martes, 20 de agosto de 2013

AL COMPÁS DEL SOMOCISMO.

AL COMPÁS DEL SOMOCISMO.

Los pseudosandinistas han tenido el mérito de “anclar  a Nicaragua en el pasado”. Lo seguido representa apenas modestísimos  pasos hechos  en materia de desarrollo económico y sosiego. Tal vez,  se le pueda  reconocer a ese país el descenso, en cuanto a la  eliminación de  opositores y  desertores políticos, a la manera de las prácticas del  largo periodo del somocismo, el  régimen gemelo del actual. 
Sin embargo,  aquella tragedia se invirtió a partir de la década de 1990  en éxodos de emigrantes, desarraigados de su patria natal, encadenados  al   histórico e inalterable paquete (genético),  psico – social de atraso, ignorancia,  empobrecimiento y  contrastes, el cual continúa vivo en una sociedad desintegrada y ayuna de cohesión social.   
Así también, han crecido  allí los índices económicos y el empleo, señalados logros de  la propia dinastía somocista, pues la economía funcionaba en aquel contexto,  salvo los índices de desarrollo humano,  lejos de  engañar  todavía, por cuanto  colocan a Nicaragua al lado de las naciones del África Subsariana en lo que respecta a extrema pobreza, corrupción galopante y fragilidad institucional.
Ortega y su gavilla   copian  las maldades y la insania del somozato. Los rasgos dinásticos – al parecer uno de los hijos del mandatario es entrenado  para recibir el trono  -  ,  así como  los disfraces de una dictadura en curso, sostenida sobre la base de la compra de mayor armamento para infundir temor.  
Asimismo, cobra auge el saqueo nacional, la venta descontrolada  de los recursos naturales del país a compañías extranjeras de dudosa reputación, particularmente los  proyectos que castigarán  el medio ambiente, ya sea, la supuesta construcción del canal que atravesará el lago Cocibolca, esto último bien explicado por Pedro J. Chamorro en uno de sus escritos.  Al mismo tiempo que saltan  los desmesurados  planes  petroleros, cedidos a compañías extranjeras.  
Todo ello es suficiente para ubicar en un mismo rango a  la dinastía somocista y a  la diseñada por el matrimonio Ortega – Murillo y sus hijos, más  los parientes de los  comandantes guerrilleros de la Revolución de 1979, mamíferos del estatus  pseudosandinista. 
El partido Conservador de la época de los Somoza es ahora la desactivada oposición nicaragüense, una mayoría de ella  alelada, dúctil y maleable frente a los sobornos del gobierno de Ortega.  Excepto, quizás,  la débil fracción  desertora  del Frente Sandinista de Liberación Nacional ( FSLN),  víctima de  las  trampas y las manipulaciones del sistema electoral, ampliamente desacreditado, al igual que en la era del somozato;  este  experto en la organización de elecciones ficticias,  labor clave en la sobrevivencia  de la vieja tiranía, hoy “en proceso de reingeniería”.
Los ataques verbales del pseudosandinismo contra Costa Rica,  y contra la  propia Colombia, están bien calculados. En ellos  habrá de  emplearse siempre los desgastados  fetiches, tal como  la defensa del río San Juan; las conquistas territoriales y marítimas mediante los litigios internacionales; o se apelará  a la sensibilidad religiosa,  combinando postulados del cristianismo y las pasadas hazañas  del Frente Sandinista,  lo cual viene respondiendo  a la táctica de Ortega de “atontar al pueblo”,  y así  conservar el poder  indefinidamente, su máximo objetivo. 
Como sea, esto implica realzar la falsa  moral nacional,  un distractor bastante útil,  para ocultar el grave déficit de  bienestar y equidad social, el cual condena a los nicaragüenses a emigrar a Costa Rica, El Salvador y los Estados Unidos de América.
A pedido de su hermano, Humberto Ortega,  el actual revisionismo somocista, hace intentos por alejarse del lenguaje anti-imperialista de la Guerra Fría, pues la segunda táctica es la apropiación y la remodelación del nuevo Estado, gestor político y socio del sector empresarial.
Éste condicionado a abstenerse de cuestionar el dominio y el control ejercido por el pseudosandinismo en la sociedad nacional, incluidas  sus alianzas internacionales, particularmente   “el chavismo” venezolano,  del cual ha extraído jugosa cooperación y asistencia. De este modo, sobrevivió la vieja dictadura somocista al amparo de la cooperación estadounidense;   nuestro amigo grande que  paradójicamente le llena además los bolsillos a la soldadesca nica, que invadió la isla Calero del territorio costarricense.  
Las condiciones externas e internas para el  neo - somocismo nicaragüense son favorables en dirección a  prolongar su poder. Así por ejemplo, el antiguo somocismo enfrentó el riesgo intrínseco  de la guerrilla izquierdista, que al final lo tumbó, con el respaldo incondicional de las democracias y la izquierda latinoamericana. En cambio el  neo -  somocismo,  sinónimo de pseudosandinismo,  carece de tal enemigo interno que pueda tambalearlo.  
Por otra parte, difícilmente habrá un poder extranacional,  promotor de aventuras golpistas contra algún régimen nacional ajeno a sus intereses, como lo representó el eje cubano soviético, el cual colaboró de manera precisa para el derrocamiento de la familia  Somoza.
No sobra hacer referencia acerca de  la indiferencia y falta de valor,  lo cual se ha apoderado de algunos agentes del sistema interamericano, que le han allanado el camino a las fuerzas antidemocráticas, injerencistas y demagógicas, entre ellos,  los aliados en la región del  pseudosandinismo;  todos juntos, que han impuesto las reglas del juego en el debate diplomático y  manipulado  la agenda hemisférica.
 Entretanto,  ha habido un silencio cómplice frente a varias vicisitudes:  el fraude en las pasadas elecciones de Venezuela, el sainete del consejo electoral nicaragüense,  la carrera armamentista en los países del ALBA y la ausencia de denuncia frente a los atropellos del totalitarismo cubano, el asesinato de Oswaldo Payá, todavía rodeado de misterio.  
Lo anterior citado,  marca diferencia con  la  presteza  y la agresividad con la que se actuó contra el Paraguay y Honduras – los patitos feos del sistema -   donde el cinismo,  la hipocresía y la falsedad sobresalieron  en la Organización de los Estados Americanos (OEA)  y otros mecanismos de integración regional. Aquella vez,  faltos de autoridad moral para condenar  la alteración democrática  en  ambas naciones, reacias también a seguir los pasos del frente chavista del  sistema interamericano, en estos momentos desprestigiado, omiso  e inoperante.
Los factores de riesgo han quedado descartados  en el contexto de la supremacía del pseudosandinismo en Nicaragua.  Causa pesar el comportamiento peregrino de  los Estados Unidos de América, cooperante de  ayuda militar de  la guardia pretoriana de la familia Ortega.  Aunque la Casa Blanca ni siquiera se ha dignado en pronunciarse a favor de Costa Rica frente a la hostilidad y  las provocaciones  neosomocistas de Nicaragua.
Por eso,  habrá  pseudosandinismo para largo rato, puesto que el régimen,  además de  haber operado satisfactoriamente los recursos de control social domésticos, convive con un clima  internacional, favorecedor  de la vigencia de las naciones del ALBA, en cuenta el  gobierno de Ortega.  Al cual por cierto, se le debe abonar  su habilidad para distribuir entre gente pobre, los residuos del saqueo nacional habido, a fin de ofrecer la  imagen de “un régimen pacífico, solidario, socialista y cristiano”;  un recurso demagógico, del que fue incapaz de poner en práctica la primera generación del somocismo, sostenido a puro plomo,  lo cual causó la estrepitosa caída a manos de su clon,  el pseudosandinismo.
Con todo, hay ligeras diferencias entre ambos estilos de somocismo respecto a la naturaleza de sus  relaciones con Costa Rica.  Tanto Somoza l, como Somoza  ll y lll  se abstuvieron de librar discusiones irracionales y de mala fe en materia de delimitación fronteriza con nuestros gobiernos.  La pesadilla de ellos consistió  en visualizar nuestro  sistema democrático y régimen de bienestar social, empleado como estandarte por sus opositores  nicaragüenses, quienes siempre presionaron por  la caída del criminal régimen.
Expresamos líneas arriba que en el horizonte el pseudosandinismo se siente imperturbable. Sus relativos  triunfos frente a Colombia en las Cortes Internacionales le dan cabida a las exaltaciones irracionales y chovinistas. Le dan chance a infundir un tipo de  autoestima ficticia, digerida, a bajo costo y  sin menor esfuerzo,  por la mayoría de nicaragüenses, gracias a la propaganda y “las coreografías” nacionalistas del mandatario Daniel Ortega y su excéntrica esposa.    
Al contrario de las causas que originaron  la pasada guerra contrarrevolucionaria de la década de 1980, los Estados Unidos de América pasan inadvertidas tales estridencias propagandísticas.  Porque sus compañías  petroleras  están siendo convidadas, esta vez,  en los negocios, derivados de   la renovada piñata de los energéticos, extraídos del mar  Caribe nicaragüense;  por ahora,  los negocios entre la élite  pseudosandinista y  los empresarios estadounidenses corren con la debida normalidad.
Eso sí, Costa Rica debe reconstruir una red de aliados democráticos dentro de la región y fuera de ella,   para enfrentar la dictadura pseudosandinista.  De este modo,  se procedió antes  para cooperar con los sectores democráticos latinoamericanos en el derrocamiento de la familia Somoza, ésta tentada, varias veces,  a invadirnos en el  punto álgido de la guerra civil de 1979.  
El Gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla ha hecho excelente tarea en denunciar de manera tajante a la dictadura pseudosandinista, particularmente sus  atropellos y las  amenazas contra nuestra soberanía y territorio nacional.  Las  acusaciones argumentadas de nuestro Gobierno, expuestas en las diferentes esferas políticas y jurídicas internacionales, han  ser los únicos e inteligentes recursos, siempre a la disposición,  compatibles con  nuestra civilidad, convivencia democrática,   tradición ética y fuerza moral,   para defendernos  de los ataques maliciosos de un gobierno enemigo y paria,  cuyas ofensas pueden convertirse en  bumerán contra su alma depravada.  


Ronald Obaldía González  (Opinión personal)   

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