martes, 22 de noviembre de 2016

EL APOSTOLADO DE LA DEFENSA DE LA LIBERTAD.

EL APOSTOLADO DE LA DEFENSA DE LA LIBERTAD.
Seguro que en este instante los filósofos nos habrán de censurar. A nuestro antojo, empleamos acá la locución latina, “cogito ergo sum”, la cual, en español se traduce convencionalmente así: “pienso, luego existo”. Más abierta la traducción literal del latín “pienso, por lo tanto soy”, una expresión atribuida al filósofo René Descartes (1596 - 1650), “la cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental”.
Aunque a Descartes en aquel entonces le fueran lanzadas acusaciones de plagio, en adelante esto pasó a ser un postulado, aprovechado en el quehacer de la vida humana. Sobre él descansa la otra expresión, usada insistentemente: “somos lo que pensamos”. Justamente, acogemos esto último apenas para superar nuestra pena, al palpar esa forma de pensar que en esta década llega a ser la culpable de la erosión espiritual, democrática y cívica, la peor amenaza de la cultura occidental.
Nos referimos al tal apego por el secularismo arrogante y la idolatría del “becerro del oro”, ambos que prescinden casi siempre de los preceptos de la economía colaborativa (Joseph E. Stiglitz, 2016) o del bien común. Los que han sustituido los valores de la solidaridad judeo - cristiana, así como los ideales de la equidad y el equilibrio, intrínsecos en la normativa y convivencia internacional.
El erróneo pensar y proceder, que ha llevado al ser humano a la enajenación en el presente siglo, modelador de una especie de subcultura, que, unida a la fascinación que arrastra, ha hecho a un lado los aportes de los grandes filósofos y pensadores, es decir, aquel rico legado de los patriarcas de nuestra concepción de vida. El riesgo lo delataron el Papa Benedicto XVl, y en estos tiempos el Papa Francisco, quienes no se reservan su asombro ante el triunfo electoral del magnate estadounidense.
Pues entonces, por qué extrañar el ascenso de las aberraciones y las diferentes versiones de extremismos contestatarios, entre ellos, las corrientes supremacistas, ultranacionalistas, el populismo demagógico, los neofascismos, los apologistas del mercado a la libre, etcétera; así como el culto a sus autores, antidemocráticos y autoritarios, de tales oscurantismos. O sea, esa legión internacional, conformada en este contexto por Donald Trump, la familia Le Pen, Berlusconi, y el propio Erdogan en Turquía. Al costado trabajan sus parónimos autoritarios: el bloque compuesto por el Partido Podemos de Pablo Iglesias, el chavismo venezolano, los Kirchner de Argentina y el presidente filipino Rodrigo Duterte. Todo esto parte de la subcultura, producto del abandono de las verdaderas raíces de la civilización occidental, civilización que, sin sus errores contemporáneos, pudo haber llegado al punto de rescatar Bizancio y más allá.
En esa dirección corre la China Popular, de quien se esperó algo distinto tras la desaparición de Mao Zedong y su “Revolución Cultural”, pero hace su parte al matricularse en las huestes del capitalismo salvaje, y a la vez desdeñar los derechos humanos. Con todo y esos atestados, para entonces el régimen chino de capitalismo de Estado procurará llenar el vacío, la polarización que desconcierta al pueblo de los Estados Unidos de América - quién lo iba a creer - y de paso liderar los mercados globales, incluida el traspatio latinoamericano, una vez que Trump habite la Casa Blanca. Mientras tanto la Rusia de Putin retrocede, en vez de avanzar en democracia, tal como se confiaba luego de la caída del Muro de Berlín.
Nos corresponde superar este bache autoritario. Sea cual sea el signo ideológico de las tesis de los sistemas autoritarios, populistas, los revivió este Siglo XXl, el de la lV Revolución Industrial, se extienden, como vimos, por toda Europa y América, por lo tanto podemos encontrar soluciones en la filosofía y la teoría política de la Ilustración. Puede responder y actuar como el antídoto y la mejor alternativa con tal de contener esas corrientes extremistas, anacrónicas y ciertamente sectarias.
El peor desacierto consistirá en congraciarse con tales tendencias antidemocráticas, y desapegadas de los valores humanistas, democráticos y de la normativa internacional, sea por conveniencia personal, pusilanimidad, o bien por el cálculo político y diplomático. Nos llega a la mente las manifestaciones “pintorescas” de un alto funcionario costarricense de un gobierno anterior, quien al dejarse hechizar por las pasarelas protocolarias del gobierno de Cuba, le bajó los decibeles a nuestra tradición democrática y de defensa inquebrantable en todos los àmbitos diplomáticos de los derechos humanos así como de nuestro sólido y prestigioso proceder en la defensa de dichas libertades fundamentales, virtudes del ser nacional.
Por eso nos complacimos en haber secundado la digna reacción del Presidente Luis Guillermo Solís Rivera y de su Canciller Manuel González al abandonar el foro de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en el instante en que se disponía el presidente de Brasil, Michel Temer, a pronunciar un discurso, ciertamente, sin poseer las credenciales éticas y civilistas para ejercer la máxima representación de la valiosa nación brasileña.
Enseguida no más hicieron gala los seguidores de las pasarelas diplomáticas, despotricando fuerte en relación con aquel gesto honroso de la delegación costarricense. Si otras delegaciones lo practicaron, eso fue harina de otro costal. Se impuso más el haber censurado a un politicastro, cuasi dictador, racista, colaborador del régimen militar, como el Presidente Temer; quien alegremente continúa ofreciendo garrote a las manifestaciones civiles, organizadas en su contra.
Reacciones deleznables del golpista presidente brasileño, que quizás igualan las amenazas de Donald Trump, paradójicamente de los beneficiarios de un fallido sistema económico que relega a abundantes personas. Esas amenazas - pueda que no pasen de allí - que el magnate dirige a los migrantes, las minorías étnicas y las mujeres; adjuntas a la incertidumbre generada por su asesor estrella, el futuro jefe de estrategia, Steve Bannon, quien acumula un voluminoso expediente antijudío y supremacista.
El progresivo avance en este Siglo de tales anacronismos y desviaciones antisistema representa un alto riesgo, el cual puede prolongarse. Fueron fertilizados en América Latina; recientemente en las Filipinas, aquí por Duterte, que se solaza al haber ajusticiado 3500 “pobres diablos”, entre ellos, los adictos e infractores de la ley.
El peligro de esa especie no únicamente reside por su postura antisistema, que los mueve a enfrentarse a la globalización y sus componentes básicos: la apertura de los mercados, la movilidad de los factores de la producción, la universalización de los principios democráticos y de los derechos humanos. El peligro adicional descansa en la manipulación de las frustraciones de los excluidos del fallido goteo (“trickle down”), los que quedaron relegados del poder del conocimiento y de la especialización del trabajo. En conjunto se han propuesto en contenerlos, bajo las fórmulas del aislamiento y el proteccionismo nacionalista, que no es otra cosa, que contraponerse a la creación y la libre competencia.
Resulta curioso el cretinismo de algunos sectores de la izquierda internacional (se desenmascara) al colocarse en una posición oportunista respecto al ascenso del multimillonario Trump al poder, así también de las demás tendencias autoritarias anti - sistema. Tengamos en cuenta que las dos corrientes son antiglobalizadoras y contestatarias. Da la impresión que hacen causa común en este contexto “iliberal”, lo mismo en las pasiones de rechazo al capitalismo transfronterizo, a pesar de que los distancia el credo de la propiedad privada, lo cual ha pasado a un segundo plano. El progreso democrático y la visión de los derechos humanos queda comprobado que se escapa de sus tesis y prácticas políticas, ya que ni siquiera Duterte es objeto de campañas de desprestigio, como otrora lo fue Pinochet y sus gemelos.
Peor todavía, a fin de reordenar al mundo, según ellos, la izquierda internacional supuestamente se complacería de ver sentados en una misma mesa a Putin, Trump, los líderes ultranacionalistas y de extrema derecha europeos, condenando la globalización. Por ahí marcha el Partido Podemos, cuyo líder es de los grandes ideólogos del vejestorio chavismo venezolano, también antisistema. Por cierto, hasta Maduro y sus secuaces, lo mismo que la legión bolivariana, guardan silencio ante el triunfo de Trump y la actuación criminal del filipino Duterte.
En adelante, a los demócratas liberales y los activistas de los derechos humanos nos corresponderá una faena demasiado ardua. De por sí ya estamos acostumbrados. Hay un peligroso giro hacia el autoritarismo, el ultranacionalismo y sus contornos nazifascistas. Eso sí, la vía viene a ser la valentía y la honradez. En otras palabras, constituye una batalla inclaudicable de los valores occidentales, favorecedores de la libertad y la justicia social, trasladada a los distintos escenarios de la política multilateral y nacional, sin ambages, ni titubeos, como otrora lo significó la actuación del inglés Neville Chamberlain en su fracaso de contemporizar con el expansionismo de Adolf Hitler y Benito Mussolini, también con Francisco Franco.
En medio de la competencia ideológica, para la preservación y reproducción del liberalismo, el Presidente Barack Obama, como lo describió la prensa, le “trasladó el testigo”, a la grandiosa mujer alemana Angela Merkel, quien se decidió por aspirar por un cuarto periodo de gobierno. Su reconocida popularidad “en una Alemania, desafiada por el neofascismo, le permite el apoyo suficiente para continuar como Canciller. Los alemanes “no le apuestan al radicalismo, ni a los experimentos de los extremos ideológicos en política” (Claudio Alpízar Otoya, 2016). Esto produce alivio a los demócratas.
Por el contrario, haciendo referencia en días pasados al éxito de Donald Trump en Estados Unidos de América, escuchamos a la ultraderechista Marine Le Pen, quien aspira a la Presidencia de Francia, cuna del liberalismo. Le Pen manifiesta que el triunfo de Trump llega a correlacionarse con su movimiento nacionalista. Lo “agiganta”, al destacar que lo presenciado en la única superpotencia - guardián en el planeta de los valores judeo cristianos - simboliza “un movimiento, multiplicado por todo el mundo; un curso que envuelve la construcción de una nueva sociedad global”, según ella.
Hace siglos quisieron inculcarnos, bajo la tesis de “la evolución y la selección natural”, la idea de que el ser humano provenía del mono. ¿Tan baja autoestima nos tenemos? Ahora nos sale esa señora francesa, elogiando el neofascismo, para ella, el nuevo proyecto social, nuestro porvenir. Pensemos de manera resuelta,en cambio para nosotros la libertad en la lV Revolución Industrial equivale a “la ley de gravedad”.
Ronald Obaldía González (Opinión personal).

martes, 1 de noviembre de 2016

JOSÉ "CHEPE" MÉNDEZ MORA, "IN MEMORIAM".



JOSÉ "CHEPE" MÉNDEZ MORA era de las personalidades que ya escasean en Costa Rica. De los ciudadanos que tenían un conocimiento profundo de las entrañas de su comunidad. Miembro de una familia honorable de Zapote, la familia Méndez Mora. Él tenía la virtud de iniciar una conversación amena y jugosa con quien se le acercara. Estudioso de la historia de su comunidad, sobre ello, tuvo la gratitud de dejar relatos, mediante tradición oral. No había familia en el distrito que José (o Chepe) no conociera un mínimo de vivencia. Sobre todo, en el Zapote antiguo, esto fortalecía nuestra identidad. Hombre devoto, cristiano, caritativo. Siempre pendiente del quehacer de los estudiantes de la escuela y el colegio de Zapote, con quienes departía historias, a quienes les ofrecía los productos del negocio de su familia. Fui testigo de ello, pues también sabía transmitir palabras de aliento. En cualquier evento de la comunidad hacía su aparición "Chepe" Méndez, solo su presencia en él, era fácil percibir que habría anécdotas pícaras y finas, con un hondo sentido del humor, esas salidas muy propias de los ticos; nos generaban alegría, originaban hasta cierta sorpresa. Luego nos permitían reencontrarnos también con nuestras raíces. "Chepe" fue muy él, auténtico, sin tapujos e intenso. En sus últimos años de vida, su salud no era lo mejor. Sin embargo, hacía esfuerzos por reconocer a la gente que lo rodeaba. Eso sí, todavía estaba pendiente de los funerales, llevados a cabo en la Parroquia, en los cuales transmitía su solidaridad a los dolientes. Sí. Con José Méndez se nos va no solo un zapoteño, sino un costarricense que abrigó cada uno de nuestros pueblos, ese personaje que hacía historia, era un verdadero emblema, de quien no podíamos prescindir. Chepe: seguro que Dios te tiene en sus brazos.