martes, 24 de enero de 2017

COSTA RICA: SIEMPRE POR EL CAMINO DE LA DEMOCRACIA LIBERAL.

COSTA RICA: SIEMPRE POR EL CAMINO DE LA DEMOCRACIA LIBERAL.
Me suena a mero esnobismo y exhibicionismo esa desatinada e impopular iniciativa de un grupo de personas, encaminada a convocar una Asamblea Constituyente con el propósito de reformar la Carta Magna costarricense. Eso sí, me extraña que un ilustre exprofesor mío ande en tal contrasentido.
En cambio, hay un señor - censurado por nuestra parte - miembro de ese grupo de “reformadores”, que en los pasados comicios presidenciales dio aquel raro consejo al controvertido candidato del Partido Liberación Nacional de entonces - el cual acogió - a que desistiera de su participación en el balotaje. Tamaño dislate y desdén fue aquello. A mi juicio, una afrenta a nuestro sistema electoral; precisamente, uno de los institutos y derechos fundamentales, garantizados a los ciudadanos por la Constitución Política, torpedeada en esta ocasión.
Cae por su propio peso el argumento central, esgrimido por los promotores de la convocatoria, en cuanto a que ha llegado a ser obsoleta la Carta Magna de 1949, basada en los postulados liberales de la Constitución Política de 1871, esta promulgada en tiempos del Presidente Tomás Guardia (1871). Y que en el momento en el cual salió a la luz (la de 1949) se excluyó a las fuerzas sociales perdidosas, que derivó la guerra civil de 1948, entre ellas, los comunistas criollos – cuyo partido se proscribió por 20 años - , así también a los partidarios de Rafael Ángel Calderón Guardia, ambas formaciones, por cierto, gestoras de las garantías sociales y derechos laborales, consagrados en la Constitución.
Qué yo me haya dado cuenta: ni Manuel Mora Valverde o la izquierda actual, menos aún, los seguidores del calderonismo histórico renegaron de nuestra Constitución de 1949. Por el contrario, ni siquiera en sus programas proselitistas ha habido la más mínima mención de modificarla de manera sustancial.
Impulsar en estos tiempos un cambio a la Carta Magna es jugar a la lotería. Nadie puede vaticinar lo que tendremos al final del camino, a consecuencia de una constituyente. Menos en el actual contexto internacional, amenazado por infecciosas tendencias, tales como el nacionalismo, el proteccionismo económico, la antimigración con tufo a racismo, todo lo cual nos hace poner en alerta, pues en nuestro país tampoco somos inmunes a tales cepas. Un sempiterno candidato presidencial se puso ya a izar una de esas banderas para la próxima campaña electoral.
El complicado ambiente mundial no llega a ser el único que señala la innecesaria e inconveniente convocatoria a una constituyente, lo cual ocupa nuestro humilde y rotundo rechazo. Se erigen peligros adicionales. Corre por Costa Rica una agresiva corriente, favorecedora de la legalización del aborto; sabemos de las mentiras y arremetidas de “los Herodes” contemporáneos. Al mismo tiempo, los excluidores de Dios del contenido de nuestra Carta Magna hicieron intentos infructuosos por concretarlo. Importando de Europa las posturas “del secularismo radical”, el gobierno de Oscar Arias (2) casi lo consigue en la Asamblea Legislativa.
Por qué escandalizarnos. Con facilidad comprobamos, de hecho, que en la mentalidad de cierto activismo, en la dirigencia política local y del extranjero el desarrollo económico no va acompañado del crecimiento espiritual (Joseph Ratzinger, 2006); lo cual es destructivo en todos los términos.
La incertidumbre del actual contexto global, más bien nos impone la responsabilidad de tomar mayor conciencia acerca de la relevancia de la preservación de nuestras conquistas históricas y de los principios medulares, fundacionales, de nuestra nacionalidad: el "contrato social". El cual desconcentra el poder, recompone y equilibra las transacciones entre el gobierno, las empresas privadas y la sociedad civil entera. El contrato costarricense, desprendido del diálogo, la concertación y el entendimiento idiosincrásicos, del cual han sido autores los diversos sectores políticos y civiles, constantemente empeñados en robustecer los derechos y libertades fundamentales, sustentados en los derechos humanos. Lo cual suscita paralelismo con nuestra vocación internacional a favor de los mercados libres y abiertos.
Dicho sea verdad, el texto constitucional ha sobrevivido por casi 70 años. Bien podemos afirmar que ello llega a ser un mayúsculo signo de cohesión social e integración cultural, expresados en la estabilidad y el equilibrio democráticos, disfrutados por el pueblo costarricense; quien meses atrás le concedió mayor legitimidad a su Carta Magna, al proclamarse en ella que nuestra sociedad nacional es pluricultural, multiétnica: una decisión soberana y revolucionaria. Mientras tanto, constituye un exabrupto achacarle los supuestos males que, de manera particular, entorpecen el desempeño de la administración pública. Dejemos ese debate para otra oportunidad.
Apuntamos que en lugar de restarle valor a la Carta, más bien hay que reconocerle la riqueza y los méritos de los postulados y normas, que le son intrínsecos, cuyo prestigio va más allá ya de nuestra región. Se trata de ese "milagro" que es la sociedad costarricense, del cual hace referencia el destacado politólogo Jaime Daremblum. Inexplicable, sobre todo, cuando nos ha correspondido lidiar con entornos hemisféricos, años atrás, caracterizados por la prevalencia de dictaduras militares y guerras civiles; en esta época por el correr del crimen organizado; y corrosivas vecinas naciones, incapaces de superar la desigualdad en la distribución de su ingreso nacional.
Seguro que ni los liberales, los socialdemócratas, los socialcristianos, la izquierda criolla, tampoco los religiosos, los empleados públicos, los sindicalistas, los cooperativistas, los solidaristas, las minorías étnicas, así también, la comunidad gay - cuando le sean aprobadas sus peticiones legales - aceptarán el riesgo de colocar en la incertidumbre, generada por una Asamblea Constituyente, sus particulares logros, expresados en nuestra Carta.
En lugar de sugerir planes divisivos; qué les parece si los ciudadanos del mundo, “que tienen un planeta en la mente”, así como lo propuso recientemente el economista Mark Malloch, se le exija menos retórica y frases grandilocuentes a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), especialmente en la redacción de sus declaraciones y pronunciamientos. No hay que perder el tiempo. Se debe hacer realidad, con hechos tangibles, el marco de la estrategia ya existente de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los cuales fueron acordados por los Estados Miembros de esa Organización, que apuntan a reforzar las redes de la seguridad social, conexas a nivelar la competencia en aras del crecimiento económico, así como salvaguardar el medio ambiente (Mark Malloch, 2017). De este modo, seremos fieles a los designios de la Creación.
Ronald Obaldía González (Opinión personal).

jueves, 5 de enero de 2017

NEGOCIACIONES EN EL MEDIO ORIENTE, A TRAVÉS DE LA RUTA DEL CAOS.

NEGOCIACIONES EN EL MEDIO ORIENTE, A TRAVÉS DE LA RUTA DEL CAOS.
Estados Unidos de América, al mando del Presidente Barack Obama, supuestamente, tomó distancia de Siria, porque resultaba más fácil que gobiernos autoritarios, tales como, Rusia, Turquía e Irán lograrían, entre ellos, un entendimiento acerca del cese al fuego. Y así abstenerse de hacer fallidos esfuerzos hacia la democracia en una región como el Medio Oriente, erosionada, por todos los costados, a causa de guerras domésticas, divisiones de carácter geopolítico y, principalmente, religiosas.
En la convulsionada nación siria se ha puesto al descubierto la rivalidad ("u odio") imperecedera, profundamente divisiva y agresiva, que gira alrededor del Islam. Sus autores: el sunismo (mayoritario en el mundo musulmán), timoneado por Arabia Saudita y el chiismo, patrimonio nacional y cultural del Irán.
Sin perder de vista la lucha contra el terrorismo" (la campaña aérea en Siria e Irak), el Presidente Obama, en lo que respecta a la “no evolución civilizada del Medio Oriente”, acogió, como la vía fácil, la táctica "del perfil poco visible" de Israel, ésta, ciertamente, la única potencia democrática en la convulsionada región, donde el islamismo hegemónico y la tiranía son el denominador común.
Según dicha táctica, mientras los intereses israelíes (o estadounidenses) se eximan de severos riesgos, resulta improcedente inmiscuirse en antagonismos sectarios y militares; cuando los enemigos históricos se exterminan ellos mismos, sean, el gobierno de Siria, los sunitas y los chiitas, así como el Hizbolah, auspiciado por el Irán, además de los terroristas, inspirados en la Yihad.
En medio de un violento torbellino, dos socios, escasamente confiables, agotan sus energías, cuales son Rusia y Turquía. Ambos, quienes jugaron roles opuestos durante el conflicto sirio, sí tienen más que perder ahí, pues, no solamente los yihadistas, y los respectivos enemigos tradicionales, los radicales sunitas y los kurdos, ganaban suficiente relevancia durante el conflicto sirio, acumularon poder y territorios, conforme hubieron de debilitar al Presidente Bashar Asad, al igual que al extremismo musulmán.
Podría ser que entre dictadores haya sintonía, el uso de un mismo lenguaje, que ofrezca un camino viable, al menos por el que se evite un mayor derramamiento de sangre y más sufrimiento a la población, puesto que alcanzar la paz, lo condicionan el juego de múltiples intereses o cálculos internos y transnacionales.
Los significativos pozos petrolíferos y los yacimientos de gas que alberga casi la totalidad de la zona del Medio Oriente, así como las milenarias piedras, son clave para el sector energético de los gobiernos, expuestos casi siempre a economías de guerra (Natalia Sancha, 2015). Ni se diga del protagonismo en ello de las potencias mundiales y sus corporaciones privadas de dimensión global.
Las informaciones despachadas acerca de la tregua en Siria, dan cuenta de la suscripción de tres documentos: el primero, entre el Gobierno y la oposición sobre el alto el fuego en todo el territorio de Siria; el segundo, sobre las medidas para el control del régimen de cese de hostilidades, y el tercero en forma de declaración acerca de la disposición a emprender conversaciones de paz. A la vez queda señalado que Turquía y Rusia subsidiarán, decididamente la tregua y llevarán a cabo su seguimiento de manera conjunta.
El objetivo del acuerdo, señala el texto, es conseguir una solución en concordancia con la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptada hace un año, la cual prevé una salida política al conflicto, mediante negociaciones, tal que culminen (“ilusamente”) en la celebración de elecciones. El acuerdo excluye al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), así también al Frente de la Conquista de Siria, antes llamado Frente al Nusra (filial de Al Qaeda), calificados como organizaciones terroristas por la ONU (Mikhail Klimentyev, 2016).
Los yihadistas o terroristas del Estado Islámico (EI), excluidos del acuerdo del cese al fuego, “es poco lo que pierden”. Su interés es defender sus áreas territoriales que controlan, entre ellas, Palmira, temporalmente.
Asimismo, de la guerra ha sacado enorme provecho el presidente sirio Bachar al Assad - se mantiene en el gobierno -, y sus endebles fuerzas armadas, al tiempo que los kurdos se han demostrado como eficaces en la conflagración frente a los terroristas del EI.
Al presidente ruso Vladimir Putin le ha valido para salir a relucir, últimamente, como el pacificador, y a la vez elevar su popularidad en su país, más que todo por el desalojo de la oposición sunita en la ciudad siria de Alepo, lo cual le dio un nuevo vigor al presidente sirio. Éste, por su parte, continúa obteniendo ventajas del escenario “de divisiones fratricidas entre los diferentes grupos insurrectos que también se enfrentan entre sí”, y todos frente a los yihadistas, aunque algunos de ellos pactan con los últimos cuando las fuerzas oficiales los tiene demasiado asediados.
Los compromisos sobre los ceses al fuego en el Medio Oriente, como el caso de Siria, han sido un rotundo fracaso, se incumplieron; el futuro del actual es incierto, al extremo que el gobierno de Damasco y los insurgentes lo han irrespetado en estos días. Incluso, hasta son inútiles para coadyuvar con la asistencia humanitaria.
De igual forma, lo son las lealtades y las alianzas, al igual que la enemistad, al quedar demostrado antes su transitoriedad y fragilidad. Lo puede atestiguar también el presidente de Siria Bashar Asad, pues, apenas, seis años atrás, el mandatario turco, Recep Erdogan, lo llamaba “mi hermano” y sus familias descansaban juntas en lujosos centros turísticos. Ahora Asad es considerado un enemigo de Turquía y en especial de Erdogan" (Murad Sezer, 2015).
Precisamente, los kurdos conducen a Turquía a una guerra civil, debido a la creciente represión contra su comunidad. El interés y las pretensiones permanente de ellos, residen en hacer realidad sus reclamos a favor de la unificación y autonomía nacional y política. Reclamos frente a los cuales Irán, Siria, Turquía, especialmente, Irak, menos, ejercen una feroz resistencia, ya que los kurdos se encuentran esparcidos en las jurisdicciones geográficas de tales países, por lo que la autonomía nacional de territorios ricos de recursos energéticos, vendría a disminuir el tamaño y capacidad económica de sus respectivos territorios, entre otras cosas.
Aun así, con la colaboración militar estadounidense, los kurdos han asestado golpes efectivos al Estado Islámico; por eso el enfriamiento de las relaciones entre Turquía - miembro de la OTAN - y Estados Unidos de América, que discrepan profundamente respecto al rol de los kurdos, lo cual explica a su vez el acercamiento turco a Moscú.
En este entonces, la masacre de diciembre pasado en una discoteca secular, significa un nuevo golpe a Turquía, ella envuelta en diversos frentes militares a ambos lados de la frontera turco-siria; y objetivo inequívoco de las milicias kurdas y de la cúpula del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés). En el último año, Turquía ha sido objetivo de más de una veintena de atentados terroristas, a manos de esos beligerantes y temibles enemigos.
El acuerdo de la tregua se vio favorecido ante el cambio en la postura de Turquía, particularmente del presidente islamita conservador, Recep Tayyip Erdogan, perturbado por la recuperación de la estratégica ciudad siria de Alepo, ahora en manos de las fuerzas armadas sirias. No le quedó a él más remedio que echar marcha atrás, en cuanto a apoyar la caída de Bashar Asad, cuando patrocinó a la presunta oposición musulmana moderada, desalojada de Alepo. Una reconquista vendida por Moscú, “como un triunfo propio”, de seguido para conservar el régimen de Asad", su aliado crucial en el Medio Oriente.
Después de todo, “los límites entre esa oposición moderada y los terroristas son difusos”. En realidad, Washington sólo proporciona armas al menos radical Ejército Libre Sirio, dado que “es difícil garantizar que las armas no se desvíen” al campo de los yihadistas.
Si Erdogan hubiera seguido complotando contra el gobierno sirio, iba a percibirse como un obstáculo a la contención del fuego. Más ahora que el dictador Asad, perteneciente a la comunidad chiita - alauita, tiende a ser calificado por el estadounidense mandatario electo Donald Trump, como el mal menor. Precisamente la tesis trabajada por Moscú en el contexto de sus intereses geopolíticos y militares en Siria.
A como pintan las reacciones con la cuestión de las denuncias de “hackeo” en los recién concluidos comicios estadounidenses, es de prever que la colaboración conjunta entre Trump y Putin gire a favor de esta línea de sostener al actual régimen sirio, lo cual se convertirá en viral.
“Recompuesto” el clima político y diplomático, Erdogan lanzó a sus tropas en el norte de Siria para concentrarse frente al Estado Islámico, y cerrar el paso a las milicias kurdas. Turcos y rusos cooperan esta vez en la evacuación de Alepo, una campaña bastante criticada a nivel internacional, en la cual Irán ha perdido protagonismo en algunos momentos (Xavier Colás, 2016).
Poco tiempo atrás, los intereses de Occidente tendieron a promover la democracia, particularmente en Siria. Hubo esperanzas en el abortado trémulo de la Primavera Árabe. Pero, ya sabemos que el Medio Oriente está lejos de ser terreno fértil para la democracia y los derechos humanos.
Ávida de ganar influencia en sus antiguos dominios islámicos, y de refrenar la amenaza de los kurdos, la decadente Turquía con Erdogan, se ha endurecido internamente, llegando a imponer barreras, con tal de dar al traste con un legítimo proceso democrático. La Unión Europea lo comprendió, por lo que ha adoptado la decisión de congelar el eventual ingreso Otomano al bloque comunitario. Nadie puede apostar por el éxito de estas manifestaciones europeas, puesto que el gobierno turco la ha puesto peligrosamente en jaque, porque su territorio sirve de retén, en lo concerniente a impedir la entrada al viejo continente la vorágine de refugiados árabes y africanos, en su amplia mayoría musulmanes.
Extensos nubarrones en los antecedentes de las relaciones ruso - turcas. Según opinan no pocos historiadores y politólogos que los estrategas rusos no revisan bien los 500 años de la lucha de la expansión desde inicios del Siglo XV del imperio turco otomana contra Moscú, por el predominio de Crimea, y más recientemente por ejercer influencia en el Cáucaso (Murad Sezer, 2015).
Primordialmente, Ankara en la época del fascismo alemán se acercó a él. Tiempo después ofreció a los Estados Unidos de América su territorio para instalar misiles en dirección a intimidar al comunismo bolchevique ruso.
Según los estudiosos, las ambiciones imperiales de Turquía, sobre todo en el Medio Oriente, son siempre las mismas a pesar del desmantelamiento del Imperio Otomano, después de la Primera Guerra Mundial. Tales ambiciones han configurado una especie de "pragmatismo interesado" o calculado en las relaciones exteriores turcas, bastante pendulares en lo tocante a encontrar alianzas con potencias occidentales, o bien con la propia Rusia, dependiendo de los intereses calibrados. Como dijimos, “la amistad eterna” en la percepción turca está limitada por el espacio y eltiempo de la conveniencia.
Hoy el panorama se modificó. No fue obra de la casualidad que a comienzos de la guerra siria, Putin exigiera a Erdogan el responder con mayor firmeza contra el terrorismo, pues era notorio la cercanía del presidente turco con los insurgentes sunitas, y con el propio Estado Islámico.
No sobra recordar a la vez, que en el conflicto sirio, ambos países se enfrentaron durante el último año y medio, tras el derribo de un caza ruso por parte de Turquía en noviembre del año pasado (Xavier Colás, idem).
En este instante las relaciones entre Rusia y Turquía acaban de superar la sensible prueba cuando el embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, fue asesinado en la capital turca a consecuencia de los disparos del atacante, un policía - militante yihadista - que abrió fuego clamando venganza por la toma de la ciudad siria de Alepo. Al cabo que ya antes se habían producido protestas en Turquía alrededor de la intervención militar rusa en Siria.
El asesinato del diplomático se produjo en la víspera de una reunión en Moscú entre los ministros de Exteriores de Rusia, Irán y Turquía para tratar, justamente, el acuerdo sobre el alto el fuego (Colás, idem).
En paralelo, la derrota de los insurgentes y yihadistas en Alepo y en futuras zonas de Siria, tal como Palmira, bajo la eventual complicidad turca, al aliarse peligrosamente con Moscú, arrojó ya consecuencias irreversibles: significa la gama de riesgos y amenazas que deberá correr el Presidente Erdogan. Sin pensarlo dos veces, no solo los yihadistas se lo cobrarán.
Detrás de las venganzas y cobros de facturas se hallarán las múltiples facciones rebeldes, dispuestas, posiblemente con los terroristas, a “crear un frente unido donde sumar fuerzas en lo político y en lo militar”, para persistir en el derrocamiento del presidente sirio, Bashar Asad. Estaremos, entonces, analizando el comportamiento de Erdogan.
Casi en el mismo orden de ese caos, los réditos de Putin se incrementan al sospecharse de una campaña de ciberataques y desinformación para influir en la elección presidencial estadounidense, a favor de su supuesto aliado Donald Trump, un presagio de futuras intromisiones electorales en Europa, que persiguen respaldar a las denominaciones “antisistema”, específicamente, los ultraderechistas, nacionalistas y antiglobalizadoras (Guy Verhofstadt, 2015), antípodas de los regímenes democráticos liberales.
Los antisistema, expandidos por Occidente, esos que impulsan la tesis de que la amplia mayoría de islamitas refugiados, quienes se dirigen a Europa como zona de acogida, deberían escoger, más bien, como destino a Arabia Saudita, por cuanto allí vivirían, según ellos, como pez en el agua, unidos a sus leyes islámicas, éstas que ignoran las libertades, los derechos humanos y degradan la mujer.
Tampoco resulta prudente comenzar con alto grado de pesimismo el 2017. Confiemos en la efectividad de la Organización de las Naciones Unidas ( ONU), en su misión de reanudar las negociaciones sirias el 8 de febrero en Ginebra. Y en que también el Kremlin prosiga con el acuerdo con los turcos, además de los iraníes, "para convocar una ronda de negociaciones en Astaná, la capital de Kazajistán, “para el arreglo pacífico" de la guerra siria. Quizás, en adelante, dejemos de entristecernos, a causa del poder ostentado en varios Estados por una reinante manada de asesinos y cínicos.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)