AL COMPÁS DEL SOMOCISMO.
Los pseudosandinistas han tenido el mérito de “anclar a Nicaragua en el pasado”. Lo seguido representa
apenas modestísimos pasos hechos en materia de desarrollo económico y sosiego.
Tal vez, se le pueda reconocer a ese país el descenso, en cuanto a
la eliminación de opositores y desertores políticos, a la manera de las
prácticas del largo periodo del somocismo,
el régimen gemelo del actual.
Sin embargo, aquella
tragedia se invirtió a partir de la década de 1990 en éxodos de emigrantes, desarraigados de su
patria natal, encadenados al histórico e inalterable paquete
(genético), psico – social de atraso,
ignorancia, empobrecimiento y contrastes, el cual continúa vivo en una
sociedad desintegrada y ayuna de cohesión social.
Así también, han crecido allí los índices económicos y el empleo, señalados
logros de la propia dinastía somocista, pues la economía funcionaba en
aquel contexto, salvo los índices de desarrollo humano, lejos de engañar todavía, por cuanto colocan a Nicaragua al lado de las naciones
del África Subsariana en lo que respecta a extrema pobreza, corrupción
galopante y fragilidad institucional.
Ortega y su gavilla copian las maldades y la insania del somozato. Los rasgos
dinásticos – al parecer uno de los hijos del mandatario es entrenado para recibir el trono - , así como los disfraces de una dictadura en curso, sostenida
sobre la base de la compra de mayor armamento para infundir temor.
Asimismo, cobra auge el saqueo nacional, la venta descontrolada de los recursos naturales del país a
compañías extranjeras de dudosa reputación, particularmente los proyectos que castigarán el medio ambiente, ya sea, la supuesta
construcción del canal que atravesará el lago Cocibolca, esto último bien
explicado por Pedro J. Chamorro en uno de sus escritos. Al mismo tiempo que saltan los desmesurados planes petroleros, cedidos a compañías extranjeras.
Todo ello es suficiente para ubicar en un mismo rango a la dinastía somocista y a la diseñada por el matrimonio Ortega –
Murillo y sus hijos, más los parientes
de los comandantes guerrilleros de la
Revolución de 1979, mamíferos del estatus
pseudosandinista.
El partido Conservador de la época de los Somoza es ahora la desactivada
oposición nicaragüense, una mayoría de ella alelada, dúctil y maleable frente a los
sobornos del gobierno de Ortega. Excepto,
quizás, la débil fracción desertora del Frente Sandinista de Liberación Nacional (
FSLN), víctima de las trampas y las manipulaciones del sistema
electoral, ampliamente desacreditado, al igual que en la era del somozato; este experto en la organización de
elecciones ficticias, labor clave en la
sobrevivencia de la vieja tiranía, hoy “en
proceso de reingeniería”.
Los ataques verbales del pseudosandinismo contra Costa Rica, y contra la propia Colombia, están bien calculados. En
ellos habrá de emplearse siempre
los desgastados fetiches, tal como la defensa del río San Juan; las conquistas
territoriales y marítimas mediante los litigios internacionales; o se apelará a la sensibilidad religiosa, combinando postulados del cristianismo y las
pasadas hazañas del Frente Sandinista,
lo cual viene respondiendo a la
táctica de Ortega de “atontar al pueblo”, y así conservar el poder indefinidamente, su máximo objetivo.
Como sea, esto implica realzar la falsa moral nacional, un distractor bastante útil, para ocultar el grave déficit de bienestar y equidad social, el cual condena a
los nicaragüenses a emigrar a Costa Rica, El Salvador y los Estados Unidos de
América.
A pedido de su hermano, Humberto Ortega, el actual
revisionismo somocista, hace intentos por alejarse del lenguaje
anti-imperialista de la Guerra Fría, pues la segunda táctica es la apropiación
y la remodelación del nuevo Estado, gestor político y socio del sector
empresarial.
Éste condicionado a abstenerse de cuestionar el dominio y el
control ejercido por el pseudosandinismo en la sociedad nacional, incluidas sus alianzas internacionales, particularmente “el
chavismo” venezolano, del cual ha
extraído jugosa cooperación y asistencia. De este modo, sobrevivió la vieja dictadura
somocista al amparo de la cooperación estadounidense; nuestro
amigo grande que paradójicamente le llena
además los bolsillos a la soldadesca nica, que invadió la isla Calero del
territorio costarricense.
Las condiciones externas e internas para el neo - somocismo nicaragüense son favorables en
dirección a prolongar su poder. Así
por ejemplo, el antiguo somocismo enfrentó el riesgo intrínseco de la guerrilla izquierdista, que al final lo
tumbó, con el respaldo incondicional de las democracias y la izquierda
latinoamericana. En cambio el neo - somocismo,
sinónimo de pseudosandinismo,
carece de tal enemigo interno que pueda tambalearlo.
Por otra parte, difícilmente habrá un poder extranacional, promotor de aventuras golpistas contra algún
régimen nacional ajeno a sus intereses, como lo representó el eje cubano
soviético, el cual colaboró de manera precisa para el derrocamiento de la
familia Somoza.
No sobra hacer referencia acerca de la indiferencia y falta de valor, lo cual se ha apoderado de algunos agentes
del sistema interamericano, que le han allanado el camino a las fuerzas
antidemocráticas, injerencistas y demagógicas, entre ellos, los aliados en la región del pseudosandinismo; todos juntos, que han impuesto las reglas del
juego en el debate diplomático y manipulado
la agenda hemisférica.
Entretanto, ha habido un silencio cómplice frente a varias
vicisitudes: el fraude en las pasadas
elecciones de Venezuela, el sainete del consejo electoral nicaragüense,
la carrera armamentista en los países del ALBA y la ausencia de denuncia
frente a los atropellos del totalitarismo cubano, el asesinato de Oswaldo Payá,
todavía rodeado de misterio.
Lo anterior citado, marca
diferencia con la presteza
y la agresividad con la que se actuó contra el Paraguay y Honduras – los
patitos feos del sistema - donde el cinismo, la hipocresía y la falsedad sobresalieron en la Organización de los Estados Americanos
(OEA) y otros mecanismos de integración
regional. Aquella vez, faltos de
autoridad moral para condenar la
alteración democrática en ambas naciones, reacias también a seguir los
pasos del frente chavista del sistema
interamericano, en estos momentos desprestigiado, omiso e inoperante.
Los factores de riesgo han quedado descartados en el contexto de la supremacía del
pseudosandinismo en Nicaragua. Causa
pesar el comportamiento peregrino de los
Estados Unidos de América, cooperante de ayuda militar de la guardia pretoriana de la familia Ortega.
Aunque la Casa Blanca ni siquiera se ha dignado en pronunciarse a favor
de Costa Rica frente a la hostilidad y las
provocaciones neosomocistas de Nicaragua.
Por eso, habrá pseudosandinismo para largo rato, puesto que el
régimen, además de haber operado satisfactoriamente los recursos
de control social domésticos, convive con un clima internacional, favorecedor de la vigencia de las naciones del ALBA, en
cuenta el gobierno de Ortega. Al cual por cierto, se le debe abonar su habilidad para distribuir entre gente
pobre, los residuos del saqueo nacional habido, a fin de ofrecer la imagen de “un régimen pacífico, solidario,
socialista y cristiano”; un recurso demagógico,
del que fue incapaz de poner en práctica la primera generación del somocismo,
sostenido a puro plomo, lo cual causó la
estrepitosa caída a manos de su clon, el
pseudosandinismo.
Con todo, hay ligeras diferencias entre ambos estilos de
somocismo respecto a la naturaleza de sus
relaciones con Costa Rica. Tanto
Somoza l, como Somoza ll y lll se abstuvieron de librar discusiones
irracionales y de mala fe en materia de delimitación fronteriza con nuestros
gobiernos. La pesadilla de ellos
consistió en visualizar nuestro sistema democrático y régimen de bienestar
social, empleado como estandarte por sus opositores nicaragüenses, quienes siempre presionaron
por la caída del criminal régimen.
Expresamos líneas arriba que en el horizonte el pseudosandinismo
se siente imperturbable. Sus relativos triunfos frente a Colombia en las Cortes
Internacionales le dan cabida a las exaltaciones irracionales y chovinistas. Le
dan chance a infundir un tipo de autoestima ficticia, digerida, a bajo costo
y sin menor esfuerzo, por la mayoría de nicaragüenses, gracias a la
propaganda y “las coreografías” nacionalistas del mandatario Daniel Ortega y su
excéntrica esposa.
Al contrario de las causas que originaron la pasada guerra contrarrevolucionaria de la
década de 1980, los Estados Unidos de América pasan inadvertidas tales
estridencias propagandísticas. Porque sus
compañías petroleras están siendo convidadas, esta vez, en los negocios, derivados de la renovada piñata de los energéticos,
extraídos del mar Caribe nicaragüense; por ahora, los negocios entre la élite pseudosandinista y los empresarios estadounidenses corren con la
debida normalidad.
Eso sí, Costa Rica debe reconstruir una red de aliados
democráticos dentro de la región y fuera de ella, para
enfrentar la dictadura pseudosandinista. De este modo, se procedió antes para cooperar con los sectores democráticos
latinoamericanos en el derrocamiento de la familia Somoza, ésta tentada, varias
veces, a invadirnos en el punto álgido de la guerra civil de 1979.
El Gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla ha hecho excelente
tarea en denunciar de manera tajante a la dictadura pseudosandinista,
particularmente sus atropellos y
las amenazas contra nuestra soberanía y
territorio nacional. Las acusaciones argumentadas de nuestro Gobierno,
expuestas en las diferentes esferas políticas y jurídicas internacionales,
han ser los únicos e inteligentes
recursos, siempre a la disposición, compatibles con nuestra civilidad, convivencia democrática, tradición ética y fuerza moral, para
defendernos de los ataques maliciosos de
un gobierno enemigo y paria, cuyas
ofensas pueden convertirse en bumerán
contra su alma depravada.
Ronald Obaldía González
(Opinión personal)
Gracias Ronald, muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo,
Arnoldo Brenes.