jueves, 17 de junio de 2021

ISRAEL Y PALESTINA: ELEMENTOS PARA APROXIMARSE AL ESTUDIO DEL CONFLICTO. Autor: Ronald Obaldía González

ISRAEL Y PALESTINA: ELEMENTOS PARA APROXIMARSE AL ESTUDIO DEL CONFLICTO. Autor: Ronald Obaldía González El territorio de Palestina corresponde un área de de 27.000 kilómetros cuadrados, situado en el Medio Oriente asiático al oeste del río Jordán, antes conocido como Canaan, en los remotos tiempos que lo habitaron los cananeos y los filisteos (3000 – 2500 a C), quienes, justamente, dieron origen al pueblo Palestino. Ese espacio geográfico, en el que se había levantado la ciudad de Jerusalen, sagrada para judíos, cristianos y musulmanes. Luego al asentarse ahí los hebreos (nómadas), semitas también, conducidos por el padre Abraham, y al que volvieron procedentes de Egipto, al mando de Moisés, se iniciaron los ciclos de frecuentes disputas por posesiones de tierras, en medio de alianzas y antagonismos entre ellos mismos. Dichos reinos (en Palestina) fueron sucesivamente conquistados por Asiria, Babilonia, Persia, después quedó conquistada por Alejandro Magno, quedando entonces dominados por los griegos (332 a.C), después por los Ptolomeos de Egipto, además de Siria. En el Siglo l a.C el territorio palestino pasó a manos del Imperio Romano, más tarde a su brazo Oriental: Bizancio, cuyos poderes reprimieron severamente principalmente a los pueblos hebreos, que resistieron al nuevo invasor; en este mismo entorno histórico ya se había constituido un Estado judío, génesis de la religión Cristiana. La respuesta romana frente a las revueltas y rebeliones de los hebreos (judíos) consistió en las expulsiones masivas (Siglo 1 d.Cristo), sino las miles de crucifixiones (Guía del Mundo-Instituto del Tercer Mundo). En la primera mitad del Siglo Vll de nuestra Era, el dominio bizantino hubo de ser desplazado por los árabes islámicos, quienes unificaron los pueblos semitas, excepto los hebreos – judíos, si bien fueron objeto de los ataques de los cruzados cristianos y los mongoles en los Siglos Xl, Xll y Xlll. Posteriormente, el Imperio Turco Otomano tomó control del territorio palestino (1517), además de vastos territorios árabes, en donde mantuvo allí la hegemonía hasta el fin de la Primera Guerra Mundial (idem). Ciertamente, hubo cierta convivencia menos turbulenta entre judíos (minoritarios) y los árabes (mayoritarios) bajo la dominación y ocupación turco otomana, imperio que cometió el gravísimo error de respaldar a Alemania en la “Primera Gran Guerra”, decisión que las otras potencias occidentales, principalmente Inglaterra y Francia le cobraron bastante caro, hasta lograr la independencia de las tierras árabes, liquidando casi por completo la hegemonía del imperio turco. Esas potencias que comenzaron a dar cabida a la tesis de la instalación del Hogar Nacional Judío, bajo los términos de la controversial Declaración de Balfour (1917), sin perjuicio de los derechos civiles y religiosos de las comunidades “no judías”, existentes en Palestina (90% de la población en ese instante). La Declaración como tal o la tesis de los británicos del Hogar Judío, en cuya región ejercían un control total, la que desde un comienzo resultó completamente inaceptable a los líderes árabes islámicos del Medio Oriente, en cuyo caso dispusieron unirse en una entidad estatal superior, a fin de restablecer el antiguo imperio Árabe del Islam (idem), aprovechando la desaparición imperial otomana allí. En el Siglo XlX había estallado una ola antijudía en Europa, por lo que se inició el movimiento sionista - palabra que deriva de Sion, uno de los nombres de Jerusalén - , caracterizado por la ola migratoria (o éxodo) de judíos europeos - con elevados niveles de educación y especialización - , cuyo objetivo se centró en encontrar un lugar donde establecer la nación – Estado judío. Éxodo que activó el creciente, irrefrenable y exitoso programa sionista que hubo de llevar entre 1904 y 1914 a 40.000 judíos a asentarse en Palestina. Al cabo que procedieron a comprar tierras a los propios árabes nativos, la mayoría de ellas infértiles, las cuales fueron transformadas con conocimiento, ciencia y tecnología moderna por los sionistas judíos, quienes llegaron todavía más lejos con estas prácticas de las adquisiones de tierras, al trastocarse en décadas posteriores en ocupaciones de territorios o asentamientos, forzados principalmente en las diminutas regiones pertenecientes a la nación palestina: Cisjordania y antes la Franja de Gaza - gobernada por la radicalizada organización islámica de Hamas (Movimiento de Resistencia Islámico), aliada de Irán, la potencia chiita musulmana, por cierto, ambas manifiestamente archienemigas de Israel, tal que ni siquiera aceptan la fórmula de “Paz por Territorios”, que de algún modo habría de reducir los recurrentes escalamientos de la violencia. Los movimientos de la izquierda, la derecha, los ortodoxos y los ultraconservadores judíos israelíes hicieron causa común, hasta emplear las vías de hecho contra los palestinos y los árabes, en aras de hacer realidad en Palestina la proclamación del Estado de Israel, hecho consumado al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la partición de Palestina (Resolución 181). Con base en el texto resolutivo, el 14 de mayo de 1948 el pueblo judío proclamó el democrático Estado de Israel, por lo que al día siguiente estalló la primera guerra israelíe – árabe (Jordania, Siria, Líbano, Egipto, entre otras fuerzas árabes e islámicas respaldaron los palestinos), guerra en la que salieron perdidosos los árabes, al extremo que los judíos israelíes se apoderaron de un 40% más de territorio, del cual se le había otorgado en el plan de partición de la ONU. Asimismo, a raíz de la contundente derrota fueron expulsados más de 700.000 palestinos de sus hogares (idem), ellos debieron residir en las naciones árabes vecinas o en campos de refugiados, en condiciones de subordinación. El retorno de ellos a los hogares originarios resulta casi imposible, a pesar de que el 14 de noviembre de 1988, con el respaldo de más de 50 naciones, el Consejo Nacional Palestino, reunido en Argel, proclamara el Estado Palestino, tomando como fundamento la propia resolución 181 de Naciones Unidas de 1948, la cual dividía ese pequeño territorio del Medio Oriente en dos Estados: uno judío y otro palestino. Haciendo más escabroso el retorno de los palestinos, el extremista de derecha Benjamin Netanyahu, el primer ministro del Gobierno hebreo – y otros gobernantes en el pasado reciente - se ha dedicado, de modo imprudente y provocador, a expandir colonias de sus connacionales y de inmigrantes judíos provenientes de Rusia (tras el desplome de la Unión Soviética) en las tierras palestinas en Cisjordania, acciones ilegítimas resistidas por estos últimos, lo mismo que la provocación de disturbios en el curso de los Lugares Sagrados de los musulmanes y judíos. Una de las justificaciones de sus opositores en Israel, entre ellos la derecha, la izquierda, judíos, y entre el casi un millón árabes – israelíes, quienes en días pasados, en coalición en el Parlamento lograron acabar con el mandato suyo (de Netanyahu) de más de 12 años, todo lo cual podría allanar el camino hacia posibles acuerdos políticos entre judíos y palestinos (AFP; BBC NEWS), tal que el extremismo y el radicalismo de subrayados sectores tanto de palestinos como de judíos pueda ser marginado. Admítanos una ligera digresión. Los atropellos cometidos frente a ese pueblo, integrado principalmente por árabes, aunque se percibe a sí mismo como un grupo diferente entre las culturas “arabofónas”, habida cuenta de los orígenes familiares, han partido a la vez de sus vecinos árabes próximos. Hay que recordar que los propios palestinos, bien armados en la nación de Jordania del Rey Hussein, quien los había tildado de ser una inminente y real amenaza militar frente a la estabilidad del régimen monárquico, procedió a ejecutar la famosa masacre “del Setiembre Negro ” (1970), arremetida militar que provocó la eliminación de miles de ellos, lo que a la vez les limitó su infraestructura terrorista, a efecto de realizar ataques contra el territorio judío. Otro de los tragos amargos llegó a ser la masacre de Sabra y Shatila en el Líbano (1982) cuando hubo miles de víctimas, el cual se convirtió en otro de los capítulos de terror orquestados por el ejército libanés en complicidad con Ariel Sharon y otros militares hebreos, ello respondido en adelante por las Intifadas (rebeliones), las cuales han sido reprimidas fuertemente por los uniformados israelíes. En las posteriores guerras entre hebreos y árabes, especialmente en la Guerra de los Seis Dias (1967), los israelíes ocuparon todo Jerusalén, los Altos de Golán sirios, el Sinaí de Egipto y los territorios de Cisjordania y Gaza, cuyos pueblos precisamente sobreviven con el favor de la cooperación internacional. Y en la confrontación conocida como el de Iom Kippur (1973), en donde casi todas las naciones árabes se unieron, con tal de desaparecer a Israel como Estado, rescatar los Altos del Golán, al ella finalizar tampoco “significó un gran cambio en las fronteras hebreas” (Guía del Mundo-Instituto del Tercer Mundo). Las discordias militares y los antagonismos quedaron encasillados en la Guerra Fría, por cuanto los Estados Unidos de América, protectores todavía del Estado judío, identificaron reales amenazas frente a sus intereses geopolíticos, de seguridad y energéticos en el Medio Oriente en las corrientes del nacionalismo y el panarabismo lo suficientemente cercanas al expansionismo comunista de la entonces Unión Soviética. Para incendiar mayormente el conflicto árabe – israelíe, o llámese el conflicto de Medio Oriente, desde siempre movido por las viejas y las rígidas posturas árabes, tales como condenar el Estado de Israel y su declaración de “Jerusalén como su capital única e indivisible”; plantear la “No paz con la nación judía y el desconocimiento de ella”, rechazar además las negociaciones diplomáticas de cualquier envergadura, y la insistencia en “los derechos” de los palestinos en su propio país, en otro nuevo y complicado contexto hay que añadir que la región de Palestina quedó dividida en tres partes: los territorios ocupados por el Estado de Israel; la ribera occidental del Jordán (Cisjordania), que primeramente llegó a pasar a Jordania; y Gaza, que pasó a ser administrada por Egipto, ahora la controlan los islamitas. Mientras tanto los palestinos tampoco han renunciado a la vía militar, guerrillera y terrorista, por eso surgió en 1964 la clandestina Organización para la Liberación de Palestina (OLP), presidida por el vacilante líder Yasser Arafat (+), quien con frecuencia asestó algunos golpes a las fuerzas israelíes, los cuales, junto con “las Intifadas”, fueron incapaces de atentar contra el poder, la integridad y la dignidad del Estado de Israel. Ni siquiera lo han reducido los cuatro ataques contra el territorio hebreo - desde el 2008 hasta el último del 10 de mayo pasado - , fraguados por el radical movimiento fundamentalista islamico Hamas, en el poder en Gaza (AFP – GINEBRA), un movimiento terrorista, según Washington y la Unión Europea. Cabe recalcar que tanto Cisjordania – conducida por los (relativamente moderados) líderes seguidores del difunto Arafat - y Gaza, esta objeto de estrictos bloqueos económicos, aislamientos, la inaccesibilidad marítima de su gente al mar Mediterráneo, continúan gobernados, cada uno por aparte, por diferentes organizaciones políticas, enemigas entre sí, por lo que en la realidad funcionan dos naciones palestinas. Todo lo cual, ha llegado a torpedear cualesquier procesos locales o multilaterales de negociaciones para alcanzar la paz, teniendo presente las fallidas y entrabadas (o mejor dicho “estancadas”) Conferencias de Madrid (1991) y los Acuerdos de Oslo (1993) – lo mismo que las propuestas del 2000 del Presidente Bill Clinton en Camp David -, por las que se preveía la instalación de un sistema de autonomía limitada para los palestinos tanto en la Franja de Gaza, como en Jericó. Luego se abarcaría toda Cisjordania, al tiempo que se contempló el retiro de las fuerzas hebreas. Los extremistas palestinos (en especial Hamas y el pro-iraní Hezbollah), así como los ultraderechistas, los ultraordoxos y los colonos hebreos en los territorios ocupados, que sobre la base de los Acuerdos de Oslo se retirarían de allí junto al ejército, se encargaron de complotarlos. Igual desenlace experimentaron las negociaciones multilaterales en Londres (2003), apoyadas por Washington, Rusia, la Unión Europea y la ONU. Únicamente prosperó lo que llegó a ser el desalojo del ejército hebreo de la zona de Gaza, esto en 1994, “lo que puso fin a 27 de ocupación”. Más tarde, en el 2000, el ejército israelie abandonó los territorios meridionales del Líbano, donde están instaladas las bases militares de su otro enemigo los chiitas islámicos de Hezbollah - financiados por Siria e Irán, también enemigos acérrimos del pueblo hebreo -, con quien ha sostenido frecuentes enfrentamientos militares. Damos cuenta de una empobrecida y atrasada Franja territorial (Gaza), la cual opera a modo de “enclave palestino”, dirigido hoy por los extremistas musulmanes de Hamas, quienes violan los derechos humanos de su población, esta compuesta por más de dos millones de personas, sin duda un lugar densamente poblado (Carld Biltd); prevalecen las crisis humanitarias, de ahí arrancan los ataques con cohetes por parte de los terroristas (Carl Bildt). Es una Franja que también se distancia del plan multilateral de formar parte de la administración palestina, reconocida internacionalmente (idem). Tras los ataques terroristas contra Washington y New York el 11 de setiembre del 2001, los cuales imprudentemente contaron con la aprobación de la mayoría de los palestinos, eso originó una marcada aversión internacional frente las causas políticas suyas, en particular la creación del Estado Palestino, tanto fue que Israel adoptó medidas altamente represivas, de carácter antiterrorista, al impedirles la entrada al país a los trabajadores de esa nacionalidad. Se construyó un muro de contención en la frontera de Cisjordania; se agudizó la violencia propiciada por ambos bandos. Al mismo tiempo que se debilitó el liderazgo de Yasser Arafat a nivel internacional, en cuenta los frágiles contactos con el gobierno israelíe del duro de Ariel Sharon. Una demostración de lo anterior reside en el comportamiento político, diplomático y militar de varias potencias árabes del Medio Oriente, quienes orillaron de su agenda “la cuestión del Estado de Palestina con capital en Jerusalén Oriental”, en vista de las divisiones casi infranqueables entre la dirigencia política de Gaza y Cisjordania; la intransigencia y volatilidad de sus líderes alrededor de las negociaciones multilaterales de paz con el Estado hebreo; el alargamiento de la violencia, así como la afinidad de intereses entre no pocas fracciones palestinas con los Ayatollas de Irán, ésta una potencia (cuasi nuclear) temida por casi la totalidad de las naciones árabes, entre ellas Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, por cuanto sospechan de las ambiciones hegemonistas, subimperialistas y nucleares del régimen teocrático chiita (musulmán), quien tiene abierta injerencia en las guerras de Siria y Yemen. Lo antes dicho pone al descubierto la cercanía política de esos países (musulmantes) con el Estado de Israel, a fin de encontrar una potencial alianza frente a un enemigo común (Irán). El hecho que Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán decididieran formalizar relaciones diplomáticas con la nación judía, explica bastante bien el bajo nivel diplomática en el cual se sitúa la causa Palestina. Vale destacar que a la zaga han permanecido los acuerdos desventajosos en cuanto seguridad, migración y definición de fronteras contra Israel, desprendidos de la Cumbre Árabe, celebrada en el 2001 en Beirut, ellos resultan insignificantes. En la citada cumbre se había condicionado el reconocimiento de la comunidad árabe del Estado hebreo: siendo el de mayor discrepancia (irreconciliable), el que fuera admitida “la formación del Estado palestino con parte de Jerusalén como capital”. Ni el Presidente estadounidense George Bush (2005) con su plan “de Hoja de Ruta”, quien trató de retomar parte de lo de Beirut, pudo conseguir resultados favorables, a pesar de haber dirigentes moderados, en comparación con el inconstante Arafat (ya fallecido), en el Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, alojado en Cisjordania. La OLP de Yasser Arafat, quien tampoco se libró de enemigos internos, tales como los islamitas de Hamás, llevó a cabo acciones diplomáticas a nivel internacional, con tal de relativamente aproximarse a la nación judía y las potencias Occidentales, razón por la cual en 1974 la Asamblea General de la ONU la admitió como observadora, a la vez reconoció el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación e independencia (idem, Guía del Tercer Mundo). Arafat en un encuentro diplomático (1991) llegó a reconocer el Estado hebreo, por lo que fue objeto de inobjetables rechazos por parte de los árabes radicalizados. La ONU había adoptado la resolución por la que estableció que “el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”, la resolución se revocó luego en diciembre de 1991. Mientras que la OLP, menos aún, renunció a los llamados de acciones armadas y diplomáticas a fin de “liberar toda Palestina, incluyendo las fronteras internacionales del Estado de Israel, reconocidas antes de la guerra de 1967”, lo cual implicaba “borrarlo del mapa” – lo ejecutó sin éxito Saddam Hussein en la Guerra del Golfo Pérsico (1991) al lanzarle misiles Scud - y, en su lugar, se establecería el Estado palestino independiente, en cualquier parte del territorio liberado (idem). Las tesis extremistas de la OLP, también las de una buena mayoría de las naciones árabes, habían sido minimizadas ante el Acuerdo de Paz en Camp David, suscrito en 1977 por Egipto e Israel, este último se comprometía a retirarse de la península del Sinaí. Sin embargo, los asentamientos, las apropiaciones de tierras palestinas continuaron aumentando, lo cual ha significado la complejidad de la más alta tensión en los territorios ocupados, y que, desafortunadamente, originó la última escalada sangrienta de este año. Ciertamente, resulta demasiado cruda la realidad del pueblo palestino, casí descartado en los años recientes por sus congéneres árabes. Cabe hacer mención que ese mismo pueblo hubo de ser objeto de vejaciones y atropellos, a manos de los propios árabes, a veces con la complicidad de las fuerzas hebreas. En nuestros escritos evitamos hacer preguntas. Esta vez sí haremos una excepción: ¿Cuándo se podrá cimentar la confianza y la esperanza entre judíos y palestinos? Tantos odios y sangre derramados en la Tierra que vio nacer al Rey Universal del Amor y de la Paz.