sábado, 30 de mayo de 2020

COVID 19, GEOPOLÍTICA Y CONTINUACIONES, POR LO DEMÁS. Autor. Ronald Obaldía González

COVID 19, GEOPOLÍTICA Y CONTINUACIONES, POR LO DEMÁS. Autor. Ronald Obaldía González El criterio casi generalizado de la mayor parte de los operadores de las relaciones internacionales descansa en el repensar en la perfectibilidad de un orden global postpandemia (Covid - 19) normativo, equitativo, cohesionado, cooperativo, sostenido, el cual ponga énfasis en la genuina gobernanza, acoplado a los propósitos de cambio en la distribución del poder (Joscka Fischer). Desde esta perspectiva, se plantea la redefinición de un sistema mundial, el que sea capaz de llenar los vacíos de liderazgo, la inefectividad y las incoherencias, de lo cual se aprovechan las potencias tradicionales, las que surgieron de la victoria en la Segunda Gran Guerra (1939 - 1945). Ellas suelen competir entre sí por la supremacía ideológica, económica y político - militar (Yoong Young-kwan), principalmente en el ámbito de las obsoletas y frágiles organizaciones internacionales, regularmente condicionadas a las distorsiones de tales disputas entre intereses geoestratégicos. Concordamos en que difícilmente se puede presagiar el comienzo de la "desglobalización", a pesar de los impactos de las pandemias, la aceleración de los fenómenos climáticos, así como la violencia política, el terrorismo, los irregulares desplazamientos de millones de personas, el crimen organizado transfronterizo, entre otros fenómenos. Sobre esto hay que aprender más y evitar su constante reiteración. Asimismo, se llama a un orden mundial, proclive a poner en práctica los principios del comercio justo, vinculado hacia el desarrollo de todos los Estados nacionales: en todos los extremos, el que sea gestor del bienestar y la seguridad de la humanidad. Obviamente, deben entrar las prioridades de la salud y la seguridad sanitaria, al igual que la protección y conservación de la diversidad, el uso racional y proporcionado de los recursos naturales de la Tierra. En sus casi tres siglos de existencia el sistema capitalista de producción y consumo se ha distinguido por su poder de adaptación frente a los cambios y "anticuerpos". Lo cierto es que en la futura etapa de la pospandemia deberá apostarse por un proceso de globalización e integración económica menos desigual, en cuanto a desarrollo y seguridad humana. El que sea capaz de solventar las disparidades en "la política del poder", sumando valores humanistas a las tratativas y los pactos internacionales. Esto quiere decir que tiene sentido el reconocer que la globalización únicamente beneficia a pocos, a expensas "de los demasiados". Alternativamente, el virus coincidió con un período de creciente populismo, autoritarismo, ultranacionalismo y enojo nativista frente al globalismo, ello cercano al aislacionismo. De ahí, el continuo temor del resurgimiento de líderes autoritarios (de derecha o de izquierda), o íconos del populismo carismático, con quienes la gente común suele identificarse. "Estos demagogos" han utilizado el respaldo que les proporcionan ciertos sectores, los sistemas unipartidistas, en cuenta las fuerzas armadas y los medios de comunicación lavadores de cerebros, "con tal de evitar controles y contrapesos legales", trayendo ruina a sus pueblos y atropellando los derechos humanos (Noam Chomsky). Al actual sistema internacional se le considera defectuoso, en cuanto a asumir el complicado reto de la reducción de la gama de riesgos y amenazas, producto del brote del Covid-19, el cual se cataloga "como una crisis ambiental desde su origen". La pandemia ha eliminado miles de vidas humanas, generado inseguridad en los Estados, paralizado la actividad económica, poniendo al descubierto los desequilibrios y las desigualdades sociales (Javier Solana), tanto en el interior de los países como entre ellos. Desigualdades que alimentan el fuerte rezago en la transformación digital. La transmisión del nuevo coronavirus ha demostrado que las postergaciones de carácter social y cultural, la elevada y desordenada densidad de población, son susceptibles de desembocar en inestabilidades y pronunciadas convulsiones populares. Enseguida, dejan el camino abierto a nuevas oleadas nativistas, xenófobas y racistas, dados el descontento o la desesperación social y económica. En varios países ya se ha comenzado a emplear a los extranjeros y las minorías como chivos expiatorios (Robert Malley) en los contextos de las emergencias. En adelante, la agenda global está obligada a incorporar como asignatura de trabajo mancomunado la institución de un sistema de "gobernabilidad de la salud universal", absolutamente crucial ahora, para proteger la vida de la gente, dotarla de seguridad mediante sistemas de salud con enfoques holísticos. Los sistemas de salud ahora se convirtieron "en imperativos de la seguridad nacional" (Noam Chomsky). Del sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) resultan modestas las expectativas, respecto a que pudiera ejercer responsabilidades rectoras en medio de la incertidumbre del Covid-19. Porque el sistema en un principio vino a favorecer a los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, el grupo de potencias tradicionales con expedientes históricamente controvertidos, los cuales facilitan la constatación de relaciones y equilibrios de poder obsoletos, los que imposibilitan el empoderamiento de los Estados nacionales meridionales, la mayoría de ellos apenas alcanzaron su propia independencia nacional bastante después de haberse fundado la Organización (Robert Malley). En realidad, los intereses de las naciones en desarrollo quedan subordinados a los de los grandes poderes, por lo que su capacidad de decisión es reducida, por no decir "inexistente". El discurso de los tratadistas trasciende todavía más. Plantean que es impensable sustraerse a un contrato internacional postcovid-19, que precie el medio ambiente, los derechos humanos, el desarrollo humano universal y la prevención de las enfermedades, poniendo al alcance de la humanidad entera los resultados de las investigaciones científicas, sean los tratamientos, medicamentos, vacunas, tecnologías médicas, etcétera. Bien lo destaca el prestigioso físico Javier Solana: "Lo que está en juego es nada menos que el futuro del planeta y nuestra propia supervivencia". Suficientes razones para responder a la pandemia, de forma colectiva o multilateral, con ciencia y conocimientos sanitarios (vacunas y medicamentos), cuando la pobreza exponencial - en especial, el desabastecimiento del agua, los deficientes servicios públicos, étcetera - hace vulnerables al África, la propia América Latina y el Caribe y latitudes del Asia a la reincidencia de las catástrofes humanitarias (Kenneth Rogoff) y sus impactos inmediatos. Dicho sea verdad, las naciones desarrolladas tampoco se escapan de tales contrastes y contradicciones en seguridad y desarrollo humano, prolongadas en el tiempo, irresueltas, por lo que en adelante resulta peligroso dejarlos a la deriva y que continúen reproduciéndose. Ha quedado demostrado que el coronavirus tiene en la exclusión social uno de sus principales objetivos. En demasiados sentidos, en Europa resulta peor, porque los programas de austeridad o de reducción de los programas de protección social amplifican el peligro de la pandemia; los miles de muertos hablan por sí mismos. En el caso de la Unión Europea se culpa a la transferencia de decisiones a Bruselas y la burocracia de la troika no electa (ndlr: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional). En Estados Unidos de América ha habido severos ataques contra la democracia y los derechos humanos, aparte de la inexistencia de un sistema de seguridad social, del que no toda la población llega a ser favorecida. Esto mismo, se convirtió en el principal factor determinante de miles de víctimas del Covid-19, entre ellos, los afroamericanos e hispanos, los más golpeados. Hay que impedir que la codicia económica o "el libertarismo", desregulado, nos lleven por un camino igualmente desastroso. De promoverse la "trampa" de la libertad (económica) por sobre todas las cosas, habrá de ignorarse la ciencia médica y los métodos de gestión de riesgos, en aras de vencer la pandemia, esta vez originada en Asia. Habrá amenazas de modo que algún día fuerzas políticas menos prudentes e irresponsables "apliquen brutalmente los principios libertarios", con total desprecio por la asistencia social (Dominique Moisi) y las medidas de mitigación, favorecedoras de la protección de las personas. Al lado de la proposición multilateral del contrato internacional postcovid-19, igualmente se impone la necesidad del "Gran Estado" durante este círculo de la pandemia, quien debe ser el llamado a asumir la casi totalidad de los riesgos sobrevenidos, sea respaldando las empresas privadas y las familias, incentivando la inversión, la producción, el consumo y el empleo (Dominique Moisi). Valga retomar en el centenario del Papa (San) Juan Pablo ll parte de sus llamamientos, en cuanto al rol de los Estados y de los Poderes Ejecutivos de gobernar bajo referencias éticas, colocando el bien común por encima de cualesquier consideraciones ideológicas y transitorias. Por eso, si los gobiernos avanzan demasiado en favor de la economía por sobre la salud pública, se arriesgan a que una segunda oleada de la COVID-19 genere consecuencias devastadoras para ambas (Moisi, ídem). COMPARTIR UNA VISIÓN DE SEGURIDAD HUMANA. El aumento de los contagios tenderán a acentuarse en las naciones meridionales o en desarrollo, a la falta de infraestructura hospitalaria, sanitaria, de salud y las dificultades de acceso que arrastran las poblaciones vulnerables - los sectores mayoritarios de bajos ingresos, los adultos mayores y las minorías étnicas - . Lo antes dicho habrá de justificar un tratamiento especial a favor de las naciones de bajas rentas y de desarrollo tardío. De los primeros objetivos que la ONU habría de imponerse se relaciona con el respaldo a las tesis, que rondan a nivel de la política multilateral, orientadas a aliviar el pago de los servicios de la deuda pública, por cuanto ellas han visto deterioradas sus finanzas públicas. Solamente en América Latina para cubrir el déficit y las amortizaciones de deuda hubo un incremento de un promedio de 5,5% del PIB en el 2019 a 9,5% del PIB en el 2020, dadas las exigencias derivadas en atacar la pandemia (Luis Carranza -CAF-). Asimismo, se han identificado ingresos perdidos, sea la reducción de remesas, enviadas por emigrantes a sus países de origen -; la desaceleración de la actividad productiva y el consumo, así como las desinversiones, el desempleo, fenómenos ya acumulados en el periodo "prepandémico" (Mohamed A. El-Erian). Se pronostica que las economías emergentes y en desarrollo se reducirán entre el 20% y el 40% en el segundo trimestre del presente año (Ricardo Hausmann). Al menos 14 millones de personas podrían pasar hambre a consecuencia de "la inseguridad alimentaria" , de acuerdo con las proyecciones del Programa Mundial de Alimentos (PMA). Una causa transitoria de todo lo anterior reside en el confinamiento de la gente, practicado por casi todos los países, "el cual en diferentes casos resulta impopular, sobre todo en aquellos en los cuales había habido serios tropiezos y desajustes económicos y financieros antes de la pandemia". De prisa, la mayoría de los gobiernos intentan atenuarlos, aplicando "medidas de estímulos económicos y de flexibilización", compensaciones y seguridad social, en aras de la protección de la salud y la vida de las personas. En el caso particular de las consecuencias del coronavirus en América Latina, cabe señalar que ha lastrado la economía regional, la cual este año podría contraerse el 5,3% (Organización de las Naciones Unidas - ONU -). Puede que la región salga de la pandemia más endeudada, con mayor pobreza, con alto desempleo (CEPAL), expuesta a los desasosiegos sociales, así como al reimpulso de la economía subterránea, en particular la narcoactividad, quien está en condiciones de sacar provecho de los efectos negativos del confinamiento sobre las empresas, el desempleo y del hambre; de ahí la necesidad de superar tan rápido la transmisión del covid-19. Parafraseando el pensamiento de la abogada internacionalista Anne-Marie Slaughter, quizás los posibles efectos de tal complejidad criminal haga que Estados Unidos de América, China y la misma Unión Europea dejen de usar la pandemia para insuflar antagonismos, y reconozcan que dotar de seguridad humana al mundo rezagado equivale a garantizar la propia seguridad nacional de ellos. Los países en desarrollo, en particular los altamente endeudados, además de tales urgentes condiciones financieras y colaborativas, las que requieren arreglo y reestructuración realistas, siempre habrán de serles imprescindibles las alianzas bien equilibradas con los Estados de mayor desempeño político y económico, también las uniones con concientes Estados de alto nivel de desarrollo, contemplándose los más diversos ámbitos de la cooperación y la asistencia para el desarrollo: el reforzamiento de la reducción de la pobreza y las redes de seguridad y protección social - , en cuenta los nexos económicos justos. Sin embargo, la profundización de la democracia y del Estado de derecho, en la práctica del buen gobierno, el ejercicio de los derechos humanos en las sociedades política y civil, han de interactuar a modo de "condicionalidades", en lo tocante a avanzar en las alianzas cooperativas, sustentadas en los mercados abiertos al comercio, la inversión, la movilidad de los factores de la producción, así como en la variedad de la tecnología y las comunicaciones de última generación. EN CAMINO A UN RIESGO IRREVERSIBLE. En la geopolítica ha resurgido la rivalidad y el choque ideológico, estratégico, entre el autoritarismo de China y el de sus socios aliados: la Rusia del cuasidictador Vladimir Putin, e Irán, quienes redoblan su propaganda desinformativa (fake news) contra las democracias liberales de Occidente, calificándolas a través de sus recursos mediáticos de incompetentes y corruptas, igualmente fabricando teorías conspirativas (Philip N. Howard), al extremo que esos tres miembros de dicha "sociedad autoritaria" apenas ofrecen reportes falseados de la realidad de la emergencia del Covid-19, similar a Nicaragua, en un contexto distinto, en donde la satrapía de los Ortega y Murillo ocultan el genocidio viral. La política exterior aislacionista, seguida por el Presidente estadounidense Donald Trump, ha hecho reducir el poderío de los Estados Unidos de América, como rector dominante de la globalización. Permite que “la nación abdicara de su rol tradicional”, geopolítico, en lo atinente a impulsar la mayoría de los instrumentos de cooperación (Carl Bildt) y de seguridad global, aun cuando la moneda del dólar ejerce el rol central dentro del sistema económico mundial. Acorde con tales visibles grietas y ambigüedades en la arquitectura del sistema multilateral, es que el politólogo francés Dominique Moisi reconoce "que todo esto sugiere que el mundo puede estar tornándose apolar, en vez de bipolar", y menos aún multipolar, nos atrevemos a sugerir, al tenerse demostrados los desaciertos domésticos y externos, tanto de las potencias tradicionales como de las emergentes. La teoría de Moisi tiene validez, por cuanto resulta innegable que destaca un espécimen notable, bastante definido en su estrategia, sea la República Popular China, fundamentada en el rígido patrón de "partido único, así como en la "praxis" de "capitalismo autoritario". El gigante asiático estaría lejos de convertirse en un socio auténtico e integral de Europa en términos normativos (Joschka Fischer), y tampoco de la civilización occidental en general. El régimen chino, regido por el dogmático nacionalista y radical el Presidente Xi Jinping, aspira que sus aliados se sometan a su poderío económico y tecnológico - lo han demostrado en África - , bajo una especie de dudosa "diplomacia generosa", sobre la cual hoy intenta maquillar sus desatinos e irresponsabilidades en la propagación mundial del virus. La desorientación y vacíos del sistema global los intenta "rectificar" la República Popular China. De acuerdo con "la visión" de la potencia asiática, las democracias liberales, guiadas por el supuesto “declive" de Estados Unidos de América, son incompetentes y disfuncionales. Motivo por el cual Pekín trata de exportar, especialmente en el mundo en desarrollo, el carácter centralista, totalitario, "pragmatista y eficientista" de su régimen impositivo; para Xi Jinping, el motor del dinamismo comercial y de inversiones atribuido. En el Brasil, gobernado por el ultraderechista Jair Bolsonaro, se importó, quien, paradójicamente, pareciera haber moldeado el país con similares bases políticas de dicho modelo autocrático. Tal sistema de nación antidemocrática y represivo "de murallas informáticas", lo consolida todavía más el Partido Comunista y el Presidente Xi Jinping, tan de naturaleza expansionista, el que siembra profunda desconfianza en el Occidente liberal. Se presume que los ciberataques provienen de Pekín, hecho casi constatado por Australia, alejada diplomáticamente del Gobierno de Xi, porque sigue demandando una investigación independiente, a efecto de constatar el origen del virus del Covid-19 en la ciudad de Wuhan. Tras la aparición y propagación del coronavirus, que en menos de seis meses dejó más de 8.200.000 infectados y casi 450.000 muertos, China quedó en el foco de la polémica luego de haber ocultado el verdadero alcance del Covid-19 en el inicio de la pandemia. Por eso, el régimen de Xi Jinping necesita “limpiar” su imagen. Así es como decidió impulsar la llamada “diplomacia de las mascarillas”, "magnificando su poder", a la vez que logra aprovecharse del imperante caos internacional, provocado por el coronavirus (Gustavo Sierra - INFOBAE). Una iniciativa que, aunque se pretende mostrar como un gesto de solidaridad en momentos en que todo el mundo está sufriendo las consecuencias del coronavirus, tiene un oscuro trasfondo: millones de artículos sanitarios fueron enviados en mal estado y defectuosos, según lo han confirmado varias naciones europeas (INFOBAE). En el orden de la competencia ideológica y geoestratégica desencadenada, con las guerras comerciales y arancelarias, las políticas equivocadas en contra de la diplomacia multilateral y demás acciones intransigentes antichinas, decidió responder Donald Trump, el Presidente de Estados Unidos de América (EEUU) - el coloso democrático de Occidente - . La pandemia del Covid - 19 la empleó con tal de agravar la confrontación ideológica y geopolítica frente al Gobierno chino de Xi. Lo acusa de negligente en lo concerniente a evitar la propagación; con los ataques intenta reforzar su campaña hacia la reelección presidencial. Recursos elusivos y acentuados que le son sumamente útiles, habida cuenta de la pésima administración del Partido Republicano frente a la escala mortal de la pandemia del Covid-19 en la Unión Americana; en tanto que el sistema sanitario de esa nación resultó deficiente, en lo que respecta a reducir la agresividad del virus que enfermó a miles de habitantes. Lo que luego vino a opacar aún más su prestigio internacional en el proceso de crisis (Dominique Moisi). El recrudecimiento de las sucesivas reyertas raciales de este año, los asesinatos de personas afroamericanas en manos de los cuerpos policiales, se pliegan gravemente al supuesto declinamiento de la Unión, lo cual incide negativamente en la popularidad de su gobernante, a quien la reelección hacia un segundo período se deja ver lejana. Al otro lado del Océano Atlántico ha habido rupturas institucionales en detrimento de la solidez o vigencia del proyecto integracionista de la Unión Europea, tal como el BREXIT; semejantes y tensas manifestaciones de carácter racial la sacuden con frecuencia. Los desconcertantes estallidos ultranacionalistas y antimigracionistas, los partidos políticos de extrema derecha y neofascistas los patrocinan de forma activa, arriesgan la estabilidad y seguridad de los sistemas democráticos liberales de Europa. Turbulencias que caen bien al "iliberalismo" dominante en Rusia, así también al régimen totalitario de la República Popular China, guiada esta vez por el Presidente Xi Jinping, éste alejado de las delgadas corrientes de reforma o moderación ideológica, impulsadas por sus antecesores. Ciertamente, tales implosiones sociales, padecidas por el viejo continente y la sociedad estadounidense, distan de restarles méritos en sus posiciones de real liderazgo en la civilización occidental, en caso que siguiera ascendiendo la China Popular en las relaciones internacionales (Fischer, ídem), en simultaneidad con los intereses y pretensiones geopolíticas del "Oso Ruso" de recuperar el poderío, ostentado en la pasada Guerra Fría. Los pensadores liberales concentran sus energías en atacar el totalitarismo y el autoritarismo del sistema político de Pekín, en particular su expansionista política exterior y comercial de China, igualmente el objetivo suyo de elevar "su poder de atracción", empleando su activa propaganda mediática. Lo nivelan "al rango de amenaza geopolítica existencial", sobre todo con las reelecciones indefinidas del radical Presidente Xi Jianping, quien controla de modo absoluto el partido leninista de su país, al que quiere levantar como única superpotencia global. Lo cual encantó extrañamente al Presidente costarricense Oscar Arias Sánchez y su séquito, después en su segundo gobierno decidió romper, de forma vergonzosa, las relaciones diplomáticas con la democrática Taiwán. Arias Sánchez prefirió vínculos formales con una nación, avasallada por un indeseado sistema totalitario, quien ha sido incapaz de borrar la masacre de estudiantes en la plaza de Tiananmen en 1989; a un país censurado por evitar hacer referencia a sus propios atropellos, como el racismo contra extranjeros negros en la ciudad de Cantón, lo que motivó en abril pasado la queja de varios gobiernos africanos; que rehúsa a responder las duras críticas, recibidas desde el exterior sobre el trato discriminatorio y violento contra los cristianos, las minorías en Tíbet o en Xinjiang, hogar de la etnia musulmana uigur (Diario "El País", España). ¡Cosas veredes amigo Sancho! EN LA PERSPECTIVA DE LA SEGURIDAD HUMANA El aumento de los contagios tenderán a acentuarse en las naciones meridionales o en desarrollo, a la falta de infraestructura hospitalaria, sanitaria, de salud y las dificultades de acceso que arrastran las poblaciones vulnerables - los sectores mayoritarios de bajos ingresos, los adultos mayores y las minorías étnicas - . Lo antes dicho habrá de justificar un tratamiento especial, a favor de las naciones de bajas rentas y de desarrollo tardío. De los primeros objetivos que la ONU habría de imponerse se relaciona con el respaldo a las tesis, que rondan a nivel de la política multilateral, orientadas a aliviar el pago de los servicios de la deuda pública, por cuanto ellas han visto deterioradas sus finanzas públicas. Solamente en América Latina para cubrir el déficit y las amortizaciones de deuda hubo un incremento de un promedio de 5,5% del PIB en el 2019 a 9,5% del PIB en el 2020, dadas las exigencias derivadas en atacar la pandemia (Luis Carranza -CAF-). Asimismo, se han identificado ingresos perdidos, sea la reducción de remesas, enviadas por emigrantes a sus países de origen -; la desaceleración de la actividad productiva y el consumo, así como las desinversiones, el desempleo, fenómenos ya acumulados en el periodo "prepandémico" (Mohamed A. El-Erian). Se pronostica que las economías emergentes y en desarrollo se reducirán entre el 20% y el 40% en el segundo trimestre del presente año (Ricardo Hausmann). Al menos 14 millones de personas podrían pasar hambre a consecuencia de "la inseguridad alimentaria" , de acuerdo con las proyecciones del Programa Mundial de Alimentos (PMA). Una causa de todo lo anterior reside en el confinamiento de la gente, practicado por casi todos los países, "el cual en diferentes casos resulta impopular, sobre todo en aquellos en los cuales había habido serios tropiezos y desajustes económicos y financieros antes de la pandemia". De prisa, la mayoría de los gobiernos intentan atenuarlos, aplicando "medidas de estímulos económicos y de flexibilización", compensaciones y seguridad social, en aras de la protección de la salud y la vida de las personas. En el caso particular de las consecuencias del coronavirus en América Latina, cabe señalar que ha lastrado la economía regional, la cual este año podría contraerse el 5,3% (Organización de las Naciones Unidas - ONU -). Puede que la región salga de la pandemia más endeudada, con mayor pobreza, con alto desempleo (CEPAL), expuesta a los desasosiegos sociales, así como al reimpulso de la economía subterránea, en particular la narcoactividad, quien está en condiciones de sacar provecho de los efectos negativos del confinamiento sobre las empresas, el desempleo y del hambre; de ahí la necesidad de superar tan rápido la transmisión del covid-19. A tono con la prevención de esta clase de crimininalidad, y parafraseando a la abogada internacionalista Annie Marie Slaughter, valdría la pena que las grandes potencias planetarias tales como los Estados Unidos de América, China Popular y la Unión Europea dejen a un lado los antagonismos geopolíticos entre sí, y en vez de ello se decidan a universalizar los programas de seguridad humana, destinados a producir condiciones de bienestar a las poblaciones empobrecidas del mundo en desarrollo, lo que habrá de garantizar a cada una de ellas su propia seguridad nacional. Los países en desarrollo, en particular los altamente endeudados, además de tales urgentes condiciones financieras y colaborativas que requieren arreglo y reestructuración realistas, siempre les será imprescindibles las alianzas bien equilibradas con los Estados de mayor desempeño político y económico, también las uniones con concientes Estados de alto nivel de desarrollo, contemplándose los más diversos ámbitos de la cooperación: el reforzamiento de la reducción de la pobreza y las redes de seguridad y protección social - , en cuenta los nexos económicos justos. Sin embargo, la profundización de la democracia y del Estado de derecho, en la práctica del buen gobierno, el ejercicio de los derechos humanos en las sociedades política y civil, han de interactuar a modo de "condicionalidades" en lo tocante a avanzar en las alianzas cooperativas, fundamentadas en los mercados abiertos al comercio, la inversión, la movilidad de los factores de la producción, así como la variedad de la tecnología y las comunicaciones de última generación. LAS AMENAZAS ACERCA DE LA APLICACIÓN DE SANCIONES CONTRA CHINA. Líneas arriba afirmamos que al intensificar su retórica de declaración de guerra comercial arancelaria a China (Kenneth Rogoff), con ello a Trump se le facilitaría el desviar la atención de sus desaciertos en la administración doméstica de la crisis del coronavirus, en medio también de los agravantes de sus posturas ácidas frente a las reyertas raciales. Él mismo continúa minimizando los efectos contagiosos del coronavirus, al igual que ignora el inexorable avance del calentamiento climático. El jefe de la Casa Blanca, en el curso de su interés por la reelección presidencial, tiene la fortuna de señalar con alto grado de razón un enemigo externo. Ha amenazado con envenenar o romper "toda relación bilateral con China, a causa de la crisis sanitaria, la plaga china", como la llama. Advierte que el gigante asiático silenció científicos, periodistas y otros expertos en virología, tras acusarla de promover desinformación sobre el virus (Nina Khrushcheva). Así lo hizo en el 2003 durante la emergencia del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), lo que también agrió los vínculos de los hongkoneses con el Gobierno de China continental. Según el Presidente chino Xi Jin-ping, su país derrotó al covid-19, se declaró en victoria. Aunque de las informaciones de China es poco lo que se puede confiar, a diferencia de casi todas las democracias liberales, quienes con base en sus valores políticos ni se resisten en difundir las lamentables estadísticas sobre el coronavirus. Bien lo destaca el exministro de relaciones exteriores de Israel, Sholomo Ben Ami: "ni siquiera a ese régimen autocrático se le pueden considerar como válidas las estadísticas oficiales del Producto Interno Bruto (PIB) chino", entre otros indicadores económicos y sociales. En tal comportamiento calza la soberbia "de sentirse ganadora" en el ranking global de manejo de la pandemia y en la competencia por quién liderará la revolución científica y tecnológica del Siglo XXl (Gustavo Sierra - INFOBAE -). Las acusaciones no se limitan allí. Trump acusa a Pekín de haber espiado y robado datos de sus investigaciones sobre una vacuna contra el covid-19 - Australia acaba de lanzar igual reclamo a la potencia asiática - . Probablemente, cuando el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de covid 19, era ya demasiado tarde para contenerla, "aunque de hecho "la reacción confusa y vacilante de los Estados Unidos de América y de la misma Europa empeoraron la propagación, o la internacionalización del virus" (Carl Bildt), esto por lo interconectado del mundo. De igual forma, el presidente estadounidense Donald Trump lanzó un ataque contundente contra China, acusando al país asiático de "fechorías", que van desde el espionaje industrial hasta la violación de las libertades de Hong Kong - una metrópolis financiera -, por lo que anunció una serie de medidas de represalia que "envenerarán" aun más las relaciones entre Estados Unidos de América y China. Una crisis que sí es sinónimo desglobalización. Acusó al Gobierno de Pekín de “reclamar ilegalmente territorio en el Océano Pacífico”, amenazando la libertad de navegación. El mandatario estadounidense también criticó a Beijing por aprobar una represiva ley de seguridad nacional, que socava fundamentalmente la autonomía de Hong Kong. Anunció que en el futuro, Estados Unidos de América tratará a Hong Kong de la misma manera que trata al resto de China continental. Trump expresó que Estados Unidos despojará a Hong Kong de las medidas especiales de política sobre extradición, comercio, viajes y aduanas, las que Washington le había otorgado anteriormente. Alegando que China tiene “control total” sobre la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue "indulgente" e inerte ante "el secretismo" del gobierno de Pekín en el inicio de la pandemia, amenazó a la vez con el retiro de su nación de la OMS, convertida en escenario de un nuevo capítulo de su competencia geopolítica (Periódico La Nación, Costa Rica); incluso en un momento en que la pandemia mundial del coronavirus continúa cobrando vidas. Dicha organización, de quien dependen los países de menores rentas, cuenta con 194 estados miembros, la cual opera con los fondos mayoritarios de Washington. "En tiempos de guerra contra el covid-19" , como así lo llamó el mandatario Republicano, en efecto suspendió los fondos estadounidenses asignados a dicha Organización, había desembolsado en el 2019 un monto de $400 millones. La decisión cuestionable del mandatario norteamericano, la ha sabido suplir China, quien a pesar de la contracción económica que experimenta, "se inclinó en ofrecerle asistencia financiera por un monto de $2000 millones en el curso de dos años, para renovarla en el curso del coronavirus". Concatenado a los señalamientos del Presidente Trump contra el dudoso comportamiento internacional de la China de Xi Jinping, se suma otro no menos tenso: los ejércitos de Pekín y la India están sumidos en crispaciones militares, a causa de la indefinición de límites fronterizos en los altos del Himalaya, igual que en la región de Cachemira. El gobierno indio acaba de reportar que en el territorio nacional más de 20 soldados fueron asesinados, a costa de una incursión de parte de las fuerzas militares chinas. Por lo tanto ha amenazado con una dura respuesta. O sea, ha habido una cadena de eventos, que colocan en mal predicado el nacionalismo expansionista, adoptado por la dirigencia de la China Popular. EL COROLARIO HONG KONG. En su discurso anti - Pekín, Trump subrayó que Estados Unidos también tomaría medidas en otros frentes, incluida la prohibición de que “ciertos ciudadanos extranjeros de China”, visas de estudiantes, ingresen al territorio de la Unión Americana; se sancione a los funcionarios en China y Hong Kong por su papel directo o indirecto en “sofocar” las libertades de la ciudad financiera. Según sus palabras: “hemos tocado el fondo y seguimos cayendo a través de él”. Tales arremetidas habrán de contar con el apoyo bipartidario en el Congreso de los Estados Unidos de América. Algunos comentaristas políticos señalan que Beijing podría devolver el golpe, tal que perjudicaría a las empresas estadounidenses. Irónicamente, sería más impactante para el comercio, si China respondiera con una escalada y una toma de control forzosa de la política comercial de Hong Kong”. Si Beijing pudiera de alguna manera extender sus aranceles de represalia, eso tendría un mayor impacto, ya que Estados Unidos de América exporta más de $US 30.000 millones al año al pequeño territorio insular. (Nicole Gaouette, Maegan Vazquez. CNN). Con todo, la Casa Blanca anunció la retirada del estatus especial que concede a la antigua colonia británica. Valga ahondar en las contradicciones entre el Gobierno de China continental y el pueblo hongkonense, quien en su mayoría condena la posición injerencista en su territorio autónomo del Presidente Xi Jinping, en cuenta sus yerros alrededor del control de las pandemias del SRAS y más recientemente el Covid-19. El Congreso de los Estados Unidos de América había emitido una ley bajo la cual el trato comercial preferencial, el que posee Hong Kong con Washington, está supeditado a que la ciudad mantenga su autonomía, hecho que Pekín prometió cuando el Reino Unido devolvió el territorio a China en 1997 (AFP), lo que al mismo tiempo le ha servido a ésta interconectarse con el capitalismo global. Con la aprobación de la ley de seguridad nacional de China, el Congreso y el Presidente Trump deja de considerar a territorio autónomo a la excolonia. El descontento diplomático y político proviene también del Reino Unido, quien le otorga a un grueso de la población hongkonesa beneficios en materia de pasaportes, lo cual se le permite visitar esa nación europea hasta por seis meses sin necesidad de visa (Jaime Daremblum). Por su parte, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha intentado abordar los abusos chinos contra la autonomía de Hong Kong, lo cual el régimen chino califica como "interferencia", bloqueando cualesquier debates (Daremblum, ídem). Los movimientos antichinos en la ciudad insular, susceptibles de una invaión del ejército de Pekín, cuentan con el respaldo internacional. 512 parlamentarios y autoridades jerárquicas de 32 países han firmado una declaración en apoyo al pueblo hongokonés (Chris Patten), en cuenta la Unión Europea, Australia, Canadá. En la próxima reunión del G7 la cuestión de esta ciudad grandiosa, libre y dinámica será objeto de discusión. Taiwán, a quien China considera, también, parte de su territorio, aprobó un plan para ofrecer asilo a las personas que deseen huir de la ciudad autónoma (Daremblum, ídem). Y es que Trump demanda a China para que cumpla con sus obligaciones internacionales y que respete el alto grado de autonomía referido dentro del periodo estipulado entre 1997 y el 2047, según lo acordado con Gran Bretaña. Obviamente, la contundente derrota de los oficialistas prochinos en las elecciones municipales de noviembre de 2019, posiblemente serán derrotados en las próximas elecciones del Consejo Legislativo en setiembre del 2020, elevaron los resquemores de Pekín frente a los prodemocracia hongkoneses, quienes (junto con los británicos) cayeron en la trampa de haber confiado que el Partido Comunista chino, el poder central, llegaría a respetar la amplia autonomía liberal de la isla - ciudad en comparación con el control totalitario sobre el resto del territorio continental chino; y que además habría coherencia con el postulado "un país, dos sistemas", pregonado engañosamente - ya totalmente desacreditado - por el establishment chino. El postulado aquel por el cual se basó la devolución por parte de la Gran Bretaña, teniéndose presente que los habitantes gobernarían soberanamente la excolonia durante 50 años, es decir, hasta el 2047. Asimismo, quedó en firme que el pueblo autónomo habría de disfrutar de todas las libertades democráticas, propias de una sociedad abierta (Chris Patten), pero inexistentes en el resto del continente. Todo ello se había consignado en ese acuerdo por el que a partir de 1997 traspasaron a China dichos territorios colonizados, un arreglo establecido en la Declaración Conjunta firmada de 1984, equivalente a un tratado entre China y el Reino Unido, el que por cierto el autócrata XI Jinping, quien detesta todo lo que suena a democracia liberal y derechos humanos, pisotea con la aprobación de la Ley de Seguridad Nacional que daña a Hong Kong. Bajo la complicidad de las autoridades locales hongkonesas, aliadas de Pekín, el pasado 28 de mayo la Asamblea Popular China (el congreso que responde a la línea marcada por el PCCH, absolutamente controlado por Xi) aprobó la tal "ley de seguridad nacional", la que criminaliza, efectivamente, la disidencia contra Beijing en el territorio insular, quien, con la ley, será una ciudad más del "capitalismo autoritario", moldeado por Xi. A través de ella se controla allí “la posible secesión, la subversión, el terrorismo y la interferencia extranjera”. A la vez se aplicará la ley para detener los disturbios antigubernamentales y la agitación prodemocrática,. Ni el coronavirus los ha podido contener, esos que sacuden a Hong Kong desde hace más de un año, cuando se intentó imponer la ley de extradición, La reciente "de seguridad nacional" podría extenderse también a la isla de Taiwán, a sabiendas de las ambiciones imperialistas del Presidente chino Xi Jinping, quien podría proponerse el invadir esa “provincia rebelde”, así llamada por el Partido Comunista, del que ahora es “dueño” Xi Jinping. Eso sí, las fuerzas militares continentales suyas podrían llevarse una inesperada sorpresa; los taiwaneses han previsto y calculado la eventualidad del escenario de guerra, para ello se han preparado en su condición de pueblo libre e independiente. A LAS PUERTAS DE UNA SEGUNDA GUERRA FRÍA. Por su parte, China se regocija ante el caos en la única superpotencia global, específicamente, a causa de la confusa gestión de la Casa Blanca frente a las protestas antiraciales y los excesos de los cuerpos policiales. Pekín considera que la represión de las manifestaciones deja sin legitimidad las exigencias de Washington sobre Hong Kong ( Macarena Vidal Liy. El País, España). Un panorama que llega cuando las relaciones entre los dos países se encuentran en su momento más bajo en décadas, y los choques son constantes, tal como lo hemos señalado. La crisis del Covid-19 reactivó aun más el choque (Shlomo Ben Ami) geopolítico, tanto así que cada uno "se autoproclama como el mejor para enfrentar la pandemia". En esta línea, Pekín ve una oportunidad única, creada a partir de la pandemia: su expansión geopolítica. Por eso, las naciones de América Latina y el Caribe - nuevo epicentro de la pandemia - , África, el mismo Medio Oriente y zonas del Asia - todas ellas con su pobreza crónica y necesidades estructurales, y sus Gobiernos desapegados a las leyes-, figuran entre sus principales planes (Laureano Pérez Izquierdo). Probablemente expandirá su presencia comercial e influencia política en dichas regiones. Así lo puso en evidencia el diario South China Morning Post (SCMP), propiedad de Jack Ma, fundador de Alibaba, la réplica china de Amazon. Ma fue, además, uno de los promotores de la “diplomacia de las mascarillas", con la que el Gobierno pretendió limpiar su demacrada imagen, producto de su pésima gestión del brote del coronavirus. El Gobierno de China supone que hay rasgos de una Guerra Fría (AFP) frente a la tendencia del poder unilateral de Estados Unidos de América. Denuncia que se está "estigmatizando" a China, país en donde inició la pandemia a finales del año pasado. Los ataques del Presidente Trump contra China se convierten en el principal puntal de su campaña hacia la reelección en noviembre del 2020, al mismo tiempo que ha fabricado una especie de competencia o rivalidad ideológica contra el gigante asiático. Dentro de lo cual la producción de la vacuna acerca del Covid-19 tampoco se escapa de tal antagonismo: un preocupante salto a la aproximación a una Guerra Fría entre ambas potencias globales, con el riesgo implícito de conducir a una Guerra Caliente "limitada o relativa", máxime que Xi Jinping, presidente desde el 2013, comenzó a alimentar el dogma del nacionalismo tanto fuera como dentro del extenso territorio. Las acusaciones estadounidenses son rebatidas abiertamente por el gobierno chino, quien, antes evitaba entrar en complicaciones con Washington; por lo pronto los reclamos mutuos han puesto en peligro el acuerdo comercial parcial de ambas potencias, alcanzado en enero pasado, el cual tuvo el carácter de tregua en la guerra arancelaria. "Se ahorraría la Unión $500.000 millones si se cortan los intercambios económicos", manifestó Trump con su desagradable ironía, reflejo de la tirantez de las relaciones chino - estadounidenses. Todo lo cual pone en serios aprietos las relaciones económicas, comerciales y los flujos de inversiones, bajo el agravante de la inminente y profunda recesión global, de "complicados episodios, así como el avance de la incertidumbre desatada por el covid-19, el que provoca volatilidades extremas en los mercados financieros ". El desplome de la demanda mundial de petróleo viene a acelera la recesión, al pronosticarse que el consumo global de combustibles líquidos tendrá un promedio de 92,6 millones de barriles diarios ( b/d) en el 2020, una disminución de 8,1 millones de b/d, comparado con el 2019 (José A. González Anaya). Dicho esto, se hacen imprescindibles los estímulos fiscales, sin precedentes, para la recuperación económica, en un entorno internacional, donde los consumidores cambian sus estilos de vida, diferentes a los anteriores de la pandemia. La inseguridad creciente de enfrentar nuevos brotes de infecciones, obligará a los confinamientos, a cerrar otra vez los mercados de bienes y servicios, a la casi paralización de los vuelos comerciales y el turismo, a menos que exista una inmediata cura o vacunas efectivas (AFP). Eventual “Guerra Fría” y rebrote del Covid-19, qué más habrá. Confiemos que Donald Trump será el perdedor en los próximos comicios generales de noviembre del año en curso. Suponemos que a China le recaerá en la postpandemia un cúmulo de culpas y ácidas exigencias, correlacionadas con los pulsos geopolíticos, en los cuales las democracias occidentales habrán de cumplir su rol persecutor. Dicho sea verdad, se le podrían exijir al gigante asiático el pago de reparaciones, dado el pésimo resultado suyo en el manejo de los inicios de la pandemia; se abstuvo de asumir sus responsabilidades en las esferas de la cooperación global (Mohamed A. El-Erian). Tampoco se puede descartar el uso de herramientas, del tipo económico, con tal de sancionar a China, lo que acarrearía mayor fragilidad a la economía global, en particular a las cadenas de suministros globales, en lo cual "China es impulsor nato". Esto mismo iría en detrimento de los mecanismos jurídicos multilaterales de soluciones de las controversias comerciales, lo cual desencadenaría inseguridad política y económica. EL COVID-19, CAPAZ DE REIVINDICAR O MINIMIZAR LÍDERES POLÍTICOS Y POTENCIAS GLOBALES. Venido a menos como poder emergente, Brasil enfrenta contradicciones internas entre los poderes regionales y el Presidente Jair Bolsonaro, quien rechaza el confinamiento y las medidas internacionales frente al covid. Lo emuló el propio Primer Ministro británico Boris Johnson - el anti Unión Europea (UE) -; en ambos hubo negación e incredulidad frente la gravedad del virus; contradijeron las advertencias científicas de los expertos, por lo que continúan registrándose miles de connacionales fallecidos. Esa misma postura la asume Donald Trump, la nación estadounidense registra más de 120.000 víctimas, lo cual ha hecho que la reelección se le muestre cuesta arriba, según las últimas encuestas. Aparte que él ha sido el responsable de devaluar, de modo peligroso, la hegemonía estadounidense en la esfera internacional, al seguir primitivos cursos de acción unilaterales, aislacionistas y revanchistas. Pero, sobre todo, la pandemia confirma el ascenso de Asia —no tanto de China— y la caída de Occidente, especialmente el debilitamiento de Estados Unidos de América (EEUU), merced a la arrogancia de Donald Trump. Sin embargo, no implicará que China sea la portadora de la antorcha mundial, con todo y sus iniciativas internacionales, tal como la Nueva Ruta de la Seda (BBC Mundo). La COVID-19 "también fue implacable en exponer sus fallas" explícitas, "incluida la falta de transparencia de su gobierno" (Moisi, ídem), además de la irreversible deriva ultra-totalitaria y nacionalista del régimen chino, lo cual origina distanciamientos, hasta poco pacíficos. Allí, el brote dio lugar a un dramático "colapso económico" durante el primer trimestre de 2020, por lo que el país aún "es vulnerable a una segunda oleada de la pandemia". Lo otro es que el Partido Comunista de China decidió eliminar el límite de dos mandatos para el Presidente Xi Jinping, una resolución que le permitirá al actual mandatario conservar el poder más allá de su segundo período, el que terminaría en el 2023. Todo hace presumir que Xi se convertirá en el líder más poderoso de la nación (o sea, en Emperador) desde los tiempos de Mao Zedong, el fundador de la República comunista (BBC Mundo), un factor que pone a sospechar a Occidente acerca de la estatura moral de los intereses monolíticos y perseverantes, de una potencia ávida de moldear a su antojo las relaciones internacionales. La India puede ser una potencia que con múltiples desventajas se asoma a conquistar una relevante posición internacional; estremecida por el coronavirus, la profunda pobreza, el hacinamiento humano, la fragilidad sanitaria, el aborrecible sistema de castas, esto mismo la tornan altamente vulnerable. Al cabo que las particularidades culturales y los intereses económicos proteccionistas y nacionalistas indios, los periódicos acercamientos con Rusia - el trauma europeo - la distancian lo suficiente de Occidente, en tanto que encuentra en China a un rival, con quien tiene serias disputas fronterizas irresueltas. Desdeñando los impactos del Covid - 19, hace unas semanas los ejércitos de China y de la India estuvieron sumidos en confrontación en lo alto del Himalaya, igual que en Cachemira, escenario también de antagonismos entre los gobiernos indios y los de Pakistán. Varias disputas territoriales entre China e India ha habido en el pasado: en 1962, 1967 y 1987, en donde la India llevó la peor parte. En las cuestiones religiosas, el populista primer ministro Narenda Modi ha enrarecido sus vínculos con las naciones árabes, al sancionar leyes discriminatorias (Dominique Moisi), perjudiciales a las poblaciones islámicas, residentes en la India, perseguidas por el nacionalismo religioso del gobierno de la singular nación sudasiática. Israel, la única democracia del Medio Oriente y con capacidad probada frente al coronavirus, en caso de que lograra resolver mejor la cuestión Palestina, habría de ganar mayor espacio como poder emergente en la etapa del postpandemia. De hecho, países como Egipto, los Emiratos Árabes, Arabia Saudita, la Turquía sin Recep Erdogan se han acercado, discretamente al Estado hebreo, a efecto de consolidar la paz y la seguridad en la región, habida cuenta que a la mayoría de las naciones árabes del Medio Oriente les causa fuerte recelo e incertidumbre el poderío militar y la influencia política, acumulada por Irán (enemigo común) en la región; una enemistad que por cierto acarrea diferencias religiosas. Por ello, Israel ha apadrinado la posición del Washington, quien adoptó la decisión de abandonar el acuerdo nuclear [2015], así también el mantener el embargo de armas contra el gobierno de Teherán, el cual tiene en la mira a Israel y Estados Unidos de América como sus acérrimos enemigos. Estos le han lastrado la injerencia suya en la guerra de Siria, nación tan abatida por la larga y desgastante guerra, la crisis humanitaria y ahora los efectos del Covid - 19. Recientemente, los funcionarios israelíes y sus pocos y solapados socios en el Medio Oriente han elevado las sospechas de que Irán podría estar explotando la pandemia de coronavirus, con tal de evitar algunas sanciones de los estadounidenses, y tras ello desarrollar aún más su programa de armas nucleares. Mientras tanto Angela Merkel, Canciller de Alemania con su estilo de comunicación sosegado, transparente, convincente, sin alejarse de los postulados democráticos liberales, ha contribuido en lograr una respuesta categórica a la emergencia, ocasionada por el virus, tal que la tasa de mortalidad terminó siendo baja (Shlomo Ben Ami), y así fortalecer la nación germana, como la principal potencia de Europa, el continente atacado severamente por la pandemia. A pesar de ser el país más poblado de Europa, Alemania ha registrado al menos una cantidad de muertes cuatro veces menor que sus principales pares en la Unión Europea (UE). Mientras que Merkel, quien hasta hace poco era percibida como una líder sin futuro, disfruta índices de confianza más elevados que los de cualquier otro líder del viejo continente (Moisi, ídem). Ella ha demostrado que un político puede ser consecuente con su pensamiento humanista y principios éticos —como hizo al abrir las fronteras alemanas a los inmigrantes en 2015— . Merkel y otros líderes políticos, entre ellos, Emmanuel Macron, el Presidente de Francia y Pedro Sánchez, Presidente de España, continúan siendo capaces de encontrar las respuestas correctas a los enormes desafíos que enfrentan con el virus y los desarreglos domésticos de la comunidad europea. En especial, han logrado un delicado equilibrio no solo entre proteger las vidas de sus ciudadanos y volver a poner en marcha las economías, sino también entre la libertad y la seguridad, a pesar de haber enfrentado brotes de ultranacionalismo o neofascismo, se esfuerzan en neutralizarlos, con base en la aplicación de los principios del buen gobierno democrático. Semejantes atributos los han reproducido los jefes de gobierno de Taiwán - "la provincia renegada", según China - , Nueva Zelanda y Corea del Sur. Esta última podría sobresalir como un nuevo líder en el Asia Oriental, con superiores credenciales ético políticos (democráticos), además de su vigorosa economía, esto con vistas a tomar ventajas sobre China y el mismo Japón. Seúl tiene todo a su favor para surgir como potencia regional, dada su sobrada "inteligencia emocional" en sus tratos delicados con los régimenes totalitarios de Corea del Norte y la propia China. Los votantes surcoreanos premiaron recientemente al partido gobernante del presidente Moon Jae-in con una mayoría parlamentaria absoluta, tras, los hasta ahora, exitosos esfuerzos de su gobierno en contener el coronavirus (Moisi, ídem). Igualmente, Finlandia, Dinamarca e Islandia han obtenido "resultados impresionantes". Allí los líderes demócratas se ganan la confianza de los ciudadanos, esto es un factor a su favor, en cuanto a la prolongación de la vigencia política de ellos y de sus formaciones partidarias. El repunte de Asia, el peligroso aislacionismo y unilateralismo de Estados Unidos de América, el fortalecimiento de Alemania en Europa, en conjunto estos tres cambios, "bien pueden prefigurar el mundo del 2030", en caso que los líderes políticos lleguen a superar la tragedia del Covid-19 (Moisi, ídem). Mención especial merece la Rusia del Presidente Vladimir Putin, otrora un imperio en la pasada Guerra Fría, pero hoy disminuida, hasta cierto punto, por la devastación económica, en este lapso de las consecuencias de la pandemia. Los únicos socios (cuestionados) en que la inteligente nación rusa puede confiar son China, Irán, Siria y algunas naciones árabes, igualmente sumidas en atascos políticos y económicos. El Presidente Vladimir Putin se aprovecha de la pandemia, con tal de eludir los límites constitucionales, que le permitirán, si gana el referendum, continuar en el poder hasta el 2036, según él, para recuperar el poder ruso en la sociedad global, así como lograr su continua estabilidad, a pesar de ser atacado a nivel internacional por la violación a los derechos humanos y represiones a los activistas y los movimientos de oposición (Nina Khrushcheva). Es su oportunidad "de sacar pecho como hombre fuerte" frente al enemigo invisible, o sea el Covid-19, y presentarse como el líder irremplazable. Este último hecho, el Presidente Trump lo pasa por alto. Más bien llega a ser extraña y farragosa la relación de él con Putin (el zar contemporáneo). Lo mueven posturas inexplicables, en oposición a su rotunda hostilidad frente a China, pues ahora intenta que el G7 (Estados Unidos de América, Alemania, Japón, Gran Bretaña, Canadá, Francia e Italia), el grupo de naciones aventajadas en cuanto a poder económico, readmita a Rusia, creando el disgusto de sus socios dentro del grupo, quienes en el 2014 expulsaron a Moscú, quien al saltarse la normativa internacional, procedió a invadir y anexionar Crimea a su territorio, tras enfrentamientos militares con Ucrania. La élite que rodea a Putin, quiere presentar a Rusia "como la salvadora del mundo", tal que proporcione ayuda científica contra el virus, entre esto, pruebas de detección eficaces y lo más fundamental, producir una vacuna (Nina Khrushcheva). En lo cual, según sus expertos, se "avanza a toda velocidad". Si Rusia lograra el éxito de la vacuna, posee eminentes científicos, el referendum sobre el liderazgo de Putin será reduntante e innecesario; el prestigio del Presidente repuntará a nivel internacional (ídem), quedará atenuada la innumerable cantidad de rusos muertos, a causa de las infecciones del virus. Estamos hablando de un líder ruso (Putin), astuto, frío, calculador, ex-miembro de la KGB, a quien jamás le tiembla el pulso, con tal de deshacerse de sus enemigos, y en su debido caso crear crispación con aquellas potencias con quienes rivaliza. La canciller alemana Angela Merkel aseguró tener “pruebas” de varios intentos “escandalosos” de pirateos rusos contra ella: "le hicieron daño" (Fuente: www.perfil.com). A manera de cierre de nuestro escrito, vale la pena citar un original documento del periodista Eduardo Ulibarri, publicado en el periódico La Nación (Costa Rica), el cual poderosamente nos llamó la antención. En él hace referencia a la tesis del biólogo Eugene F. Stoermer y el químico Paul J. Crutzen (otro ganador del Premio Nobel), quienes dieron legitimidad científica al anuncio de "una nueva era biogeológica", a la cual designaron "Antropoceno". Esto para denunciar la arrogancia antropocéntrica. El periodista costarricense explica que el nombre procede de su hipótesis central: el impacto de la actividad humana en los procesos biológicos, geológicos y químicos del planeta es tal, "que nuestra especie se ha convertido en la mayor fuerza impulsora, dominante, de cambios planetarios cualitativamente sorprendentes", entre ellos el calentamiento global en los últimos cien años. Lo esencial de este punto de vista "es que la tesis de ambos científicos reconoce en los seres humanos un excesivo dominio, no solo sobre nosotros mismos, sino sobre la naturaleza planetaria contra quien nos rebelamos", e intentamos imponernos; "a nuestro juicio, más para mal que para bien". La arrogancia antropocéntrica es la ambición de dominio o de poder, por la cual "la raza humana llega a ser enemiga de sí misma". La falta de escrúpulos "lo pone al desnudo el cambio climático y el terrorismo, y la ineficacia en cuanto a la desatención a las pandemias", que partieron esta vez de Wuhan, una ciudad al interior de China, "un estratégico nodo de transporte, apodada la Chicago de China, por la variedad de sus conexiones con las cadenas mundiales de suministros y de la producción. Los centros e institutos académicos podrían comprometerse a profundizar en la tesis sobre "Antropeceno", comentada por el señor Ulibarri, pensamos que en ella hay cabida para la escuela del psicoanálisis y otros saberes humanistas, siempre de cara a enfatizar en la salud, la seguridad humana y la creación de oportunidades para los seres humanos.