martes, 28 de noviembre de 2017

ZIMBABWE: EL HABER INVERTIDO EN DICTADURA.

ZIMBABWE: EL HABER INVERTIDO EN DICTADURA. En la región del corazón del África negra está situada Zimbabwe, en el idioma natural quiere decir "tierra de leones". Esa nación posee 390.000 kilómetros cuadrados de territorio, y 14.000.000 de habitantes (Sergio Erick Ardón, 2017). La gobernó Robert Mugabe durante 37 años, casi sin oposición. En ella se han encontrado vestigios de antiguas civilizaciones africanas; cerca de 300 sitios arqueológicos. Se han hallado antiguos recintos amurallados, construidos por los ancestros de la etnia shona, asentados allí antes del Siglo V de nuestra Era. El territorio se ha distinguido por albergar oro, estaño y cobre. Zimbabwe comenzó a prosperar entre los XlV y XV, tanto así que su pueblo estableció conexiones comerciales con Asia. Luego el imperio portugués interrumpió su floreciente desarrollo, así como la pujante cultura del Gran Zimbabwe, cuyos miembros optaron en reubicarse en distintas puntos geográficos de la nación, lo cual hubo de ser escenario de pugnas tribales africanas, de forma tal que en la década de 1830 la severa desestabilización y la fragmentación hicieron su aparición. Los grupos étnicos dominantes, y entre sí enemigos: la sociedad shona y la de los ndebele, a mediados del Siglo XlX, cada uno por su lado, abrieron el camino a los colonialistas blancos europeos. A cambio de dinero, mediante pactos entreguistas, cedieron ante los colonialistas, en aras de la explotación de las tierras y los vastos recursos minerales. Durante todo el Siglo XlX y más antes, Inglaterra y Francia, Bélgica, Portugal, entre otras imperios europeos, ejercieron, a la sazón, un nefasto dominio político, económico, cultural (racial) y militar sobre el continente negro, por lo que lógicamente éste no estuvo a salvo de contradicciones y conflictos, los cuales estallaron con fuerza excesiva a partir de la década de 1960. Eso sí, los conflictos contribuyeron a dar origen al surgimiento posterior de nuevos Estados independientes, soberanos y libres al fin, del sometimiento de las decadentes potencias europeas. La especie colonialista facilitó el poder en la "tierra de los leones" del empresario imperial Cecil Rhodes, propietario de la British South Africa Co. (BSA), quien conquistó los derechos exclusivos sobre los recursos y bienes del país, por lo que lo transformó después en el segundo de mayor riqueza y prosperidad del África. "EL GIRO SINIESTRO". Del asentamiento de la citada compañía británica comienza el calvario del pueblo de Zimbabwe, por cuanto el gobierno británico le había concedido privilegios de naturaleza imperialista a la BSA, con tal de aumentar a la vez el flujo de las inmigraciones de colonos ingleses. Conglomerado étnico que habría de tomar las riendas de la nación africana, esquema que operó en naciones vecinas, tal fue el caso particular de Sudáfrica. Una de las columnas pioneras de blancos ingleses se trasladó al campamento fortificado, llamado Salisbury (Instituto del Tercer Mundo: "Guía del Mundo", 2009). Al rechazar tales prácticas segregacionistas, los negros nativos organizaron levantamientos y sublevaciones frente al poder colonial europeo. Por ello, hubieron de ser reprimidos brutalmente por la policía, puesta al servicio de la BSA, quien al gobernar de modo directo al país africano desde fines del Siglo XlX, lo mandó a denominarse "Rhodesia del Sur". Dicho sea de paso, se convirtió en un Estado administrado por colonos blancos, bien semejante a su vecino Sudáfrica en eventos, relacionados con "la segregación racial y el apartheid". A efecto de ampliar su dominio en la década de 1950, Gran Bretaña y la BSA estimularon la creación de la Federación de África Central, conformada por Zambia, Malawi y la propia Rhodesia. Al llegar a esa fase de elevada expansión, los blancos europeos apenas conformaban el 5% de la población de la recién fundada, pero fallida Federación. Sin embargo, fueron los propietarios de más de la mitad de las tierras fértiles (idem). LOS MOVIMIENTOS DE LIBERACIÓN se extendieron por todo el continente a favor de la descolonización y de la autodeterminación, cobraron fuerza en esa década. A través de ellos revivieron la esperanza de alcanzar la independencia nacional, y el derecho a la soberanía. Aquella Federación se desgranó, al lograr primero Zambia y Malawi la independencia en 1964. Rhodesia (o Zimbabwe) estuvo lejos de topar con igual suerte. La lucha armada se acentuó, y postergó, contra el gobierno blanco de Ian Smith, aliado de Sudáfrica, y de su sistema del "apartheid", ambos sancionados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sanciones que burlaron y pasaron por alto. En su lugar, Smith, el gobernante blanco declaró la independencia nacional de manera unilateral en 1965, de ese modo, rechazada completamente por los nativistas negros. El mandatario colonialista se negó a aprobar un gobierno autóctono y libre, gobernado por la mayoría negra, a pesar de las presiones del Reino Unido, el cual se había distanciado de las prácticas racistas en Zimbavwe. Tras la beligerancia y embestidas de los movimientos de liberación nacional africanos - el continente de la iniquidad e inequidad social - , los regímenes colonialistas y racistas llegaron a verse disminuidos gradualmente, al desencadenarse las guerras populares en Zambia, Angola, Botswana y Tanzania, naciones dominadas por el colonialismo. Luego de la independencia de Mozambique en 1975, la insurgencia en Zimbabwe se intensificó (idem) y recrudeció. Así, en este caso particular de la excolonia británica, salió a relucir la figura de Robert Mugabe. Él pasó a liderar el frente popular contra el poder blanco europeo. Incluso, debió soportar 10 años de prisión, a causa de sus actividades facciosas. En el contexto de la guerra de liberación anticolonial y antiracista de más de siete años, el líder negro y su organización Unión Nacional Africana de Zimbabwe (ZANU), junto con Joshua Nkomo, emprendieron el rescate de la nación. Casi todo el carácter de las fuerzas políticas y militares insurgentes de liberación, se basó en el pensamiento o la visión ideológica del "Tercer Mundo". Por demás, bastante cercano a las estrategias expansionistas (o imperialistas) del comunismo internacionalista, bajo la guía y la dirección de la extinta Unión Soviética (URSS). El África, ávida de independencia y soberanía, pronto resultó terreno fértil de la confrontación ideológica, propia de la Guerra Fría. El continente negro quedó envuelto en medio del antagonismo del Occidente capitalista y liberal frente al Pacto de Varsovia de la URSS, esto último, fundamentado en el comunismo (marxista leninista) y su propuesta del supuesto "cambio civilizatorio" (Michael Löwy, 2017), inducido por las fuerzas del proletariado (la clase obrera y campesina). Es un hecho cierto que "el valor psicosocial: la defensa de la negritud", "ella oprimida por el imperialismo colonial", concordó en aquel entonces con los postulados del bloque soviético. Habiéndose consolidado la revolución comunista de Cuba, dirigida por Fidel Castro, como aliada de la URSS, el país caribeño se vio luego inmerso en las convulsiones africanas, en cuenta Zimbabwe, al ser enviadas tropas castristas en respaldo de la insurgencia anticolonialista. Era una de las maneras de exponerse como satélite soviético, compensándose de esta forma la protección política, militar, más los subsidios del Kremlin a la centralizada economía de la Habana. Miles de soldados cubanos sirvieron de carne de cañón en aquella aventura militar de carácter internacionalista, en donde Occidente financió también a sus aliados anticomunistas y los gobiernos esbirros. NEGROS VERSUS BLANCOS. El gobernante racista de Zimbabwe, frente a las condenas internacionales y los arrestos de la guerrilla negra, se vio obligado a negociar, de tal suerte que mediante los acuerdos de Lancaster House de abril de 1980, que, además de proteger las tierras y posesiones de los blancos europeos, se acordó, eso sí, la celebración de elecciones libres, supervisadas por Londres y la ONU, de las cuales resultó ganador en 1980 la agrupación política el ZANU, controlada ampliamente por Robert Mugabe. Hoy el nonagenario, expulsado del poder por tirano y ladrón, y de haberse adueñado del país. Habíamos subrayado que la población blanca mantuvo suficientes privilegios, entre ellos, sus tierras y algunos escaños en el Parlamento (idem), de lo cual luego Mugabe hubo de sacar ventajas, especialmente cuando le convenía, y viera en riesgo su permanencia en el poder. Levantar los odios contra los descendientes de europeos significó desviar la atención de los reales quebrantos del país africano. Al principio de la independencia nacional, todo iría a indicar que, una vez en el poder, Mugabe abogaría por la reconciliación entre la mayoría negra y la mayoría blanca, y, desde luego, la abolición de las leyes racistas. Lo cierto fue que la Sudáfrica, influenciada por el apartheid se le interpuso en el camino, al complotar frente a la economía de la naciente república, de la también mayoría negra nativista, particularmente la colectividad shona. Al mismo tiempo, las reyertas étnicas y tribales, encabezadas por su antiguo aliado Nkomo, llegaron a ser una piedra en el zapato. En su propuesta gubernamental, Mugabe planteó el ambicioso Plan de Desarrollo, el cual enfatizó en la reactivación de la economía, privilegiando la agricultura intensiva. La reforma agraria se vio entorpecida, por cuanto los acuerdos de Lancaster exigieron la compra (a altos precios), y no la expropiacion, de las haciendas rurales de blancos, trabajadas por peones negros, cuya sobrevivencia precaria, carente de mínimas condiciones de vida, agudizarían los males de la sociedad. Mientras tanto, los blancos, al organizar a la vez su propio partido político, con tal de bloquear la reforma social del novel gobernante negro, continuaron siendo los dueños del 50% de las tierras productivas, generando el 90% de la producción agrícola. De este modo, ellos pagaban un tercio de los salarios; además que se apoderaron del 40% de las exportaciones del país" (idem). En la actualidad, la minoría blanca tampoco se ha visto exenta de las expropiaciones de tierras, estas trasladadas, con alguna frecuencia, a los nativos negros, con insuficientes conocimientos técnicos en cultivos y administración de las haciendas. En medio de la inestabilidad que, principalmente en los últimos tres lustros, ha sacudido a Mugabe, este halló fácil recurrir al argumento y la práctica abusiva de las expropiaciones de haciendas. Le resultó favorable como medida de chantaje. Lo otro consistió en fantasear sobre el posible complot de Occidente, el enemigo externo, que en alianza con la clase social de los blancos de su país, planeaba, según él, apoderarse otra vez de Zimbabwe. EL DESPLOME SOCIAL. Los chantajes y el odio étnico escasamente habrían de detener el descontento hacia el Presidente Mugabe. El caos económico se hizo inmenso, e incontrolable. Ya en la década pasada, entre 4.000 y 4.500 agricultores blancos perdieron la tierra, las cuales pasaron, arbitrariamente, a manos de la influyente fracción de los veteranos de guerra (anticolonialistas) y partidarios del régimen. En antaño, famoso por su floreciente y evolucionado sector de la agricultura, Zimbabue pasaría a una fase de prolongada crisis económica, con la inflación más alta del mundo. La carestía alimentaria llegó a ser uno de sus efectos agudos, mayúscula hasta hoy. De lo cual no pocos responsabilizan la torpe reforma agraria de Mugabe, por medio de ella arrebató a los propietarios blancos las granjas más productivas de la nación; y de seguido las entregó a gente escasamente preparada, o amigos del régimen, signo de la imparable corrupción, centralizada en la figura de Mugabe y sus allegados. Un círculo reconstruido por su sociópata esposa Grace Mugabe (52 años), quien ambicionó sucederle en la presidencia. De hecho, en la década de 1990 el 30% de las haciendas de blancos fueron expropiadas. Fue tal la inseguridad que enseguida se produjo el retiro masivo de la inversión extranjera, La excolonia entonces pasó de ser uno de los países más prósperos de África, a uno de los más pobres; una irremediable recesión y estancamiento, complementada con las flagrantes violaciones a los derechos humanos y el autoritarismo represivo. Inmediatamente después sobreviene la estrafalaria hiperinflación, equivalente a la tasa de 231 millones por ciento en noviembre del 2008. El desempleo ha golpeado al 90% de la población. El 74% de la población vive con menos de US$5,50 al día.Tres quintos de la gente de ese país vive en la pobreza, y un quinto en extrema pobreza (con menos de US$1,90 al día), según datos del Banco Mundial de 2011. La moneda local, el dólar zimbabuense, desapareció aplastado por la hiperinflación y, después de tener que recurrirse al Rand sudafricano y el dólar norteamericano, como moneda oficial, la escasez de divisa ha arrastrado ahora al sistema de bonos, desde 2016. (Gemma Parellada, 2017). El Producto Interno Bruto de Zimbabue se redujo en un 50% entre los años 2000 y 2008 - después de este periodo hay ausencia de cifras exactas -. Se trata de la mayor contracción de una economía en tiempos de paz,según el Banco Mundial. Con todo, .Zimbabue tiene una tasa de alfabetización de 89%, según datos del Banco Mundial de 2014, fruto de los años de la independencia cuando se invirtió en educación. La expectativa de vida al nacer (60 años) cayó dramáticamente en la década de 1990, debido a la epidemia del VIH/sida. Un 13,5% de la población adulta de Zimbabue, cerca de 1,3 millones de personas, viven con VIH/sida, según datos de ONUSIDA de 2016 (Parellada, idem). Los blancos tampoco se quedaron de brazos cruzados, ofrecieron resistencia, organizaron acciones violentas, desafiaron los abusos de Mugabe, razón por la cual el único mandatario conocido por la nación en 37 años de emancipación, respondió a ella, eliminando los treinta escaños que les pertenecían en el Parlamento. Asimismo, con el ánimo de afianzar su poder frente a la oposición de los blancos europeos, el gobernante nonagenario logró superar, hábilmente, las viejas diferencias con la otra fracción guerrillera, dirigida por Nkomo, líder de la minoría Ndebele, otrora víctima de una matanza de casi 20.000 personas, orquestada por Mugabe. Ambos líderes (Nkomo y el mandatario) se pusieron de acuerdo en formar en 1988 el partido (pro-marxista) Frente Patriótico de la Unión Nacional Africana de Zimbabwe (ZANU-PF), todavía en el poder. La Unión Europea, Suiza, los Estados Unidos de América y varias organismos internacionales ejecutaron severas sanciones económicas, comerciales y financieras contra el régimen, el cual hacía recrudecer sus medidas de ocupaciones tierras de los blancos, agravando así el colapso de la economía nacional. Cuando las practicó, su gobierno careció de los recursos presupuestarios para dotarlas de infraestructura mínima, tal que los beneficiados pudieran trabajarlas. LA INTERNACIONALIZACIÓN DE MUGABE. Después del derrumbe del imperio soviético, la formación política hubo de optar por la renuncia ideológica del marxismo leninismo. Se declaró (se disfrazó) como una organización social demócrata (idem). Realmente, dicha formación operó como partido único; se ocupó de erosionar los mínimos márgenes de libertad de las agrupaciones opositoras. Sobre la plataforma del partido oficial, Mugabe, en adelante, sale ganancioso en elecciones completamente amañadas y fraudulentas, y hostiles, en la perspectiva de acumular y reforzar sus facultades presidenciales, con ello chantajear a la colectividad blanca con la cuestión de las expropiaciones o ocupaciones de tierras. Habido factor que la vía de la reforma agraria estuvo lo suficientemente lejos de ser concluyente. Las consecuencias de las mismas presiones internacionales hicieron paulatinamente mella; el gobierno del ZANU-PF cae en descrédito. Asimismo, el propio Fondo Monetario Internacional entró en escena, puesto que la economía nacional inició un ciclo de pleno deterioro, contagiante en todo África. El discurso "arenguero" contra las naciones desarrolladas perdió hasta el mínimo de credibilidad. En cambio, en la postguerra de descolonización hubo de convertirse en uno de los recursos persuasivos (o habilidades) de Mugabe, quien era poseedor de una reconocida cultura. El tirano africano habría encontrado aliados en el curso de su fachada tercermundista y nacionalista, a saber, los gobiernos de Nicaragua, Cuba, Bolivia, y en su conjunto las naciones del ALBA chavista de América Latina, así también en Corea del Norte, el Irán, Belarus, Myanmar, el elenco global de las dictaduras o tiranías. En tiempos recientes, aquello (la demagogia populista) le fue inútil, para defenderse de los bloqueos y sanciones, provenientes del exterior de su país (Instituto del Tercer Mundo: "Guía del Mundo", 2009), incluso de la beligerante Organización de las Naciones Unidas (ONU). LAS ALERTAS ROJAS. Desde un tiempo atrás, el mandatario era objeto del aislamiento, particularmente de sus aliados. Lo comenzaron a encarar las agrupaciones sindicales y las formaciones opositoras, al ser testigos del desempleo, la pobreza y el deterioro de las finanzas públicas. Tales organizaciones de la sociedad civil fomentaron la ebullición política, al extremo de abogar por la salida del poder de Mugabe. Este adoptó la represión desmedida contra los movimientos contestatarios. Una de esas medidas consistió en la demolición de miles de viviendas precarias y de puestos callejeros ilegales, a través de un operativo de "limpieza urbana". Por debajo se sabía de la maniobra gubernamental, con tal de deshacerse de opositores pobres al régimen. Quedaron 700.000 personas sin hogar. Se hicieron frecuentes las purgas internas tanto en las fuerzas armadas, como dentro de su propio partido ZANU - PF, tan autoritario como el mandatario (93 años), cuyos 37 años en el poder, los patrocinó el propio ejército, el cual le sirvió de firme sostén en sus ambiciones autoritarias y en la sobrevivencia política. Al cabo que se disparó la fuerza de las agrupaciones opositoras, de manera paralela, Zimbabwe viene entrando en el ciclo de "desintegración", así lo advirtió Jan Egeland, subsecretario general de la ONU para asuntos humanitarios, al cabo que esa empobrecida nación todavía, continúa siendo golpeada por hambrunas, causadas por la deforestación, la erosión del suelo, enfermedad de la tierra (otrora enriquecida por los blancos); así también la polución del aire y el agua. Además que las prácticas mineras a pequeña escala producen polución de metales pesados y desperdicios tóxicos (idem). Entrelazado a lo anterior, los habitantes no han dejado de cruzar las fronteras rumbo a Sudáfrica. Dadas las diásporas, la tercera parte de la población reside ahora fuera del país —sobre todo en la más próspera vecina Sudáfrica—. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional ha sancionado al decaído régimen al vedarle el acceso a los recursos y créditos externos. La ONU no escatimó esfuerzos en aplicar sanciones contra el régimen de Mugabe, al lado de Gran Bretaña y los Estados Unidos de América. Todos ellos venían ejerciendo presión para que él abandonara el poder, ejercido de modo ilimitado durante 37 años de mandato. Hubo esfuerzos en tal sentido (desalojarlo) , a través de resoluciones de la organización multilateral. Sin embargo, China y Rusia se opusieron, nada de extrañar en ellos, ya que siempre han defendido las tiranías, principalmente cuando sirven o corresponden al juego de los intereses, propios de las superpotencias. A lo mínimo que el régimen de Zimbabwe accedió, tuvo lugar en el 2009: en medio del colapso económico, cuando posesionó al dirigente opositor, Morgan Tsvangirai como Primer Ministro. Apertura "viable", y manipulada, la que le calzó de modo transitorio, a fin de formar un incómodo gobierno de unidad nacional durante cuatro años (BBC. Mundo, 2017). EN POLÍTICA NADA ES ETERNO, MENOS LAS DICTADURAS. Hemos intentado poner de manifiesto que "la desgracia Robert Mugabe para Zimbabwe estuvo lejos de ser un hecho casuístico. Por el contrario, resultó un fenómeno incubado desde el inicio de los movimientos anticolonialistas en el África - y más antes -, cuando este personaje cumplió, por cierto, un rol emblemático. Antes héroe libertador, luego opresor. Se transformó en el más veterano jefe de Estado del mundo. Se embriagó de poder, se aferró de modo obsceno a él, “ A sus 93 años, Mugabe no tenía intención de dejar el poder” en la excolonia británica. Solo Dios lo quitaría, en alguna ocasión lo expresó, convencido que a Zimbabwe lo iría a gobernar hasta los 100 años, .“Su verdadera obsesión no fue tanto la riqueza personal, sino el poder”, afirmó el biógrafo Martin Meredith. Habría un inminente desenlace, difícil de posponer. Finalmente, el ejército organizó un “cortés” golpe de Estado, sin derramar sangre. El pueblo, casi en su totalidad, expresó su respaldo al operativo militar. Grace Mugabe, la esposa del presidente, fue uno de los objetivos principales. La extravagante mujer se disponía a heredar los poderes de la virtual dinastía, a pesar de su impopularidad. La institución armada, temerosa de las ambiciones desenfrenadas de Grace, se decidió borrarla del mapa. Ella, una sociópata, “abofetea a su marido en público"; proclive a extravagantes gastos en fiestas, mansiones, vehículos y joyas¨; apoyada por un grupo de políticos mafiosos entre los 40 y 50 años, en forma espuria rivalizó por la conquista del poder con uno de los vicepresidentes del gobierno, Emmerson Mnangagwa (75 años). Precisamente, lo que “gatilló” la crisis política, y posterior intervención militar para el golpe de Estado, descansó en la destitución, días atrás, de Emmerson Mnangagwa como vicepresidente. Una decisión adoptado por el presidente y su esposa. Todo ello obedeció a las acostumbradas purgas internas, además de la lucha por la sucesión del poder; la ancianidad de Mugabe, apuntaló los desencadenantes de la crisis. Una especie de éstas, seguro que la justicia de Dios iba a evitar dejarla en el poder hasta los 100 años. La facción del vicepresidente, la de los veteranos de guerra, llegó a protagonizar la intervención militar. Antes de eso había presionado a Mugabe a renunciara. El ejército y los veteranos se pusieron de acuerdo con la dirigencia del partido ZANU-PF, a efecto de suspendierlo de las funciones de máximo director. Mugabe, el más veterano jefe de Estado del mundo, aparecía cada vez más aislado tras haber sido abandonado por el ejército, por el ZANU-PF y por los veteranos de guerra, sus antiguos socios en la corrupción y el autoritarismo. El vicepresidente del gobierno, Emmerson Mnangagwa, posee un historial de flexibilidad en sus tratos con la clase de los blancos, ellos también son ciudadanos de esa nación africana, verdaderamente son imprescindibles en todas las instancias nacionales. Como héroe de guerra, con buena relación con los militares y veteranos de la independencia, será el hombre que dirija, de forma interina, los destinos del país. Se entiende perfectamente con el general Constantino Chiwenga, Jefe de las Fuerzas Armadas; son dos figuras destacadas de la lucha por la independencia de la excolonia británica, junto al derrocado jefe del Estado. En cuanto a la Unión Africana (UA), la organización regional consideró en un comunicado que la crisis “parece un golpe de Estado” , e hizo un llamado a los militares a respetar la Constitución; no llegó más allá de tales expresiones. En nuestra conclusión, resulta atinado hacer referencia de una cita bibliográfica (del 2008) del Presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís Rivera. Dice así: "En parte el desacierto de las naciones del continente africano, en cuenta Zimbabwe, (incluyendo los procesos de unidad e integración) reside en que los proyectos políticos siguen descansando bajo el alero de un único valor psicosocial: la defensa de la negritud, acuerpadas constantemente por élites extremadamente corruptas y por los "señores de la guerra", lo que a la vez se constituye en un planteamiento reducido y distanciado de enfoques contemporáneos que comparten las visiones de desarrollo y de la democracia como procesos incluyentes, pluralistas y en último término dirigidos a la consecución del bienestar de la mayoría de las gentes". SIN CREAR ESPEJISMOS. El sucesor del mandato de Mugabe arrastra un expediente escasamente cercano con los ideales de la democracia liberal y vocación hacia los derechos humanos. Mnangagwa había sido "de los mano dura" y hostigadores del régimen", así como del cuasi partido único ZANU-PF, el gobernante. Ilusionarse con él es bastante prematura e impredecible. La expectativa de que el nuevo gobernante apoye "elecciones libres y justas” dejan nubarrones, habida cuenta que él representar una formación política y un ejército antidemocráticos, pilares del régimen, encabezado por el otrora héroe de la emancipación. Igualmente, juntos conformaron la casta social dominante. De modo acertado lo sentenció el prominente político opositor zimbabuense David Coltart, quien tuiteó: "Hemos eliminado a un tirano pero todavía no a la tiranía". Ronald Obaldía González (Opinión personal).