jueves, 7 de octubre de 2021

LAS COLISIONES Y LOS GIROS EN ALGUNAS ASOCIACIONES MULTILATERALES: LAS LECCIONES CON ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, LA UNIÓN EUROPEA Y LA REGIÓN INDOPACÍFICA. Autor: Ronald Obaldía González

LAS COLISIONES Y LOS GIROS EN ALGUNAS ASOCIACIONES MULTILATERALES: LAS LECCIONES CON ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, LA UNIÓN EUROPEA Y LA REGIÓN INDOPACÍFICA. Autor: Ronald Obaldía González La alianza trasatlántica la conforman, en su condición de aliados, la Unión Europea (UE), el bloque comunitario, cuyo mercado único, robusto y dinámico es suficientemente reconocido, así como el sistema económico, social y cultural que le sirve de estructura; igualmente, las constructivas acciones en ayudas oficiales al desarrollo a nivel global, ejecutadas por dicha unión de países, al cual la Gran Bretaña dejó de pertenecer. Estados Unidos de América (EEUU) es el otro socio de la alianza trasatlántica, cuyo objetivo esencial consiste en coordinar las respuestas conjuntas o compartidas, a fin de promover la estabilidad regional y mundial; reforzar la seguridad transatlántica e internacional, a través de un nuevo diálogo UE-EE.UU en materia de seguridad y defensa, como también fortalecer el sistema multilateral y sus organizaciones supranacionales. Un sistema en el cual el conjunto de los Estados nacionales, como sujetos de la sociedad internacional, interactúan entre sí de forma solidaria y cooperativa en los diversos ámbitos (político, económico, jurídico, militar, etcétera), con el propósito de garantizar el desarrollo, la estabilidad y la paz mundial. En el contexto actual de la pandemia del covid-19, tal cual lo proclama su objetivo esencial, las autoridades comunitarias se apartan de la visión de señalados sectores, que sugieren “una federación democrática europea”, menos centralizada y burocratizada, en vez de una institucionalidad de la Unión Europea calificada de “no democrática” (Yanis Varoufakis). Frente a esas iniciativas sobre reformas, la Unión dentro de la asociación birregional, se propone alcanzar una mayor amplitud en sus compromisos y líneas de acción cooperativas, entre las que se identifican el perfeccionamiento de las instituciones multilaterales, tan venidas a menos. Así también, se trabajaría de manera colaborativa “por un mundo más saludable”, enfrentando la COVID-19 y más allá, garantizando el comercio, la reconstrucción económica y “la distribución equitativa a escala mundial de vacunas, test y tratamientos”. Una prioridad de las más urgentes dentro de los postulados de la cooperación internacional, lo cual conlleva también “la suspensión temporal, o liberalización, de las patentes de las vacunas”, desarrolladas contra el coronavirus, una prioridad resistida por las naciones productoras del medicamento. Asimismo, haciendo uso del “poder blando”, la alianza se propone establecer “una agenda ecológica, transatlántica global”, coordinando posiciones y esfuerzos mancomunados, a fin de alcanzar acuerdos mundiales ambiciosos, empezando por un compromiso conjunto de un 55% de emisiones netas para el 2030 y cero emisiones para el 2050, entre otras metas. A la vez (la alianza) tiene en perspectiva la cooperación estrecha con los Estados Unidos de América, quien parece que del todo evita renunciar al aislacionismo, practicado por el Presidente Donald Trump, todavía con enorme poder en su Partido Republicano. Con todo, la misión de resolver las diferencias comerciales de carácter bilateral (y multilaterales), mediante soluciones negociadas en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC) posiblemente quede inalterable con el gobierno del Partido Demócrata. La inteligencia artificial, los flujos de datos y la cooperación en materia de reglamentación y normas forman parte de las futuras líneas de la alianza. El reforzamiento de la democracia, la defensa del Derecho Internacional, el respaldo al desarrollo sostenible y la promoción de los derechos humanos constituirá un interés fundamental en todo el mundo. Mejor dicho, tales principios y valores comunes los ha postulado la alianza transatlántica (EU-EE.UU) en el comunicado de prensa, denominado “Una nueva agenda transatlántica para el cambio global”, difundido en diciembre del 2020 por la Comisión Europea y el Alto Representante. A lo antes dicho se adhiere la búsqueda de compromisos conjuntos con Estados Unidos de América, destinados a contrarrestar el auge del autoritarismo y el neopopulismo (nacionalista), las violaciones de los derechos humanos y la corrupción. La agenda como tal supone ser fusionada con los intereses globales pronunciados por el Presidente Joe Biden en la última Asamblea General de las Naciones Unidos, centrados en el mensaje de la cooperación internacional, para enfrentar la pandemia, contrarrestar el cambio climático, con base en las inversiones verdes, e impulsar las tecnologías sostenibles, a fin de limitar la emisión de gases de efecto invernadero. Tampoco el combate al terrorismo estuvo ausente en el discurso del Presidente Biden. En él hizo énfasis en la prosperidad económica, siendo persuasivo en el apaciguamiento del poder duro estadounidense, al subrayar lo que sigue: “Nuestro poder militar debe ser el último recurso, no el último”, en lo referido a las respuestas alrededor de las turbulencias políticas globales y regionales. Sin embargo, resulta decepcionante la pasividad de la Casa Blanca, en cuanto a enfrentar las dictaduras y la corrupción en varios países latinoamericanos y de otros continentes. INMINENTES DESVARÍOS. Hay complicaciones que colocan en un punto de inflexión los lineamientos “del poder blando”, impulsado por Europa y los Estados Unidos de América en el ámbito de la asociación trasatlántica. En el fondo el Presidente Joe Biden intentó en su discurso “curarse en salud” al suavizar lo acontecido en Afganistán, tras el disparatado y caótico retiro en el país sudasiático de las tropas estadounidenses. Lo cual implicó el retorno al poder de los talibanes, ligados al terrorismo. En ello recaen responsabilidades tanto a la Unión Europea como a la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – (Ana Palacio). Todo lo cual se aparea con la tentación de Biden de favorecer el aislacionismo y el unilateralismo, seguidos por su antecesor Donald Trump (Ana Palacio). Un desacierto del cual continúan tomando ventajas “la técnicamente comunista” China”, así también la agresiva Rusia (Palacio, ídem) del líder autoritario Vladimir Putin, quien desestabilizó Ucrania, en medio del conflicto militar, el cual se saldó con la anexión rusa de Crimea (ANA CARBAJOSA; BERNARDO DE MIGUEL). Ciertamente, ha llegado a ser “la primera ocupación territorial dentro de Europa, desde el final de la II Guerra Mundial.” Respectivamente, China y Rusia con Xi Jinping y Putin se están ocupando de socavar “el orden del mundo liberal”, a través de las falsas noticias e informaciones, así como los ciberataques. Al lado de las severas críticas domésticas e internacionales, ambas potencias han ido minando el liderazgo de Washington, quien se considera un socio fiable, y que también es un hecho cierto que exhibe “hegemonía financiera y geoestratégica”. A la vez, los adversarios suyos (de EEUU) tampoco se reservan el interés creciente de superar la superpotencia global, por lo que particularmente China se ha comprometido a intensificar las comunicaciones y la gama de intercambios con las naciones de bajos ingresos (África y América Latina), y particularmente con Asia y la Unión Europa (UE). Menos aun, Moscú habrá de renunciar a dichos propósitos, en especial en el ámbito militar y en la exportación de armas, a pesar del estancamiento de su economía. Cabe resaltar que Berlín, a disgusto del gobierno estadounidense, ha mantenido la construcción del segundo gasoducto por el Báltico (Nordstream 2), con tal de garantizar el suministro de gas ruso en Alemania, sin pasar por zonas intermedias como Ucrania (Carbajosa; De Miguel, ídem). Para los líderes alemanes, quienes lideran la Unión Europea, la geografía es determinante: “Rusia está ahí” (idem). En cuanto a “la creciente beligerancia” de Estados Unidos de América frente a China, la voluntad de la Unión Europea (UE) ha sido el esquivar la postura de su aliado trasatlántico. El bloque comunitario ha ofrecido señales de distanciamiento de la política expresada tanto, en su momento por Trump, como Biden. De manera contundente, Josep Borrell, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, “señaló que la estrategia europea se apoya en una intención de “cooperación, no de confrontación" con Pekín. LA DISCORDIA CON AUKUS tuvo lugar a causa de la decisión de Estados Unidos de América, Gran Bretaña y Australia de celebrar el pasado setiembre un acuerdo de asociación estratégica y de seguridad, llamado AUKUS, tendiente a enfrentar la expansión de China en el Asia Indo Pacífico (EL MUNDO; INFOBAE). El lío fue más allá. Además hubo entre Washington y Paris un grave incidente diplomático, a causa del acuerdo bilateral entre los gobiernos australiano y estadounidense. El gobierno de Canberra, en beneficio de Estados Unidos América y del Reino Unido, decidió cancelar inesperadamente un multimillonario contrato con Francia por un valor de $65.500 millones, firmado en el 2016, destinado al suministro de 12 submarinos convencionales franceses de propulsión diésel a Australia (AFP). Todo ello, con el objetivo “de plantar cara a China en el Indopacífico” (INFOBAE), con quien la nación de Oceanía sostiene pugnas comerciales. Según la versión de Canberra, la decisión se adoptó, porque los submarinos estadounidenses ofrecen una avanzada tecnología de propulsión nuclear (INFOBAE), las capacidades son superiores. Con ese armamento se podrá disuadir a Pekín de una posible amenaza militar. Michael Shoebridge, exresponsable de inteligencia australiano, ahora en el Instituto de Política Estratégica de Australia, cree que este gasto es una reacción directa a China. Según el experto, el gigante asiático “está claramente empeñado en usar todo el poder que ha ganado, de forma bastante coercitiva y agresiva". La anulación del contrato fue interpretada de humillante por el gobierno de Francia: fue “una puñalada por la espalda”, actos que “se parecen mucho a lo que hacía el presidente Donald Trump", impulsado por su propia consigna: “Make America Great Again”, abreviado como “MAGA”, de acuerdo con palabras textuales de varios allegados y colaboradores directos del Presidente Emmanuel Macron. Por su parte, el diplomático europeo, Josep Borrell, “lamentó que el bloque no fue informado a tiempo sobre la nueva alianza militar Indopacífica entre las tres naciones, justo en la jornada en que presentó la estrategia para dicha zona”; a la vez que degradó al gobierno de París con el fallido negocio de los submarinos. Mientras tanto, continúan siendo sensibles y enojosas las pláticas entre Antony Blinken, el Secretario de Estado norteamericano y las autoridades superiores del gobierno francés, en aras de minimizar la crisis abierta, a cuenta de la venta de 12 submarinos (sin armamento atómico) a Australia. Operación, en la cual hubo total ausencia de comunicaciones entre los aliados históricos. Dicho sea verdad, la confianza mutua entre europeos y estadounidenses se ha deteriorado, - también se debilita la OTAN -, a causa del incidente de la venta de tecnología defensiva, aparte de la conformación de una alianza o pacto de defensa, en donde el bloque comunitario fue realmente marginado (Michael Shoebridge). Sobre todo Francia, quien se ha considerado peligrosamente excluida ante la creación de dicha asociación tripartita, la que incluye el apoyo al desarrollo de submarinos nucleares e inteligencia artificial a favor de los australianos. La nación francesa posee numerosas islas que le otorgan amplias aguas territoriales, tanto en los océanos Índico como en el Pacífico, por lo que está muy interesada en la protección de la estabilidad y la seguridad de la región (INFOBAE). Los desvaríos antes citados tienden a provocar mayores contradicciones entre los socios trasatlánticos, por cuanto hay algunos sectores del bloque comunitario dispuestos a iniciar negociaciones, a fin de conformar la autonomía estratégica militar europea (Shoebridge, ídem; Ana Palacio). La posible autonomía de la Unión está lejos de ser sencilla. Los desencuentros entre franceses y estadounidenses, ciertamente han encendido el debate acerca ”de la necesidad de mayor soberanía europea en materia de defensa”, a fin de liberarse del paraguas de Washington (París.AFP), del cual depende abiertamente. Al mismo tiempo, ese bloque de naciones carece de capacidades de variada índole, en cuanto a lograr dicho objetivo; además del controversial costo económico, que implicaría concretarlo, puesto que habrá de significar un egreso de aproximadamente $818.000 millones anuales. CONFIGURACIONES MULTILATERALES. En Estados Unidos de América hay un creciente desasosiego frente al aumento del poder militar de China en la región del Indopacífico, al cabo que colisiona con la superpotencia por el dominio económico global (Stephen McDonell). Tal reacción crece desde que en el 2013 Xi Jinping está al mando” de las distintas esferas del poder centralizado (INFOBAE); por supuesto que domina completamente el Estado chino, el cual ha demostrado múltiples fallas políticas, en cuanto a lograr “prosperidad compartida”. Más bien ha facilitado el ascenso de una élite enriquecida, responsable de la disparidad en la redistribución de la riqueza. Quiere decir, que se registra una profunda brecha entre los más ricos del país y los más pobres (Stephen McDonell). Washington coloca la rivalidad con China dentro de su principal prioridad, restando atención a la alianza trasatlántica, estrategia en la cual el Presidente Donald Trump marcó pautas decisivas. En este sentido, ha hecho llamados a sus aliados hacia un mayor compromiso en la región Indopacífica, zona crucial para la economía mundial. En este objetivo geopolítico, la Unión Europea guarda un prudente distanciamiento, habida cuenta de las estrechas relaciones económicas, establecidas con Pekín. Lo antes citado ha ido evolucionando hacia una riesgosa competición militar entre el gobierno de Xi y la nación estadounidense, en la que se involucran, especialmente, Japón, Corea del Sur, la India, Australia y Taiwán y otros países, dispuestos a disuadir a China de usar su fuerza". Pero, el Presidente Xi se resiste a tales propósitos. En días recientes sus aviones militares violaron el espacio aéreo de Taiwán, una isla que el gobierno de Pekín la acusa de ser “una provincia rebelde”. La disuasión ha conducido a rectificar la asociación de diálogo cuadrilateral (“QUAD”) entre Estados Unidos, la India, Australia y Japón, creada en el 2004, la cual estuvo “determinada a defender la democracia, el apoyo al Estado de derecho” y hacer avanzar la prosperidad en el territorio Indopacífico. El reducido Grupo se inicia, introduciendo una agenda positiva, la que comprende disciplinas, relacionadas con la asistencia al desarrollo, el cambio climático, el alivio humanitario en caso de desastres y pandemias, la cooperación cibernética, etcétera. La Administración Biden le viene concediendo enorme relevancia, al intentar darle un giro geopolítico, sumando a la agenda las amenazas, derivadas de las ambiciones hegemónicas de China (SHAREAMERICA, EFE, REUTERS). Resulta engorroso que la cuestión del auge militar y el expansionismo de Pekín entrara en los planes de ese conjunto de países (QUAD); en parte impulsado por el ataque chino a la India en su frontera en el Himalaya. El gobierno indio debió proceder a modernizar el ejército, ya que fue golpeado hace un año, al protagonizar enfrentamientos contra unidades de las fuerzas armadas chinas. Esa última disputa ha puesto al Grupo cuadrilateral en mayor alerta, sea en "ganar la competición", estratégica global, a China”, y de paso que el Quad llegue a recuperar terreno en la diplomacia de las vacunas contra la covid-19 (ídem), en un entorno mundial que registra vergonzosos y “desiguales índices de vacunación”. Las recientes configuraciones multilaterales, en las cuales ha sido marginada la Unión Europea - lo cual dista de la cooperación perseguida por la alianza trasatlántica -, además de alentar la creciente beligerancia entre Washington y Pekín, han llegado a disparar la carrera armamentista en Asia y Oceanía, cuyos países han destinado más de medio billón de dólares a favor de sus fuerzas armadas, de acuerdo con los datos del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo. Solamente Pekín representa casi la mitad del gasto militar de Asia. Por su lado, Japón, Corea del Norte, Corea del Sur, Australia, Taiwán, entre otras naciones proceden a incrementarlo, según los propios datos del mismo Instituto sueco de Paz. En parte lleva algo de razón el tabloide estatal Global Times, al advertir que Washington "está polarizando histéricamente su sistema de alianzas". El medio de comunicación o tabloide señala que si China como amenaza “es el principal impulso a la carrera armamentística regional, Estados Unidos de América no ha dudado en acelerar el proceso" de adquisición de armas, ayudando activamente a sus aliados regionales a fortalecerse”. Entretanto China y Japón escalan en sus programas de defensa, Washington ha estado "ayudando e incitando" a sus aliados "en nombre de la disuasión" frente a las ambiciones del Presidente Xi. A nuestro juicio, también el gobierno y sus fuerzas armadas chinas tienden a ser un factor de polarización, puesto que existen evidencias probadas de sus arbitrariedades contra los intereses de sus potencias vecinas en los territorios marítimos del Asia Pacífico, en donde Pekín aspira a ejercer hegemonía. Así también las provocaciones a Taiwán, a quien pretende invadir; la aplicación de fuertes medidas aduaneras, las que perjudican los bienes o productos que Australia le provee, están lejos de dotar de paz y estabilidad a dicha latitud. La sospechosa base militar china asentada en África; el recelo que origina la construcción de poderosos satélites “en el espacio exterior”, más las suspicacias alrededor de su utilización; los ciberataques – también los practica Rusia - ; el robo de propiedad intelectual, por parte de dicha potencia asiática profundizan las dudas. Constituyen hechos que, entre otros, ponen en vilo a Occidente. En otro orden, el escepticismo hacia el gigante comunista aumenta - es superior respecto a Rusia -, al extremo que ha incidido a los ámbitos económicos y financieros, al haberse dado registros de las deudas monumentales (impagables) del gigante inmobiliario Evergrande Group, las cuales alcanzan el monto de $300.000 millones. Un cúmulo de deudas que arrastra el grupo empresarial, capaz de generar un colapso (o burbuja inmobiliaria) en la economía de China, al igual que a sus principales socios. Vale la pena subrayar las faltas éticas del gobierno, presidido por Xi, sean las "presiones indebidas" a altos funcionarios del Banco Mundial (BM), con tal de mejorar los datos y enseguida la clasificación por puntos de la economía china, esto de acuerdo con un informe periódico sobre condiciones para la inversión: "Doing Business". La posición de China en el informe de 2018 del Banco Mundial, debería haber estado siete lugares más abajo, en el puesto 85, en lugar de permanecer en el 78. ACERCA DE LOS DERECHOS HUMANOS. Hasta ahora, el bloque comunitario (la Unión Europea - UE) había dado prioridad a los intercambios económicos, comerciales e inversiones con Pekín, sin prestar considerable atención a las posturas antagónicas estadounidense. Eso sí, en la dirección de Washington, las relaciones entre Pekín y la UE llegaron a “agriarse”, después de que dicho bloque occidental de naciones sancionó el pasado 22 de marzo a varios funcionarios y una entidad china, a causa de las violaciones de los derechos humanos en la región uigur de Xinjiang, habitada por uigures musulmanes (DW, Reuters, mn-efe). “Fueron las primeras sanciones de la Unión comunitaria a China desde la masacre de la plaza de Tiananmen en 1989”. Las autoridades diplomáticas pekinesas reaccionaron a su vez, sancionando a varios eurodiputados, y cuatro entidades, al tiempo que convocaron al embajador europeo ante el gobierno de Xi Jinping, “para presentar una queja formal por las sanciones de Bruselas”, el centro de las instituciones fundamentales del bloque comunitario. Lo cual provocó que en mayo pasado la Unión Europea congelara el pacto de inversiones, al que había llegado con Pekín en diciembre del 2020. Después de todo, los líderes chinos están cambiando el tono ácido frente a la UE. Ahora parecen más dispuesto a “lograr un consenso con el bloque y terminar con las sanciones mutuas impuestas, recientemente”. Asimismo, acaban de anunciar “cooperación en derechos humanos” (DW, Reuters, mn-efe), con tal de evitar la paralización del pacto de inversiones. Estamos convencidos que el mejoramiento de tales derechos fundamentales apenas representa una declaración simbólica y protocolaria, habitual en el Presidente Xi. SUPERAR LA COLISIÓN. Las rivalidades entre China y Estados Unidos de América, bien lo manifestó António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al argumentar que “las divisiones entre las dos potencias retrasan los esfuerzos en otras prioridades clave a nivel global. Las divisiones geopolíticas socavan la cooperación internacional”. Lo dicho por el alto funcionario de la ONU es verdad. Se impone la necesidad de celebrar arreglos políticos y diplomáticos, tomando de precedente las capacidades y las experiencias, desarrolladas en la pasada Guerra Fría, por el Presidente Richard Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger cuando, a través de una diplomacia astuta y persuasiva, celebraron tratados y acuerdos tanto con la Unión Soviética como la propia China - dos potencias comunistas que entre sí estuvieron enemistadas - , con tal de prevenir “una Guerra Caliente”. Entendimientos que acogieron los intereses de la comunidad europea, quien evitó permanecer desapercibida. Hay que tener presente que los intereses de Pekín se sitúan mayormente en los ámbitos económicos y comerciales, en las inversiones en infraestructuras, tecnologías de información y conectividad digital, insertando en otras naciones los negocios de la compañía Huawei en 5G, entre otras actividades, sean tecnológicas, de manufacturas y agroindustriales. Cabe resaltar que China acumula más del 25% del comercio mundial. Un poderío que es positivo y beneficioso. Llega a ser inconveniente la errónea magnificación política, la que ubica al gigante asiático en el rango de superpotencia militar y nuclear como lo fuera el imperialismo soviético. En dicha materia prevalecen las enormes distancias. Incluso, no hay evidencia en cuanto a que China tienda a alentar la subversión antiestadounidense (o contra Occidente) en otras latitudes, a pesar de influir en países que cuentan con débiles sistemas democráticos. De cualquier modo, hace tiempo que "la imagen se ha hecho familiar": Washington y Pekín pugnan por la supremacía global, de acuerdo con la tesis de Javier Solana, experto internacional en geopolítica y economía, pero con amplísima ventaja norteamericana. Para nosotros, también la Unión Europea aspira a este objetivo supremacista, no lo puede negar. En la tecnología, en el comercio, en el ámbito militar, en el ciberespacio, incluso en el espacio exterior, la rivalidad entre chinos y estadounidenses “es más que patente”, asegura el experto Solana; hay permanentes colisiones. Nos adherimos a la siguiente conclusión de Solana. Sería angustiante que el antagonismo entre las grandes economías globales "definiera la trayectoria de la humanidad en el siglo XXI”. : “Tal escenario internacional se creía ya superado”.