miércoles, 23 de agosto de 2023

CENTRO AMÉRICA Y SUS LABERINTOS (PRIMERA PARTE). Autor: Ronald Obaldía González

 CENTRO AMÉRICA Y SUS LABERINTOS (PRIMERA PARTE). Autor: Ronald Obaldía González


Lo que sí es cierto que ignorar el contexto histórico de los
acontecimientos económicos “constituye una receta” para las versiones
equivocadas en la materia de las políticas de integración regional
centroamericana, cuyos países conformantes están lejos de ser naciones
pacíficas, de derecho, menos aun de las posibilidades de legítimo
desarrollo humano.
Contrariamente a lo que se cree en general, las raíces de las
degradaciones, en cuanto a la ingobernabilidad de hoy son más
profundas que las complicaciones acarreadas por la pandemia de la
covid-19”. Complicaciones que las adherimos a los incontenibles flujos
migratorios con destino a los Estados Unidos de América y Canadá,
iniciados en las guerras desatadas entre finales de la década de 1970
y 1996.
En tanto las gentes han intentado encontrarse en el extranjero (si se
libran de las deportaciones) con un mínimo de mejores condiciones de
vida; así como librarse de la corrupción, la violencia, la inseguridad
y la pobreza.
A la vez los emigrantes aportan ingresos a las economías de las
naciones de origen suyas, a través de los envíos de remesas, las que
tienden a representar allí casi el 20% del Producto Interno Bruto
(Guía del Mundo, IteM). Los Bancos Centrales informan que los sistemas
económicos de cuatro naciones de la región dependen en buena medida
del aumento en las divisas que envían los migrantes desde Estados
Unidos de América.
Los desequilibrios sociales y económicos habrían de empeorar si Centro
América dejara de exportar pobreza al mundo altamente desarrollado.
Nos preguntamos que si por esas complicaciones existenciales, al ser
de más bajas rentas dentro del sur global, nuestra región está ubicada
en las escalas inferiores de los intereses geopolíticos y las
relaciones cooperativas de Washington y la Unión Europea.

INTEGRACIÓN REGIONAL AYUNA DEL CAMBIO POLÍTICO.
El Presidente costarricense Daniel Oduber Quirós (1974 - 1978), un
pionero de la integración regional, un convencido socialdemócrata,
estuvo pendiente de los avances del Mercado Común Centroamericano, el
origen, según él, de toda integración económica y de todo desarrollo
(Alberto Baeza Flores) en condiciones de igualdad. Había proclamado
una integración consustancial con el cambio social a pesar de “las
infraestructuras democráticas”, todavía extremadamente frágiles.
Oduber la concibió (la integración) “en un destino conjunto”, en
unidad, en la cual la clase trabajadora estuviera inmersa y fuera
protagonista. A la vez que le otorgó alta prioridad a los sectores de
la agricultura y la ganadería, pensando en la soberanía y la seguridad
alimentaria dentro de los sistemas económicos de nuestros pueblos.
Él consideró un grave error el “distribuir pobreza”, en vez “de
adquirir la capacidad tecnológica y empresarial”, en aras de competir
con los países de elevados ingresos. A las seis naciones
centroamericanas les planteó abiertamente los postulados de la paz, la
solidaridad y la justa distribución de la riqueza, eso sí “produciendo
y produciendo”.
Tampoco dejó de señalar que los términos del intercambio comercial,
económico y financiero “entre países ricos y países son cada vez más
injustos” (Baeza, idem). Habida evidencia en que las crisis globales
agravan el fenómeno de las distancias y las diferencias entre el
desarrollo de las naciones del norte rico y el sur (global) pobre.
Durante su gestión gubernamental, el Presidente Oduber estuvo rodeado
en Centro América de la seguidilla de autócratas militares o
dictadores de viejo cuño, defensores de los peores intereses de las
poderosas castas raciales, económicas y sociales (de origen doméstico
y extranjero), en las que está concentrada la mayor parte de las
riquezas nacionales.
Alejado del vocabulario protocolario, timorato, convencional e
insustancial, llamó a la cooperación, la interdependencia, a la
vigencia de las normas jurídicas obligatorias y a los derechos
humanos, la base de los derechos sociales. Utilizando todos los
canales de negociación y en sus convicciones hacia el respeto a la
dignidad de los pueblos centroamericanos; entre muros y bajo el método
de la comunicación diplomática, subrepticia pero racional, expedita,
mantuvo el diálogo directo y franco con los dictadores de la región,
lamentablemente sus colegas Jefes de Gobierno en aquel entonces.
La entrevista personal era parte de sus múltiples habilidades. Hasta
el propio Anastasio Somoza se veía atraído ante el pensamiento lúcido
y la contundencia del mandatario costarricense.
Los dictadores de aquel entonces, subordinados a las rígidas clases
dominantes, insensibles y socialmente rapaces dentro de sus
respectivos países, conformaron un esquema de poder heredado desde los
tiempos de la colonización española. Ellos mismos hicieron caso omiso
de los consejos y las advertencias, nacidas del olfato político y la
visión previsora de Oduber; en especial acerca de la imperiosa
necesidad de abrirse al cambio real y la apertura democrática.
De lo contrario se expondrían a inminentes riesgos. Supusieron que el
uniforme y los rifles serían determinantes en garantizar la
estabilidad autoritaria, o prevenir subversión frente a “tal orden
público”, liquidando cualquier acto que, según ellos, traicionara a la
patria (Sergio Ramírez Mercado).
Al cabo que las predicciones llegaron a darle la razón a nuestro
estadista e intelectual. La región terminó siendo víctima del caos y
los derramamientos de sangre, producto de las guerras civiles,
escenificadas por el antagonismo, los odios de las abusivas fuerzas
armadas estatales y las radicalizadas organizaciones guerrilleras.
En el pasado se enfrentaron, pero entretanto se dividen los mandos en
los poderes institucionales de tales naciones. E, incluso gobiernan
con mano dura, sean los casos de El Salvador y Nicaragua, también en
Honduras. Nuestras mentes albergan los genocidios, de los cuales las
partes beligerantes fueron responsables, por lo que casi “hacen lucir
mejor”, o hacen menos odiosas en estos tiempos a las pandillas
delicuenciales (las denominadas “maras”).

“LOS DESCARTADOS POBRES DIABLOS”
La complejidad del accionar delictivo en Centro América, en particular
las temidas maras, las organizaciones delictivas locales y
transnacionales, compuestas en mayoría por jóvenes provenientes de
familias socialmente excluidas; por jóvenes de orígenes
centroamericano, deportados desde los Estados Unidos de América,
constituyen los factores determinantes del ascenso de la criminalidad
en las naciones del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El
Salvador, Honduras).
Dicho sea verdad, las pandillas o maras matan, extorsionan, hacen la
vida imposible. Tampoco se puede negar que son productos de las
estructuras socioeconómicas rígidamente excluyentes y discriminantes,
aunque el grado de violencia y la criminalidad, originado por ellas,
tampoco se compara con el elevado nivel de destrucción y las
violaciones a los derechos humanos durante los combates que,
particularmente en Guatemala, El Salvador, Nicaragua, tuvieron lugar
en las postrimerías del siglo pasado.
A “las maras” se le aplican castigos atroces en las cárceles
salvadoreñas, acciones inhumanas que los gobiernos de Honduras y
Guatemala tienen en mente importar del mandatario salvadoreño Nayib
Bukele. En cambio la inmunidad e impunidad ha redundado a favor de los
soldados y los guerrilleros, quienes gozan de completa libertad,
producto de las amnistías y los acuerdos políticos celebrados. Tanto
así es que ellos se enquistaron en las estructuras del poder formal y
hasta plagian los comportamientos tan corruptos y mezquinos de sus
antiguos enemigos.

LA PODEROSA Y PATÉTICA REALIDAD.
Atinadamente lo narra Sergio Ramírez Mercado en uno de sus escritos,
en donde el surrealismo predomina en la biografía centroamericana. Un
surrealismo, adaptado a los tiranos “loquitos, tan subsistente con el
movimiento estrafalario y excéntrico del despotismo en Nicaragua; con
la apología de la crueldad y la venganza en El Salvador, reveladora
del “populismo duro”, penal, recursos disuasivos del histriónico Nayib
Bukele.
A la tesis de Ramírez Mercado adicionamos “el pacto de los corruptos”,
tan ideado por el cómico, evangelista, acosador sexual Jimmy Morales.
como el sucesor de él en la presidencia guatemalteca, sea Alejandro
Giammattei, ambos responsables del agudo deterioro del Estado de
derecho, del clima de desconfianza e inseguridad: esto la materia
prima de los Estados parias.
Las raíces y las escaladas de violencia siguen en pie. Hace ocho años
los intentos de gente de avanzada impulsaron “la primavera
democrática” guatemalteca. Hubo señales de reconstrucción y expansión
por el istmo; comportó optimismo en cuanto a reducir los riesgos de
haber ingresado a los laberintos de los Estados fallidos. Sin embargo,
se toparon con la cruda realidad de los condicionantes históricos.
Rápidamente la desactivaron los poderosos socios del “pacto de los
corruptos”, hecho a la medida de los intereses oscuros de ciertos
grupos de políticos, empresarios, militares, empleados judiciales y
burócratas, entre otros funestos personajes; posteriormente en
capacidad de haber alcanzado su objetivo de desconocer o sabotear el
eventual triunfo del político socialdemócrata Bernardo Arévalo en el
proceso electoral del 20 de agosto del año en curso, maliciosamente
interferido por la presente y malparada administración gubernamental.
Dentro del retroceso político de la región, equivalente a la gradual
descomposición del Estado, el narcotráfico y los corruptos, sus
principales cómplices, pretenden gobernar. Poseen ya su propia y
elevada cuota de participación en la jugosa repartición de los
réditos, desprendidos de la economía subterránea, antípodas del
desarrollo humano, la inversión y el correcto desempeño empresarial.
El antiguo cúmulo de desigualdades y patologías sociales todavía
persiste, ahondado ante los efectos del cambio climático; los
constantes daños ambientales, también letales. Las afectaciones y las
emergencias por doquier, originadas por los desastres en el pequeño
territorio, de manera constante introducen atraso en el desarrollo,
marcan el colectivismo depresivo y el desencanto.
A la vista “las excepciones” de El Salvador, apenas se imponen la
aberración, la imperfección de un supuesto orden social, inspirado “en
el terrorismo de Estado”, cuyo objetivo “contra los pobres diablos”,
llega a reivindicar las “soluciones finales”. Las que fueran “el
patrimonio” de un macabro pasado, que tal vez las fantasías del gran
Jorge Luis Borges las trastocarían, pues aquí somos incapaces de “ser
dueños de la vida, o tampoco lo es su muerte”.
CASUÍSTICA AUTORITARIA
En Guatemala ha habido un auge autoritario, irrespeto a los derechos
humanos y deterioro institucional, acelerado desde la presidencia de
Alejandro Giammattei (2020 - 2024), socio del “pacto de los
corruptos”, quien ha llevado a la cárcel o al exilio a jueces,
fiscales, periodistas, activistas de derechos humanos. La reacción que
Guatemala parece haber tomado “es un ambiente de rabia silenciosa”,
que en un principio llevó a miles de ciudadanos a las urnas con vistas
a votar por el menor de los males. (LORENA ARROYO; EVELYN BOCHE
VENTURA).
Los socios de “ese pacto” han hecho de un “Estado de Guatemala que se
ha dedicado más a la corrupción que a su país. Todo se lo roban.”
(ARROYO; BOCHE VENTURA, IDEM). Ello conlleva efectos perniciosos, en
un país en el cual el 60% de la población vive en estado de pobreza y
un 50% de niños padecen de desnutrición. En donde se hace visible una
especie del “apartheid”, un atentado dirigido contra la dignidad y la
integridad de las diferentes etnias aborígenes, además un fenómeno
extendido por toda la región.
El legado antidemocrático de Jimmy Morales en Guatemala, producto de
sus cuatro años de gestión de gobierno, consistió en destruir los
avances en la lucha contra la corrupción, aparte que abrió la puerta a
la impunidad en beneficio de algunos militares, señalados por crímenes
de lesa humanidad (JOSÉ ELÍAS, EN: REUTERS).
Razón por la cual en Morales destaca la expulsión en Guatemala de la
Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG), patrocinada por la
Organización de las Naciones Unidas. De tal legado mafioso sacó
provecho el Presidente Alejandro Giammattei. Asimismo, reiteró la
destrucción de los avances en la batalla contra la corrupción y el
crimen organizado, abriendo la puerta a la impunidad e inmunidad en
torno a los crímenes arriba subrayados.
Con todo, al término de los comicios, con el balotaje del pasado 20 de
agosto, hay un grato desenlace. Resultó ganancioso el sociólogo y
académico Bernardo Arévalo, un socialdemócrata convencido de las
ventajas de los derechos constitucionales y humanos, los derechos
civiles, las libertades fundamentales, y enseguida a rechazar
cualesquier concesiones con el crimen organizado.
Al objetar las arbitrariedades del “establishment”, Arévalo ha sido
visto con aprensión por la élite de politicastros y empresarial, no
pocos militares, el rector del gobierno saliente y sus secuaces - a lo
último se les ligó la perpetua candidata opositora Sandra Torres -;
son particularmente los sectores delicuenciales dirigentes, conectados
con el narcotráfico. Se han enriquecido a costa del fraude y la
evasión fiscal; patrocinan la violencia, la persecución contra los
disidentes y contestatarios del sistema, por eso eliminaron del
proceso electoral a candidatos presidenciales que les representaron
una seria amenaza a sus intereses particulares.
La fiscalía de la República, otras instancias judiciales, se
aprestaron a marginar al hoy Presidente electo, persiguiendo su
partido político “Semilla”. Han hecho cualesquier maniobras y
arremetidas judiciales, encaminadas a sabotear el balotaje por el cual
los guatemaltecos fueron a las urnas a emitir su voto.
Arévalo es un sociólogo de 64 años, hijo del primer presidente elegido
democráticamente en Guatemala, Juan José Arévalo (1945-1951) en el
contexto de la reformista “Revolución de Octubre de 1944”. Él electo
promete seguir la senda de su padre con una sólida agenda social y de
cambio. Nos comprometemos a abordar el ascenso al poder de esa
personalidad política en un segundo escrito, a menos que resulten las
acciones antidemocráticas, entorpecedoras de la transición hasta el 14
de enero del 2024, cuando se celebrará el traspaso del nuevo ejercicio
de poderes.
Hay ingredientes adicionales, insufladores del autoritarismo y el
populismo. La alarmante fascinación subsistente en la psicología
social, más si es manipulada en el instante por “el marketing
político” a favor de un cierto populista, “ un dictador de opereta”
(Constantino Urcuyo). “El mesías contemporáneo ” del pueblo
salvadoreño que, a lo largo de su historia, continúa respirando los
vientos del odio, acompañado de la venganza, al igual que de la
represión, la guerra doméstica, la violencia en la cotidianeidad de
las gentes.
Desviaciones que se tornan “en normalidades”, debido a la peligrosa y
abierta aceptación de las medidas contra el régimen de los derechos
humanos, puestas en práctica por el mandatario Nayib Bukele. El
aprovechado, quien al sacudir “el statu quo”, después logra ascender a
la presidencia, capitalizando el descontento social y la corrupción
tanto de los anteriores demagógicos gobiernos derechistas como
izquierdistas. Se ha conformado una gama nacional de “anomalías”, que
tampoco el duro populista, pseudo demócrata abandona, en tanto que las
alimenta, favoreciendo a sus allegados y serviles.
Tras la posterior inacción o falta de seguimiento de los acuerdos de
paz centroamericanos, formulados e impulsados por el Presidente
costarricense Oscar Arias Sánchez (1986 – 1990), otra vez resucitaron
los males. Ha habido retroceso.
De los principales agentes del fenómeno identificamos también a la
pareja gobernante de Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo,
exguerrilleros y dirigentes del Frente Sandinista (FSLN); se apegaron
a los recursos de los métodos violentos y demenciales. La pareja
tirana se había negado a atender las justas peticiones de libertad y
justicia - en cuenta la desaparición del corrupto régimen suyo -,
desprendidas de las revueltas populares de abril y mayo del 2018.
En lugar de los esperados progresos democráticos, bajo el respaldo del
ejército, la policía y los paramilitares sandinistas, Ortega y su
mujer encontraron la respuesta “cómoda” de masacrar a casi 1000
personas, quienes encabezaron las movilizaciones. Ni un grupo
pandillero (las maras) ha liquidado tal número de personas en un solo
mes.

APENAS UNA ILUSIÓN ÓPTICA. La elección de Xiomara Castro como
Presidenta de Honduras supuso un respiro a la democracia, precedida de
más de una década de gobiernos conservadores y autoritarios liderados
por el Partido Nacional, quienes hubieron de garantizar la permanencia
de una sociedad cuasi feudal. Solamente 228 terratenientes controlan
más del 75% de las tierras (Guía del Mundo, IteM), al cabo que los
altos jerarcas de las fuerzas armadas son propietarios de empresas,
reciben jugosas regalías y dádivas, hasta son dueños de organizaciones
futbolísticas.
Durante las presidencias de Porfirio Lobo (2010-2014) y,
particularmente, Juan Orlando Hernández (2014-2022), ese país
experimentó un profundo retroceso democrático, se desbordó la
corrupción, el país pasó a ser un Estado bajo el control del
“narcotráfico”, convirtiéndose en un régimen autoritario ... marcado
por la cooptación institucional, el debilitamiento del Estado de
derecho, además de la falta de integridad electoral” (Lucas Perelló).
En la nación catracha continúa multiplicándose, sobre todo con los
efectos pandemia del covid - 19 , los males estructurales , causantes
de las diásporas de gentes —tales como los altos niveles de pobreza,
la inseguridad, la violencia y falta de oportunidades económicas—.
Castro, por su parte, buscando "evitar el desplome de su popularidad”,
se ha visto presionada a gobernar mediante decretos, por lo que ha
dado prioridad a políticas, donde el poder ejecutivo tiene mayores
atribuciones, tales como la seguridad—lo que explica, en parte, su
decisión de importar las medidas desproporcionadas de Nayib Bukele, a
fin de confrontar las pandillas y las organizaciones del crimen
organizado (Perelló, idem).
Las constantes rupturas en la Asamblea Legislativa de la coalición
partidaria, sostén de su gobierno, el radicalismo de los sectores de
la izquierda del partido Libre, el suyo; los tentáculos de la
ultraderecha - quien la acusa de “comunista” al entablar relaciones
diplomáticas con China Popular - , menoscaban la conducción
gubernamental. Por eso su gestión opera en condición de minoría: tan
incapaz de negociar con la oposición y con los sectores internos de su
denominación política.
Las credenciales democráticas de Castro podrían desdecirse, el
nepotismo es parte de sus debilidades. Los grandes cambios que la
Presidenta prometió como candidata, “incluyendo, notoriamente, las
medidas para combatir la corrupción y alcanzar una mayor
redistribución del ingreso nacional a través de una reforma
tributaria, distan de traducirse en logros y suscitar los apoyos
necesarios” (Lucas Perelló).
No podría concluir este escrito, expresando nuestra alarma alrededor
del peligroso avance del factor autoritario, populista, rupturista con
los presupuestos de la democracia liberal occidental, lo cual hace
improbable que las cuestiones sensibles cambien sustancialmente en la
región.
Hay operaciones retrógradas, representadas por la “dictadura
imperfecta y brutal” de Nicaragua, quizás después importadas por el
proyecto, por el momento cuasi autoritario, de Nayib Bukele; quien en
detrimento de los derechos humanos y de las normas civilizadas de
convivencia, endurece las leyes penales con el pretexto “de aniquilar”
las maras en los centros carcelarios en camino a holocausto, so
pretexto de perpetuarse en el poder.
Los gobiernos y la sociedad civil centroamericana pueden y deben
ejecutar políticas públicas en materia de desarrollo humano
sostenible, a través de la mejora de la productividad de las empresas
formales e informales (Ricardo Monge González), la buena estructura
sanitaria; progresos en materia de salud, educación; sólidas redes de
seguridad social, seguridad ciudadana y creación de empleos.
Objetivos que previó el Presidente Daniel Oduber en el contexto y auge
de la integración regional, a fin de superar el extendido “apartheid”
social plagado de pobreza y hambruna. Está visto que lo antes dicho
supone poner “en práctica políticas arriesgadas” al statu quo. Las que
de paso podrían ser torpedeadas por las castas dominantes y
reaccionarias, respaldadas por la ultraderecha y las mismas fuerzas
armadas, quienes todas juntas continúan enclaustradas en la época de
la Guerra Fría.