sábado, 23 de septiembre de 2017

COREA DEL NORTE: QUORUM DE LA APOLOGÍA DEL PODERÍO ARMAMENTISTA.

COREA DEL NORTE: QUORUM DE LA APOLOGÍA DEL PODERÍO ARMAMENTISTA. Ninguna novedad. La aislada, oscurantista, empobrecida o hambrienta Corea del Norte resiste cualesquiera presiones, relacionadas con la suspensión de sus pruebas nucleares y balísticas, cuyo programa arrancó en el período de la Guerra Fría, gracias al respaldo de la entonces Unión Soviética (URSS). Días atrás el joven mandatario Kim Jong-un, cabeza de un despótico y sanguinario régimen comunista, ejecutó la sexta prueba nuclear, en abierto desafío a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), así también de las advertencias del Gobierno de los Estados Unidos de América (EE.UU), protector de sus aliados en la región: el Japón y Corea del Sur. Con todo, esta última nación le proporciona considerable cooperación a su vecina Norcorea, a fin de paliar las crónicas hambrunas, que castigan a sus congéneres. Al recoger las consecuencias del aporte nuclear moscovita para con los norcoreanos, hoy Vladimir Putin confiesa sus temores respecto a la aceleración de la "histeria militar", en torno a la escalada de pruebas nucleares y de misiles balísticos de parte de Corea del Norte, lo cual, según él, podría llevar a una "catástrofe global". Dicho sea de paso, del endurecimiento de las sanciones, tanto de los Estados Unidos de América como del propio Consejo de Seguridad de la ONU sobre la Corea de la dinastía de la familia de los Kim, las cuales ciertamente empeoran las condiciones de extrema pobreza del pueblo, habrán de salir perjudicadas, desafortunadamente, las negociaciones diplomáticas de carácter multilateral a seis bandas (las dos Coreas, China, Estados Unidos de América, Rusia y el Japón), destinadas a lograr la desnuclearización de ese país totalitario, más cuando habían sido suspendidas desde finales del 2008, “por cuanto el régimen norcoreano se burlaba, prácticamente, de los insípidos acuerdos”. Al dar cuenta de su retórica guerrerista, y las opciones alternativas, Washington se empecina en aislar económica y financieramente al régimen comunista de Kim, cortarle la fuente de ingresos; ejerce influencia en el Consejo de Seguridad, en donde en esa dirección ha encontrado, de modo frecuente, la oposición de China y Rusia. Ambas en ese órgano poseen también el derecho de vetar los proyectos de resolución; de esta forma, dan al traste, casi siempre, con las ofensivas políticas estadounidenses contra Pyongyang, éstas percibidas como el intento de aniquilar al aliado y vecino comunista. Con su vecino limítrofe, Corea del Sur había conformado una sola nación en la península coreana antes de la guerra de la península de Corea o del paralelo 38 (1950 – 1953). Una lucha compleja de intereses políticos y militares entre los Estados Unidos de América frente a sus enemigos las naciones comunistas, China y la Unión Soviética, la cual concluyó en un armisticio. Así, Corea quedó oficialmente separada en dos partes (el norte y el sur) a lo largo del paralelo 38º. El antecedente este, nos facilita fusionarlo con ese señalado derecho de veto, poseído por China y Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU, bastante útil en las múltiples ocasiones, cuando es imprescindible defender de los diversos y fuertes castigos (hay que adoptarlos) dirigidos contra Corea del Norte. PREDISPOSICIÓN BELICOSA. Donald Trump, el Presidente de los Estados Unidos de América (EE UU), arguye la defensa de su país, lo mismo que de los territorios y naciones aliadas, para lo cual - dice - usará todas las opciones diplomáticas, convencionales y la capacidad nuclear disponible (PABLO DE LLANO, Xavier Font de Glória, 2017). En el intercambio de diatribas con el líder norcoreano, Trump asegura que la solución militar contra el país peninsular “está lista”. Tal retórica la trasladó sin empachos a la 72.ª Asamblea General de la ONU de esta semana, en la cual dejó entrever la destrucción de Norcorea y su régimen (“criminal”), en caso de proseguir éste con las pruebas nucleares y balísticas. Ciertamente, durante la campaña electoral, Donald Trump llegó a afirmar que Corea del Sur y Japón tenían fuerzas y recursos suficientes incluso para desarrollar armas nucleares para defenderse. Aseveró que ellos distaban de necesitar el respaldo de Estados Unidos de América en un presunto enfrentamiento con Pyongyang (Carlos Alberto Montaner, 2017). Trump se convenció que si retiraba su paraguas militar, Japón y Corea del Sur desarrollarían bombas atómicas. Tienen la tecnología y la economía para fabricarlas. En ese ambiente, “no es descartable” que Taiwán las construya (Montaner, ídem). Las continuas amenazas de Pyongyang, ligadas al inicial discurso aislacionista de Trump, hicieron que se alzaran varias voces en Seúl y Tokio, demandantes en desarrollar armas más potentes para defenderse. Entre las enemistades, las provocaciones de Norcorea, destacan los nipones, aliados de los Estados Unidos de América, en lo referido a las sanciones impuestas por la ONU. A finales de agosto pasado les fue lanzado un misil balístico de alcance intermedio, que sobrevoló el territorio japonés; se sumergió en el Pacífico Norte, sin provocar daños. Por ello, en Corea del Sur hay partidarios a favor de desarrollar misiles más potentes y hasta de desplegar armas nucleares estadounidenses desde su territorio. Ambas medidas deberían contar con la aprobación de Washington. El actual presidente Moon Jae-in las ha rechazado; por el momento esta posibilidad es inviable (Xavier Fontdeglòria, 2017). Eso sí, el gobierno surcoreano, en compañía del gobierno de Trump, reitera en la práctica efectiva de los ejercicios militares, los cuales agrupan a 50.000 soldados suyos, al igual que 17.500 estadounidenses, producidos en un contexto de alta tensión y de guerra retórica entre Washington y Pionyang (AFP,2017). Desafiando e irrespetando las sanciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, las fuertes sanciones económicas y políticas, las amenazas del presidente estadounidense Donald Trump, el paranoico mandatario norcoreano, violador de los derechos humanos de su pueblo, desea que la nación comunista sea una potencia nuclear, creíble y temible, esto enmarcado en “la diplomacia de alto riesgo” (AFP,2017). Años atrás Pyongyang lanzó satélites y misiles de largo alcance; más recientemente exhibió el lanzamiento de un misil intercontinental en la deriva de su carrera armamentista, al tiempo que reveló el haber desarrollado una bomba de hidrógeno. Justamente, acaba de ensayar, supuestamente, la potente “bomba H”. Según la información difundida por el régimen “teatral”, se detonó bajo suelo norcoreano una bomba de hidrógeno “con un extraordinario poder explosivo”. La cual causó un sismo de 6,3 grados de magnitud. Se presume que un futuro próximo podría ser instalada en un misil intercontinental capaz de alcanzar el territorio estadounidense. El artefacto habría alcanzado una potencia de entre 80 y 100 kilotones. La bomba que EE.UU lanzó sobre Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial fue de 15 kilotones. RASTROS DEL LÍDER NORCOREANO. Casi nada se sabe de su vida privada (El País, España, 2017). El misterioso o sibilino, e irracional joven gobernante es un miembro descendiente de la dinastía comunista, pero llena de dinero, totalitaria y cruel. La fundó su abuelo paterno, Kim Il-Sung, ya fallecido, quien sigue siendo “un dios” en Corea del Norte, al haber implantado “la filosofía Zuche”, consistente en combinar la confianza en las fuerzas propias, el nacionalismo y el control centralizado de la economía. Su nieto, más asediado al interior del régimen que su fallecido padre Kim Jong-il - el segundo presidente de la dinastía comunista - , sabe bien el oficio de purgar sus adversarios, éstos en cierto momento incrédulos, equivocadamente, de sus capacidades despóticas. Sin miramientos, hasta envió a mandar a su hermano, quien permanecía en Malasia. Sea un lenguaje teatral o de preguerra, y ser testigos de estos comportamientos en la esfera internacional, lo cierto es que Donald Trump “se ha enzarzado en un salvaje conflicto verbal con el Presidente Kim Jong - Un, al amenazarlo “con un ataque apocalíptico”. Desde niño Kim ha sido entrenado para ser receptor de tales palabras violentas; sus propios genes heredan o cargan esa información, producto de la historia agitada de la familia gobernante, dado que su abuelo, Kim Il-sung (“dios comunista”), su padre Kim Jong-il, tampoco se arredraron frente a Washington y nadie. Lo que quiere decir que el joven Kim ignorará las reacciones de la comunidad internacional en sus intentos de contenerlo. Se trata de Kim Jong-un, uno de los jefes de Estado más jóvenes del mundo. Desde seis años hasta acá ejerce en Corea del Norte un poder absoluto, al amparo de su férreo y vertical partido político – el único existente en el país – , además del poderoso y “leal” Ejército, y al poseer a su disposición “de las armas más potentes del planeta”. Ha conducido personalmente el trabajo de llevar a cabo 78 ensayos con misiles; se supone que su reciente “bomba de hidrógeno”, la instalará en un misil balístico intercontinental”, meta la cual representa una de sus mayores ambiciones, pareciendo poner a su alcance, según el, buena parte del subcontinente norteamericano. Desde que llegó al poder en el 2011, Kim continúa sacrificando sus (cuantiosas) finanzas personales, heredadas de la dinastía comunista, minadas por la nueva ronda de censuras internacionales. A diferencia de su padre, quien pretendió hacer creer que los lanzamientos tenían carácter civil, notificaba con antelación al Gobierno japonés y surcoreano tales actividades; el nuevo dinasta se reconoce afanosamente en ellos, al valorarlos, sin tapujos, como propósitos militares e intimidatorios para el combate. Es cuestión de poner a punto la tecnología balística que sitúe a su país en posición de alcanzar el territorio de EE UU, según él, quien se muestra seguro de recordarles a Washington y sus aliados la vulnerabilidad de ellos, como enemigos (El País, España, 2017). CHINA, DECISOR. Fuera de esa potencia asiática, su gran socio comercial, Pyongyang apenas con México, Brasil y Alemania mantiene modestos acuerdos comerciales (Paul Mozur, 2018). China comunista representa cuatro quintas partes del mercado norcoreano ($3.000 millones), al cabo que ayuda al beligerante país comunista con combustible, alimentos y maquinaria necesaria. Le compra carbón, ropa, mariscos, y minerales entre otros productos; así también los trabajadores norcoreanos se movilizan a China – también a la frontera con Corea del Sur - para ganar dinero y enviarlo de vuelta a su país. Con ello surten de divisas extranjeras al gobierno del joven Kim, esto por haber aceptado más políticas orientadas al mercado. Las propias empresas chinas le venden a Norcorea productos estadounidenses. La China Popular rara vez había realizado sinceros esfuerzos en poner freno a las amenazas del programa armamentista de Pyongang. En cambio, en este año ha comenzado a aprestar conciencia de su responsabilidad a la hora de evitar que los ciudadanos de Japón y de Corea del Sur, entre otros, tengan que vivir bajo la amenaza constante del trasnochado y peligroso totalitarismo de Kim Jong-un (El País, España, 2017). Resulta lógico que una conducta invariable de Beijing le originará severas contradicciones con los Estados Unidos de América; lo cual su economía estaría lejos de resistir, más que todo al operar en una subregión disruptiva del Asia Pacífico. En estos últimos meses, Beijing ha elevado el lenguaje frente a las ofensivas estratégicas y ensayos balísticos norcoreanos. Lo cual ha comportado el recorte de exportaciones por el valor de 1.000 millones de dólares: una tercera parte del total de ventas al exterior del ya de por sí aislado país comunista. Beijing se ha distanciado “mesuradamente” de la dinastía de Pongyang, y sumado a las últimas sanciones de las Naciones Unidas. Especialmente, a las del pasado agosto, en las cuales se prohíben el suministro, venta o transferencia de carbón, hierro o plomo, también de mariscos. Se bloquea el número de norcoreanos autorizados a residir en otros países. Insta a prohibir nuevas empresas conjuntas con el gobierno censurado. En anteriores ocasiones, el gobierno chino le había ya reiterado a Kim que “no dudaría” en reducir la ayuda que le otorga si procedía con su planeada prueba nuclear, al cabo que ello habría de posibilitar la ruptura de las relaciones diplomáticas. Las advertencias, en efecto, han cobrado paulatinamente determinado vigor. Ante ello, el joven mandatario Kim se ha mostrado dispuesto a alejarse de China, su único aliado de relevancia, al descartar abandonar la carrera armamentística, a la que Pekín se opone categóricamente. El líder norcoreano todavía no ha visitado China para reunirse con el presidente Xi Jinping. Reculará más aún, al comprometerse EE.UU y el gobierno chino a instrumentalizar y endurecer, decididamente, las resoluciones del Consejo de Seguridad, “a maximizar la presión”, para encarar de forma enérgica la carrera armamentista del régimen dinástico, factor de desestabilización del nordeste de Asia y de la comunidad internacional. Resulta inevitable el disgusto del joven Kim de ser encarado por China, quien le ha reducido sus compras de carbón, debido a las restricciones de las Naciones Unidas. Enseguida, Corea del Norte saca a flote la reacción airada, en especial a la nueva ronda de disposiciones en su contra, aprobada por unanimidad en días recientes por el Consejo de Seguridad de la ONU. De acuerdo con las hipótesis de Washington, es el mercado del carbón - el producto relevante - que contribuye a financiar el programa de armas nucleares de la nación comunista, quien ya cuenta con capacidad nuclear (Paul Mozur, 2017). RIESGOSOS FORCEJEOS, CONEXOS A COREA DEL NORTE. El comportamiento amenazador y de alto riesgo del gobierno del joven y regordete Presidente Kim Jong - Un le trae severas complicaciones a la China Comunista, antes que a cualquier otra potencia del Asia Oriental. Porque además de temer el acrecentamiento de un eventual flujo descontrolado de refugiados norcoreanos hacia su territorio, hay otra piedra dentro de sus zapatos. La cual viene precedida de las crecientes tensiones o controversias, manifiestas frente a Japón, Taiwán, Filipinas, Vietnam, esto a causa de las disputadas islas y aguas territoriales en el Mar de la China oriental (Zhuang Chen, editor de BBC China). En otras palabras, Beijing representa una fuente de incertidumbre a tales potencias de la región, las cuales se amarran de los Estados Unidos de América, a fin de llevar a cabo ejercicios militares conjuntos - incluidos los navíos - cerca del territorio chino, cuyo gobierno a su vez los censura abiertamente. Han sido notorias y repetidas las protestas estadounidenses contra las ambiciones expansionistas de la China comunista en los territorios oceánicos adyacentes. Parejo a lo anterior, cabe destacar que China, una potencia atómica entre otras esferas, recela de la eventual reunificación de la península coreana, eso le haría perder control total de Corea del Norte, quien pese a todo funciona bajo su égida. Le preocupa por razones históricas, una sola nación coreana, que pueda hacerle competencia económica, política y hasta militar (Carlos Manuel Echeverría Esquivel, 2013). En el contexto de la reunificación, allí será absorbida “una Norcorea nuclear”. La cual le resultaría demasiado retadora. En función de las suspicacias, China se convirtió entre los primeros en condenar con firmeza el ensayo norcoreano de una bomba de hidrógeno en este setiembre, pero destacó también que no permitirá que "haya caos y guerra" en la península coreana, lo que no deja de serle un trauma, en la posibilidad de la invasión estadounidense contra Pyongyang, o bien, el correcto desenlace de la unión peninsular, lo cual hoy parece inimaginable. EL DEBATE CHINO - ESTADOUNIDENSE. Lo cierto es que Washington venía considerando de escasamente convincentes las tácticas chinas, puesto que reclama de Beijing mayor vigor y presiones contra Pyongyang y sus proyectos atómicos y balísticos. Resulta innegable que el actual presidente estadounidense teje alianzas mayúsculas con el Japón y Corea del Sur. Esos aliados coinciden en que es imprescindible contener el poderío de China comunista en las diferentes áreas (Shahid Javed Burki,2017), como sea ella realimentó la dinastía comunista, la cual tiene derivaciones de elevado riesgo, inestabilidad e inseguridad en el Asia Pacífico. Para Trump se agrava ese trabajo insuficiente del gran tigre asiático frente al gobierno norcoreano, habida cuenta del rechazo, junto con su socio ruso, de los ejercicios militares conjuntos entre los surcoreanos y estadounidenses en el océano Pacífico, tildados también de provocación por Moscú y Beijing. Ambos los acusan de "conducir a la península a un nivel de explosión extremo". Unos ejercicios que, lógicamente, irritan enormemente al gobierno norcoreano; a los que el régimen dinástico acostumbra responder con adicionales pruebas de armamento, porque para él “constituyen duras medidas en el ejercicio de su derecho a la autodefensa". Más de 100 lanzamientos de misiles Norcorea ha llevado a cabo, desde el comienzo del programa atómico, financiado por la desaparecida URSS. En otro orden, a los intereses económicos y comerciales de la China comunista le resulta inconveniente las tensiones adicionales en la Península de Corea, tanto allí como en toda la zona del Pacífico asiático. Por ello opta siempre por la estabilidad y la seguridad de la región, a sabiendas que Pyongyang es un factor de alta tensión. Durante años, China hubo de desempeñar un rol balanceado en el trato con Corea del Norte, basado en la persuasión, presión pero no de sanción. De este modo, la institucionalidad política de Pekín, y especialmente el presidente chino Xi Jinping, han sido astutos en encontrar el equilibrio entre proteger al extremo una buena y duradera relación con los EE.UU, prioritariamente la comercial, la cual vale cerca de $650.000 millones anuales en bienes y servicios (Paul Mozur), al cabo de seguir siendo a la vez la “ficha clave” con Corea del norte. Entonces, de tal postura Washington se aprovecha para exigirle mayores responsabilidades políticas y diplomáticas al gobierno chino alrededor de las turbulencias ocasionadas por el régimen dinástico. Las exigencias y acusaciones de Donald Trump alrededor de la alianza china – norcoreana comenzaron acentuarse una vez que el joven Kim en julio pasado lanzó con éxito dos misiles de alcance intercontinental con significativa capacidad de combate. Según los expertos, Corea del Norte podría alcanzar el territorio estadounidense, tras su acelerado programa atómico, puesto en evidencia además con el ensayo de la bomba “H” . “Justifica” la escalada nuclear y militar frente a la necesidad de defenderse de lo que considera movimientos aniquiladores de Corea del Sur y los Estados Unidos de América (Xavier Fontdeglòria). Entretanto, Seúl tampoco se queda de brazos cruzados. De igual forma, se arma con aparatos sofisticados, expuestos en los repetidos ejercicios militares. Lo cual, socava todo tipo de esfuerzos “de no proliferación y desarme de armamento no convencional” en la península coreana, y más allá. EL PAUSADO GIRO CHINO EN LA PENÍNSULA COREANA. Recordemos otra vez que en la guerra del paralelo 38 (1950 ‘ 1953), que al evitarse una categórica victoria estadounidense, el líder comunista Mao Zedong dijo que su país (China) y Corea del Norte eran tan íntimos “como los labios y los dientes”, descripción para aquel entonces válida, dado que las tropas chinas respaldaron en el combate a los comunistas norcoreanos; en menor grado los soviéticos. En el último lapso de las turbulencias la realidad es distinta entre esas dos naciones. Frente a “las manías” nucleares norcoreanas, tampoco se descartaría la posibilidad de una invasión militar de China en Corea del Norte. El haberse abstenido de ello, llega a ser esa pasividad de Beijing, denunciada por el Presidente Trump, quien exige una reacción en contrario, tal que dicha potencia asiática “se encargue” de “esa incomodidad” de la región. El derribar la dinastía, será una señal del uso exitoso del poder duro por parte de China, lo cual derivará en inversión, al aportarle enormes reservas de poder blando (Bill Emmott - 2017-, exjefe de redacción de ‘The Economist’). Porque la acción militar de tal naturaleza le aseguraría réditos y aprobación con el resto de las naciones del Asia Pacífico, sobre todo, con el propio Washington. El supuesto de la intervención puede materializarse. La última decisión de China de respaldar, sin ambages, la resolución de la ONU de incrementar y endurecer las sanciones políticas y económicas contra el oscuro régimen comunista, llega a ser un giro inesperado (Zhuang Chen, idem). Significa un punto de partida respecto a sus políticas con Corea del norte”, al extremo que algunos de los voceros chinos poco antes habían dejado entrever, “que no sería el fin del mundo si hubiera problemas” militares en la región de las Coreas. El sacrificio de China en pos de una posible política de endurecimiento frente al régimen de Kim, tendría eso sí que ser compensado por Washington, quien ofrece evidencias de perder la cabeza alrededor de los chantajes y las reacciones desafiantes de su enemigo peninsular. Esa carta la sabe trabajar China, haciendo cábalas en aras de atraer el respaldo de los Estados Unidos de América, a efecto de que este pudiera, al menos atenuar o mediar, en sus crecientes disputas sobre las fronteras marítimas frenta al Japón, Corea del Sur y las otras potencias asiáticas, aliadas de Washington en la región Asia Pacífico. La otra posibilidad consistirá en intentar retroceder a Donald Trump, en su tesis de defender incondicionalmente a sus aliados en las contradicciones de los límites marítimos. Lo ventajoso para China estriba en que Trump regrese a determinadas prioridades del Presidente Barack Obama en su momento: su predecesor guardó un parcial y comedido distanciamiento en torno a tales desavenencias multilaterales en dicha estratégica región. De seguido, hubo de abogar por canales de comunicación y “negociaciones serias” en esos contornos, incluso en lo que pudo significar la reanudación de las tratativas entre las seis naciones, involucradas en contrarrestar el programa armamentista norcoreano. RADICALIDAD E INVERSIÓN EN LA PRE-GUERRA. Corea del Norte llega a convertirse en el más sancionado de la sociedad de naciones, debido a su empecinamiento militar. Lo antes dicho, insuficiente, por cuanto los últimos correctivos impuestos por la ONU los responde con aumentar el volumen de las amenazas verbales y sucesivos lanzamientos (Xavier Fontdeglòria). Tanto así, que hace pocos meses, un vocero del régimen advirtió de que atacarían “sin piedad el corazón de EE. UU” con su “poder nuclear”, si Washington atenta contra el liderazgo de “su líder supremo”, hechizado porque el pasado mes de julio puso en el aire dos misiles Hwasong-14, de alcance intercontinental, que lograron distancias de 933 y 998 kilómetros; así como el ensayo de la bomba “H”, lo cual elevó el rango de amenaza, el atributo de Pyongyang. Al cabo que hizo recientes disparos de misiles balísticos; días atrás estos cruzaron el espacio aéreo de Japón, el último de ellos recorrió 2.700 kilómetros hasta sumergirse en el océano Pacífico. En realidad la dinastía comunista de los Kim ha utilizado las pruebas de capacidad de sus armamentos con tal de presionar a Estados Unidos de América a que reconozca su poderío nuclear. Pero, esto difícilmente ocurrirá. Simultáneamente, simboliza una forma de hacer sobrevivir y mantener seguro el régimen totalitario. Así que el programa nuclear seguirá adelante, a pesar de las sanciones. Lo prefiere antes que proporcionarle alimentos a la hambrienta nación, por lo tanto violará y actuará a contrapelo de todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Más bien tienden a acrecentarse las probabilidades del ataque de Washington contra el régimen comunista. Ha cobrado mucho mayor fuerza la exigencia de la suspensión del programa armamentístico nuclear suyo. De acuerdo con Trump y sus asesores “las palabras y acciones de Corea del Norte y de su “Little Rocket Man” llegan a ser bastante hostiles y peligrosas para EE.UU”. Por eso, el secretario de Defensa Jim Mattis “dejó asomar el garrote”; advirtió de que quien amenace a EE UU "recibirá una respuesta militar masiva"; esto en concordancia con las palabras de Trump de propinarle al régimen norcoreano “una furia y un fuego jamás vistos en el mundo”. Ante dicha “política dura” estadounidense, hay que añadirle el hecho de sopesarse, entre otras opciones, el detener o reprimir todo el comercio con cualquier país que haga negocios” con Pyongyang. Lo cual afectaría significativamente una variedad de empresas de China (PABLO DE LLANO, Xavier Font de Glória, 2018), y la propia Rusia, cuya economía petrolera es bastante frágil. Por ahora China ha esgrimido su rechazo a medidas comerciales en su contra por parte de Trump, de suerte tal que el mandatario se abstenga de vincular “el desafío del programa nuclear norcoreano con los asuntos comerciales bilaterales”, partiendo de los inexorables negocios de Beijing con el mandatario Kim. Retar, por otro lado, las sanciones estadounidenses y de la ONU le acarreará serias consecuencias, el Producto Interno Bruto (PIB) lo resintiría. La Administración de Donald Trump se ha atrevido a aprobar restricciones económicas contra una decena de empresas y seis individuos de China, así también frente a Rusia, en razón de colaborar con el régimen de Corea del Norte, según anunció este martes el Departamento del Tesoro estadounidense. Las medidas draconianas derivarían en severos impactos a Moscú, pues no podría dejar de exportar a Corea del Norte unas 40.000 toneladas de petróleo al año, afirmó el mandatario Vladimir Putin (El País, España). De ninguna manera surten efecto los chantajes amenazantes de la dinastía norcoreana de lanzar futuras pruebas nucleares - hizo su sexto ensayo - para reactivar y convocar las negociaciones diplomáticas multilaterales: la ronda de las seis naciones, (EUU, Rusia, las dos Coreas, Japón y China Popular) designadas a abordar la cuestión de la carrera armamentista coreana. Había sido además un movimiento táctico (los ensayos nucleares y misilísticos) que, primeramente, se encaminó a empujar negociaciones, con tal de alcanzar el acuerdo de paz con los Estados Unidos de América. Éste hubo de rehusarse a concretarlo, dado que ponía en entredicho la cordura de los líderes comunistas; empeoró tal rechazo al surgir la figura del Presidente, que dicho sea de paso le falta consolidar a ultranza su liderazgo (Jun Isomura, 2013) frente al reducido grupo conservador del Ejército Popular, que desprecia en la pura oscuridad la inmadurez del heredero del régimen. Envalentonado por la posesión y desarrollo de armas nucleares (la bomba de hidrógeno) y balísticas, específicamente el exitoso lanzamiento del misil de mediano alcance de tipo Hwasong - 12, el cual sobrevoló a mediados de setiembre de los corrientes el territorio japonés antes de sumergirse en aguas del océano Pacífico, el gobierno norcoreano posee la expectativa de lograr “un real equlibrio militar con los Estados Unidos de América”, en la cuestión nuclear o las armas de destrucción masiva. Incluso, Pyongyang acabó revelando el plan para bombardear con cuatro proyectiles el entorno de la isla de Guam en el Pacífico, isla que aloja importantes bases estadounidenses, aunque decidió templar después los ánimos asegurando que observará "un poco más" los movimientos de Washington antes de atacar. Anticipándose a un inminente riesgo; Estados Unidos de América desplegó en Guam el sistema antimisiles THAAD, capaz de interceptar proyectiles en su última fase de vuelo. Lo instaló en el 2013 a raíz de otra ronda de amenazas por parte de Corea del Norte. En esta línea de última defensa del THAAD de Guam de la anticipación de los peligros, el THAAD parcialmente desplegado en Corea del Sur detectaría los misiles. Los destructores desplegados en los mares de la región o en otras bases, tal como en Japón, igualmente serían capaces de interceptar los misiles de Kim. Al mismo tiempo, Pyongyang continúa emitiendo declaraciones contra su vecina del sur, por las que amenaza con “medidas físicas” contra Seúl - además de Japón - si continúa participando en la aplicación de sanciones, derivadas de la Organización de las Naciones Unidas, quien, sin algún resultado, obliga a Pyongyang a obedecer los reclamos de desnuclearización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU). Kim mira por debajo del hombro a lo que puede exponerse. En concordancia con lo subrayado al inicio de este documento, dimos a conocer que Corea del Sur ha puesto de manifiesto que sabe también responder a cualesquier desafíos del programa nuclear y balístico norcoreano, organizando ejercicios de bombardeos aéreos cerca de la llamada “Zona Desmilitarizada”: la frontera que separa ambos países. El objetivo suyo consiste en "mejorar las capacidades de destruir al liderazgo enemigo", demostrar su fuerza y capacidad de tomar represalias, en caso de emergencia y urgentes circunstancias de defensa militar (Yonhap, 2017). VÉRTICE DE LA DECADENCIA. Los programas atómicos norcoreanos arrastran impedimentos, tal que evitaría que puedan llegar bastante lejos, principalmente la precariedad de la economía constituye uno de esos factores, que los delata. Son golpeados a causa del aislamiento, originado por el sistema comercial y financiero estadounidense y europeo, y la adversidad de las resoluciones de las Naciones Unidas. Dicho lo anterior, la Administración de Trump continuará incrementando la presión sobre el país comunista, apuntando directamente las economías de aquellos que respaldan el progreso de los programas de misiles balísticos y nucleares (El País, España, 2017). Las bajísimas expectativas en cuanto que alguna fuerza política doméstica reme en tumbar a Kim Jong-un, facilitan el control absoluto suyo sobre sobre la nación. Las abundantes presiones económicas provenientes lo podría conseguir; falta todavía camino que recorrer. Lo cierto es que los paranoides norcoreanos, forman parte de “la versión remodernizada” del “eje del mal del planeta”, desconocedores del espacio para las soluciones diplomáticas entre antagonismos políticos (Amanda Mars, 2018) en la disruptiva región del Asia Oriental. Lo devaluaron. Igual sucede con los terroristas yihadistas islámicos del Medio Oriente y del Norte de África que entran en esa categoría. Y admítannos alargar las complejidades, desprendidas del “eje del mal”, integrando en tal ideación los verdugos criminales, conculcadores de los derechos humanos de la minoría apátrida musulmana de los Rohingya. Esos genocidas quienes han hecho resurgir el inacabable padecimiento de esa minoría, expulsada de los territorios que ocuparon durante siglos en Birmania (Myanmar), cuya velada complicidad recae paradójicamente en una Premio Nobel, su gobernante civil “de facto” . Ella, ayer víctima de la persecución de los militares antidemocráticos; hoy desconocemos si complaciente o blandengue, eso sí, transadora con ellos, en función de situar por encima de toda misericordia humana su fascinación por el uso (indebido) del poder. Y como contraparte de ese holocausto, a quien nadie parece preocuparle: el atrasado e inútil Bangladesh, cómplice de tal barbarie. Ronald Obaldía González (Opinión personal)