viernes, 30 de agosto de 2013

SIRIA, SECTARISMO Y PULSOS DE PODER.


SIRIA, SECTARISMO Y PULSOS DE PODER.


Días atrás un afamado escritor destacó que la única solución existente en Siria es prevenir mayor derramamiento de sangre.  Resulta difícil encontrar una vía racional en la guerra civil, determinada en su trasfondo por matices religiosos.  
El mal menor, el presidente  Bachar el Asad (chiita – alawita) con el respaldo de Irán, la organización chiita   Hezbolá,  así  como de Rusia y aún  la China Popular, en la guerra que lleva dos años,  ha conquistado contundentes victorias contra los rebeldes,   que agrupa a  yihadistas de al Qaeda, islamitas independientes  y laicos del  Ejército Libre Sirio. Lo último,  un bloque heterogéneo,  “sus socios” compiten internamente,  al cabo que algunas fracciones de rebeldes  se baten en retirada.

En el mundo árabe musulmán  está generándose  un  conflicto entre dos arraigadas fuerzas históricas: la religión y el laicismo, complejidad superada  en Occidente, aunque llevara  siglos en resolverse. El futuro del Oriente Próximo árabe se definirá, a su modo peculiar,  en situación de alta polarización,  entre los insurgentes suníes de Siria, apoyados en toda la región por Qatar y los wahabíes saudíes, éstos patrocinadores del fundamentalismo religioso (Shlomo  Ben Ami, 2013);  y por otra parte,  el régimen laico  nacionalista  Baas de el Asad, enemigo  del fundamentalismo e integrismo islámico y de Occidente también, pero aliado de Rusia, favorecida por los sirios al permitirle en sus aguas del Mediterráneo la presencia de bases militares navales.     

Hubo por allí la tesis de que a Occidente le faltó en el pasado olfato y agallas para acercarse al régimen de Bachar el Asad, perteneciente a la denominación alawita, más laica y distante del fundamentalismo sunita. Perfectamente, se pudo haber fraguado la separación del poder del mandatario déspota, manteniendo intacto el control alawita sobre Siria, cuya moderación le ha permitido siempre cohabitar con las otras minorías étnicas sirias, principalmente con los cristianos, kurdos y drusos.

A pesar de los altibajos, traducidos en sangrientos enfrentamientos,  como experimento la  cohabitación entre cristianos y musulmanes se reprodujo  en el Líbano, sobre todo en la fase intermedia y última de la ocupación del ejército sirio, que en la nación, heredera de la cultura fenicia, se  impulsó.   De modo que Siria se ha comportado de manera distinta al Irán, Arabia Saudita,  o al propio Egipto, allí  los cristianos coptos han sido objeto de persecución por extremistas árabes, particularmente los Hermanos Musulmanes.

Siria posee un ejército poderoso, agotado ahora por la guerra contra los sunitas y sectas de al Qaeda. El reciente ataque con armas químicas es “real”, basado en hechos, representa un crimen atroz. Esas palabras son parte de las calificaciones dadas por John Kerry, el Secretario de Estado de los EEUU, quien señala al gobierno de el Asad como el responsable del uso de las mortales armas. Hace justamente un año, Barack Obama declaró que el uso de armas químicas en Siria era una “línea roja”,  que determinaría una intervención estadounidense.  

A la vez hay que destacar que los rebeldes sirios han empleado el gas sarín. Ellos además de provocar terror en la población,  no pocas dudas causan sus despropósitos políticos de instaurar un Estado teocrático en Siria, como lo demanda el Islam,  intento frustrado, meses atrás,  por los militares de Egipto al derrocar al gobierno de Morsi.     

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se ha abstenido de conceder el aval para un ataque militar, en este instante, contra el ejército sirio, plan dispuesto a ser ejecutado por los Estados Unidos de América. Todo pareciera indicar que en efecto las operaciones tendrán lugar  en pocos días, o horas. Mientras tanto, Rusia poderosa aliada de Damasco, pidió a la comunidad internacional y a la oposición siria que deje a los expertos de las Naciones Unidas hacer su trabajo de inspecciones en el terreno para evitar que se repita la aventura de Irak, donde al final se comprobó la inexistencia de armas de destrucción masiva.

Estados Unidos de América, junto con Gran Bretaña y Francia, tal vez Alemania dan muestras de pasar por alto a las Naciones Unidas en torno a una posible acción militar limitada en Siria. Con cierta indiferencia han valorado los rechazo de Rusia y la moderación China, socio “ecopetrolero” sirio.

Sin embargo, Irán, aliado del régimen sirio, amenazó de que si Estados Unidos de América atraviesa “la línea roja” en Siria habrá duras consecuencias, las cuales se extenderán a Israel.  En este orden, la Casa Blanca tiene bien medidas las histerias de los Ayatolas iraníes, sabe que ese comportamiento es intrínseco a su política exterior.

La mejor comprobación radica en las reiteradas amenazas y “juegos de guerra” por  parte del régimen de Irán de que pudo antes haber cerrado el estrecho de Ormuz, por el que pasa un 18% del crudo que se consume a nivel global. Las tales amenazas se diluyeron rápidamente,  apenas palparon que los estadounidenses reforzaron en su momento su presencia militar en el golfo Pérsico con portaaviones y un grupo de destructores, capaces de aniquilar cualquier arremetida.

Con 100.000 muertos y casi dos millones de refugiados, el conflicto sirio se ha convertido en un laberinto cada vez más oscuro y peligroso. Las peores pesadillas y augurios se han cumplido (El País, España). Hace dos años y medio, Siria era parte del dominó de la primavera árabe. Hasta ahora se transformó en  “campo de batalla” de la guerra regional entre suníes y chiíes, cuyos hilos mueven Irán, Turquía,  Arabia Saudí y Qatar, fuerzas políticas a quienes es inútil plantearles sensateces, tal que favorezcan planes de paz, la instauración de la democracia y el respecto a los derechos humanos.

Los decididos y francos entendimientos entre Estados Unidos de América y Rusia podría ser la ruta conveniente, que pueda impedir en las próximas horas un ataque militar contra puntos militares estratégicos  sirios. Lo cual pareciera improbable a estas alturas. Las relaciones entre ambas potencias se han tensado por asuntos adicionales y sensibles, tales como el asilo otorgado por Moscú al prófugo excontratista de inteligencia estadounidense Edward Snowden y la condena del opositor ruso Alexei Navalny, repudiada por Washington.

Así entonces, lo retrató correctamente el Editorial del diario El País español: “Siria es un infierno sin, de momento, puerta de salida”. De todas formas, al mundo árabe no se le puede pedir imposibles.  

RONALD OBALDÍA GONZÁLEZ (OPINIÓN PERSONAL)

 

 

 

martes, 20 de agosto de 2013

AL COMPÁS DEL SOMOCISMO.

AL COMPÁS DEL SOMOCISMO.

Los pseudosandinistas han tenido el mérito de “anclar  a Nicaragua en el pasado”. Lo seguido representa apenas modestísimos  pasos hechos  en materia de desarrollo económico y sosiego. Tal vez,  se le pueda  reconocer a ese país el descenso, en cuanto a la  eliminación de  opositores y  desertores políticos, a la manera de las prácticas del  largo periodo del somocismo, el  régimen gemelo del actual. 
Sin embargo,  aquella tragedia se invirtió a partir de la década de 1990  en éxodos de emigrantes, desarraigados de su patria natal, encadenados  al   histórico e inalterable paquete (genético),  psico – social de atraso, ignorancia,  empobrecimiento y  contrastes, el cual continúa vivo en una sociedad desintegrada y ayuna de cohesión social.   
Así también, han crecido  allí los índices económicos y el empleo, señalados logros de  la propia dinastía somocista, pues la economía funcionaba en aquel contexto,  salvo los índices de desarrollo humano,  lejos de  engañar  todavía, por cuanto  colocan a Nicaragua al lado de las naciones del África Subsariana en lo que respecta a extrema pobreza, corrupción galopante y fragilidad institucional.
Ortega y su gavilla   copian  las maldades y la insania del somozato. Los rasgos dinásticos – al parecer uno de los hijos del mandatario es entrenado  para recibir el trono  -  ,  así como  los disfraces de una dictadura en curso, sostenida sobre la base de la compra de mayor armamento para infundir temor.  
Asimismo, cobra auge el saqueo nacional, la venta descontrolada  de los recursos naturales del país a compañías extranjeras de dudosa reputación, particularmente los  proyectos que castigarán  el medio ambiente, ya sea, la supuesta construcción del canal que atravesará el lago Cocibolca, esto último bien explicado por Pedro J. Chamorro en uno de sus escritos.  Al mismo tiempo que saltan  los desmesurados  planes  petroleros, cedidos a compañías extranjeras.  
Todo ello es suficiente para ubicar en un mismo rango a  la dinastía somocista y a  la diseñada por el matrimonio Ortega – Murillo y sus hijos, más  los parientes de los  comandantes guerrilleros de la Revolución de 1979, mamíferos del estatus  pseudosandinista. 
El partido Conservador de la época de los Somoza es ahora la desactivada oposición nicaragüense, una mayoría de ella  alelada, dúctil y maleable frente a los sobornos del gobierno de Ortega.  Excepto, quizás,  la débil fracción  desertora  del Frente Sandinista de Liberación Nacional ( FSLN),  víctima de  las  trampas y las manipulaciones del sistema electoral, ampliamente desacreditado, al igual que en la era del somozato;  este  experto en la organización de elecciones ficticias,  labor clave en la sobrevivencia  de la vieja tiranía, hoy “en proceso de reingeniería”.
Los ataques verbales del pseudosandinismo contra Costa Rica,  y contra la  propia Colombia, están bien calculados. En ellos  habrá de  emplearse siempre los desgastados  fetiches, tal como  la defensa del río San Juan; las conquistas territoriales y marítimas mediante los litigios internacionales; o se apelará  a la sensibilidad religiosa,  combinando postulados del cristianismo y las pasadas hazañas  del Frente Sandinista,  lo cual viene respondiendo  a la táctica de Ortega de “atontar al pueblo”,  y así  conservar el poder  indefinidamente, su máximo objetivo. 
Como sea, esto implica realzar la falsa  moral nacional,  un distractor bastante útil,  para ocultar el grave déficit de  bienestar y equidad social, el cual condena a los nicaragüenses a emigrar a Costa Rica, El Salvador y los Estados Unidos de América.
A pedido de su hermano, Humberto Ortega,  el actual revisionismo somocista, hace intentos por alejarse del lenguaje anti-imperialista de la Guerra Fría, pues la segunda táctica es la apropiación y la remodelación del nuevo Estado, gestor político y socio del sector empresarial.
Éste condicionado a abstenerse de cuestionar el dominio y el control ejercido por el pseudosandinismo en la sociedad nacional, incluidas  sus alianzas internacionales, particularmente   “el chavismo” venezolano,  del cual ha extraído jugosa cooperación y asistencia. De este modo, sobrevivió la vieja dictadura somocista al amparo de la cooperación estadounidense;   nuestro amigo grande que  paradójicamente le llena además los bolsillos a la soldadesca nica, que invadió la isla Calero del territorio costarricense.  
Las condiciones externas e internas para el  neo - somocismo nicaragüense son favorables en dirección a  prolongar su poder. Así por ejemplo, el antiguo somocismo enfrentó el riesgo intrínseco  de la guerrilla izquierdista, que al final lo tumbó, con el respaldo incondicional de las democracias y la izquierda latinoamericana. En cambio el  neo -  somocismo,  sinónimo de pseudosandinismo,  carece de tal enemigo interno que pueda tambalearlo.  
Por otra parte, difícilmente habrá un poder extranacional,  promotor de aventuras golpistas contra algún régimen nacional ajeno a sus intereses, como lo representó el eje cubano soviético, el cual colaboró de manera precisa para el derrocamiento de la familia  Somoza.
No sobra hacer referencia acerca de  la indiferencia y falta de valor,  lo cual se ha apoderado de algunos agentes del sistema interamericano, que le han allanado el camino a las fuerzas antidemocráticas, injerencistas y demagógicas, entre ellos,  los aliados en la región del  pseudosandinismo;  todos juntos, que han impuesto las reglas del juego en el debate diplomático y  manipulado  la agenda hemisférica.
 Entretanto,  ha habido un silencio cómplice frente a varias vicisitudes:  el fraude en las pasadas elecciones de Venezuela, el sainete del consejo electoral nicaragüense,  la carrera armamentista en los países del ALBA y la ausencia de denuncia frente a los atropellos del totalitarismo cubano, el asesinato de Oswaldo Payá, todavía rodeado de misterio.  
Lo anterior citado,  marca diferencia con  la  presteza  y la agresividad con la que se actuó contra el Paraguay y Honduras – los patitos feos del sistema -   donde el cinismo,  la hipocresía y la falsedad sobresalieron  en la Organización de los Estados Americanos (OEA)  y otros mecanismos de integración regional. Aquella vez,  faltos de autoridad moral para condenar  la alteración democrática  en  ambas naciones, reacias también a seguir los pasos del frente chavista del  sistema interamericano, en estos momentos desprestigiado, omiso  e inoperante.
Los factores de riesgo han quedado descartados  en el contexto de la supremacía del pseudosandinismo en Nicaragua.  Causa pesar el comportamiento peregrino de  los Estados Unidos de América, cooperante de  ayuda militar de  la guardia pretoriana de la familia Ortega.  Aunque la Casa Blanca ni siquiera se ha dignado en pronunciarse a favor de Costa Rica frente a la hostilidad y  las provocaciones  neosomocistas de Nicaragua.
Por eso,  habrá  pseudosandinismo para largo rato, puesto que el régimen,  además de  haber operado satisfactoriamente los recursos de control social domésticos, convive con un clima  internacional, favorecedor  de la vigencia de las naciones del ALBA, en cuenta el  gobierno de Ortega.  Al cual por cierto, se le debe abonar  su habilidad para distribuir entre gente pobre, los residuos del saqueo nacional habido, a fin de ofrecer la  imagen de “un régimen pacífico, solidario, socialista y cristiano”;  un recurso demagógico, del que fue incapaz de poner en práctica la primera generación del somocismo, sostenido a puro plomo,  lo cual causó la estrepitosa caída a manos de su clon,  el pseudosandinismo.
Con todo, hay ligeras diferencias entre ambos estilos de somocismo respecto a la naturaleza de sus  relaciones con Costa Rica.  Tanto Somoza l, como Somoza  ll y lll  se abstuvieron de librar discusiones irracionales y de mala fe en materia de delimitación fronteriza con nuestros gobiernos.  La pesadilla de ellos consistió  en visualizar nuestro  sistema democrático y régimen de bienestar social, empleado como estandarte por sus opositores  nicaragüenses, quienes siempre presionaron por  la caída del criminal régimen.
Expresamos líneas arriba que en el horizonte el pseudosandinismo se siente imperturbable. Sus relativos  triunfos frente a Colombia en las Cortes Internacionales le dan cabida a las exaltaciones irracionales y chovinistas. Le dan chance a infundir un tipo de  autoestima ficticia, digerida, a bajo costo y  sin menor esfuerzo,  por la mayoría de nicaragüenses, gracias a la propaganda y “las coreografías” nacionalistas del mandatario Daniel Ortega y su excéntrica esposa.    
Al contrario de las causas que originaron  la pasada guerra contrarrevolucionaria de la década de 1980, los Estados Unidos de América pasan inadvertidas tales estridencias propagandísticas.  Porque sus compañías  petroleras  están siendo convidadas, esta vez,  en los negocios, derivados de   la renovada piñata de los energéticos, extraídos del mar  Caribe nicaragüense;  por ahora,  los negocios entre la élite  pseudosandinista y  los empresarios estadounidenses corren con la debida normalidad.
Eso sí, Costa Rica debe reconstruir una red de aliados democráticos dentro de la región y fuera de ella,   para enfrentar la dictadura pseudosandinista.  De este modo,  se procedió antes  para cooperar con los sectores democráticos latinoamericanos en el derrocamiento de la familia Somoza, ésta tentada, varias veces,  a invadirnos en el  punto álgido de la guerra civil de 1979.  
El Gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla ha hecho excelente tarea en denunciar de manera tajante a la dictadura pseudosandinista, particularmente sus  atropellos y las  amenazas contra nuestra soberanía y territorio nacional.  Las  acusaciones argumentadas de nuestro Gobierno, expuestas en las diferentes esferas políticas y jurídicas internacionales, han  ser los únicos e inteligentes recursos, siempre a la disposición,  compatibles con  nuestra civilidad, convivencia democrática,   tradición ética y fuerza moral,   para defendernos  de los ataques maliciosos de un gobierno enemigo y paria,  cuyas ofensas pueden convertirse en  bumerán contra su alma depravada.  


Ronald Obaldía González  (Opinión personal)   

miércoles, 7 de agosto de 2013

ADEMÁS DE MONTEVERDE.


ADEMÁS DE  MONTEVERDE.

La integración ha llegado a ser un concepto fáctico, o mejor dicho una irreversible  realidad en Costa Rica. Quizás más de lo que suponemos. Repentinamente, nuestro país se ha integrado al mundo y éste a nosotros.  Basta con acercarse a determinadas regiones geográficas, para percatarse de los cambios demográficos, tal como en los otros factores de la sociedad nacional.     

Así por el estilo, lo comprobamos a través del dinámico esquema de economía abierta, escogido décadas atrás, el cual habilitó a la producción doméstica a diversificar la esfera de sus exportaciones hacia múltiples destinos. Simultáneamente, abrió sus fronteras a la importación de bienes y servicios, así como atrajo inversiones directas de calidad, entre otras, las compañías de alta tecnología, las empresas de servicios, la agroindustria; incluidas, más recientemente, la absorción de conocimiento, basado en la investigación e innovación científica.   

Costa Rica sobrepasa cada vez los límites conceptuales de la integración. Nadie tiene que dar lecciones aquí en esta materia. El Estado y el sector privado con fina visión la han remodelado y adaptado a los desarrollos e intereses de la estructura productiva; al mismo tiempo que ha gravitado en divisiones regionales específicas.

La integración  la interpretan y la concretan a su manera no pocos costarricenses emprendedores en el medio de la actividad del turismo.  Ellos la capitalizan y hacen verdaderos milagros, inadvertidos con frecuencia por el resto de la población.   

Nos hemos encontrado lugares como Monteverde de Puntarenas, rodeado de reservas y parques naturales, cuya riqueza biológica es fuente de atracción tanto de miles de turistas, provenientes de todas las latitudes del mundo, como de científicos foráneos; en tanto que la Universidad de Georgia (EEUU) tomó la decisión de instalar allí una estación experimental.   

Santa Elena, la cabecera de Monteverde, es una diminuta, pero moderna ciudad,  enclavada en la frondosa selva tropical lluviosa de la cordillera del Guanacaste, donde construyen sus vidas aproximadamente cuatro mil costarricenses y un poco más de mil extranjeros, entre ellos, holandeses, alemanes, franceses, estadounidenses, judíos, asiáticos, canadienses, etcétera.

Por ese encuentro intercivilizatorio en Costa Rica abogaron los liberales nacionales del Siglo XlX y del Siglo XX. Asimismo, los presidentes Calderón Guardia, Otilio Ulate y José Figueres reconocieron los aportes significativos que resultarían  de una inmigración de tales procedencias geográficas.    

Sobre lo antes dicho, hay categóricos antecedentes. Los primeros en llegar a Monteverde, fueron los cuáqueros a mediados de la década de 1950. Los cuáqueros son una sociedad religiosa cristiana, con raíces anglosajonas, quienes hicieron causa común con costarricenses, provenientes de Miramar y de Alajuela; todos juntos,  levantaron  una autosuficiente y próspera comunidad, cuyos ingresos se derivan de la agricultura, los servicios y del turismo, especialmente.  

El ambiente psicosocial  transnacional de la región que nos ocupa, es una amplia reserva de conocimiento y de progreso educativo, abierta a la diversidad y la cooperación intercultural. Las novedosas corrientes migratorias se diferencian sustancialmente de las causas y los efectos, que revisten por ahora las  inmigraciones de nicaragüenses y refugiados hacia nuestro país. Estos últimos flujos, generadores de limitantes y síntomas complicados, que no necesariamente apuntan a la cohesión social, menos aun, a la reasignación de los recursos nacionales hacia la creación de mayor valor, en cuanto a producción de conocimiento y modernización de la economía.   

Así también, resulta innecesario clasificar a Monteverde como rural o urbano, en razón de la elevada calidad de los servicios públicos, ya sean los de electricidad, agua potable,  internet, servicios bancarios,  la estructura hotelera, el transporte público,  los restaurant, las viviendas, el ornato y aseo, la seguridad,  los centros educativos (públicos y privados), la sede regional de la Universidad Estatal a Distancia, la agricultura orgánica, todo lo cual  facilita el ambiente de los negocios, la plusvalía y el aumento  de los pequeños capitales.

Tampoco se crea que los costarricenses representan la parte subordinada del  desarrollo sostenible y de la integración, lo cual coloca en línea de progreso a los habitantes.  La apropiación social equilibrada de los recursos, en especial de la tierra, es de los rasgos determinantes de Monteverde, por lo que la pobreza es casi inexistente.

Ahí las grandes extensiones de tierra están destinadas a  la práctica de los deportes extremos o de aventura, generadores de cuantiosos ingresos, transformados en ganancias para los múltiples  pequeños y medianos empresarios, encadenados a tales atractivos turísticos y al comercio activo.

Los pioneros del singular esquema de integración real, han entrado en desacuerdos en torno a la conveniencia del mejoramiento o no de las tres carreteras alternativas, que permiten el acceso a Monteverde. La razón de los desacuerdos en cuanto a elevar el estado de la infraestructura vial no es por la falta de arrestos de los pobladores.

Más bien tienen sus raíces en las particulares filosofías de vida de los grupos étnicos, que allí solidariamente conviven. A la vez, la preocupación central es la posible llegada de intrusos, en caso de ser asfaltadas las vías, pues esto conlleva un precio a pagar, como en cualquier proceso de integración:   la incertidumbre originada por eventuales moradores, incapaces, tal vez, de corresponder a las responsabilidades, consensuadas en la diminuta aldea global del Pacífico costarricense. Lo cual quiere decir que la disciplina es consustancial a la integración.

Ronald Obaldía González  (Opinión personal)