domingo, 28 de abril de 2013


LA AVENIDA CENTRAL COSTARRICENSE.

 
La vieja y estrecha  Avenida Central de  San José, extendida de este a oeste, en una longitud de  apenas un kilómetro,  continúa cumpliendo una misión primordial en nuestra cultura nacional, particularmente con la consolidación de la identidad josefina.  

Décadas atrás un escritor costarricense, cuyo nombre no recuerdo, vivía hechizado con esa convocadora vía, similar a un ágora, según él,  puesto que además de propiciar las interrelaciones personales, la comunicación y el diálogo,  albergó en aquel entonces  las radioemisoras más destacadas del país tales como  radio City, Monumental, Columbia, abocadas a difundir a viva voz las noticias del momento, las cuales de inmediato provocaban los comentarios de los transeúntes.    

Él sentía orgullo en que la capital de este país fuera poseedor de un reducido lugar de encuentro y convivencia  horizontal, un valor, en estas épocas condenado a desaparecer, a consecuencia de las diferencias de ingresos y marcadas modalidades de consumo entre los ciudadanos, el auge de polos de desarrollo urbano, seguido de la  proliferación de sofisticadas edificaciones comerciales, capaces de relegar dicho sitio tradicional de convergencia.

La Avenida Central, hoy felizmente un boulevard  - pues se prohibió el tránsito vehicular - se niega a fallecer, a pesar de todo.   Cuenta con el antecedente histórico de haber tenido la osadía de transformar paulatinamente  el espíritu individualista, huraño, desconfiado  y montañes de los costarricenses, del cual nos narra con autoridad  don Eugenio Rodríguez Vega. Esa psicología social arraigada en los tiempos de la conquista y colonia, motivo de enorme disgusto y angustia de los gobernadores españoles y sacerdotes católicos;  incluso, un comportamiento  bien acendrado después de la independencia nacional, portador  de no pocos dolores de cabeza.   

Varios escritores consideran que San José se consolidó como ciudad capital, moderna, gracias a la creación del Mercado Central (1880) y simultáneamente con la conformación de la Avenida Central.  Esta última que se abría paso, tanto por dar acogida a las oficinas gubernamentales, como por la atención provocada a los  comerciantes costarricenses, así como los inmigrantes ingleses, alemanes, españoles, italianos, luego los judíos y libaneses, decididos a establecer allí  sus prósperos  negocios.  

El casco central de la ciudad capital, en cuenta la Avenida Central, experimentó por varios años un serio deterioro en cuanto a infraestructura, ornato, aseo, además de tornarse insegura, y ser invadida por el comercio informal.  Sin embargo, en los últimos 20 años se han hecho esfuerzos envidiables por mejorar su panorama y perspectiva.  

Tal vez por ello,  parte de las nuevas generaciones de costarricenses, independientemente de su estrato social,  rechazan todavía el divorcio con la principal arteria josefina. Una ruptura de tal naturaleza, eso sí podría ser  lamentable, por cuanto dicho espacio “chiquitico” encierra tradiciones y costumbres acumuladas, transmitidas,  dignas de sostener como nación: ya sean las compras habituales y navideñas, el reconocido “avenidazo”,  la aglomeración de personas, las tertulias en la plaza de la Cultura, en las cafeterías y los restaurantes, así también las conductas excéntricas  y poco usuales, las cuales despiertan nuestra curiosidad.    

Hermosos vecinos, ya remodelados,  rodean la Avenida, entre ellos, los parques la Merced,  Morazán, España, el Central, la plaza de la Democracia, la plaza de las Garantías Sociales, la Avenida Cuarta y ahora el barrio Chino.  Hay que aprovechar y utilizar todavía más estos recursos, a través de la intensificación de actividades culturales y artísticas. Ojalá que ni la Avenida Central, ni estos sitios descansen ante la constante programación de eventos imaginativos;  similares al estilo libre y diverso de San Francisco de California (EEUU), donde tienen asidero todas las expresiones culturales y las manifestaciones humanistas, entre ellas las protestas ciudadanas. 

El otro  día nos encontramos en la Plaza de la Cultura con una brillante exposición de los ambientalistas, relacionada con género y el uso del agua en Guácimo (Limón).  En la conferencia hubo pausas para músicos y poetas populares, reforzadores de la temática,  los cuales el público nacional y extranjero seguía con entusiasmo.  Todo aquello nos educaba, así como creaba opinión y debate. 

A partir de esta experiencia,  nos hemos puesto a pensar que foros o ágoras alrededor de nuestro acontecer político  y social, así como constantes celebraciones artísticas y culturales, debidamente programadas, podrían tener cabida no solo en la Avenida Central, sino que en esos  lugares colindantes.  Asimismo, las actividades del comercio y el turismo saldrán favorecidas; se  hará más agradable y estimulante la estancia en el centro de la capital;  y quizás así los sindicalistas  Don Albino y Doña Ferreto, principalmente,  encuentren  que el método autoritario del  bloqueo de carreteras, mediante huelgas antojadizas, puede ser sustituido por formas racionales  y cívicas, propiciadoras de la verdad y el bien común.   
 

RONALD OBALDÍA GONZÁLEZ  (OPINIÓN PERSONAL).

No hay comentarios:

Publicar un comentario