jueves, 31 de diciembre de 2020

HÍBRIDOS DENTRO DE LA GLOBALIZACIÓN, EN SIMULTANEIDAD CON EL CORONAVIRUS Autor: Ronald Obaldía González

 




HÍBRIDOS DENTRO DE LA GLOBALIZACIÓN, EN SIMULTANEIDAD CON EL CORONAVIRUS
Autor: Ronald Obaldía González
Un buen número de observadores atribuyen al Presidente estadounidense Donald Trump la conexión lógica entre la retórica antidemocrática, autoritaria, divisiva, luego la difusión por las megaplataformas de redes de informaciones masivas, pero falsas y “descabelladas”, contra las elecciones nacionales y sus mecanismos de certificación - todo ello pertinente a él -, y lo concerniente a haber llegado a empoderar las autocracias “enérgicas” de China, Rusia, Corea del Norte, Nicaragua, Venezuela, al igual que los regímenes iliberales, entre ellos, los de Filipinas, Turquía, Hungría, Polonia, Brasil, El Salvador, entre otros.
En el mismo orden de las conexiones lógicas, fundadas en hechos recientes, el connotado politólogo Francis Fukujama plantea la tesis del enlace existente “entre las respuestas deficientes a la pandemia y el populismo”, una reacción patológica, desprendida de los populistas sean de derecha e izquierda, a saber, López Obrador, Daniel Ortega, Jair Bolsonaro y el mandatario saliente Trump, entre otros. Ocurre porque a los (infalibles) líderes populistas, quienes se obsesionan en preservar el poder a como dé lugar (Katharina Pistor), les complace “presentarse como figuras carismáticas, quienes representan al pueblo y prefieren no dar malas noticias”, si es el caso reprimen los medios de prensa.
Renuncian “a decirles a sus seguidores que tienen que vivir y aceptar cosas desagradables, como respetar la cuarentena o la distancia social”. Por eso, dichos personajes fueron tan renuentes a tomar medidas para combatir la pandemia. Ellos bajaron el perfil de la pandemia, afirma Fukujama. A modo de “posverdad”, Donald Trump, a su vez, afirmaba que “la enfermedad era una exageración”. En cambio, el testimonio de la verdad se proyecta en las miles de personas que desafortunadamente perdieron la vida.
LAS FALLIDAS ACCIONES INSURRECCIONALES Y EL INTENTO DE GOLPE DE ESTADO a cargo de los fanáticos ultraderechistas, hipernacionalistas, supremacistas blancos, neofascistas y de los “teóricos” de la conspiración, seguidores de Trump, puestos en evidencia, a raíz de los violentos e impensables hechos del pasado 6 de enero en el Capitolio en Washington, se adicionan al eslabón de las corrientes mesiánicas populistas.
Corrientes que, casi al finalizar el Siglo XX, han cobrado un peligroso auge en casi todas las latitudes del planeta, con mayor reiteración en América Latina, cuyo discurso confrontativo, su carga emocional como irracional, afín al autoritarismo y “el poder directo” (Francis Fukujama), se dirige a reclutar e incitar las descontentas masas de gente, cuando el sistema social y las instancias del poder llegan a distanciarse de sus expectativas de calidad de vida, en simultaneidad con la casi total desconfianza y rechazo que les ha despertado la clase política y las élites económicas.
Asimismo y a nuestro entender, es fácil detectar otra variedad de populismo, cercano a la realidad estadounidense (también de Europa), esta vez enarbolada bajo el mandato de Donald Trump. Lo secundan principalmente los millones de ciudadanos blancos anglosajones, sus “fieles” partidarios ("Make America Great Again"). 
Esta mayoría ha estructurado una psique social, la que rechaza abiertamente la globalización, así como la reconfiguración del tradicional Estado de la Unión Americana. La cual tiende a introducir de forma gradual cambios en los patrones psicosociales y esquemas culturales, económicos, políticos - electorales, además de las variantes étnicas. Todo lo cual supone “reales” amenazas que enfrentan los grupos hegemónicos (los blancos), decididos a sobreproteger la identidad del colectivo social (los violentos “Proud Boys”), históricamente dirigente dentro de la Unión, cuya fuente de poder descansa en los principios “del Destino Manifiesto”.
De acuerdo con los reportes del Departamento estadounidense de Seguridad tales extremistas constituyen “el peligro más mortífero” contra la cultura cívica y política, los procesos electorales y el Estado de derecho. Lo demostraron el pasado 3 de noviembre. Asimismo, en la categoría de agresividad y riesgo se ubican los contestatarios grupúsculos anarquistas, radicales de la izquierda, los llamados “Antifa”, enemigos de los racistas blancos; lo mismo que el movimiento afroamericano “Black Lives Matter”, quien ha escalado a nivel nacional por sus manifestaciones violentas después de la fatídicas muertes de dos afroamericanos en el 2014, la de George Floyd (mayo, 2020) a manos de la policía estatal de Minesota.
EL PARTIDO REPUBLICANO (GOP) EN LA PICOTA. En este escrito nos abstendremos de ahondar en los móviles e innumerables detalles, acerca del estallido de la subversión de los resultados del proceso electoral, llevado a cabo en los Estados Unidos de América, en tanto que de ellos la opinión mundial se ha informado en todos sus extremos. Los medios y las redes sociales nos han atiborrado de noticias y comentarios, relacionados con tal atípico y repudiable episodio, inmerso en la sinuosa y controvertida Administración de un gobernante histriónico, perteneciente al Partido Republicano (GOP), quien tampoco podrá negar su complicidad, se abstuvo de silenciar las diatribas de Trump y sus secuaces.
Dicha denominación política, la cual, con semejante turbulencia y acontecimientos violentos alrededor del Capitolio, habrá de arrastrar severas y duraderas perturbaciones, hasta avizorarse el riesgo de las divisiones internas, tanto por el accidentado fracaso electoral de Trump, como la frustración del GOP en el Estado de Georgia, en donde salieron derrotados los dos candidatos suyos al Senado de la Unión.
Permítanos plantear que el asalto al Capitolio por parte de extremistas blancos de ultraderecha, descontentos con los resultados del proceso electoral del 3 de noviembre del 2020, lleva penosamente a aproximar los Estados Unidos de América – tampoco se escapa de la diferenciaciones sociales – a las vergonzosas tragedias de rupturas constitucionales y abusos de poder, padecidos con frecuencia por las naciones meridionales: las rezagadas del planeta, tómese en cuenta nuestro subcontinente latinoamericano y caribeño, en donde los demagogos y populistas en varios países continúan pervirtiendo los postulados y los procesos de la democracia liberal y sus instituciones vitales.
Al inicio manifestamos que los delirios de Trump y el aferramiento al poder dotado en la Casa Blanca – esta vez disuadido por el Estado de derecho - , llegaron a empoderar los dictadores y los operadores políticos “iliberales”. Esta vez, él les ha hecho un obsequio a los tiranos de Venezuela y Nicaragua, entre otros, al restar valor y credibilidad a los procesos electorales de la Unión Americana.
De ahí, la continuación de los Estados policiales y los fraudes electorales que habrán de fraguar los desgobiernos de Nicolás Maduro, y al que Daniel Ortega se apresta en noviembre de este año, en la textura del cierre definitivo de los reducidos espacios de independencia, democracia y libertad que aún quedan. Ambas dictaduras de la región, falazmente de izquierda, cuyas atrocidades las encubre dicha tendencia política (Francis Fukujama), llegaron a ser tan corruptas, represivas y sanguinarias, así también “patrimonialistas”, como las derechistas dictaduras militares de las décadas pasadas.
Hay que prevenir y contener la escalada de las autocracias en América, de lo cual Trump hizo gala. Pero, le habrá de costar bastante caro, tanto dentro del Partido Republicano (ya lo arrinconó); más todavía, tras el desenlace de las investigaciones y el juicio político (impeachment), llevados a cabo en su contra por el Senado en Washington, a causa de haber incitado a los grupos antisistema, ultraderechistas, a una insurrección contra el Capitolio.
ACUMULACIÓN DE FENÓMENOS INTERNACIONALES Citamos en comentarios pasados la irrupción del hipernacionalismo racista, cuya expansión se avizora, marcha en varios países de Europa. También hicimos referencia al aislacionismo de Donald Trump, quien contrarió el orden internacional de carácter liberal, al tiempo que debilitó la política diplomática de Washington de erigirse en el guardián de la democracia (Jesús del Toro). Las recientes atropellos sediciosos frente al Capitolio hablan por sí solos. Hay que hacer hincapié en que hemos venido arrastrando los efectos de las crisis ambientales y los desastres, producto del calentamiento global, así como las turbulencias financieras.
En el 2020 hubo de insertarse la pandemia del coronavirus (“el virus chino”, según Trump), al cabo que se transformó en uno de los factores de la creciente rivalidad entre la dupla de China y Rusia frente a los Estados Unidos de América, en particular en los meses previos a la elección presidencial de noviembre en los Estados Unidos. Todos ellos, constituyen efectos desestabilizadores – las negociaciones diplomáticas pierden fuerza -, como si las triples conmociones: las sanitarias, las socioeconómicas - la pobreza y las deudas externas de los países - y la geopolítica estratégica fueran menos amenazantes (Joschka Fischer), en lo tocante a hacer disfuncional la seguridad y los equilibrios del sistema internacional.
En medio de la aguda recesión económica y la contracción del comercio global, en especial, la devastación de la actividad del turismo, la pérdida de millones de empleos, esto provocado por la emergencia sanitaria, suponemos que la Administración de Joe Biden, un hombre decente, honorable y racional (Jeffrey D. Sachs), perteneciente al Partido Demócrata, habrá de adoptar “una mentalidad internacionalista” (Kaushik Basu), mediante la cual encuentre centrar su atención en las organizaciones globales, entre ellas, las del Sistema de las Naciones Unidas (ONU), al impulsarlas a cumplir su rol de gestoras de la paz, del desarrollo humano sostenible y en lo correspondiente a poner fin a la pandemia del Covid – 19.
El Presidente electo Biden acaba de prometer el retorno de Estados Unidos de América al Acuerdo de París (diciembre, 2015), cuyo objetivo medular es el reforzamiento de la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, para combatirlo, “y acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono”. Lo cual podrá correr paralelo a la restauración de la política doméstica estadounidense, la reconciliación bipartidista y entre los sectores políticamente opuestos, reconstruyendo y adecentando otra vez el estatus de ese poderoso país, al involucrarlo, a pesar de sus imperfecciones, en la solución multilateral y pluralista de los males globales (Kaushik Basu) – de manera prioritaria - , mediante la acción cooperativa, solidaria y compasiva, lo cual representa lo ético y políticamente correcto.
A la vista se cuenta con una estrategia disponible en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), establecidos por las Naciones Unidas (ONU) en el 2015, que expresan las metas económicas, sociales y ambientales con las que se han comprometido todos los países para el 2030 (Zia Khan y John W. McArthur). Los Estados Unidos de América, la Unión Europea, las naciones desarrolladas del Asia están llamadas a ser un firme bastión, al alentar “la creación de alianzas públicas y privadas para reestablecer el equilibrio entre la humanidad y los recursos de la naturaleza”.
EL ROL DEL ESTADO ESTRATEGA Y PROTECTOR cobró otra vez relevancia frente a la etapa tumultuosa del coronavirus, tanto en América como en el resto de los continentes, víctimas de la disminución de la actividad económica y comercial. La aparición de la enfermedad, al mismo tiempo hubo de agravar las brechas sociales que ya prevalecían (Sabina Alkire y Juan Manuel Santos).
Los habitantes del planeta se han dado cuenta del rol primordial que deben cumplir los sistemas de salud, casi a modo de cruzada, en el tanto haya un Estado (democrático – liberal), quien asuma responsabilidades de proteger a la gente, particularmente la de reducir sus privaciones en los niveles de vida.
En esta línea, el Estado “blando” - diferente al devoto de la austeridad - atrae la atención de las obligaciones que le corresponde a las colectividades nacionales, en lo que respecta a la seguridad, la convivencia, el aprovisionamiento de agua y alimentos (Nadia Calviño), en cuenta el cumplimiento de los protocolos y medidas sanitarias.
Cabe destacar que hasta ahora múltiples Estados han ejecutado, en medio de la emergencia global, una gama de políticas de respaldo presupuestario, a pesar de las implicaciones en los déficits hacendarios. Los Bancos Centrales han mantenido “a flote las economías (locales), inyectando liquidez” a las unidades empresariales y las familias perjudicadas a causa del desempleo; han sostenido tasas de interés “al mínimo” dentro de los planes de estímulos a la reactivación y la reinvención de los sistemas productivos.
Porque la figura del Estado se ha reconstituido en medio de la actual pandemia, esto nos impone perfeccionar la visión y el desempeño de la economía de mercado, ella por sí sola será incapaz de ofrecer respuestas viables a las fracturas sociales y económicas de la fase postcovid.
El Estado habrá de adherirse siempre a los fundamentos de los derechos humanos, así como fomentar relaciones pacíficas y fecundas con la comunidad internacional, en lo correspondiente a enfrentar la pobreza estructural, los desbordamientos migratorios, las secuelas del cambio climático, los desastres o las crisis humanitarias, las pandemias y las enfermedades, al igual que el terrorismo y el crimen organizado transnacional, éste responsable de violentar y erosionar los fundamentos éticos y políticos de los Estados nacionales.
Con miras a los progresos en la recuperación de los mercados laborales a causa del coronavirus, así como en la contención de los desequilibrios y los desajustes sociales y económicos, de las desigualdades regionales (urbana y rural) al interior de los países, se requerirá tanto del compromiso del Estado, como de la efectiva solidaridad de los niveles sociales superiores, de las organizaciones empresariales, los donadores internacionales así como de los activistas de las sociedades civiles (Sabina Alkire y Juan Manuel Santos).
LATINOAMÉRICA Y EL CARIBE se ha caracterizado por el autoritarismo, la sobreviviente desigualdad desde los tiempos de la Colonia y la Independencia, lo que ha implicado la disparidad de poderes, la injusta distribución de la riqueza y de activos, materializada en el acaparamiento de las tierras, el fenómeno de mayor notoriedad y conflictividad (Luis Felipe López Calva).
En esta ocasión nos interesa hacer comentarios acerca de nuestro subcontinente, nuestro mundo inmediato, tan frágil y lastimado por la propagación de la enfermedad del Covid-19. La enfermedad, que según la CEPAL, posee la responsabilidad de que el Producto Interno Bruto (PIB) de la región caiga en menos 7.7% en comparación al año del 2019; que el desempleo alcanzara el 31,2%, por lo que se calcula que la relativa recuperación podrá lograrse hasta el 2024.
Lo primero es que los alarmantes retrocesos políticos en Latinoamérica producirán eco en la posposición de los compromisos profundos y permanentes frente a la superación del desgobierno. Se retardará “el progreso económico y social de cada sector de las naciones (Zia Khan y John W. McArthur), cuando en realidad los objetivos de la gobernabilidad y el desarrollo humano sostenible se hacen imperiosos, en función de reducir de manera categórica la desigualdad en la distribución de la riqueza, la brecha digital, así también el “revertir el azote de la degradación ambiental” - causante de “los desastres meteorológicos y relacionados con el clima” - . En el entendido que la dignidad de las personas, la cohesión social, la conectividad digital, la salud - “la atención médica y la vacunación universales” -, la educación de los niños y los jóvenes, así también la descarbonización del sistema energético en aras del bienestar del planeta están indisolublemente entrelazados (Michael Froman).
En este anormal periodo histórico, que obliga a la adopción de políticas previsoras, prácticas y equitativas (Alkire y Santos), América Latina tiene pendiente el compromiso de ocuparse de la modernización de los Estados Nacionales, con la mente puesta en lograr que su desempeño concuerde con las exigencias de la lV Revolución Industrial, en particular con el impulso de la tecnología digital y las variedades de “industrias tecnológicas dinámicas”.
Por esto mismo, los aparatos burocráticos, de por sí costosos, dispendiosos, resistentes al cambio, tienen que alcanzar eficiencia, productividad, competencia probada en función de la puesta en perspectiva de la gobernanza democrática y pluralista, así como en la prestación de servicios públicos de elevada calidad.
En este objetivo constituye una prioridad el perfeccionamiento de los sistemas de selección de los servidores públicos, es fácil comprobar los insignificantes aportes al funcionamiento de las organizaciones públicas, proporcionado por un considerable número de trabajadores, lo cual perjudica a la sociedad en su conjunto. Tales irregularidades se agravan ante los cargados privilegios remunerativos y ventajas excesivas, implementados a favor de dicho segmento de funcionarios, costeados por los presupuestos estatales, por lo que se prolonga la reproducción de las anomalías sociales, inherentes a la desigualdad entre los distintos conglomerados nacionales.
En este sentido, no pocos teóricos aducen que los aparatos burocráticos en América Latina, quienes además de su incapacidad en la gestión tributaria, tienden a convertirse en un serio retroceso y obstáculo a la modernización social, a causa de la vigencia de instituciones superfluas e indolentes, que despilfarran los recursos. Aparte de la prevalencia de ataduras legales, la fastidiosa tramitología, el inmovilismo institucional, entre otras disrupciones, que las estructuran; todo lo cual opera como contrapeso a la creatividad, la innovación y el desarrollo, lo cual desincentiva las alianzas públicas y privadas. Mediante esta última modalidad, bien se podría mejorar la prestación de servicios públicos y multiplicar la inversión en las obras de infraestructuras en el contexto del Covid-19, entre una diversidad de emprendimientos.
Lo antes dicho se justifica, por cuanto los Estados nacionales se ven sumamente limitados y sometidos a presiones populares, a causa de los déficits en las finanzas gubernamentales, el bajo crecimiento de los sistemas productivos y la inversión, el incremento del desempleo y la informalidad laboral, la reducción del consumo. Igualmente, constituye un lastre lo relacionado con el pago de las obligaciones con las deudas públicas (en particular la externa), en algunos países se avizora el “default”. Lo que conlleva que las agencias internacionales de riesgo degraden las calificaciones de los países en dificultades (o insolventes), al cabo que ni se inmutan en ignorar los impactos negativos de la pandemia en las finanzas y las economías de ellos (Luis Paulino Vargas Solís).
ALTERNATIVAS POSITIVAS. Narciso Casado, secretario permanente del Consejo de Empresarios Iberoamericanos (CEIB) acaba de exponer su punto de vista acerca de las fortalezas acumuladas por América Latina y el Caribe, las cuales habrían de contribuir a sortear sus propias desigualdades estructurales. Antes de proceder a detallar algunas de ellas, hemos llegado a la convicción de que dentro de un pragmático proyecto de cooperación Sur – Sur podrían perfectamente calzar, a manera de híbridos, las recomendaciones de Casado, habida cuenta que los países meridionales (entre ellos los de nuestra región) poseen un denominador común. Ellos ostentan la tierra con mayor biodiversidad, agricultura, copiosos recursos naturales; más riqueza hídrica, cultural, deportiva, gastronómica, turística (Casado, ídem), entre otras ventajas, destinadas a consolidar los mercados laborales.
Los activos de nuestro subcontinente, incluida la diversidad étnica y cultural, sumados a la resistencia y la fortaleza propia de los habitantes de esta latitud, los encontramos además en el Asia, África, en la misma Oceanía. Sus colectividades nacionales se muestran destinatarias y habilitadas en la dirección de formarlas como capital humano, por la vía de los sistemas educativos tanto formales como informales. Serán ese escudo que les permitirá a las naciones en vías de desarrollo a enfrentar los desafíos tales como el atraso económico, las bajos ingresos, la pobreza - la raíz de las desigualdades -, así como los impactos de la pandemia del Covid-19.
A favor de ellas será primordial hacer una gran inversión en el área de la conectividad digital, - el silencioso e imprescindible protagonista de la respuesta global frente a la pandemia (Jeffrey Sachs) -, con tal de facilitar el cierre de las brechas socioeconómicas.
Al calcar el planteamiento del alto ejecutivo de la CEIB en aras de la superación del coronavirus, el modelo de cooperación entre los continentes meridionales ofrecería garantías a la agenda de la integración, cobrarían relevancia las cadenas intercontinentales de valor; se fomentarían el comercio, las inversiones intrarregionales e interregionales, las energías renovables; así como las transferencias del conocimiento científico y tecnológico, en cuenta la producción y la universalización del uso de las vacunas y los tratamientos médicos, a bajo costo. Anclados estos propósitos multilaterales en el método de las mejores prácticas y reformas.
En razón de lo anterior, hasta se posibilitaría la instauración y la puesta en funcionamiento, para exclusividad del ámbito geográfico meridional, de una institución homóloga a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), cuyos cometidos apenas se circunscriben a los Estados de elevados ingresos.
Siguiendo con el fondo de las tesis de Casado, coincidentes con un posible esquema de Cooperación Sur – Sur , tampoco desmarcado de los bloques de naciones desarrolladas, vale denotar que allí habría cabida para la consolidación de la gobernanza democrática, basada en instituciones públicas robustas, confiables y eficaces, de tal suerte que sean idóneas para llevar a cabo la misión y las reglas de actuar y producir, acorde con el bien común y los intereses de las colectividades nacionales.
Hemos viajado por el optimismo, ahora pasamos al reclamo. Y es que en el mundo en desarrollo (las naciones meridionales) hay un marcado déficit de voluntad colectiva, carácter y determinación; los urgentes y útiles comportamientos positivos, los cuales debe disponer la humanidad con miras a superar el atraso socioeconómico, los estremecimientos políticos, la pobreza estructural y la devastación ambiental.