LA AVENIDA CENTRAL
COSTARRICENSE.
La vieja y estrecha Avenida Central de San José, extendida de este a oeste, en una
longitud de apenas un kilómetro, continúa cumpliendo una misión primordial en
nuestra cultura nacional, particularmente con la consolidación de la identidad
josefina.
Décadas atrás un
escritor costarricense, cuyo nombre no recuerdo, vivía hechizado con esa
convocadora vía, similar a un ágora, según él, puesto que además de propiciar las
interrelaciones personales, la comunicación y el diálogo, albergó en aquel entonces las radioemisoras más destacadas del país
tales como radio City, Monumental,
Columbia, abocadas a difundir a viva voz las noticias del momento, las cuales
de inmediato provocaban los comentarios de los transeúntes.
Él sentía orgullo en
que la capital de este país fuera poseedor de un reducido lugar de encuentro y
convivencia horizontal, un valor, en
estas épocas condenado a desaparecer, a consecuencia de las diferencias de
ingresos y marcadas modalidades de consumo entre los ciudadanos, el auge de
polos de desarrollo urbano, seguido de la proliferación de sofisticadas edificaciones
comerciales, capaces de relegar dicho sitio tradicional de convergencia.
La Avenida Central, hoy
felizmente un boulevard - pues se
prohibió el tránsito vehicular - se niega
a fallecer, a pesar de todo. Cuenta con
el antecedente histórico de haber tenido la osadía de transformar
paulatinamente el espíritu individualista,
huraño, desconfiado y montañes de los
costarricenses, del cual nos narra con autoridad don Eugenio Rodríguez Vega. Esa psicología
social arraigada en los tiempos de la conquista y colonia, motivo de enorme
disgusto y angustia de los gobernadores españoles y sacerdotes católicos; incluso, un comportamiento bien acendrado después de la independencia
nacional, portador de no pocos dolores
de cabeza.
Varios escritores
consideran que San José se consolidó como ciudad capital, moderna, gracias a la
creación del Mercado Central (1880) y simultáneamente con la conformación de la
Avenida Central. Esta última que se
abría paso, tanto por dar acogida a las oficinas gubernamentales, como por la atención
provocada a los comerciantes costarricenses,
así como los inmigrantes ingleses, alemanes, españoles, italianos, luego los
judíos y libaneses, decididos a establecer allí sus prósperos negocios.
El casco central de la ciudad
capital, en cuenta la Avenida Central, experimentó por varios años un serio
deterioro en cuanto a infraestructura, ornato, aseo, además de tornarse
insegura, y ser invadida por el comercio informal. Sin embargo, en los últimos 20 años se han
hecho esfuerzos envidiables por mejorar su panorama y perspectiva.
Tal vez por ello, parte de las nuevas generaciones de
costarricenses, independientemente de su estrato social, rechazan todavía el divorcio con la principal arteria
josefina. Una ruptura de tal naturaleza, eso sí podría ser lamentable, por cuanto dicho espacio “chiquitico”
encierra tradiciones y costumbres acumuladas, transmitidas, dignas de sostener como nación: ya sean las
compras habituales y navideñas, el reconocido “avenidazo”, la aglomeración de personas, las tertulias en
la plaza de la Cultura, en las cafeterías y los restaurantes, así también las
conductas excéntricas y poco usuales,
las cuales despiertan nuestra curiosidad.
Hermosos vecinos, ya
remodelados, rodean la Avenida, entre
ellos, los parques la Merced, Morazán, España,
el Central, la plaza de la Democracia, la plaza de las Garantías Sociales, la
Avenida Cuarta y ahora el barrio Chino. Hay
que aprovechar y utilizar todavía más estos recursos, a través de la
intensificación de actividades culturales y artísticas. Ojalá que ni la Avenida
Central, ni estos sitios descansen ante la constante programación de eventos imaginativos;
similares al estilo libre y diverso de San
Francisco de California (EEUU), donde tienen asidero todas las expresiones
culturales y las manifestaciones humanistas, entre ellas las protestas ciudadanas.
El otro día nos encontramos en la Plaza de la Cultura con
una brillante exposición de los ambientalistas, relacionada con género y el uso
del agua en Guácimo (Limón). En la
conferencia hubo pausas para músicos y poetas populares, reforzadores de la
temática, los cuales el público nacional
y extranjero seguía con entusiasmo. Todo
aquello nos educaba, así como creaba opinión y debate.
A partir de esta
experiencia, nos hemos puesto a pensar
que foros o ágoras alrededor de nuestro acontecer político y social, así como constantes celebraciones artísticas
y culturales, debidamente programadas, podrían tener cabida no solo en la
Avenida Central, sino que en esos lugares colindantes. Asimismo, las actividades del comercio y el
turismo saldrán favorecidas; se hará más
agradable y estimulante la estancia en el centro de la capital; y quizás así los sindicalistas Don Albino y Doña Ferreto, principalmente, encuentren que el método autoritario del bloqueo de carreteras, mediante huelgas antojadizas,
puede ser sustituido por formas racionales y cívicas, propiciadoras de la verdad y el
bien común.
RONALD OBALDÍA
GONZÁLEZ (OPINIÓN PERSONAL).