Guía del Mundo). En julio de 1995 Aung San Suu Kyi fue liberada bajo estrictas condiciones, en adelante llegará a ser objeto de detenciones adicionales. La líder fracasó en sus llamados de diálogo con la dirigencia de la Junta Militar, la cual respondió con el endurecimiento de la represión, en cuenta el arresto de disidentes, aunado a las sucesivas derrotas propinadas por los militares contra las guerrillas rebeldes, apoyadas por varios sectores contestatarios (idem). A fines de 1995 la Junta Militar se autodisolvió, en parte había cedido a las presiones internacionales de las naciones occidentales, que la acusaban de colocar en ebullición a la nación budista. En su lugar se nombró a un Consejo de Estado de Paz y Desarrollo (SPDC), un cambio meramente “cosmético” (idem), pues el régimen militar continuó ejerciendo la administración del Estado (idem). ASOMOS DE APERTURA. Luego de haber quedado otra vez en libertad “regulada”, lo mismo que hicieron con un numeroso grupo de disidentes o prisioneros de conciencia (idem), a Suu Kyi se le restauraron los derechos de participación política, lo cual presagió el inicio de una tímida apertura democrática liberal, patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al nombrarse en agosto del 2003 a Khin Nyunt en el cargo de Primer Ministro, quien enseguida convocó a una reforma constitucional (idem). Al año siguiente (2004) el gobierno de Nyunt y la Unión Nacional de Karen, organización guerrillera representante de la influyente minoría étnica Karen, alcanzaron un acuerdo concluyente de las hostilidades, en tanto la Premio Nobel pasaba “en custodia protectora”. Suu Kyi (75 años) había pasado detenida la mayor parte de las dos décadas, entre 1989 y 2010, a causa de sus esfuerzos por instituir la democracia a un país gobernado por los uniformados, “lo que la convirtió en un símbolo internacional de resistencia pacífica frente a la opresión” (idem (Idem, López; Guía del Mundo; BBC News). Cabe señalar que pese al sinfín de llamados vehementes y embargos por parte de Washington y de la propia Unión Europea, el régimen autoritario tampoco ha experimentado el aislamiento, esto por cuanto los países del Sudeste asiático evitan secundar tales presiones y sanciones externas; al extremo que China y la India contribuyeron a que Myanmar fuera admitido como miembro de la influyente Asociación de Naciones del Sudeste Asiático - ASEAN - (ITeM. Guía del Mundo). Incluso, la alta dirigencia de las Fuerzas Armadas, que desconoció el resultado de las elecciones de noviembre pasado, acudieron a la ASEAN a ofrecer explicaciones, sin consecuencias sancionatorias, acerca de su ilegítimo ascenso al poder. Incluso, en todo este tiempo la Rusia de Vladimir Putin ha proporcionado entrenamiento a miles de soldados y vendido armas a la institución armada (BBC News. Mundo). Lo cual “calza con la política extranjera de China y Rusia de protección de regímenes antidemocráticos y autócratas”, sea esta vez Birmania, con tal de enfrentar a nivel global la ideología democrática liberal de naturaleza Occidental. Por eso ambas potencias vetaron recientemente cualesquier medidas multilaterales contra los militares golpistas, planteadas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. TRANSIGENCIA POLÍTICA, PERO CON SANGRE EN LAS MANOS. En cuanto a la fragil liberalización, las restricciones por parte del gobierno autoritario comenzaron a aflojar a partir de 2010, lo que condujo a elecciones libres el 8 noviembre del 2015, y luego a la instalación de un gobierno encabezado, en su condición de “Consejera” por la veterana adversaria del ejército. Nuevamente, Aung San Suu Kyi, conocida en su país como 'La Dama', lideró la Liga Nacional de la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés), logrando la victoria de modo convincente en las primeras elecciones libres en Myanmar en 25 años. Igualmente, en las elecciones del pasado noviembre, la NLD ganó con más del 80% de los voto; la popularidad de ella se mantuvo intacta. Escasa mella le originaron las múltiples acusaciones de guardar reservas frente al genocidio contra la población musulmana Rohingya. Políticos y diplomáticos internacionales la tildaron de haber faltado a la verdad en torno a la manifiesta y grave responsabilidad del ejército y de un buen sector de la población de origen Budista, alrededor de la limpieza étnica contra los musulmanes, conducta que a escala internacional fue considerada incompatible con los valores inherentes al Premio Nobel de la Paz. Más bien Suu Kyi ante la sede de la Corte Internacional de Justicia en La Haya defendió al ejército ante sus acciones criminales contra dicha etnia minoritaria. Birmania se niega a otorgarles la ciudadanía a los Rohingya, a quienes considera inmigrantes ilegales, provenientes de Bangladesh; emigraron a Myanmar durante la ocupación británica, “según la historia oficial”. Tal negativa, excluyente y persecutora, la comparte la mayoría de los habitantes budistas (L. Proto). Esa población de musulmanes tampoco tienen reconocimiento oficial como grupo étnico, menos aun posee el derecho a poseer tierras, ni propiedades. Suu Kyi y su partido, la Liga Nacional de la Democracia (LND), gobernaron Myanmar en los últimos cinco años” (BBC NEWS. MUNDO). Ella estuvo desempeñándose como Consejera de la administración estatal, a causa de las restricciones constitucionales, antes apuntadas. Lo cierto es que el ejército ha mantenido un relativamente estricto control en ese Estado -también conocido como Birmania-, gracias a que la Constitución Política de 2008, redactada durante el gobierno de la junta militar, le aseguró una cuarta parte de los escaños en el Parlamento, así como el control de los Ministerios relevantes ya sean los de Asuntos Internos, Defensa y Asuntos Fronterizos, así como el beneficio del enorme peso ejercido en las relaciones comerciales externas. Ciertamente, hubo ligeros “paréntesis” de liberalización, interrumpidos drásticamente por las Fuerzas Armadas, siempre indispuestas a acoger cambios sustanciales dentro de las instituciones políticas. El poder ha estado en manos de esa institución prácticamente desde la independencia nacional en 1948. Más de siete décadas de régimen militar, autoritario, ha sido la constante en la Birmania o Myanmar convulsiva; mal puede decirse que tendrá la capacidad de ascender esta vez como “dictadura recuperada” , desvergonzada, cruel y mafiosa. Las Fuerzas Armadas continúan ensanchando las divisiones domésticas, en tanto que de manera aberrante se ampara en la religión Budista con tal de justificar sus actos genocidas – o de limpieza étnica, según la Organización de las Naciones Unidos (ONU) - contra la musulmana, segregada y totalmente excluida minoría étnica Rohingya. Este, un pueblo "sin Estado" y "virtualmente sin amigos" entre las otras comunidades de la nación asiática (BBC. Mundo); asentado en el Estado de Rakhine de Birmania, cuyos casi más de 700.000 miembros han sido víctimas del destierro desde el conflictivo Rakhine hacia el vecino Bangladesh. Naciones Unidas anunció su intención de investigar las acusaciones , en cuanto a que el ejército persiguió indiscriminadamente a los Rohingya durante los operativos de fuerza desproporcionada, sometiéndolos a violaciones, asesinatos en masa y torturas. El gobierno niega las acusaciones y todavía podría bloquear la investigación (idem, Proto; BBC NEWS), frente a “las condenas anticipadas”. A pesar del dominio de las Fuerzas Armadas sobre el Gobierno de Myanmar, estas han fracasado en lograr mantener el control sobre toda la geografía física nacional. El final del dominio colonial británico legó “un complejo entramado de grupos étnicos y lingüísticos en el país, que desembocó a lo largo de las posteriores décadas en luchas regionales por las autonomías territoriales”, la posesión de los recursos naturales, la identidad cultural y el acceso al narcotráfico. El resultado continúa siendo “el de una multitud de grupos armados que controlan de facto gran parte del norte y el este del país y que luchan constantemente contra el ejército birmano, dominado por la etnia Bamar” (L. Proto), comúnmente llamada también Birmania. FENÓMENO DE “REVERSIÓN” HISTÓRICA. En esa nación Budista es sólida la tradición autoritaria, las persistentes cadenas de corrupción y la impunidad, al igual que en América Latina; hay un denominador común a pesar del extremado distanciamiento geográfico entre ambas regiones. “Una década después de haberse entregado el poder a un gobierno civil, el ejército anunció a inicios de febrero de este año “que había tomado nuevamente las riendas nacionales”. El experimento relativamente democrático, a la vez controlado por la institución armada, estuvo lejos de haberla convencido. Los militares tomaron el control del país del sudeste asiático, después de que en las elecciones generales celebradas en noviembre del 2020, el partido Liga Nacional para la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi “ganó por abrumadora mayoría”. Así, entonces, el partido civil ganó el 83% de los escaños en disputa —396 de los 476 en liza—, mientras la oficialidad armada, representada por el Partido de la Solidaridad y Desarrollo de la Unión (USDP), solo logró 33 asientos. Tamaña e intolerable humillación. La rebelión militar liderada por Min Aung Hlaing derrocó al Gobierno de la Liga Nacional para la Democracia (LND), detuvo a los políticos elegidos democráticamente en los comicios del 2015, en cuenta a la Premio Nobel, lo mismo que al presidente Win Myint, - ahora los militares los acusan de cualesquier cargos infundados -. Enseguida se estableció una junta gobernante, denominada Consejo de Administración del Estado (idem, BBC News; Proto). Respaldado por la cúpula militar, y al mejor estilo del estadounidense Donald Trump, la dirigencia del Partido de la Solidaridad y Desarrollo de la Unión (USDP), comenzó una campaña, “sin evidencias”, de desprestigio con denuncias de fraude electoral. Unas reclamaciones que, en parte, el Ejército utilizó de pretexto para dar el golpe el 1 de febrero del año en curso. “Millones de personas de todas las edades, etnias y orígenes sociales pronto decidieron tomar las calles a diario, a lo largo y ancho del país”, con el propósito de confrontar el alzamiento militar. Sigue creciendo a un ritmo acelerado la letalidad de la represión, tras el golpe de Estado, por el cual se depuso al Gobierno democráticamente elegido, cuando comenzó a ejercer su mandato el pasado mes de febrero (L.Proto). El baño de sangre ha provocado un éxodo de miles de refugiados birmanos hacia las fronteras de los países vecinos, algunos de los cuales están prohibiéndoles la entrada, lo que agrega una dimensión internacional a este conflicto (idem). Ha habido un nuevo golpe de Estado que arrastra recuerdos, además de causar temor en una nación multiétnica, la que hace una década, había iniciado la (quebradiza) transición democrática. Suu Kyi ha recibido el respaldo de numerosos países occidentales, los cuales han condenado el golpe y exigido su liberación. Su reputación internacional se vio severamente dañada “por su aparente complicidad” con las masacres, ejecutadas por las Fuerzas Armadas contra la minoría musulmana Rohingyá. Sin embargo, el silencio suyo está siendo reexaminado a causa de su nueva detención, “la cual revela hasta qué punto su margen de maniobra estaba limitado a la hora de criticar las acciones militares” (L. Proto). En este caso de la persecusión contra esa minoría étnica, el ejército nacional “operó independientemente del gobierno”. Las fatales consecuencias de la pandemia del Covid – 19; la presión internacional, a causa de la privación de los derechos de los Rohingya, sea que el ejército esté completamente seguro en enfrentar tal presión; los tradicionales abusos suyos contra los derechos humanos de la población entera, “con plena impunidad”; el riesgo de perder frente a un gobierno civil "la riqueza robada”, en cuenta los turbios negocios; todo ello podría suponer que fueron los factores determinantes que impulsaron a los militares a conspirar contra las elecciones de noviembre del 2020, e interrumpir la marcha de la sucesiva administración gubernamental. Eso pudo haberlos envalentonado (Aye Min Thant), por lo que tumbaron al gobierno civil de Suu Kyi. Aunque todavía hay esperanzas de que la ebullición se resuelva mediante la negociación, también el movimiento popular birmano aceleró las protestas masivamente; esto puede ocasionar una crisis mayor, quizás hasta llegarse a una guerra civil. “CAPITALISMO MILITARIZADO”. Los observadores recalcan que la influencia financiera y comercial de la alta casta militar habrá de ser significativa y expansiva. Las reformas democráticas de la década pasada, solo serán posibles cuando los uniformados “regresen a los cuarteles". De ahí que se infiera que el golpe podría ser en parte un intento de proteger los mafiosos intereses, así como los conglomerados empresariales, lo que abarcan los Bancos, el comercio, el turismo, la minería (Joshua Cheetham.BBC News). Aung Pyae Sone, hijo del general y líder del alzamiento Min Aung Hliang, es propietario de varias empresas, incluido un balneario; él tiene una participación mayoritaria en el operador nacional de telecomunicaciones Mytel. Por su parte, el máximo dirigente golpista, el general Min Aung Hlaing figura entre los principales accionistas en el poderoso conglomerado CEML El imperio empresarial de los militares contribuyó a impulsar en febrero de este año la caída del incipiente gobierno de la Liga Nacional para la Democracia (LND). "Este grupo de generales ahora en el poder” , es casi el mismo que dominó el régimen del SPDC (una junta militar que gobernó Myanmar de 1997 a 2011). Ellos “han demostrado que se sienten perfectamente cómodos viviendo en un país aislado" (BBC NEWS). Los grupos activistas de la oposición aseguran que el poner presión “sobre el bolsillo de la casta de los generales y sus allegados, transformar los conglomerados, será crucial en la reforma democrática. "Eso es lo que quiere la gente de Myanmar", dice Anna Roberts, directora de la organización Burma Campaign UK. "Quieren que los militares regresen a los cuarteles, y reclaman una economía civil, un gobierno federal civil”, estrictamente respetuoso de los intereses de la colectividad nacional (idem). ENTORNO POLÍTICO POST – GOLPE. Los dirigentes políticos y legisladores civiles de Myanmar, la mayoría de los cuales se han escondido para evitar el arresto, han anunciado planes para formar hoy un “gobierno de unidad nacional” con (la arrestada) Suu Kyi al frente - también (polémica) Premio Nobel de la Paz - . El cual otorgaría roles sustantivos a los dirigentes de los diferentes y radicales grupos étnicos, otra evidencia de la creciente cercanía entre los partidarios de la democracia y los rebeldes armados (Reuters; L.Proto). La escalada de sangrienta represión de las Fuerzas Armadas, quienes rechazan el perder el control político y económico, está "alcanzando el umbral legal para juzgarlas por crímenes de lesa humanidad” (Tom Andrews, relator especial de la ONU). De recuperar el poder la Liga Nacional para la Democracia (LND) acusará a los generales por esto mismo ante los organimos internacionales competentes. La respuesta es ”una causa común”, a decir de los antigolpistas. Ellos pueden conformar una alianza basada en milicias fuertemente armadas y con amplia experiencia en combate. “El conflicto de Myanmar corre el riesgo de seguir un rumbo similar al de Siria” (idem). La resistencia a la Junta ilegítima que anuncia un Gobierno de unidad nacional con (la arrestada) Suu Kyi al frente tiene como objetivo restaurar la democracia en el país asiático, siempre con el respaldo de otros partidos políticos, organizaciones civiles e incluso las guerrillas formadas por minorías étnicas. Se impone alejarse de la hegemónica visión “nacionalista” birmana —el grupo mayoritario étnico — que ha caracterizado el estandarte político del Tatmadaw (Ejército) y a los gobiernos previos (Paloma Almo Guerra) , tal que pueda constituirse una administración, resultante de la voluntad expresada por el pueblo en los comicios de noviembre del 2020. Resulta difícil suponer que los gobiernos autoritarios de Rusia y especialmente China, la potencia asiática con mayor influencia en el país, estén dispuestas a exigir a los militares birmanos el retorno a la democracia. “Los pedidos de sanciones internacionales no son universales”. China y Rusia han rechazado los esfuerzos de otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU tendientes a condenar la sangrienta represión llevada a cabo por el Tatmadaw (idem). Lo cual está alcanzando - como dijimos - "el umbral legal para crímenes de lesa humanidad ” (Tom Andrews, relator especial de la ONU). La comunidad internacional se ha supeditado a transmitir únicamente condenas recurrentes, se ha abstenido de ejercer “Presión Máxima”; en cambio, hasta lo ininmaginable es de vaticinar. Sin una acción multilateral, Myanmar podría volver a convertirse en un estado paria, dice Peter Kucik, ex asesor de sanciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos de América (idem, Cheetham) Por si acaso, cabe mencionar que las milicias están financiadas mediante el narcotráfico, representan dinámicas más complejas que las de simples organizaciones criminales. En estas zonas, los beneficios económicos de la droga han servido para comprar armas, tierras, víveres pero también para pagar clínicas, carreteras y arroz para una población local, extremadamente pobre, frecuentemente sometida a los atropellos e injusticias del ejército (Patrick Winn). A modo de cierre, y hurgando las penurias, afrontadas otra vez por el propio pueblo de Myanmar o Birmania – como se desee denominar -, fácilmente se puede detectar la reproducción mayor de las complejidades e irregularidades sociales y políticas, acogidas también por el contexto global de la pandemia de la Covid -19. La fuerza de las tendencias autoritarias o populistas, los círculos de la corrupción, aunados al deterioro generalizado sufridos por las libertades fundamentales, principalmente en las naciones meridionales, en lugar de apaciguarse, por el contrario, han hecho que, en medio de la epidemia, resurjan peligrosamente en las sociedades nacionales. Ha empeorado la gobernabilidad democrática, a la libre operan los gobiernos corruptos, adjunto a la criminalidad transnacional; el desempeño de “las malas economías”, causantes de la inequidad social - el grueso de los habitantes “está lejos de vivir en dignidad”. Se intensifican los mismos síntomas de la inexistencia o restricción de oportunidades en materia de educación, empleo, salud, vivienda, a contrapelo de los postulados globales del desarrollo humano. Resultan insolubles las fragilidades en el Estado de derecho, el punto de partida hacia las sociedades nacionales disruptivas o "fracasadas". Y que a consecuencia del hambre, la violencia y un casi disimulado “apartheid” racial, tanta gente de El Salvador, Honduras y Guatemala decide de forma desesperada “abandonar sus hogares o envía a sus niños en el peligroso viaje” a los Estados Unidos de América. Por ahora dejemos de imaginar que en un futuro cercano tales injusticias que condenan a nuestros vecinos puedan escalar al grado del interminable drama de los Rohingya.