viernes, 28 de octubre de 2016

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA: EN LAS MANOS “DEL ESTABLISHMENT” O DE LA CONTRACULTURA.

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA: EN LAS MANOS “DEL ESTABLISHMENT” O DE LA CONTRACULTURA.
En los pasados comicios generales de los Estados Unidos de América, los cuales dieron origen a la reelección del Presidente Barack Obama, se vaticinó la quiebra de la maquinaria ideológica y electoral del Partido Republicano, el Gran Partido Viejo (GOP, siglas en inglés), quien junto con el Partido Demócrata constituyen las dos denominaciones predominantes en la escena política.
Aquella premonición descansaba en las divisiones internas y la aparición del movimiento ultraconservador del Tea Party, cuyo mensaje removió las bases tradicionales. Antes, a finales del ciclo presidencial de Ronald Reagan, había salido a relucir la renovada tendencia, trabajada por los derechistas republicanos, con tal de ofrecer un giro político, esa vez hacia el centro, y así conquistar el apoyo de los sectores medios y moderados, además de las minorías étnicas. Sin siquiera perder su naturaleza conservadora, con la estrategia, relativamente populista, se procuró construir una plataforma ideológica, en la que se hacía referencia a “la tolerancia, la inclusión y la multiculturalidad. A esta propuesta se le denominó "Conservadurismo Compasivo".
La plataforma la retomó parcialmente el Presidente George Bush (hijo). Las consecuencias del colapso financiero con el cual concluye su gestión, la hizo desfallecer; más aun, en medio de los reveses frente al peculiar y potente candidato afroamericano Barack Obama. Al tiempo, que hubo todavía quienes se mostraron escépticos ante el supuesto resquebrajamiento del Gran Partido Viejo, la formación de los grandiosos Abraham Lincoln, Richard Nixon y del propio Reagan.
Dicho sea verdad, el supuesto del desmembramiento ha ido cobrando otra vez fuerza, al pronosticarse la consumación de “ la oleada electoral” (Elizabeth Drew,2016) contra el candidato republicano Donald Trump. La inminente derrota - lo predicen las principales encuestas - , de la cual el magnate sería objeto, posiblemente; de paso, sería el tercer tropiezo sucesivo de los Republicanos, cuya base electoral, en esta ocasión, la conforman, en gran parte, hombres blancos de la clase trabajadora (Marc Bassets, 2016).
Igualmente, a Trump lo perjudicó el desteñido desempeño en los recientes tres debates, junto a Hillary Clinton, la candidata del Partido Demócrata, la bien formada, experimentada, genuina representante del “establishment”, en otras palabras, de la reproducción del bipartidismo tradicional. En medio de ellos lo desenmascararon. El republicano dio a conocer su sobrecogedora y baja educación política, la incitación a la violencia, así también la carencia de arrestos como estadista; puesto que figura como aquel multimillonario, medio tramposo, “sin ninguna experiencia en el servicio público, en política, o en el Ejército”.
Asimismo, en los debates la señora Clinton retrató a su oponente republicano como aquel “sin temperamento adecuado, para ser comandante en jefe”, dadas sus “bravatas” (sin precedentes en otros candidatos), respecto a la política internacional, y el perturbado panorama, del cual son autores las diversas potencias regionales, tales como la China Popular y sus conflictos fronterizos con sus vecinos en el océano Pacífico; la Rusia de Putin, armada hasta los dientes, asediando a Ucrania y aliándose con Irán en la defensa del régimen opresor de Siria (Mark Leonard, 2016); la Unión Europea, golpeada por el Brexit. Todos esos sujetos claves de la comunidad internacional que efectúan cálculos, permanecen a la expectativa acerca del desenlace de las votaciones en “el coloso del norte”, el habitado por más de 300 millones de habitantes, donde disminuye, significativamente, la cantidad de gente blanca (Alan Schroeder, 2016).
Los comentaristas en sus pronósticos extraen severas conclusiones del alejamiento de los principales líderes frente al candidato (casi en orfandad); así también, subrayan las discrepancias entre ellos, referente al respaldo o no de únicamente a los aspirantes republicanos a la Cámara de Representantes y del Senado en el Congreso, lo cual hace suponer efectos de mayor envergadura. Casi letales.
Es decir, supondría, lo que se teme, la desaparición del Partido Republicano, a partir de la estocada final, proveniente de la derrota del insólito y “estrafalario” Trump, el líder de la "contracultura" republicana: el enemigo de la liberalización y la apertura del comercio internacional y de los tratados de libre comercio, defensor del proteccionismo y del aislamiento; quien niega la realidad del cambio climático; “minusvaloriza” el peligro de las armas nucleares. El que tuvo el colmo de desvirtuar el proceso electoral, un pilar de la única superpotencia y de una democracia, la estadounidense, que se presenta como prototipo para el resto del mundo. En sus exabruptos del tercer debate, y hasta hoy, el magnate ni se inmuta: continúa exponiendo su falta de compromiso, en cuanto a respetar el resultado final de la votación presidencial.
Teñido de racismo y xenofobia, Trump señala a la migración como una especie de enemigo interno de la nación, una manipulación similar a la del antiguo nazifascismo. Enseguida, amenaza los “bad hombres” - el muro fronterizo con México y el rechazo a los musulmanes representan las fórmulas idóneas - ; admira a líderes autoritarios, entre ellos, al sirio Bachar el Asad, nada menos que al presidente ruso Vladimir Putin, sancionado por Barack Obama y la Unión Europea, a raíz de la agresión del Kremlin a Ucrania, en cuenta la invasión a Crimea.
Unido al comportamiento nada ortodoxo del Trump “bocafloja”, pesan sobre él hasta acusaciones de misoginia - los ataques a Hillary Clinton lo relevan de pruebas - , o bien el hostigamiento sexual contra once mujeres. Con todo, llegó lejos, al derrotar a connotados aspirantes presidenciales de la casta republicana; aunque ponga a meditar a los expertos sobre el futuro y el grado de la calidad de la cultura política de los posteriores comicios, tras la atípica experiencia que acaba este 8 de noviembre (Schroeder, idem). La cual, por su parte, evidencia el desencanto de un amplio sector de los estadounidenses que responsabilizan al libre comercio de colocarlos en una posición económica desventajosa, al perderse empleos, según ellos, un argumento extendido en los países ricos (Bjorn Lomborg, 2016); pretexto útil del populismo.
En el caso particular de los estadounidenses, el colapso financiero mundial del 2008 continúa siendo un trauma para la mayoría de los votantes. Ciertamente, el gobierno “salvó a los banqueros ricos”, cuya ruina era inminente. En cambio, se hizo casi nada por “favorecer a los millones de estadounidenses comunes y corrientes que perdieron sus empleos y viviendas”. Simboliza, como lo apunta el reconocido economista y Premio Nobel, Joseph E. Stiglitz, que el sistema no solo produjo “resultados injustos”, sino que parecía estar amañado para producir dichos “resultados injustos”. Al cabo, que de ese malestar, es Trump, quien ha sacado provecho político, aunque él sea de los beneficiados de la dinámica de la globalización. De hecho, exportó parte de sus negocios a la nación del “Oso ruso”, al tiempo que “contrata a trabajadores indocumentados para la construcción de sus edificios y hoteles”.
Al magnate - quien se abstiene de pagar impuestos - le atrae la modalidad de la economía del goteo (trickle down effect). Opta por una dosis de ella, la cual acarrea las reducciones de impuestos, destinadas casi en su totalidad a las corporaciones y a los estadounidenses ricos (Stiglitz, ídem). Los resultados son además inciertos para los propios asalariados. Y la probabilidad de causar mayor división y desigualdad social, llegaría a ser bastante elevada. Una brecha que el Presidente Obama procura estrechar con sus políticas sociales (Obamacare) y tributarias, interconectadas a un positivo rendimiento económico, “recuperado gracias a un plan de estímulo presupuestario y monetario de largo alcance del gobierno”, en el cual sobresale la disminución de los riesgos y el desempleo, estacionado apenas en un 5%.
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A estas alturas cuando redactamos este comentario, será difícil un giro radical en las encuestas, tal que se modifique la tendencia de la campaña, proclive a la señora Clinton. Se enrumba por ahí el comportamiento de algunos Estados péndulo (“swing states”), los cuales han votado por un partido o el otro, en las últimas décadas (BBC, Mundo).
Hay que tener en cuenta que los dos candidatos (Clinton y Trump) provocan en el público más rechazo que adhesión (Bassets, ídem). No obstante, el afamado opinólogo estadounidense, Mark McKinnon, comparte el sentimiento general de que no se puede dar a Trump por enterrado. Algún atributo posee al haber ganado las primarias del Partido Republicano.
En la acera del frente, para que Clinton salga derrotada - opinaba el opinólogo -, tiene que pasar “algo catastrófico externo”. Dada esta polémica elección, la mayor amenaza para Clinton podría ser la filtración de más comprometedores correos electrónicos, entre ellos, los WikiLeaks de Julian Assange, sean los de su computador privado en el periodo de Secretaria de Estado, los de un perfecto hackeo ruso; o bien el recrudecimiento de las sospechas acerca de las fuentes de financiamiento de la fundación Clinton, otra de los insistentes señalamientos del candidato republicano.
Tengamos fe. La sabiduría popular cuenta también en la política. Recordemos que tanto en el reino animal, como en la sociedad humana, Dios no le da alas al animal ponzoñoso.
Ronald Obaldía González (Opinión personal).

lunes, 24 de octubre de 2016

LA COSTA RICA QUE QUEREMOS: UNA PROPUESTA DE POLÍTICA EXTERIOR HACIA EL BICENTENARIO. GOBIERNO DE LA PRESIDENTA LAURA CHINCHILLA MIRANDA (2010 - 2014)






La Costa Rica que queremos Una Propuesta de política exterior hacia el Bicentenario.


Autores: Dr. Enrique Castillo Barrantes Ministro de Relaciones Exteriores y Culto. Msc. Carlos Roverssi Rojas Viceministro de Relaciones Exteriores y Culto, Coordinador. Dr. Walter Fonseca Ramírez Asesor. Lic. Ronald Obaldía González Asesor. Fachada principal del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.

http://www.rree.go.cr/files/includes/files.php?id=937&tipo=documentos


Nota:  señor lector, en caso de que se le dificulte abrir el link anterior, le recomendamos copiar el link, luego entrar al buscador, y por último péguelo en el buscador Google. Gracias.  

jueves, 13 de octubre de 2016

ACERCÁNDONOS A LOS APUNTES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL.

ACERCÁNDONOS A LOS APUNTES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL. La mejor forma de “nacionalismo” que una sociedad, en “comunidad cívica”, puede adoptar es el de precisamente prescindir de él. Resulta extraño lo dicho. Tampoco quiere decir que no amemos nuestra Patria. Pero, al tener presente las realidades en diversas latitudes del planeta nos damos cuenta que la razón, tal vez, estaría de nuestro lado. Da pena la subrayada intransigencia y persecución contra los flujos de inmigrantes y refugiados, quienes, por múltiples causas, huyen de sus países de origen, entre ellas, la violencia y la humillación. Según habíamos presumido, el testimonio de gente desarraigada, que había aspiraba a la libertad o tenía en mente la reconstrucción de sus vidas en otros destinos, apenas representaría un patrimonio de los tiempos de la Guerra Fría y de épocas atrás. El Siglo XXl, el de la Era transfronteriza del conocimiento y los incontenibles avances científicos y tecnológicos, nos ha engañado. Estuvimos pensando que los éxodos humanos quedarían superados. Por el contrario, ahora presentan múltiples y crudas facetas. Peor aún, la frecuente y lamentada respuesta de varias naciones receptoras, ha llegado a ser el rechazo, la discriminación, el odio contra los migrantes. A nuestro criterio, parte de las “emociones tóxicas“, este, un concepto descifrado por Enrique Umaña Montero - el reconocido psicólogo costarricense -, el cual nos ayuda a valorar el riesgo, encendido por un conglomerado de gente, quien deja abierto la sospecha hasta adónde podría desembocar al adoptar tales comportamientos ultra delicados y destructivos. La pretensión de emplear en nuestro comentario ese valioso argumento de “las emociones tóxicas” nos es útil para albergar serias preocupaciones, frente a la odiosa reacción, a través de las redes sociales, de un sinnúmero de compatriotas, alrededor de la racional decisión del Ministerio de Educación Pública de aceptar que en los centros educativos, poblados por niños de familias inmigrantes, específicamente, provenientes de Nicaragua, pudieran entonar el Himno Nacional de su patria natal. Afortunadamente, hubo un grueso sector de nuestra ciudadanía que contrarrestó, de inmediato, esas emociones xenofóbicas, que al desatenderse luego, pueden empeorar desde aquí el revivido y dificultoso panorama internacional, al cual los migrantes y los refugiados se ven arrastrados como víctimas. A la indeseada reacción que acabamos de citar, se suman las críticas de mala fe contra las novedosas políticas penitenciarias de María Cecilia Sánchez Romero, Ministra de Justicia y Paz, destinadas a fomentar, realmente, la rehabilitación de los privados de libertad, y de poner en práctica modos alternativos en torno a la ejecución de la pena. Tal que, dependiendo de las infracciones, la cárcel continúe siendo solamente aplicada a casos estrictamente severos. A veces carecemos de conciencia de lo que hablamos. Olvidamos que toda persona humana está expuesta a la comisión de un delito; las debilidades, los traspiés, las pasiones acompañan nuestra conducta: no hay tal “sociedad de dioses”, con sabiduría lo expuso Jean-Jacques Rousseau en el Siglo XVlll. Versión de las “emociones tóxicas”: las modernas diferencias entre clases sociales. Las reacciones egocentristas de los sindicatos y de otras reducidas élites, ejemplificadas en defender privilegios, ingresos exagerados y demás prebendas, obtenidas con base en su poder de influencia, y selectivos métodos de presión, constituyen una preocupante señal de trastorno social. Desinteresados de los desajustes financieros del Estado costarricense, causante de atraso económico y pobreza, dichos grupúsculos hacen gala de la mezquindad y la angurria, se apegan al statu quo, sin siquiera pensar en el bien común, en los segmentos sociales (sean empresarios, trabajadores, campesinos, organizaciones filantrópicas, minorías étnicas, etcétera), ajenos a las instancias y mecanismos de poder, fuente de tales injusticias, desigualdades e inseguridad. Con mayor sentido de responsabilidad, los medios de comunicación colectiva han de ser uno de los principales protagonistas de la construcción social. Empero, esos potentes aparatos y recursos informativos se autocomplacen en el camino de desmejorar. Acabo de leer la reflexión oficial de un medio escrito de nuestro país, con motivo de la celebración de sus siete décadas de fundación. En una de sus manifestaciones relata que como tal conserva, “entre otros valores, el de la inconformidad, que nos ha hecho protagonistas de infinidad de polémicas”. En lugar de “la inconformidad”, en caso de que fuera “un valor”, hubiera preferido que esa empresa periodística se refiriera “al valor de ajustarse a la verdad”: el superior de todos, y del cual ella repetidas veces se escapa, generando, entre otras cosas, desconfianza del pueblo frente a la institucionalidad democrática. Hay campo, también, para mostrar el optimismo. La cara amable de la Iglesia Católica costarricense - a diferencia de sus posiciones “duras” - en relación con las personas homosexuales, merece nuestro reconocimiento y aprobación. Estaremos distantes de ser cristianos y demócratas si somos intolerantes: ese mal contrapuesto a la sana convivencia, el cual a su vez desprecia el respeto a la dignidad humana. Ronald Obaldía González (Opinión personal).