lunes, 16 de febrero de 2015

APUNTES SOCIOLÓGICOS DE LA EDUCACIÓN INFORMAL.

APUNTES SOCIOLÓGICOS DE LA EDUCACIÓN INFORMAL. El pensador costarricense, Rodolfo Cerdas Cruz, mencionaba en sus lecciones académicas que los mejores líderes costarricenses se engendran en aquellas familias en donde hay una tradición al servicio de sus comunidades, o ya sean las familias de políticos y de dirigentes de la sociedad civil. El medio político en que se formaban los jóvenes de tales familias los inducía a seguir los mismos pasos de sus progenitores o parientes cercanos; el encuentro con esos patrones conductuales les serían determinantes, en cuanto a seguir una carrera política o empresarial, o a inmiscuirse en cualesquiera organizaciones de base - grupos de presión o de interés - , cuyo objetivo signifique la búsqueda de poder, capacidad de influencia o beneficios sociales. Es un comportamiento individual (o grupal) que suele repetirse en las democracias abiertas. En los Estados Unidos de América posee una enorme significación el voluntariado, una vocación arraigada en extremo en las familias, proyectada en las comunidades. Es tal la relevancia y gratificación del trabajo cívico comunitario, a través del voluntariado, que la elección del “Mayor” (el Alcalde en nuestro argot), éste bastante próximo a “la dinámica interactiva” de los grupos primarios: las familias y las comunidades, que a la elección de esta autoridad se le atribuye superior interés en comparación a los comicios generales de la Unión. La prosperidad y el bienestar de los estadounidenses reside en buena parte en la democracia de base (grassroot democracy), en especial, el voluntariado. Y los niños y los jóvenes heredan creativamente la conciencia de esa tradición, e igual sucede en otras naciones desarrolladas. Se cultiva en ellos el sentimiento de pertenencia y solidaridad dentro del grupo primario, el que termina convirtiéndose en laboratorio de experiencias, facilitador de la comunicación con los intereses y necesidades de la realidad inmediata que les rodea, con la vista puesta en las soluciones cooperativas. Las universidades estatales en Costa Rica han puesto en práctica el trabajo comunal, fijado como requisito de graduación, una práctica tardía. Sin embargo, en las escuelas y colegios es casi inexistente. Rara vez en las familias se inculca en los vástagos la cultura del servicio a la comunidad, esta generadora de conocimiento, progreso material y cultural; precisamente, se desaprovecha la riqueza de la educación informal y la acción cívica que allí tiene origen, la cual ha de ser complementaria a lo transmitido por la educación formal. Al mismo tiempo, el voluntariado en la comunidad permite dotar a la niñez y la juventud de una estructura de valores y principios edificantes. que condicionarán el resto de su vida. Asimismo, les fortalece la individualidad de su carácter y personalidad, como método didáctico contribuye a inculcar una actitud optimista frente al mundo, simultáneamente, va gestándose en ellos el espíritu de innovación, por cuanto comienzan a ser partícipes de la reconstrucción de su colectividad primaria. Lamentablemente, en este país se descuidó la política pública a favor de la niñez y la juventud. Clausurado el Movimiento Nacional de Juventudes (MNJ) y el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) - anquilosado por demasiados años - harán seguir el abandono de dichos segmentos. Se sabe que la escuela y el colegio de estos tiempos tiene encomendada otras responsabilidades convencionales, más si están atados a las reivindicaciones gremiales, que no necesariamente en este país coinciden con las políticas de mejoramiento de la enseñanza. El propio sistema educativo abandonó allí la modalidad de los clubes extracurriculares. En ellos antes se enseñaba agricultura, había simulaciones de pulpería - ese pequeño negocio que hizo prosperar a nuestros pueblos, a decir de Constantino Láscaris -; los estudiantes se hacían cargo de la limpieza de las aulas, hasta de los parques y algunos sitios públicos, labores dirigidas por la escuela. Incluso, en aquellos tiempos a los niños se les enseñaba a cumplir roles de policía dentro de los centros educativos; varios de ellos eran patrulleros, era inexistente “el bullyng”, esos actos de agresión y violencia hoy bastante comunes lo evitaban los propios estudiantes. El embrión de la prosperidad de una sociedad, decíamos que descansa también en la educación informal, en la cultura cívica, en el voluntariado, en cuenta la combinación entre la formación plena y el trabajo en la empresa familiar, en lo cual sean partícipes los jóvenes. La familia ha de tener relación estrecha con tales convicciones. El ambiente y los estímulos proporcionados por ambos grupos primarios en estas principios de referencia, aportarán sustancialmente a modelar todavía más los rasgos de la personalidad particularmente de los niños y los adolescentes, específicamente ganarán en autoconfianza, seguridad en sí mismos y autoestima. De existir alrededor de ellos climas constructivos y accesibles, sus habilidades innatas y adquiridas encontrarán lugar para su crecimiento personal; lo más probable será que seamos testigos de ciudadanos talentosos, tenaces, sobre todo, atrevidos y pujantes en la noble aventura de la vida. Siendo esto cierto, para que esos embriones sean fértiles, por otra parte, hay que comenzar por la reeducación de los progenitores de los niños, haciéndolos comprender, en este mismo orden, que la libertad, los valores de la creatividad espontánea, el servicio a la comunidad representan el mejor libreto para la crianza de la prole, conducta que ha de comenzar en la edad temprana. Omar Dengo, el insigne educador costarricense, sugería a los padres y los educadores que se permitiera la expresión libre de los niños y adolescentes, así crecía la imaginación de ellos. Los futuros científicos y escritores, artistas y deportistas resurgirían de tales ambientes saludables y generosos. En términos similares lo justificaba un reportaje hecho, días atrás, a una especialista suramericana en pedagogía. Ella hacía referencia a la educación preescolar (o el kinder) como factor clave en el proceso de enseñanza y aprendizaje, explicó cuán relevante llega a ser que el Estado brinde mayor atención al perfeccionamiento de la calidad en ese nivel tan básico del sistema educativo, dado que en la edad entre los tres y seis años se definían el conjunto de destrezas, habilidades cognoscitivas e inteligencia social de los educandos, así también desde ese nivel se podían fijar los correctivos para prevenir el riesgo del fracaso escolar, fuente de frustración para los partícipes del sistema. Resulta extraño la escasa atención que recibió la tesis de esa pedagoga, resultó más llamativo en esos días el llamado a huelga de la jefe sindicalista del APSE, enfadada esta vez por el ingreso anticipado a clases de algunos servidores de la educación, quienes deberán negarse a trabajar - según ella - , a menos que el Estado se comprometa a reconocer “ese tiempo laborado de más”, tal que sea añadido a las vacaciones legales, pero a ser disfrutado dentro del periodo del curso lectivo o en su lugar debía remunerarse. Que cada uno de nosotros extraiga sus propias conclusiones. Ciertamente, la interacción entre la familia, la comunidad y los responsables del sistema educativo es clave, por ello debe buscarse la “dinámica interactiva”, todo ello al servicio del mejoramiento del sistema educativo, fundamentado en los principios de la solidaridad con los demás, además del amor por el conocimiento y la belleza. Hasta ahora hemos dejado de lado la complejidad de la agresión infantil, lo que debería de ser valorada como una problemática de salud pública. Con frecuencia, se hacen comentarios sobre los casos de agresión y violencia doméstica, pero no se piensa además en las secuelas que esto arrastra en la salud mental de las personas, víctimas de ese tipo de delito. Tanto que en su fase adulta, en las víctimas llega a manifestarse en daño casi irreversible, de difícil curación, según el criterio de los especialistas en enfermedades mentales y en criminología. Lo doloroso es que las víctimas son inconscientes o desconocen las causas que los llevaron a tales comportamientos (Luis Eduardo Esquivel Sandí, psiquiatra) insanos y degenerativos. Esas personas crecen con la desventaja de tener sembrado en su mente una programación mental que limitará y disminuirá su personalidad y potencial, producto de la agresión sufrida, según lo explica la literatura especializada. Al reducirles la autoconfianza, seguridad personal y arrestos personales, éstas se expondrán como sus flaquezas, las cuales eventualmente salen a relucir en el instante en que se deba afrontar los retos para decidir en circunstancias en que lo deseable es el aplomo y la asertividad, el discernimiento entre el bien y el mal, que le imponen las exigencias de la vida. Se verán contagiadas sus relaciones interpersonales, con el entorno y su actividad laboral, es decir, las huellas de la agresión, la violencia tanto verbal como física - reproducidas luego en las múltiples esferas de la vida personal - de la que los individuos han sido objeto, además de los efectos en la salud mental, repercutirá en el desarrollo o progreso económico de las sociedades nacionales - es antieconómica a la vez - al contarse con menos población activa, dispuesta al trabajo creativo e innovador. Junto a ello, un segmento de personas, al carecer de buena salud y capacidades psicológicas superiores, que vayan más allá del denominador común, posiblemente será excluido en lo que respecta a satisfacer los nuevos intereses o llenar las vacantes de las unidades productivas, en disposición de agregar mayor valor a la comunidad con base en el respaldo de colaboradores, distinguidos por su carácter seguro, firme, tenaz y resuelto al cambio, con percepción positiva frente a la vida, cuyas habilidades y destrezas vengan a guardar coherencia con las demandas de la nueva economía Descubrir el talento de los niños y los jóvenes, luego guiarlo, produce réditos tangibles e intangibles a la sociedad. Como sea, la sociedad necesita líderes carismáticos, racionales y decididos. La educación formal e informal son las más indicadas a favorecer dichos talentos - además de terapéuticos - , demasiado imprescindibles en las organizaciones públicas y privadas. Sin embargo, el veneno de la agresión y la violencia doméstica y en los barrios viene a dar al traste con estos ideales y aspiraciones. Y hasta la comunidad de animales llega a sufrir las consecuencias de tales estragos y patologías. Ronald Obaldía González (Opinión personal)

domingo, 1 de febrero de 2015

LA DEMOCRACIA DEBE TENER BUENAS MANOS.

LA DEMOCRACIA DEBE TENER BUENAS MANOS. Cuando días atrás observé el guapetón edificio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica - que nada tiene que envidiarle al de las academias estadounidenses y europeas - me invadieron los mejores sentimientos y convicciones a favor del régimen democrático costarricense, quien al sistema universitario dotó de autonomía y libertad de cátedra. Los liberales, socialdemócratas, socialcristianos y comunistas criollos, todos ellos, concordaron en fundar la Universidad de Costa Rica, revestida de estos significativos principios, arraigados solamente en democracias avanzadas como la nuestra. En los regímenes totalitarios y dictatoriales a la academia se le tiene desconfianza, se le ataca miserablemente, en especial, las carreras humanistas. En cambio, los líderes políticos nacionales, lo único que sí planearon fue el haber tenido ubicado el edificio de la primera universidad de la década de 1940, lejos del principal cinturón metropolitano de San José. Al espíritu fogoso y “los cabezas calientes” de la juventud estudiosa, había, preferiblemente, que ponerle límites, según los gobernantes de aquel entonces. Fue así como se construyó “el campus”, bien distante de las oficinas estatales, ubicadas dentro del anillo josefino, pues se intuyeron las consecuencias de la beligerancia y la energía de las protestas estudiantiles (recordemos el 24 de abril de 1970), las cuales casi siempre, contrastaron en aquellos tiempos con los cánticos de los trovadores, congregados en el viejo restaurant “La Esmeralda”, o bien, en “la Eureka” de la Avenida Central. Lo cierto es que la creación de más universidades entró en los proyectos de los partidos políticos; a pesar de las limitaciones económicas, la academia ha tenido asegurado su presupuesto y los recursos indispensables. Más bien, don Pepe Figueres, Daniel Oduber y Rodrigo Facio Brenes hubieron de realizar un viaje por Europa, a fin de contratar filósofos y académicos y, de seguido, elevar la calidad de la enseñanza universitaria. Constantino Láscaris y Teodoro Olarte, entre otros intelectuales, aceptaron la oferta de los estadistas, de este modo, la academia comenzó a repuntar en todos sus extremos. Luego las ciencias sociales, lo mismo que la enseñanza de las artes plásticas y el teatro, llegaron a cobrar auge en la década de 1960. La llegada a Costa Rica de profesores latinoamericanos, que huyeron de las dictaduras militares de sus respectivas naciones elevó, sobremanera, el nivel de las disciplinas, pertenecientes a dichas áreas del conocimiento, sean la Sociología, Historia y Geografía, Psicología, Trabajo Social, Periodismo, Ciencias Políticas, etcétera. Una vez, representantes de un grupo dogmático llegó a quejarse ante el Presidente Daniel Oduber (1974 - 1978) de la entrada masiva de académicos suramericanos y centroamericanos, por cuanto la ideología que transmitían en sus lecciones era conspiradora. El Presidente, reconocido por su amplia cultura universal, desatendió por completo las tales advertencias. Al contrario, ya como ex - mandatario asistió con frecuencia a varios de los cursos impartidos por aquellos inteligentes profesores. Tiempo después don Pepe Figueres aceptó la invitación de la Universidad de Costa Rica de impartir lecciones en la Escuela de Ciencias Políticas; con absoluta generosidad expuso su máxima obra política de la formación de la Segunda República, además, como hombre de mente superior acogía los cuestionamientos de sus alumnos. De todo hay en la viña del Señor. La tesis de un expresidente costarricense, que ahora desdeña las decisiones de la juventud de optar por las disciplinas de las ciencias sociales y del espíritu, consiste en decantarse a plenitud por las áreas de las ingenierías y la computación. Según él, a la juventud hay que estimularla hacia la elección solamente de esas carreras prácticas, convencido en que ellas llenan las necesidades de contratación de los recursos humanos, que requiere el desarrollo del país. Sin dudarlo, concordamos con el expresidente que de manera exitosa se ha logrado diversificar el sistema productivo, sustentado en la instalación de manufacturas, la inserción de empresas de alta tecnología e industrialización agrícola. Mucho menos le restamos significación a los programas académicos de carácter tecnológico. Lo cierto es que a las ciencias humanas, en cuanto a la fijación del rumbo ético y moral de cualesquiera estrategias de progreso económico, así también en el perfeccionamiento de la democracia, en cohesión social, e identidad histórica y cultura cívica, particularmente, se les atribuye elevadas contribuciones y responsabilidades. Sobre todo, en la formación de conciencia crítica y creación de valores y convicciones, inherentes al desarrollo humano sostenible. Sin conciencia y debate libre, sin convicciones y valores humanistas, apenas lo que una sociedad podrá alcanzar es “antidesarrollo”; ese estilo de producción, apasionado únicamente por el tener. El tener que concentran solo los privilegiados, arquetipo del “homo faber” (utilitarista), ayuno de verdad, felicidad, belleza e igualdad; insensible frente al impacto antropológico, la división social y los efectos ambientales que ese antidesarrollo causa. Afortunadamente, los filósofos y la gente de las ciencias sociales han revertido tal concepción deshumanizada de desarrollo; el cristianismo contemporáneo lo ha censurado abiertamente, lo cual ha permitido que la humanidad comience a hacer un alto en el camino, reflexionar, en la búsqueda de enderezar la historia de un sistema de producción y distribución de la riqueza, que excluye a numerosas personas. Incluso, a los mayores ganadores de él, por cuanto las turbulencias y las manipulaciones financieras, la influencia en el control de las monedas, los excesos y el despilfarro en el gasto, de repente, son capaces de arruinar a no pocos poderosos. Las inestabilidades en los patrones de cambio y en los precios internacionales de las materias primas, así también en los recursos energéticos, se pone en evidencia en este periodo, hechos que han hecho perder credibilidad las tesis de la supuesta generación de bienestar, reducidas al pragmatismo económico, la desregulación de los mercados, la distribución del ingreso por “la racionalidad del goteo”, así como el poder tecnocrático, desconocedor en los procesos de toma de decisiones de las particularidades históricas, la psicología social y hasta los intereses divergentes entre los miembros de la colectividad nacional. Por algo, la mayoría de las corrientes económicas derivadas de ciertas organizaciones financieras internacionales originan suficiente rechazo y desasosiego. Tampoco quiere decir que la fórmula del “anticapitalismo”, pronunciada hace unos días por un mandatario extraviado de América Latina, signifique el camino a seguir, esa tan sueño de opio como rodeada de simplicidad exhibicionista. La vía pertinente frente a la incertidumbre y la pésima gobernabilidad global descansa en la ética, el sentido de la justicia y la solidaridad, de lo cual se ha desocupado y deformó la civilización occidental, todo ello opuesto a la tradición y sus bases filosóficas y políticas, cuya consolidación ha sido modesta, apenas en cortas y doradas épocas. En su lugar, más abundante en retrocesos, a causa de amenazas de diverso origen, tales como las guerras, el auge de los totalitarismos y los desequilibrios en el comercio internacional. Frente al inmovilismo y la frustración de la época, las ciencias humanistas, con su señalado potencial y recursos, deben imponerse la responsabilidad de producir teoría y práctica de trabajo de campo (praxis) en la dirección de hacer aplicables en el mundo del Siglo XXl la fuerza de los valores y las virtudes de la democracia pluralista y de la vigencia de la economía de mercado, eso sí, con sentido del “bien común”, o con rostro humano, según lo hizo ver correctamente el Papa Juan Pablo ll y el Papa Benedicto XVl. En la construcción del renovado “deber ser” de la sociedad, las ciencias sociales y humanistas llevan la vanguardia de la propuesta innovadora; negarse a tal compromiso sería desvirtuar la naturaleza de su misión y rol. Seguro que múltiples y actualizadas ideas y métodos de mediación, para ofrecer definiciones aplicables frente a las complicaciones nacionales y universales, habrá de brotar en el moderno edificio de nuestra facultad académica. El reverso sería convertirlo “en la catedral del pensamiento exclusivo”, rescatado fantasiosamente por unos cuantos “ungidos y dueños de la historia”. Ronald Obaldía González (Opinión personal)