martes, 31 de marzo de 2015

YEMEN ES APENAS OTRO DE LOS SÍNTOMAS.

YEMEN ES APENAS OTRO DE LOS SÍNTOMAS. Lo de Yemen vislumbra una especie de severa desmembración política, cultural y religiosa, o crisis contemporánea, que castiga a la civilización árabe musulmana, cuyo detonante llegó a ser la derrota del Imperio Otomano, la última manifestación política de un islam unido ( William Pfaff, 2015). Dependientes de los ingresos generados por la producción y exportación de energéticos, en medio de la sociedad mundial, que persigue liberarse de los combustibles fósiles en la generación motora y eléctrica, mediante revoluciones en energías renovables, nos apuntamos a presagiar, con tonos desoladores, el panorama y el porvenir de los países musulmanes, tanto de los árabes como los que no lo son. Casi todos ellos envueltos en controversias internas - con excepción de Túnez - , habido empuje de los yihadistas que empeoran los frágiles equilibrios políticos, en tanto que su interés yace en revivir ciclos históricos sensibles, así como “el recuerdo de las Cruzadas, de los grandes califatos y del periodo otomano, cuando los árabes dominaron la Europa balcánica, desde Grecia hasta Viena”; a diferencia de la historia que arranca tras el derrumbe del imperio otomano (1917 - 1919), al imponer Occidente sus órdenes económicos y políticos - las arbitrarias divisiones territoriales - particularmente en toda la región, entre ellos, el aseguramiento de los abastecimientos de petróleo. Citemos, asimismo, las secuelas de la Segunda Guerra Mundial - , antítesis del ideal de la nación árabe unida (Pfaff, idem), sustentada en un mismo idioma y el Islam como religión, pero que a la postre arrastra irracionalidad, odio y resistencia contra la creación y la existencia del Estado de Israel, la única democracia del Medio Oriente, que vive rodeada de un ambiente hostil. Partiendo de “las antiguas disputas religiosas alrededor de la doctrina del Profeta Mahoma”, las contradicciones (irreconciliables) entre las fracciones chiitas y sunitas, las dos ramas preponderantes del Islam, observamos que tienden a prolongarse; al mismo tiempo que se hacen crónicas las fisuras entre el Irán (chiita) con las monarquías sunitas del Golfo Pérsico, ya sean Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos - con precaria vocación democrática - , en cuenta Egipto. Incluso, estos pueden pasar a los hechos, ya no escudándose en cada una de las fracciones islámicas, enfrentadas esta vez en Yemen, sino que los Ayatolas iraníes podrían comenzar a hacer visible su respaldo militar a los chiitas (hutíes), quienes han tomado ventaja en el conflicto interno al degradar y golpear al gobierno y al numeroso sector de las fuerzas armadas que lo respaldan. Siendo cierto que son objeto del ataque militar de la coalición militar encabezada por Arabia Saudita - se supone que puede estar detrás Israel - , lo cierto es que difícilmente los iraníes habrán de desproteger a los chiitas yemenitas. Un comportamiento lejano de su tradición expansionista y hegemonista, a pesar de las sanciones políticas y económicas de las Naciones Unidas, que ni los hacen retroceder de sus ambiciones geopolíticas en el Medio Oriente, únicamente neutralizadas por el Irak en los tiempos de Saddam Hussein (Marina Ottoway, 2015). Prueba de ello es que en ningún momento, Teherán ha abandonado la organización terrorista Hezbolá en el Líbano, menos al presidente sirio, asediado por la oposición sunita y las organizaciones terroristas (extremistas sunitas) de al Qaeda y el Estado Islámico, estas últimas a punto de caer destruidas por la coalición Occidental, compuesta por Estados Unidos de América y la Unión Europea, subrepticiamente apoyada también por el gobierno persa. Paradójicamente, Irán y los Estados Unidos de América, tienen enemigos comunes, otrora Saddam Hussein, hoy los talibanes de Afganistán y los yihadistas de al Qaeda y del Estado Islámico, este que ha causado estragos y atrocidades en Irak y Siria, al cabo que causan insomnio a las mismas monarquías sunitas, quienes, en un principio, fueron cómplices de sus embriones: el financiamiento de las madrasas, las escuelas del terror islámico. Sabemos que ambas organizaciones fundamentalistas, a través de una interpretación primitiva de la religión, se disponen “atacar a Occidente y en especial a Estados Unidos y a sus heréticos aliados árabes”. Estadounidenses e iraníes vienen enemistados, entre otros hechos, por los proyectos atómicos de Teherán y las conjuraciones contra el Estado de Israel, quien por su parte se ocupa de criticar las negociaciones en curso sobre el programa nuclear del Irán, que convoca a los Estados Unidos de América, junto a las cuatro potencias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, además de Alemania. Negociaciones que podrían culminar en el eventual acuerdo político que irrita a Israel - el gran protegido de Washington - , por cuanto, tilda el programa nuclear iraní como una de las múltiples amenazas contra su existencia. Así también, a causa de ese enemigo que amenaza con su exterminio, que a la vez es factor de desestabilización y tensiones constantes en el Medio Oriente, se originará, según el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, “un mal acuerdo”, el cual deja en manos del Irán el enriquecimiento de uranio, proceso clave en la fabricación de la bomba atómica. El discurso hubo de serle útil, al igual que su mensaje de construir colonias adicionales en Cisjordania y Jerusalem Este, pues Netanyahu salió victorioso en los últimos comicios que le aseguran la reelección en el cargo. Aunado a sus recientes objeciones frente a la creación de un Estado Palestino, al descubrir la entronización yihadista en las esferas de poder, tanto en Cisjordania como en Gaza, la tesitura del gobierno de Netanyahu contra el acuerdo nuclear ha generado el disgusto al Presidente Barack Obama; mientras tanto, el Partido Republicano - exige la eliminación del programa atómico iraní - la aprovecha para formular críticas ácidas contra la política exterior de la Casa Blanca, transmitiendo serias advertencias a Irán, ya que el acuerdo podría frustrarse en el seno del Congreso, donde sus representantes ejercen predominio. Augurar el positivo desenlace de las negociaciones nucleares de Irán con las grandes potencias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas llega a ser complicado todavía. Washington toma en cuenta al débil gobierno de Yemen como aliado contra los terroristas de al Qaeda, afincados en el convulsionado país árabe, de modo que la injerencia iraní al lado de los chiitas puede oscurecer o poner en riesgo las conversaciones iniciadas esta semana. Sin embargo, hay atenuantes que le vendrían bien al acuerdo nuclear con Irán. La inteligencia estadounidense se percató que el gobierno iraní es un “aliado fáctico”, que enfrenta a los yihadistas islámicos, protagonistas en las guerras civiles de Irak y Siria, aunque en este juego de ajedrez haya que tolerar - desafortunadamente - la permanencia de Bashar al-Asad en Damasco, acérrimo enemigo militar de los terroristas del Estado islámico (EI). Entonces por qué desestimar la hipótesis, en cuanto a que el actual régimen iraní es distinto al que derrocó al Sha y enseguida estableció la República Islámica (fundamentalista) en 1979, por lo que los persas esa vez pasaron a ser la nueva amenaza que había que frenar en el Medio Oriente. La hipótesis como tal la desestimó Occidente, en aquel entonces cuando Mohammad Jatamí, el intelectual, filósofo y político iraní, se convirtió en presidente de Irán entre 1997 y el 2005, de los partícipes principales del movimiento reformista iraní, que se anticipó a la Primavera Árabe. Hay que prevenir que ese error de interpretación sea descartado en las comunicaciones con el (reformista) mandatario de ahora, que paulatinamente viene aplacando a los ayatolas, al tiempo que modificó el discurso incendiario de su predecesor contra el Estado Hebreo. Como sea, Hasán Rouhaní continúa ocupándose de los progresos en las negociaciones con Estados Unidos de América y cinco potencias globales. En ellas, las Partes se han enseñado los colmillos. Precisamente, el plazo para alcanzar el acuerdo definitivo que garantice que Irán renuncia a fabricar armas atómicas vence este 31 de marzo. Seamos optimistas, quizás del acuerdo en mención surjan mejores prácticas a tono con la razón, tal que se puedan combinar, al menos parcialmente, las “estrategias políticas viables” (Ottoway, idem) con las acciones militares para derrotar el terrorismo brutal del EI, a cambio de hacer realidad en el Medio Oriente reformas ideológicas, económicas y políticas, reeducando además una sociedad que incubó la mentalidad terrorista, y que rara vez ha repensado en novedosas construcciones nacionales en aras de su sobrevivencia. Judíos, cristianos y musulmanes descienden de nuestro padre Abraham; algún milagro podemos esperar sobre la base de dicha conciencia histórica. Ronald Obaldía González (Opinión personal)

lunes, 16 de marzo de 2015

GEOGRAFÍA HUMANA Y PROSPERIDAD NACIONAL.

GEOGRAFÍA HUMANA Y PROSPERIDAD NACIONAL. La estructura económica y productiva de Costa Rica se transformó de modo vertiginoso, primordialmente en los últimos veinte años, por lo que la tradicional división política y territorial se quedó a la saga, - siempre fue imperfecta - en cuanto a obedecer a los requerimientos de la nueva realidad nacional y a la estatura de la pujante economía abierta, basada en el auge de los servicios, la promoción de las exportaciones, la captación de inversiones foráneas y la solidez del sistema financiero, entre otros rubros. La división como tal, fundamentada en las siete grandes provincias, eso sí, su funcionamiento centralizado política y administrativamente en San José - en su condición de Capital de la joven República - apenas expresó en un principio la predominancia de la economía del café en la primera mitad del Siglo XlX, después los enclaves bananeros en el Caribe y el Pacífico Sur, junto con el adelanto de las modestas industrias agrícolas (caña, cacao, tabaco, ganadería, etcétera), además de los servicios públicos, los cuales sirvieron de justificación a la tradicional división territorial. En tanto, que la Primera República (1848) y la Segunda República (1949) prescindieron de la efectiva descentralización y la desconcentración del Estado, lo cual hubo de comportar déficit, respecto a satisfacer la mayoría de las exigencias sociales y en consecuencia la equitativa distribución geográfica del ingreso nacional, producto del empleo de los recursos naturales. Una cuestión bastante diferente fue la creación de las instituciones autónomas, tales como el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), que le restaron poder y capacidad al Poder Ejecutivo y, sobre todo, a los gobiernos locales. Por ahora, nos referimos al hecho que la descentralización y la desconcentración como doctrina práctica continúa siendo inexistente en este país, junto con la pésima y la clásica división territorial. Así, las vulnerabilidades tienden a empeorar, restando capacidad de decisión a la sociedad civil local en lo tocante a definir política y desarrollo regional, habida cuenta de la verticalidad e inflexibilidad de la administración pública; siendo esto cierto, que las principales decisiones son adoptadas en las oficinas centrales de San José, pasando lejos de las realidades regionales, de la visión, intereses y expectativas de los ciudadanos residentes en las periferias. Volvamos a las inclemencias de la división territorial, basada en siete provincias y más de ochenta cantones. Valga aclarar que lo seguido son apenas impresiones, al mejor método del filósofo Constantino Láscaris, puesto que consideramos que hay eventos que están eximidos de excesiva comprobación, por lo tanto, estos por sí solos nos otorgan verdades. Separados por una considerable distancia: ¿Cómo justificar que la región sur - sur costarricense, compuesta por Coto Brus, Corredores, Golfito, forme parte de la provincia de Puntarenas, cuyo núcleo central se localiza en el Pacífico Central, con ambiente de vida portuario y turístico, desencadenado y sin nexos productivos y culturales con los cantones sureños. Hay comunidades del occidente cafetalero del Valle Central, que, bajo un esquema de integración local democrática, juntos funcionarían al igual que una provincia. Grecia, Naranjo, Palmares, San Ramón, Sarchí, poblados por ciudadanos emprendedores, con un elevado nivel educativo, cantones económicamente autosuficientes, poseedores de infraestructura de buen nivel, nos sirven de ejemplo en esta segunda impresión. Por su lado, San Carlos en la zona norte ha estado social y culturalmente divorciado de la cabecera de la provincia de Alajuela. Un cantón poderoso como el norteño arrastra los recursos naturales y las condiciones sociales para secesionarse de la provincia alajuelense. Igual sucede con Pérez Zeledón, cuyo ingreso per cápita supera los de cualquier cantón del Valle Central, al cabo que posee un enorme potencial en cuanto a recursos naturales, al cabo que estaría en condición de contar con un verdadero gobierno local, que difiera de los rasgos y la jurisdicción de un simple municipio. Los cantones de Los Chiles, Upala y Guatuso - muy limitados en presupuesto - pueden conformar un circuito geográfico; junto con las colonias que resurgirán en los entornos de la ruta de la Trocha en la frontera norte, las comunidades que renacerán en las inmediaciones del nuevo puesto fronterizo de Las Tablillas, bien se podrá constituir un único polo de desarrollo periférico, incentivado por la riqueza étnica cultural y el cúmulo de recursos naturales, cuya racional utilización se convertiría en fuente de prosperidad para los ciudadanos allí afincados. La rápida interconexión entre las cabeceras de Alajuela, Heredia y San José, la infraestructura que las unificó, desvirtúa la existencia de cantones como Tibás, Moravia, Guadalupe, Montes de Oca, Desamparados y Curridabat, etcétera, todos ellos anulados por la reducción de las distancias dentro del Gran Área Metropolitana (GAM), los encadenamientos urbanos y la multitud de servicios públicos y privados, responsables de la construcción de un panorama o base social y cultural, diferente a la Costa Rica cafetalera de los Siglos XlX y XX. Todavía mejor es la gradual intercomunicación entre Puriscal y las comunidades de Quepos y Parrita, sobre todo, una vez que sea reconstruida la carretera rural que los une, circuito en el que el turismo ecológico repunta con ambición. De nuevo, caemos en las irracionalidades de nuestra división territorial, puesto que las progresistas regiones orientales de la península de Nicoya, a saber, Lepanto, Jicaral, Cóbano, Paquera, manifiestan tener mínima interacción con los cantones antes mencionados de la provincia de Puntarenas. Sin embargo, la representación política de ellos a nivel nacional se ve disminuida constantemente por el mayor peso, ostentado por zonas con mayor población; lo cual llega a ser un tropiezo contra su crecimiento. En el Caribe hay comunidades como Guápiles y Siquirres que, con mayor autonomía o poder propio, son capaces de conquistar mayor calidad de vida a favor de sus habitantes. Un cambio que, en efecto, experimentan determinadas regiones de Guanacaste, dado que la combinación cultural entre la población originaria y los emigrantes del Valle Central, quienes escogieron la pampa para rehacer sus vidas, a raíz del ascenso del turismo y la renovación de la economía doméstica, vienen estimulando la construcción de una cultura política y administrativa en esa provincia, que adquiere dimensión transnacional. Sabemos de la influencia de los grupos de presión e interés, que no pocas veces se han opuesto a modificaciones sustanciales al sistema electoral, particularmente, el de la escogencia diputados a la Asamblea Legislativa, el principal centro de poder. Con todo, una buena representación política a nivel nacional de las diferentes zonas geográficas significa un mejor ordenamiento territorial del país; de modo tal, que si la geografía humana y física, los intereses, la identidad local, las aspiraciones de los ciudadanos, las oportunidades de reconstrucción de comunicaciones efectivas y relaciones psicosociales creativas, todo ello, fueran la teoría y la práctica predominante en el reordenamiento, tal vez nuestro sistema político, en especial, los procesos de toma de decisiones, de carácter nacional y regional registrarán mayor consenso y aceptación nacional. Quiere decir que de esta forma habría Estado y ciudadanía de calidad, ambos forjando el destino nacional. Ronald Obaldía González (Opinión personal)

domingo, 1 de marzo de 2015

APERTURA GLOBAL “A LA MULTIPOLARIDAD CULTURAL”.

APERTURA GLOBAL “A LA MULTIPOLARIDAD CULTURAL”. Mientras el Islam se radicaliza en el Medio Oriente y África; “en Eurabia” - la Europa habitada por millones de árabes musulmanes - es interpretado el hecho como real amenaza, a causa del apogeo de los grupos anti inmigracionistas, asociados a partidos de extrema derecha, neonazis - por allí comulgan los euroescépticos - promotores de racismo y xenofobia. En una especie de “unidad de contradicción”, asombrando a los incrédulos, sale a relucir en el arranque del Siglo XXl, la teología y doctrina pastoral del Papa Francisco, provocando remezones en los dicasterios y en las estructuras de casta de la Santa Sede, hasta llegar a pensar en el eventual aggiornamento “o puesta al día de la Iglesia”. Con espíritu receptivo, el Papa (de origen argentino) acaba de dar una hermosa lección de ecumenismo, al censurar la calificación de “secta”, extraída de manera intransigente por el poder tradicional del Vaticano, temeroso del auge de los grupos carismáticos, pentecostales y evangélicos por todo el orbe, quienes desde cuatro décadas atrás han sabido aproximarse a sus adeptos y seguidores, a través de un mensaje apostólico más apegado a sus alegrías o vicisitudes cotidianas. Igualmente ha sido apreciable la contribución de ellos a la cultura y ética de la civilización occidental, poniéndose ello de manifiesto en la calidad del testimonio espiritual de sus miembros. Nos pareció extraño que esta postura ecumenista del Papa haya pasado inadvertida por casi todas las Iglesias cristianas no Católicas. Hemos rastreado los últimos pronunciamientos de dichas Iglesias, y lo hallado ha sido el mutismo. En cuanto a las corrientes de la Teología de la liberación, asociada en un principio a la izquierda latinoamericana - después al desgastado “chavismo” venezolano -, el Papa ha preferido mantener cautela, aunque con Benedicto XVl hubo tímidos acercamientos. Tal vez la pérdida de fuerza de los Teólogos de la liberación, cuyo mensaje menos espiritual y activamente político, se lo arrebataron no pocos movimientos pentecostales de América Latina, haciéndolo más disciplinado a los métodos de evangelización menos dogmáticos y acordes con los tiempos de la democracia pluralista, consolidada tras la caída de las dictaduras militares en la región. En cambio, en el terreno del Islam, expansionista, intolerante y violento, todo ello, arraigado ampliamente en su naturaleza doctrinal, en su caso particular: el Yihadismo, “la Guerra Santa”, inscrita en sus textos fundacionales, dista de ser algún hecho aislado o accidental en términos políticos. Al contrario, tal aberración andaba merodeando en la evolución del Islam, era cuestión de buscar los pretextos históricos: las guerras de las Cruzadas (Siglo Xl y Siglo Xlll), más acá, el Siglo XlX y Siglo XX, las erráticas y arbitrarias construcciones nacionales en el Medio Oriente de parte de Occidente, y así justificarlo con sus orígenes teológicos e históricos, es decir, “su patrimonio genético”. Difícilmente sus mensajes engañan. Mensajes que guardan inequívoca distancia de la exégesis cristiana (institucionalizada en el amor y perdón), o bien de la riqueza filosófica del Budismo “en su búsqueda de la Iluminación y el desarrollo de la conciencia personal”. En tanto el cristianismo convoca energías para la reconciliación entre sus diversos credos, practica el diálogo interreligioso especialmente con el Budismo y el Judaísmo, a tiempo que se acerca a la China Comunista y participa en la ejemplarizante reconciliación de los Estados Unidos de América y Cuba; al otro lado, en el Islamismo cobra mayor fuerza el extremismo y el fundamentalismo religioso, “que es sobre todo enemigo de Dios” (Papa Francisco, 2014), materia fecunda de “la tiranía del poder”, el terrorismo y del odio contra la civilización occidental, antivalores que además de deshonrar al ser humano, todavía peor, comienzan a cobrar fuerza en los árabes musulmanes y musulmanes no árabes. “La unidad de la contradicción” contemporánea está lejos de la rivalidad ideológica entre capitalismo y comunismo, que abrigó la Guerra Fría. En términos históricos y dialécticos, todo hace presumir que será materializada en este Siglo por la cultura occidental y el Islamismo (anacrónico y agresivo), el peligro es que el antagonismo (ideológico - religioso) llegue adoptar el carácter de ley social o un comportamiento duradero en el escenario internacional. La cultura occidental está llamada a “favorecer sus cualidades”, riqueza y potencialidad. Expresaba el Papa Francisco que en estos tiempos existe un mundo en rápido movimiento, interconectado y global; - todavía mejor - en razón de los avances de las tecnologías de información y comunicación. Los desarrollos científicos y tecnológicos como tales pueden facilitar el proyecto de «globalizar» de modo creativo y humanista “la multipolaridad” cultural que a Europa y a América distinguen, al cabo que, como método histórico, también gana fuerza de atracción e influencia en el Asia Pacífico y en algunas sociedades africanas. Particularmente, por simple cálculo o cobardía, abandonar en la lejanía al Medio Oriente, a que se auto destruya, en la cultura “del relativismo totalitario”, dominado por regímenes oprobiosos y corrientes oscurantistas, que deshonran “la trascendencia” del ser humano, ello significará un yerro histórico y antropológico. Usando el lenguaje del Papa Francisco para otros contextos sociales, es como decir que, “sin esta solidez” de honrar la dignidad y las libertades básicas de todos los seres humanos - sin excepción -, “se acaba construyendo sobre arena”, cualquier proyecto global de humanidad hacia el futuro. En fin, tengamos presente también lo absurdo de hacer una separación - teórica y práctica - entre política y religión. Ronald Obaldía González (Opinión personal).