martes, 13 de agosto de 2019

HONG HONG, ACECHADO POR LA CHINA POPULAR PARA EROSIONAR LA AUTONOMÍA Y LA DEMOCRACIA LIBERAL Autor: Ronald Obaldía González.

HONG HONG, ACECHADO POR LA CHINA POPULAR PARA EROSIONAR LA AUTONOMÍA Y LA DEMOCRACIA LIBERAL Autor: Ronald Obaldía González. La isla de Xianggang, más reconocida como Hong Kong, es un pequeño territorio de 1,106 km², ubicado en la costa del océano Pacífico del sur de China continental, cerca de Cantón. La totalidad de la población se calcula en 7 millones. La densidad de población – de origen chino en su gran mayoría - es de las mayores del planeta. Pero, sus habitantes representan un tipo diferente de chinos. Los hongkoneses han adoptado la cosmovisión liberal, arraigada en la civilización occidental, su identidad cultural contemporánea; la cual reposa en los antecedentes suyos de haber sido una colonia de la Gran Bretaña. Justamente, aquí se centra “el quid de la cuestión” de los violentos estallidos de hace dos meses iniciados por los jóvenes, los activistas sociales, los intelectuales, los periodistas, las organizaciones no gubernamentales y hasta los mismos empresarios contra el Gobierno y la policía represiva hongkonesa, ambas entidades favorables a los intereses del régimen comunista, totalitario, de la China continental. Porque cuando en 1997 Hong Kong (“una megalópolis” financiera y comercial) pasó a convertirse en territorio autónomo de la China continental, los numerosos sectores sociales contestatarios, prodemocráticos, observaron con profunda irritación y desconfianza los intentos, provenientes de Pekín “de diluir la separación entre la China continental y Hong Kong. Los habitantes del mencionado territorio insular rechazan el verse absorbidos gradualmente por el autoritario sistema político y económico, equivalente “al capitalismo mercantilista de Estado”, intrínseco a la China continental. Ellos perciben el haber perdido el estatus especial, el cual venía disfrutando el territorio autónomo a partir de 1997. Justamente, el año de la (torpe) devolución británica a la soberanía china. Las entromisiones como tales, ponen en peligro las libertades fundamentales, entre ellas, las de prensa, de asociación y de expresión, implantadas en la excolonia británica, pero inexistentes al otro lado de la frontera, o sea, en la sociedad comunista (Macarena Vidal Liy) UN FRAGMENTO DE LA HISTORIA UNIVERSAL. Cabe hacer una digresión respecto a la apertura de China al comercio exterior, la cual comenzó a través de numerosas batallas. Hasta el siglo XIX tanto la China imperial y feudal, como Japón habían permanecido aislados del mundo Occidental. Ambos se comportaron en “enemigos de todo contacto con los pueblos extranjeros, en celosos conservadores de su cultura, sus tradiciones y sus costumbres antiguas”. En el caso particular de China hasta llegaron a considerar a los europeos “como bárbaros, esto es, como poco desarrollados culturalmente”. Durante toda la Edad Moderna, en el extremo oriental de Asia, el gigantesco imperio chino se había cerrado sobre sí mismo, “al abrigo de la Gran Muralla, separado del resto del mundo por los grandes desiertos asiáticos. Permaneció totalmente ajeno al progreso de la historia humana”. La intensidad de la mundialización del colonialismo del siglo XIX hizo de las suyas en términos políticos y económicos. Entre las justificaciones y cálculos hegemonistas de las potencias europeas, tuvo lugar la reintegración a la sociedad planetaria de las vastas y ricas comarcas chinas. Voraces las potencias imperialistas occidentales, habida cuenta del vertiginoso desarrollo de sus industrias; desde la primera mitad del siglo antepasado las naciones asiáticas, entre ellas China, se vieron obligadas, mediante acciones (militares) de fuerza, a abrir sus puertos a favor de los ingleses, franceses, portugueses y holandeses, entre otros países europeos. Aferrados estos últimos a los propósitos del dominio de zonas de influencia, empecinados en el dominio de las rutas marítimas comerciales, así como en la expansión de los intercambios económicos y comerciales, se lanzaron “a la apremiante búsqueda de mercados en territorios de ultramar. El antiguo Imperio Chino había contado con los pequeños puertos de Macao, donde se admitía a los portugueses, así también el de Cantón, el cual servía a los objetivos de la acumulación de riquezas de los ingleses y los holandeses, con quienes al principio los chinos mantuvieron reducida actividad comercial. El anhelo de aquellos extranjeros reposaba en la mayor apertura de los puertos de China, siempre en función del comercio transnacional y en la satisfacción de los propios intereses de la dominación colonialista. LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS ALREDEDOR DE HONG KONG. Bajo la práctica imperialista de "la Diplomacia de las cañoneras", en la particularidad del expansionismo colonialista de Occidente, el territorio de Hong Kong - en ese entonces casi inhabitado - fue cedido a Gran Bretaña “a perpetuidad” en 1842, cuando los británicos atacaron China en las dos Guerras del Opio. Asimismo, otros territorios adyacentes a esa isla fueron cedidos a los ingleses en arriendo por 99 años, especialmente la península de Kowloon, conocida como “Nuevos Territorios” (Guía del Mundo – Instituto del Tercer Mundo, Uruguay-). A propósito de las Guerras del Opio, ellas tuvieron como precedente la segunda mitad del Siglo XVlll, cuando los comerciantes británicos comenzaron a introducir desde la India cantidades crecientes de opio a la China monárquica- feudal, lo cual cobraban con plata. Asimismo, solía usarse el puerto de Cantón para enviar la plata a Londres. Las transacciones permitieron a los empresarios navieros comprar té, seda y porcelana, vendidos luego a los mercados de la India, entre otros. Para Gran Bretaña, el contrabando del estupefaciente constituyó una considerable fuente de ingresos, lo cual servía para equilibrar su balanza de pagos con China, al compensar el gasto de las ingentes cantidades de té importado. Los intercambios comerciales impulsaron la formación de los grupos mafiosos en Cantón (ídem), al generalizarse en la gente de China el consumo obligado del opio, con consecuencias en el desmantelamiento de la economía; detrás del cínico comercio fueron también cómplices tanto los franceses como los japoneses. El emperador de China, “con fines moralizadores”, había prohibido el uso y el comercio del opio en todo su país, al mismo tiempo ofreció ferrea oposición a la venta y el consumo de esa droga. La orden parcialmente se acató. Del fomento del comercio y de la extendida adicción al opio responsabilizó a la Compañía Comercial Británica de las Indias Orientales; la misma que, a pesar de la prohibición, continuó introduciendo en forma de contrabando la mercadería prohibida (ídem). Habida insistencia de las prácticas del contrabando, las autoridades de Pekín dispusieron la destrucción de 20.000 cajones que contenían dicho estupefaciente de propiedad inglesa, depositados en Cantón. A raíz de esa medida de resistencia, soberana, de la nación asiática sobrevino la Primera Guerra del Opio en 1839, cuando la Corona británica declaró la guerra a China. La inmediata intervención militar inglesa comportó la defensa de los intereses de la Compañía, arriba citada. Así, entonces, bombardeó con sus buques la ciudad de Cantón y múltiples “populosas y frágiles poblaciones”, causando en ellas millares de víctimas. Ante este brutal ataque, China pidió la paz. No había alternativa. El arcaico ejército chino nada había podido hacer contra las modernas fuerzas guerreristas británicas, quienes hubieron de bombardear Cantón (ídem), como también tomaron Shanghai y Nanking, remontando el Yangtze. La agresión británica, en torno a la causa del opio, contra el territorio y la cultura ancestral, milenaria, de China, hubo de sumarse a las otras de siglos atrás, cuando el gigante asiático hubo de ser objeto de invasiones imperiales, por parte de los mongoles, los turcos, las potencias europeas de ultramar (Portugal, Gran Bretaña y Francia), al igual que las forjadas por los coreanos y los japoneses, estos últimos, quienes en el contexto de la Segunda Guerra Mundial entre 1937 y 1945 (idem) avasallaron Manchuria y otras regiones. En el orden natural del imperialismo de Occidente del Siglo XlX, Inglaterra respondió con poderosas acciones bélicas al derrotar definitivamente a China por la causa del opio. Llegó a obtener la concesión del islote de Hong Kong, además de cinco puertos sobre el mar de China. Este avasallado pueblo se vio obligada el 29 de agosto de 1842 a firmar el humillante y desigual Tratado de Nanking; a través de ese acuerdo se puso fin a la Primera Guerra del Opio. Al cabo de entregar Hong Kong, el Tratado de Nankin (1842) declaró abiertas a los europeos varias ciudades del país; “diez años después esta medida se extendería a todo el Imperio feudal: China dejaba así de ser el “Continente Prohibido”. En adelante, los puertos de Cantón y Shangai quedaron a la orden de los comerciantes británicos. Luego los Estados Unidos de América y Francia obtendrían de China similares concesiones y franquicias. El ACTUAR HISTÓRICO, LA DOMINACIÓN EMPEORÓ. La respuesta china, es decir, el movimiento de resistencia antieuropeo desembocó en la Segunda Guerra del Opio (1854 – 1860), lo que devino en la aparatosa caída de Pekín, esa vez a manos de los ingleses y los franceses. La nueva conflagración hubo de originar la ocupación de Pekín, capital del Imperio Chino, por parte de los ejércitos de tales potencias europeas. Igualmente, salieron a colación las decisiones entreguistas, tales como la firma en 1860 de adicionales y desiguales Tratados: los de Tient-sin y el de Pekín, por los que China llegó a conceder a ingleses y franceses, nuevos puertos libres, o zonas de influencia, en el litoral del norte; así también se acordaron cesiones a Gran Bretaña, entre ellas, parte de la península de Kowloon y la isla de Stonecutters. La superficie de la colonia aumentó significativamente con la incorporación de los llamados “Nuevos Territorios”, más 235 islas aledañas, mejor dicho “los botines de guerra”. Los cuales fueron arrendados a Gran Bretaña por 99 años a contar desde el 1 de julio de 1898 hasta el 30 de junio de 1997 (BBC Mundo). De este modo quedó conformado el actual territorio de Hong Kong. Al final de la Segunda Guerra del Opio, “el Reino Unido también obligó a China a permitir el comercio de la droga”, así como a pagar una indemnización equivalente a veinte millones de dólares. Mediante el tratado de Nanking, China accedió a comerciar con Gran Bretaña, de acuerdo con las condiciones e imposiciones de ésta, al tiempo que “los súbditos británicos no estarían sometidos a la legislación china, bastante cruel, por cierto” (ídem). En 1874 se forma en Inglaterra “la sociedad anglo-oriental contra el comercio de drogas, ya que la opinión mundial había comenzado a alarmarse por los perjuicios morales del tráfico de estupefacientes en Hong Kong” y el creciente número de enfermos adictos en China”. Los mencionados Tratados dieron lugar a una precaria situación comercial para China, la que duraría casi cien años. Fue en 1920 cuando China logró recuperar sus tarifas aduaneras, aunque la cláusula de extraterritorialidad se mantuvo hasta 1943 (María Laura Brito). Desde luego que las divisiones internas tuvieron lugar en China, a consecuencia de los “Tratados desiguales”, inaceptables para una nación que décadas después se configurará en un régimen marxista, “antiimperialista”. El nefasto expediente de Hong Kong, producto de los repartos territoriales del mundo inherentes a los apetitos y exigencias de las potencias colonialistas occidentales, llegó a desencadenar posteriores invasiones extranjeras contra China, en detrimento de su integridad territorial. A finales del siglo XIX, ella llegó a ser derrotada por el Japón, la emergente y agresiva potencia de Asia. Las ambiciones japonesas pusieron al frente a las potencias de Rusia y Alemania, quienes levantaron “una intervención conjunta para defender la integridad de China (1895)”; un inmenso territorio sobre el cual se habían enfocado los intereses expansionistas de las potencias occidentales, en simultaneidad con las concesiones de carácter comercial y financiero, todo ello a contrapelo de la soberanía y la humillante “desintegración territorial del Imperio Chino”. Recordemos que durante la Segunda Guerra Mundial la potencia nipona se apoderó de Hong Kong, por lo que la transformaron en centro militar de su campaña expansionista en Asia. Tras la rendición incondicional japonesa, enseguida los británicos rescataron la isla. En 1898 estalló en China la revolución nacionalista, antioccidental, “promovida por la sociedad secreta de los bóxeres” o “los puños armónicos”. Sin embargo, un ejército extranjero, compuesto por europeos, estadounidenses y japoneses, venció a los chinos, quienes “debieron pagar compensaciones e indemnizaciones, como también reconocer las concesiones efectuadas hasta entonces”. Esa vez, las potencias coligadas apenas garantizaron (la frágil) integridad territorial de China, por lo que desistieron de los intentos de reparto. Eso sí, exigieron el otorgamiento de concesiones de tierras en torno al puerto de Shanghai, para el objetivo de la instalación de fábricas (Guía del Mundo, ídem). . Posteriormente, el gobierno chino realizó reformas en la milicia, en la economía y en la enseñanza. Hubo de surgir un partido democrático, de corte nacionalista: el partido Kuomitang, encabezado por el médico Sun Yat Sen, quien hizo el llamado al “Constitucionalismo”. Por lo tanto quedó abolida la monarquía, y se proclamó la República (1912); en un principio presidida por el médico nacionalista; eso sí teniéndose como hecho real que Hong Kong continuaría siendo posesión británica. TRAS LA VICTORIA EN 1949 DEL COMUNISMO TOTALITARIO EN LA CHINA CONTINENTAL, atraído por las fuerzas rebeldes e izquierdistas de Mao Zedong (1893 – 1976), se proclamó la República Popular China, se instauró el sistema de partido único, similar a la Unión Soviética. En el contexto de la Guerra Fría – la división y el antagonismo mundial entre el capitalismo y el comunismo - las potencias capitalistas occidentales, fueron los Estados Unidos de América y la Gran Bretaña, impusieron “al gigante asiático” el bloqueo económico y comercial. Por el contrario, Hong Kong experimentó un extraordinario auge comercial, industrial, llegó a convertirse en un dinámico centro financiero, de inversiones, transportes, de grandes terminales portuarias, así como de comunicaciones de dimensión global. Evolucionó a las alturas de un vertiginoso “bastión capitalista”, sustentado en bajos impuestos y aranceles aduaneros mínimos, lo cual hubo de asegurar la “confiabilidad y la libertad en los movimientos de capital” (idem), y demás factores de la producción. A la vez, le fue altamente ventajosa la situación geográfica excepcional y las propiedades suyas de ser un puerto libre y próspero, fruto de la herencia e influencia ideológica, social y cultural de las potencias capitalistas occidentales, y el corolario de los constantes flujos financieros e inversiones. Hasta ahora ha llegado a ser (Hong Kong) un centro económico y comercial de primer orden en el Extremo Oriente. Su fisonomía se transformó radicalmente al convertirse en el destino de millones de emigrantes (Andrés Serra Rojas), fueran refugiados vietnamitas, sobre todo de chinos continentales, quienes huyeron de las invasiones japonesas; tiempo despúes, de las garras de la hegemonía del comunismo - de naturaleza totalitaria, conculcador de las libertades fundamentales - , en extremo ya acendrado en la corpulenta nación. Ciertamente, los refugiados llegaron a emplearse en condición de mano de obra barata, posibilitadora del rápido crecimiento, en especial de la industria manufacturera, el auge de la infraestructura moderna, así como del cúmulo de actividades básicas de una genuina y enriquecida economía de servicios. LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA DEL RÉGIMEN COMUNISTA. A finales de la década de 1970 bajo el poder político de Deng Xiaoping, da comienzo en China la reforma o la apertura económica, la cual consistió en la gradual modernización industrial, respaldada con capitales extranjeros y parte del ahorro nacional. El líder Deng impulsaría un orden social que relativamente distanciaría de la rigidez marxista del Estado centralista y “dirigista” de las estructuras de la sociedad china. En otras palabras, observando los resultados del exitoso apogeo de los modelos pro-capitalistas de vecinos suyos, entre ellos, Japón, Corea del Sur, Taiwán e Indonesia; el régimen reformista desistió de quedarse atrás en Asia, por lo que apostó a favor de la consolidación de “las zonas económicas especiales” en las proximidades de las colonias europeas de Macao y Hong Kong, las cuales figuraban ya entre las primeras plazas capitalistas del Lejano Oriente (idem). Especialmente, con la isla hongkonesa habrían de incrementarse lazos de interdependencia en los diferentes ámbitos económicos y financieros. A comienzos de 1980 Londres y Beijing celebraron negociaciones acerca del futuro de Hong Kong; el arriendo por 99 años del territorio concedido, a través de varios tratados desventajosos, concluía en 1997. Un acuerdo alcanzado en 1984 definió, en primera instancia, que China habría de recuperar la soberanía de Hong Kong, pero el territorio suyo contaría “con un alto grado de autonomía”, en las condiciones “de región administrativa especial”, esto para mantener vigente la naturaleza capitalista de su pujante sistema económico, comercial y financiero. Asimismo, los hongkoneses conservarían por 50 años sus derechos, libertades civiles; gozarían de la autonomía judicial, derivados del régimen colonial británico (idem). El sistema económico comunista de China no se aplicaría en Hong Kong, habría compromiso de respetar allí el sistema legal existente antes del traspaso de la plena soberanía, o sea, hasta el año 2047. “Mientras tanto, el gobierno comunista de Pekín asumiría apenas las tareas relacionadas con “la defensa y las relaciones exteriores”. Según el gobierno chino la reunificación habría de sustentarse en la visión de “un país, dos sistemas”, equivalente a la coexistencia entre la economía de libre mercado de Hong Kong, dotado hoy de estructuras turísticas, industriales, financieras y comerciales más relevantes del mundo; y al otro lado el centralizado y el odioso control político y económico del resto de China, configurado por el Partido Comunista, aunque igual de exitoso en términos de poderío económico, habida consideración de las reformas de Deng, quien introdujo en su nación, no pocos fundamentos del sistema de mercado capitalista. Efectivamente, a partir del 2047 China ya no estará obligada a mantener la autonomía acordada con Reino Unido, para el traspaso. Por lo que después de esa última fecha “es casi obvio el rechazo de Pekín a otorgar el voto universal a los hongkoneses, lo cual ha venido provocando repetidos y violentos enfrentamientos. En 1997 China recuperó la soberanía sobre Hong Kong y la nombró “Zona Económica Especial” (idem). En expectativa quedaba la inconveniente deriva de las reformas graduales previstas a Hong Kong, a la medida de los intereses ideológicos de la China continental; entre ellos, los que se relacionaron con las elecciones del 2017, cuando los representantes políticos serían, parcialmente, elegidos mediante el sufragio universal. Las sospechas de los habitantes comenzarían a levantar vuelo, ya que tales disposiciones de Pekín semejaron asomos de injerencia, planificadas por las autoridades pekinesas, en detrimento de la autonomía negociada. LA LEY BÁSICA, redactada por un comité convocado en Pekín, al cual asistieron delegados de la colonia británica, llegaría a cumplir el rol de la Constitución Política de Hong Kong después de 1997. Ya en abril de 1990 el Parlamento chino se había adelantado en aprobarla. La citada Ley incluso permitía que algunos escaños en el futuro Consejo Legislativo fueran directamente elegidos antes de 1997. Los hongkoneses estuvieron ausentes en las negociaciones y deliberaciones chino - británicas, quienes en su enorme mayoría se expresaron críticos y recelosos del inminente retorno de la isla a China. Mejor aún, a partir de esos acuerdos (precipitados), los residentes de la megalópolis insular han sido proclives a las profundizaciones del sistema de mercado, de la democracia y de las libertades cívicas fundamentales, lo cual hubieron de remodelar la identidad y la concepción de vida nacionales. Principios universales que difieren sustancialmente del ejercicio represivo y totalitario del régimen centralizado y de partido único, vigente en la sociedad china; cuyo gobierno desde la reunificación en 1997 ha intentado gradualmente de hacer patente sobre Hong Kong el control político y administrativo de forma integral, restringiéndole peligrosamente la autonomía acordada con los ingleses hasta el 2047 (Macarena Vidal Liy). Lo cierto del caso es que Occidente debió haber permitido a Hong Kong “ser y crecer” todavía más, de modo similar al esquema social y político, democrático liberal de la isla de Taiwán, quien defiende vigorosamente su soberanía e identidad. Por lo visto, las intimidaciones chinas resultan trabajables en el Asia. En la década de 1980 Vietnam lo dio a entender en su enfrentamiento militar con el ejército chino, lo hicieron recular. Y en esta época los vecinos suyos, tales como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas le disputan sin ambages, ni contemplaciones, estratégicas extensiones geográficas del Océano Pacífico. Para agravar la irritación y la desconfianza del pueblo hongokones, se continúa tomando como precedente la inolvidable masacre de Tiananmén de 1989 (la Primavera de Pekín de 1989) contra miles de estudiantes universitarios. Aquella llena de crueldad, al extremo, que la retina internacional la tiene bastante fresca, por más que la nomenclatura dictatorial busque borrarla del mapa. Paradójicamente, en Costa Rica el controvertido gobierno de Oscar Arias Sánchez (2006 – 2010) obvió los hechos de Tiananmén, por lo que guiándose en la avaricia, decidió restablecer las relaciones diplomáticas con una tiranía comunista, humillando, miserablemente, a la democrática Taiwán. Dentro de las leyes suplementarias a la Ley Básica, entre el 2003 y 2004 el régimen de Pekín hizo todo lo posible por implantar “la ley antisubversión o de seguridad nacional”. La cual facilitaría “condenas a cadena perpetua por actos de subversión, sedición o traición a China. Además se concedería un elevado poder a la policía pro-Pekín, sobre la cual persiste la popular desconfianza, dado su comportamiento represivo alrededor de las multitudinarias manifestaciones en pro de la democracia; entre otros reclamos, asociados al rechazo de la plena de integración con un régimen, el cual desprecia los derechos humanos. China rechaza abiertamente la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Wu´er Kaixi; Christophe Deloire). Tras las enardecidas protestas populares “la ley antisubversión” fue archivada (idem). LA FALSEDAD DE LA TESIS DE “UN PAÍS, DOS SISTEMAS”. Cuando en 1997 volvió a soberanía china, Hong Kong representaba el 20% del PIB de China, y estaba mucho más desarrollada que el resto de la geografía física del gigante asiático. La megalópolis se desempeñó en el trampolín para el comercio y la inversión de la China continental, siendo ésta ahora menos dependiente de ese rol que su vecino insular le sigue jugando. Al potenciarse con las contribuciones de la pequeña isla, el poderío económico chino se ha colocado a la altura de desafiar el de los Estados Unidos de América, a quien intenta desequilibrar su hegemonía global en las instancias de la diplomacia multilateral. De la misma manera, con su iniciativa “Un Cinturón, Una Ruta” ofrece préstamos para infraestructura a naciones en toda Eurasia, frecuentemente “con términos onerosos, que mejoran el acceso y la influencia de China al brindar beneficios cuestionables a quienes los reciben” (Richard N. Haass, diplomático de Estados Unidos de América). La mayoría de los pobladores hongokoneses no nacieron en el pequeño territorio insular; ellos provenían de emigrantes del otro lado de la frontera (el subcontinente chino); perdieron conexión con las tradiciones continentales. De ahí las pesadillas suyas, la cual reside en perder la identidad y cultura propias, separadas de la sociedad y del régimen comunista chinos; ya que engendraron una manera distinta de concebir el mundo, coherente con los postulados de la democracia liberal. “En las generaciones más jóvenes, dicha tendencia es aún más marcada” (Petula Ho). Aunque el independentismo es una idea de grupos minoritarios - indicios que obviamente enfurecen a China -, sí es bastante probable que ellas continúen apreciándose a sí mismos con una identidad hongkonesa, distinta de la China, la que cercena libertades a sus habitantes. Una encuesta de la Universidad de Hong Kong encontraba el mes pasado que menos del 10% de los hongkoneses entre los 18 y los 29 años se declaran “orgullosos” de ser ciudadanos chinos (Vidal Liy, ídem). Les preocupa además el futuro, cuando en 2047 se deje de aplicar el principio de “un país, dos sistemas”, lo cual les garantiza (atropelladamente) las libertades inexistentes, y desconocidas en el resto China. Si bien, tal principio lo ven erosionarse gradualmente (Macarena Vidal Liy). La oposición anti-china hongkonesa viene corroborando con alarma los llamamientos cada vez más insistentes, por parte de China, para la integración física del territorio autónomo, comenzando por los planes para incluirlo “en una gran área económica, la cual comprenda las metrópolis del sureste a la instalación de una terminal de tren de alta velocidad en ese territorio insular, lo que incluye controles de policía chinos”. En el caso particular de Hong Kong, esos estarían igualmente a cargo de la guardia pretoriana del régimen comunista chino (idem). Después del traspaso ha habido una cadena de protestas populares en Hong Kong. En tanto que continúa aumentando el control de la excolonia británica desde la China continental. La formula equivalente a “un país, dos sistemas”, prometida en 1997 no ha operado como había esperado el pueblo de la megalópolis, más bien, ha ido abriendo la puerta, paulatinamente, al proyecto político de “un país, un sistema”. El régimen totalitario chino ha sido persistente en injerir en la elección de los gobernantes de Hong Kong. Las perspectivas del sufragio universal cada vez se distancian de las ideales y tradiciones políticas más liberales de democracia, libertad, y hasta de independencia nacional por parte un minoritario grupo de hongkoneses. Son tales los niveles de intromisión de Pekín, que en el 2015 se dieron informes del secuestro de cinco libreros que publicaban volúmenes críticos contra el Gobierno de Pekín; luego aparecieron bajo custodia china al otro lado de la frontera; es uno de los ejemplos más citados (ídem). Al mismo tiempo, Pekín ha demostrado ineptud en la solución de complicaciones económicas, entre ellos, el desempleo, la contracción cíclica de las exportaciones y en el mejoramiento de la estructura sanitaria. Hong Kong es la ciudad más cara del mundo, junto a Singapur y París, según una encuesta del Economist Intelligence Unit. Igualmente, es profundamente desigual; los 10 hongkoneses más ricos tienen tanto como el resto de los 7 millones de residentes juntos. Con el metro cuadrado más costoso de la Tierra, solo un 11% de la población posee una vivienda en propiedad. Lo cierto del caso es que en el 2003 el gobierno chino fue incapaz de trabajar correctamente el brote del virus del Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS), el cual causó la muerte de 299 hongokoneses (Guía del Mundo, ídem). Tampoco faltan quienes en la excolonia británica pretendan que el Partido Comunista de China adquiera mayor influencia en los asuntos de “la Región Administrativa Especial” (BBC Mundo), por lo que admiten el actuar periódico de la tiranía china, por intermedio del gobierno local, consistente en reprimir cualquier tipo de amenaza frente al estatus quo. CRISPACIÓN Y RECRUDECIMIENTO DE LA VIOLENCIA. Tampoco se le puede exigir a un régimen déspota como el de la China, que ofrezca de lo que carece, tal como el respeto a los derechos humanos, así como la abstención del uso de las abusivas medidas de fuerza contra la oposición, los desertores, así como de los grupos étnicos o religiosos, ya sean los tibetanos, el Falun Gong, los musulmanes, los cristianos. O menos aún que el gobierno central de China se aleje de socavar las tradiciones políticas más liberales de Hong Kong, a pesar de su compromiso (engañoso) de 1997 de respetarle la autonomía. Durante este año la señora Carrie Lam – adepta (“marioneta”) al régimen de Pekín - , la jefa del Gobierno o del Ejecutivo de Hong Kong, decidió presentar ante el Consejo Legislativo “el proyecto de extradicción”, a través del cual, y por primera vez, se permitirá entregar a la justicia de China sospechosos de delitos. En teoría, de las extradiciones se excluirían los perseguidos políticos. Inmediatamente después sobrevinieron las reacciones de rechazo contra la iniciativa de Lam, quien al comienzo se negó, de modo autoritario, de retirarla definitivamente del Legislativo hongkonés. La oposición antichina posee fuertes indicios de que la eventual ley se emplee para motivos políticos; que se acabe diluyendo la libertad de asociación y de expresión. En otras palabras, se exige “su retiro definitivo” del Legislativo. Considera que hace peligrar las bases liberales del sistema autónomo, las cuales a partir de la reunificación se encauzan en el principio de “un país, dos sistemas”; por el que se otorga al territorio autónomo derechos y las libertades, desconocidos por la población de la China continental. Y que de acuerdo con lo citado líneas arriba, se consolidó cuando el Reino Unido devolvió en 1997 la excolonia a la soberanía china. El mismo Gobierno central comunista prometió respetarlo durante 50 años, toda vez que se comprometió en lo de abstenerse a interferir en los asuntos internos de la isla (Vidal Liy, ídem). Los críticos también recuerdan las dudas sobre el opaco, clientelista y politizado sistema legal y judicial chino, supeditado al Partido Comunista; esto es parte esencial del totalitarismo unipartidista". Y donde las organizaciones no gubernamentales denuncian casos de tortura, confesiones forzosas y unas leyes, que permiten retener a los sospechosos en paradero desconocido, sin acceso a un abogado defensor (ídem). Frente a la intransigencia de la jefa de gobierno de no dar marcha atrás con el proyecto de extradiciones, se desataron multitudinarias olas de protestas, las cuales arrancaron hace dos meses. Pasaron a crear inestabilidad social, cuestión que ha sido casi imposible de neutralizar, a pesar de las arremetidas y los excesos de fuerza de la policía, para controlar en especial a los jóvenes, los cuales marcan el camino hacia un posible panorama de rebelión política, extendido a largo plazo. Sobre los estallidos ha habido serias advertencias, señalamientos riesgosos, como también amenazas por parte de Pekín, al calificar “de terrorismo”, el uso de las vías de hecho de los manifestantes, tales como la toma del edificio del Consejo Legislativo. En esta semana las imágenes proyectadas por la prensa internacional dan cuenta de la retención y la parálisis del principal aeropuerto de la megalópolis hongkonesa (CNN). Al cabo que ya se ha reconocido el movimiento de tropas del ejército chino, dispuestas a un presunto ataque “frente a los terroristas”: los jóvenes radicalizados, así despectivamente tildados (ídem), ellos susceptibles de ser víctimas del segundo Tiananmén. La verdad es que la escalada de protestas pusieron en alerta al ejército chino (ídem). Todo lo antes dicho acarrea como precedentes las repetitivas e intensas marchas por las calles de las ciudades, severamente castigadas por los despliegues de los cuerpos policiales. Esas revueltas hicieron retroceder, parcialmente, a la jefa Carrie Lam, en sus tentativas de someter a aprobación la polémica ley, esta con visos, familiarizados con la seguridad nacional. Ella misma, acosada por la presión popular, anunció – infructuosamente - casi a mediados de julio, que el criticado proyecto de ley sobre extradiciones a China, provocador de la escalada de protestas, “está muerto”. Pero, se rehusó a retirarlo definitivamente ante el Consejo Legislativo (Vidal Liy, ídem). Lejos de apaciguar los ánimos, la ciudanía en protesta, complementado con actos violentos, acentuó su planteamiento de solicitar, de modo pertinaz, la pronta renuncia de Lam. Una decisión, la cual corre por cuenta del gobierno central de Pekín. En verdad, Pekín se ha limitado a respaldar al gobierno y la policía locales. La dimisión de Carrie Lam, demandada con fuerza por los manifestantes, será más difícil. Seguro “se le permitirá un tiempo para salvar la cara, un año o dos quizás. Es posible que se le permita completar su mandato, el cual expira a mediados de 2022. Pero no tendrá poder real (ídem). Con todo, China sabe jugar con el recurso de la posverdad. Esta vez da a conocer el distanciamiento en perjuicio de la figura de Carrie Lam, acusada por su pueblo de autoritarismo al patrocinar el proyecto de extradiciones. El embajador de China en Londres había negado que la idea del proyecto de ley hubiera partido de Pekín; había insistido en que se había tratado exclusivamente de una iniciativa del gobierno de Lam. “Lo cierto, aunque sea una suspensión del proyecto como tal, las gigantescas protestas han infligido una severa derrota a Xi Jinping, el Presidente de China (ídem). El régimen chino es experto en las cábalas. La posible actitud liberal suya con los manifestantes de Hong Kong, en cuenta el despido de Lam, puede ser una demostración de debilidad y fomente en este caso, aceleradas y graves protestas populares, incluyendo el desafío frente la hegemonía comunista en el propio territorio continental. “En consecuencia, es probable que las autoridades en Pekín hagan lo que consideren necesario para mantener el orden” la estabilidad y la seguridad. De la masacre de Tiananmén, puede inferir “el recurso metodólogico“, tal vez (cínicamente) indispensable al régimen de Xi en circunstancias de crisis. A la vez que continúa sobresaliendo el giro de China hacia la represión, siendo descarnadamente más evidente en sus políticas contra la minoría uigur - musulmana (Richard N. Haass, diplomático de los Estados Unidos de América). Al mismo tiempo, las protestas y los enfrentamientos de estos últimos dos meses contra el gobierno de Lam y la policía prochina desembocaron “en un movimiento mayúsculo, el cual propugna no solo por la completa destitución de Carrie Lam, sino que además resuenan las “reformas democráticas”, así también la defensa de la autonomía de la isla, siempre en el contexto de permanente irritación contra la creciente intromisión de Pekín, tanto en las asignaturas económico – comerciales, como en los asuntos políticos y jurídicos. Los jóvenes opositores también exigen que se evite formular cargos contra los participantes en las marchas, las cuales el Gobierno autónomo considera “disturbios”. Un eslabón de confrontaciones se arraigó en la sociedad política y civil de la megalópolis desde el traspaso a China. Las escenas recientes, la cadena de concurridas marchas - hasta los empleados públicos comenzaron a adherirse a ellas - , iniciadas el 9 de junio pasado, llegan a asemejarse a las de “las sentadas del Movimiento de los Paraguas”. Movimiento, que hace cinco años (2014), tomó el centro de Hong Kong durante 90 días, con tal de reclamar mayor democracia; en esa ocasión se exigió en vano la elección del jefe de gobierno mediante sufragio universal. A través de las reyertas de aquel entonces se expuso el derecho de poder votar directamente a candidatos de su gusto en las elecciones, para jefe del gobierno autónomo; en lugar de tener que optar entre varios nombres propuestos por el Partido Comunista, al mando también de Xi Jinping (“el emperador - presidente”) . . Por su parte, los círculos de empresarios, opuestos además a la reforma sobre extradiciones, reconocen el avanzado deterioro de la imagen internacional de Hong Kong. En el supuesto caso de la intervención militar china frente a las protestas, ello acarrearía, según su punto de vista, una catástrofe financiera, comercial, en una de las mayores plazas de Asia, la cual a la vez es un atractivo turístico inagotable. Algo que no es nada favorable a Hong Kong, quien encara una etapa de incertidumbre económica y una posible desaceleración (Vidal Liy, ídem; AFP). Lo refleja su crecimiento económico, el cual cayó de un 4,6% al 0,6% en el primer trimestre del 2019, “los peores datos trimestrales en los últimos diez años” (AFP). Para rematar, hay debilitamiento en la actividad del turismo; en julio pasado bajó el número de visitantes y la tasa de ocupación hotelera, cayeron hasta un 50% las reservas de visitas en grupos (ídem) El pasado 1º de julio se cumplieron 20 años desde que Reino Unido le devolvió Hong Kong (una megalópolis) a China. “Pero en el territorio no todo fueron celebraciones”. Por el contrario, la escalada de manifestaciones desafiantes contra el régimen totalitario, en cuenta la huelga general del pasado 4 de agosto, impacientan ya al poderoso régimen de China. Éste obliga a Hong Kong castigar a los manifestantes, de inmediato; restablecer el orden y mantener el clima propicio a los negocios. Los promotores de la “violencia rampante” terrorista, según el gobierno de Xi, “comprometen la prosperidad y la estabilidad” de las ciudades”. El riesgo anticipado lo representan las eufemísticas palabras, conexas con la posible intervención del régimen tiránico contra el territorio de los hongkoneses, víctimas de la estupidez británica al devolver la isla a la tiranía china. El presidente de China, Xi Jinping, advirtió contra “los desafíos absolutamente inadmisibles" a la autoridad de Pekín sobre Hong Kong. En donde “participar en disturbios” es un delito que puede implicar hasta diez años de cárcel. Reiteró que usar a Hong Kong para realizar actividades de infiltración y sabotaje contra el territorio nacional, constituye un acto que cruza una línea roja (BBC Mundo). • Haciendo gala de la firme determinación y el inmenso poder del gobierno central, así como del Partido Comunista (AFP), varios voceros del régimen avisaron con amenazas: “que el que juega con fuego, muere quemado”. A pesar de las intimidaciones, la protesta se ha ido ampliando, empeora cada vez más. Se ha convertido en la peor crisis que China ha afrontado en su territorio autónomo desde que el Reino Unido se la traspasó. Las declaraciones amenazantes salen a relucir además en los sectores radicalizados, antichinos. El asalto al parlamento, más recientemente al metro de la ciudad y el aeropuerto, “es una expresión de ira contra un gobierno impotente, unos partidos políticos sinvergüenzas y representantes de la casta, y un gobierno (local) no democrático”, ha escrito en las redes sociales el autor hongkonés Dung Kai Cheung. Con una nueva generación políticamente más radicalizada y anticomunista, la mayoría de los observadores predicen una dura batalla política por el futuro de Hong Kong (BBC Mundo). Lo cual hace indicar un lejano horizonte a favor de las soluciones políticas, puesto que hasta ahora las Partes rechazan ceder, ni un ápice siquiera. UN PALIATIVO QUIZÁ. El gobierno de Pekín acaba de afrontar un complicado calendario; quiere alejarse de las complicaciones; tuvo participación en la Cumbre del G-20 en Osaka (Japón), la cual se llevó a cabo los días 28 y 29 de junio del 2019 en Osaka, Japón. En esa cumbre la oposición de Hong Kong solicitó al G20 “que defienda sus libertades”. Se sabía que Donald Trump habría de mantener conversaciones con Xi, el emperador comunista, acerca del proyecto de ley de extradición en el pequeño territorio insular. En la Cumbre, los Presidentes de Estados Unidos de América Donald Trump, y el de China, Xi Jinping se vieron las caras “en plena guerra comercial”, mediante la cual Washington sigue adoptando medidas, consistentes en la imposición de mayores aranceles a todas las importaciones de productos chinos; al cabo que hace acusaciones a Pekín acerca del robo de propiedad intelectual, sobre transferencia forzosa de tecnología (Nouriel Roubini). Tanto delicado es, que la economía china se está desacelerando; el crecimiento suyo decayó en el segundo trimestre del 2019, “marcando su rendimiento más bajo en al menos 27 años, al 6,2%”; aunado a la desaceleración, el sobreendeudamiento y la operación de empresas públicas deficitarias (AFP), las que el Estado comunista, precisamente, subvenciona. Con este panorama incierto, resultan excesivas y pesadas a Pekín las controversias comerciales con los Estados Unidos de América, su principal socio, por lo que podría presumirse que la inestabilidad hongokonesa sea colocada en la periferia de sus tratativas diplomáticas y políticas domésticas. Igualmente, el Presidente Xi Jinping examina con detenimiento el impacto que la tensión en Hong Kong pueda tener en las elecciones taiwanesas dentro de siete meses. Las prácticas comunistas agresoras en contra de Taiwán (a quien China considera parte indisoluble de su geografía), quien sí es una democracia plena y próspera con una economía pujante y moderna, han consistido en obstaculizarle sus legítimas aspiraciones en pos de su total independencia (Richard N. Haass, ídem). Los enardecidos hechos en Hong Kong, al agudizarse más de la cuenta, habrían de tener un efecto sensitivo en la opinión taiwanesa, la que en las votaciones podría inclinarse por la repetición del mandato del partido político hoy en el poder, este de tendencias antichinas. “El poder del pueblo podría funcionar en Hong Kong, ¿por qué no en Taiwán?”