viernes, 27 de agosto de 2021

EL COMPLETO FIASCO EN AFGANISTÁN. Autor: Ronald Obaldía González

EL COMPLETO FIASCO EN AFGANISTÁN. Autor: Ronald Obaldía González Las complicaciones clave de la agenda global continuaron centrándose en los antagonismos comerciales entre las potencias de Estados Unidos de América, China y la Unión Europea, así también en la cobertura universal con vacunas, con tal de evitar mayores fallecimientos a causa de la Covid – 19, a la vez en “la difusión de nuevas variantes”. La reconstrucción económica, en cuenta los prioritarios objetivos y las medidas reales, a efecto de reducir los daños originados por la pandemia, encontraron un lugar preponderante en ella, al igual que los compromisos a favor de la descarbonización a mediados de siglo del conjunto de las naciones (Jeffrey Sachs), esto con el propósito de prevenir siniestros adicionales. En el contexto de la pandemia, hubo una relativa despreocupación en el caso del terrorismo, tendió a perder relevancia. Pero, otra vez ha llegado a cobrar fuerza como permanente amenaza a la seguridad y la estabilidad internacional. De repente, los islamitas ultraconservadores, brutales y misógenos Talibanes de Afganistán reaparecieron en escena, se salieron con las suyas: los enemigos acérrimos de los Estados Unidos de América y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Ambos “son excelentes destructores pero pésimos constructores”, de ese modo se han visto las intervenciones políticas y militares en Libia, América Latina y el Caribe (Carlos Alberto Montaner). Los combatientes de la Yihad musulmana acaban de recuperar el poder, desplazando así un gobierno ampliamente corrupto e incompetente, sostenido torpemente por las fuerzas militares de Occidente. Enseguida habrá de predecirse la incertidumbre y la sospecha, anticipando la probable metástasis terrorista, de la cual el mundo árabe puede llegar a ser un peligroso destino ante la victoria de los envalentonados integristas islámicos en esa convulsionada nación, situada en el sur de Asia, cuyo territorio, conformado por elevadas cadenas montañosas, posee una superficie de 652.860 Km2, poblado por más de 32 millones de personas, quienes mayoritariamente profesan la fe musulmana - sunita. HISTORIA. Afganistán está compuesta por numerosas tribus procedentes de los pashtunes (o patanes), quienes representan el 44% de la población, de ellos derivan los Talibanes, con quienes comparten una misma concepción de vida, sustentada en la religión islámica. Otras etnias provienen de poblaciones ancestrales del Asia Central . Las restantes son el resultado de los pueblos de raíz turca, persa y nómadas de origen mongol. Al revisar su historia antigua se pone de manifiesto la intromisión y la dominación ejercida allí por diferentes poderes externos, entre ellas, “las tribus arias”; dos milenios antes de Cristo (a.C) poblaron esas latitudes. Con “los arios” se cree que se fundó Kabul, la capital de la nación. En el siglo Vl a. C el Imperio Persa de Ciro se apoderó de la región. Tres siglos más tarde Alejandro el Grande, rey del poderoso imperio de Macedonia (el nombre de la Grecia Antigua) se encargó de derrotar los persas. Tras la muerte de Alejandro, tribus nómadas centroasiáticas, iraníes y sucesivas dinastías, tal como los seléucidas de Babilonia controlaron las tierras afganas. Uno de esos pueblos, los Yüeh - chich destronaron el dominio griego, por lo que fundaron el reino de Kusana (IteM – Guía del Mundo), reino que contribuyó al lado de Roma, China, India a abrir “la Ruta de la Seda” de enorme amplitud comercial, por cierto un plan de Ruta revivido por China en nuestra época. A mitad del Siglo Vl después de Cristo (d. C) los persas reconquistaron la región, debiendo enfrentar una férrea resistencia de las nativas tribus afganas. A mediados del siglo Vll de nuestra era ingresaron pueblos árabes seguidores del Islam, por lo que se asentaron firmemente al consolidar dinastías locales, estas golpeadas entre 1219 y 1221 por los mongoles al mando de Gengis Khan, e hizo a Afganistán parte de su vasto imperio (idem). La Turquía islámica logró reivindicar el Islam (Siglos XlV y XVl), subordinado por un buen tiempo a la cultura mongol. Persas, poderes de la India y tribus mongoles iniciaron feroces luchas con tal de apoderarse de la región, al final acordaron unificarla en 1742, fijando las fronteras nacionales a pesar del empuje expansionista de la Rusia zarista, como también de la amenaza de la Gran Bretaña, que ya controlaba la India y ejercía un protectorado sobre Afganistán, convirtiéndola en un tapón a fin de detener a los zaristas rusos (José María Lassalle). Entre 1839 y 1919 hubo tres guerras entre afganos y los imperialistas ingleses. En la última confrontación de 1919 salieron victoriosos los colonizados, eso los llevó a liberarse del dominio británico, por lo que llegaron a alcanzar la independencia nacional. EL CAPÍTULO DEL ESTADO FALLIDO. En adelante dos hechos dominarán la realidad política afgana, de los dos alrededor de innumerables complejidades, sean, la influencia en ella de la (extinta) Unión Soviética, contrarrestada por los Estados Unidos de América, así como el convertirse en “una zona de alta conflictividad”, en la sociedad fragmentada y fallida, frágilmente gobernada desde su independencia (1919). Entre los principales protagonistas de tales conmociones resaltan innumerables clanes o formaciones musulmanas (moderadas y radicales), los monárquicos, algunos sectores liberales, las ultraconservadoras y tradicionales tribus pashtunes o “patanes” - tanto las locales como las provenientes de Pakistán - . También en ese variopinto han sido activistas los grupos neomarxistas, los narcotraficantes del opio, los señores de la guerra (“los carniceros”) y los combatientes de organizaciones heterogéneas, de manera que en el ambiente agitado e impredecible se han entrecruzado casi siempre de forma violenta. Lejos de ser un accidente “redundó” con el engendro Talibán y sus redes de aliados, lo cual ocupa la atención de nuestro escrito, teniendo presente el fatal destino de las mujeres, a quienes los guerreros antioccidentales les podrían anular cualesquier derechos y oportunidades de desarrollo personal. De por sí, el desprecio a los derechos humanos forman parte de sus odios políticos y culturales. Ni les temblará el pulso en buscar gente que trabajó con el antiguo gobierno o las tropas internacionales, con tal de satisfacer sus ansias de venganza. “Los estudiantes del Corán” (o Talibanes) se aprovecharon de la decepcionante estrategia e incapacidad de calibrar los riesgos por parte de quienes ambicionaron eliminarlos a toda costa, mediante el uso de armas sofisticadas, incluidos los letales drones del Presidente Barack Obama. Otrora, tampoco se les pudo desalojar de las tierras en donde se adueñaron de la producción del opio, actividad que desde un inicio les permitió sobrevivir y financiar sus operaciones insurgentes. Lo cual hizo posible que la nación afgana en 1996 cayera en sus manos a consecuencia de la debacle ocasionada por el retiro del ejército de ocupación de la (desaparecida) Unión Soviética, quien había patrocinado allí un gobierno aliado a sus intereses expansionistas. Tras la derrota soviética, orquestada por los Mujaidines - voz persa para designar a los guerreros islámicos - y los aliados árabes sobrevinieron alianzas heterogéneas entre integristas islámicos y excomunistas, lo cual llegó profundizar el vacío de poder heredado por la expulsión en 1992 del comunismo imperialista, ideología a la cual le dio un curso significativamente reformista Mijail Gorbachov, en aquel entonces el inesperado ocupante del Kremlin, quien se distanció de la ortodoxia confrontativa de la Guerra Fría. Enseguida entró a la fase de entendimientos y acercamientos con Occidente, al punto de pactar un acuerdo de desarme (1991) con Washington a fin de dejar de enviar armas a los guerrilleros musulmanes en Afganistán. El primer arribo de los Talibanes estuvo impulsado por su rechazo a las inverosímiles alianzas políticas que integraron a los comunistas, sus principales enemigos, ya que para ellos los ex-prosoviéticos atentaron en su momento contra el Islam. Por eso, con el respaldo de otras tribus locales, con el inexplicable respaldo de los Estados Unidos de América, asumieron el poder en 1996. Posteriormente, en el 2001 fueron destronados por las fuerzas militares de la OTAN y de los Estados Unidos de América, a causa de haber dado refugio al terrorista Osama bin Laden y a su hoy reducida organización yihadista o fundamentalista islámica, los responsables de los ataques contra los Estados Unidos de América el 11 de setiembre del 2001. “Ataque que envió a los Talibanes a pasar exilio” por 20 años en Pakistán. Ciertamente, a este último país (Pakistán), también musulmán, lo asiste Washington con cooperación militar, sin embargo se abstiene de comprometerse en la lucha contra el terrorismo, por eso se le acusó de haber protegido los Talibanes; al cabo que el gobierno pakistaní galantea con China, quien se ha apresurado a respaldar su programa de armas nucleares (Bill Emmott); ha multiplicado ahí las inversiones en proyectos de infraestructura y la producción de energía. SERIOS INDICIOS. Resulta poco fiable la imagen de moderación de los Talibanes – tampoco son un grupo monolítico -, en aras de alcanzar legitimidad internacional. Puede ser que al reasumir el mando de la nación, “no desean ponerlo en riesgo” (Fawaz A. Gerges). Esa flexibilidad que les aseguran China, Rusia y Turquía, se distancia de la opinión del resto de la comunidad internacional y del propio Fondo Monetario Internacional (FMI) al suspenderles el financiamiento, habida demostración de las masas de gentes angustiadas. Gentes que buscan huir de forma aterrorizada – el drama humano - frente a la llegada del fanático régimen islamista, ávido de afianzar “una teocracia o emirato islámico” e imponer la ley sharia, sin dar a conocer todavía el rol que en este objetivo cumplirá Al Qaeda, o quizás el Estado Islámico (ISIS); por el momento uno de los tantos enemigos alrededor de los nuevos e inesperados gobernantes. Porque en el mundo de los terroristas de la región tanto las pugnas, las conspiraciones como los arreglos calculados, luego traicionados son cosas comunes. Ha habido peligrosas señales. ISIS apenas no más se congració con los Talibanes en estos penosos días de las evacuaciones de personas en el aeropuerto de Kabul, llevando a cabo un ataque mortal, en el cual perdieron la vida más de doce militares estadounidenses. LA PESADILLA DE LAS GRANDES POTENCIAS. Justamente, el propio Presidente ruso, Vladimir Putin, quien ha aplicado políticas duras contra los chechenos islámicos, reprimiéndolos, ha llamado a frenar la entrada de afganos a las exrepúblicas soviéticas de Asia Central, “alertando” el eventual ingreso a su país de “combatientes musulmanes, disfrazados de refugiados” (AFP; REUTERS). China habría de adoptar tales previsiones, por cuanto la región suya de Sinkiang registra una larga historia de antagonismos entre las autoridades estatales y la mahometana minoría uigur (BBC News Mundo). Dichas minorías, los chechenos y los uigures, podrían fácilmente ser empujadas a la lucha violenta, amén del posible respaldo de los combatientes enconados. El propio gobierno de Pakistán, vecino afgano, podría ser víctima de la propagación del terrorismo en el Asia del Sur, puesto que transmite antipatías y desconfianzas a los mismos yihadistas y los grupos patanes, parte de la red talibán. En cuanto a la retirada del ejército, que el Presidente Donald Trump acordó el año pasado, de acuerdo con el pronunciamiento del Presidente Joe Biden, Afganistán era menos que una amenaza para “el interés nacional” estadounidense. Expresó que el objetivo explícito consistió “en deshacerse de Al Qaeda y de acabar con Osama bin-Laden y se hizo”. Lo cierto es que sus detractores mencionan un desastre de dos décadas de guerra (“eterna”) contra el terrorismo. Así también califican la rápida y eficaz toma talibán del país sudasiático como una secuela aún peor que la humillante caída de Saigón en 1975 (Fawaz A. Gerges), al igual que la ocupación de la embajada de Teherán - Irán en 1980 (José María Lassalle). Obviamente, lo antes dicho supone, sin tapujos, un fracaso, lo cual significa un golpe irreversible a la credibilidad de Washington, a la vez es un revés contra los valores democráticos liberales en el entorno internacional. Específicamente, dichos desaciertos podrían reducirle poder de influencia como superpotencia en el Medio Oriente. Pues “le sirvió en bandeja” el territorio a los yihadistas, al igual que el riesgo que conlleva el dejar a su disposición el abandonado arsenal de armas, vehículos y helicópteros estadounidenses que en adelante tendrán a su haber. La incógnita reside en que la empobrecida economía de Afganistán está "moldeada por la fragilidad y la dependencia de la ayuda internacional", la cual podría ser retirada al gobierno fundamentalista. La forma en cómo este lidiará con la precaria economía de Afganistán hace que salga a relucir una nube de dudas que se ciernen sobre la asistencia financiera que le llega al país (Andrew Walker. BBC News). Los Talibanes solamente conocen de guerra, carecen de cuadros de especialistas en materia de la administración de la burocracia pública. Razón por la cual están evitando que las pocas personas preparadas en esa área de trabajo se fuguen en medio de las evacuaciones, organizadas por estadounidenses y europeos. A MANERA DE CIERRE. He aquí un desastre, una excelente munición que tendrán la extrema derecha de Donald Trump y “sus sucursales” autoritarias a nivel internacional, además de los líderes del Partido Republicano “quienes velarán armas ante las elecciones de mitad de mandato”, para las que falta poco más de un año (Lassalle, idem). Borrar la herida del gobierno del Partido Demócrata “frente al caos de Afganistán” costará demasiado. Mientras que los timoratos dirigentes de Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, aliados estadounidenses, se rasgan las vestiduras al subrayar que esa nación “no debe volver a ser un refugio para el terrorismo y una fuente de ataques terroristas contra otros países”. Todavía nadie está convencido con esta premonición.

martes, 10 de agosto de 2021

ACERCAMIENTOS FECUNDOS Y BÚSQUEDA DE SOLUCIONES CON LA ADMINISTRACIÓN DE JOE BIDEN, POR LA VÍA DEL MULTILATERALISMO. Autor: Ronald Obaldía González

ACERCAMIENTOS FECUNDOS Y BÚSQUEDA DE SOLUCIONES CON LA ADMINISTRACIÓN DE JOE BIDEN, POR LA VÍA DEL MULTILATERALISMO. Autor: Ronald Obaldía GonzálezFrecuentemente, los líderes de los poderosos Estados nacionales intentan influir, a través de elevadas fortalezas y capacidades diplomáticas, militares y recursos económicos sobre el comportamiento de otros, empleando métodos "de manipulación consciente", los que en materia de política internacional son identificados comúnmente "de zanahoria y garrote". Esa conducta como tal llegó a evolucionar, dando lugar al enfoque estratégico de la “disuasión”, por decirlo de manera refinada, como también en los posteriores presupuestos de Washington “del perfil poco visible” y la de “los conflictos de baja intensidad” , ensayados en las guerras civiles centroamericanas. “Al cowboy” Presidente estadounidense Theodore Roosevelt (1901-1909) en su famosa “admonición” o cerrazón “supremacista”: “camine suavemente, pero cargue un gran garrote”, se le endosa esa clase de diplomacia del ejercicio del superpoder con sus correspondientes “Corolarios”, procedentes de la imperialista Doctrina Monroe – América debe ser para los americanos, tal que cualquier potencia extracontinental había estado “cohibida” de interferir en los asuntos soberanos de cualesquiera de las naciones del Hemisferio Occidental - . Resulta obvio que en América Latina hay funestos expedientes, relacionados con las prácticas de las intervenciones e injerencias políticas, producto de la vetusta admonición del “garrote”, sobre todo. Dichosamente en vías de ser contrarrestadas gradualmente, a causa de la implementación de políticas hemisféricas y globales, paulatinamente ecuánimes y apropiadas, ocupadas de borrar las acciones unilaterales y arbitrarias de una historia de subordinación. Más aún que los cambios demográficos al interior de la superpotencia presionan a favor de “las políticas blandas”, originadas desde las instancias de decisión, tanto en la Casa Blanca como en el Congreso de la Unión, a diferencia de la común agenda negativa, elementos vinculados con los flujos migratorios, la narcoactividad, además de los señalamientos frente a la irrefrenables casos de corrupción e impunidad. Las salidas de las fuerzas militares estadounidenses de Afganistán, en cuenta “las misiones de combate” en Irak, excepto las operaciones antiterroristas, “jalonan un devenir” tranquilizador, así como la previsible incorporación del Gobierno de Joe Biden alrededor de los acuerdos antinucleares con Irán, conocidos como el Plan de Acción Conjunto y Completo (JCPOA, por sus siglas en inglés. Los tratadistas Frederic S. Pearson y J. Martin Rochester ponen los ejemplos de los enzarzados de la pasada Guerra Fría, la cual tuvo como principales operadores a los Estados Unidos de America y la (extinta) Unión Soviética en el fenómeno de la bipolaridad generalizada, quienes entraron entre sí en ascendente competencia, discordias ideológicas (capitalismo versus comunismo) y el reforzamiento de la influencia geopolítica, tanto en África, Asia como en otros confines, todo ello en aras de la hegemonía global, deviniendo en carreras armamentista, militar, nuclear y espacial, incluidas, por supuesto, las alianzas económicas y comerciales. A PRUEBA EN UN DESARROLLO SUPERIOR. Para Pearson y Rochester el uso del enfoque de “la zanahoria y el garrote” dependió “de cuatro tácticas de negociación”. El garrote se componía (o compone) de amenazas y castigos, mientras que la zanahoria se basa en promesas y recompensas, o llámase también compromisos. Señalan que ambos pueden ser efectivos “dependiendo del entorno político, como también de la naturaleza y los factores neurálgicos, influyentes en los eventos políticos.Nos atrevemos a poner como evidencia la riesgosa experiencia de la crisis de los misiles en 1962, la estrategia disuasiva utilizada por el Presidente John F. Kennedy, la cual consistió en haber “amenazado” al mandatario soviético Nikita Krushchev con guerra en caso de negarse a retirar los misiles nucleares instalados en Cuba. Pero, al mismo tiempo “prometió” abstenerse de invadir la isla en el futuro, si Moscú renunciaba a los misiles (Pearson y Rochester). Por eso, ni Donald Trump en su momento, ahora la actual administración estadounidense refleja inacción, en cuanto a invertir en aventuras belicistas, semejantes a la fallida invasión de Bahía Cochinos en 1961. Lo antes dicho puso en evidencia la combinación de las “amenazas y las promesas” en el acertadamente racional desenlace de los misiles, por cuanto una de las contrapartes proporcionó a la otra “una forma de salida, diferente a la confrontación”, acogida con satisfacción. UNA RUTA TRANSFORMADORA. En el fondo tal “combinación” contribuyó a dar forma a “la disuasión”, estrategia por la cual se intenta todavía, con “autoridad y credibilidad”; desanimar (o desistir de un propósito) al adversario o al enemigo a modificar una política o conducta indeseada (ídem), a pesar que el enfoque disuasivo, tiempo después, fuera infructuoso en la guerra de Vietnam, guerra en la cual hubo cientos de miles de pérdidas humanas entre los antagonistas, por lo que a consecuencia del curso de aquellas pésimas interpretaciones y demás cálculos geoestratégicos se barajó dentro de las operaciones militares la alternativa del holocausto nuclear. Nos mueve el optimismo extendido hacia la variación, superación y la renovada versión del enfoque disuasivo, como oportunidad “para dar un salto a los beneficios de la solidaridad y la cooperación” interamericana, retomando las bases y los precedentes de “la Política del Buen Vecino” del Presidente Franklin Roosevelt (1933-1945), así como “la Alianza para el Progreso” del Presidente John F. Kennedy (1961-1963), una cercanía que posibilitaría a la Administración del Presidente Joe Biden a remodelar los vínculos con América Latina y el Caribe, esta, una región tan social y económicamente desigual como cargada de diversidad.En efecto, la cooperación solidaria llega a ser la tarea tan imprescindible frente a la astuta y codiciosa ofensiva diplomática de la China, quien ha venido ganando terreno en las relaciones económicas e inserción de inversiones, con tal de patrocinar aquí la autoeficacia de su sistema productivo, el cual desprecia los valores de la democracia liberal. A DESPERTAR. En medio de las recurrentes tensiones chino-estadounidenses, las cuales inestabilizan el comercio internacional y agrían el panomara de la inversión a la tecnología 5G, entre otra variedad de diferendos, cabe subrayar que América Latina tampoco podrá “aislarse totalmente de sus repercusiones. Antes con una presencia “periférica” en América Latina y el Caribe, China se ha tornado uno de los socios relevantes de la región. El comercio bilateral creció de $12.000 millones en el 2000 a unos $300.000 millones en el 2020, de modo que la llegada de China en el comercio internacional de la región pasó del 1,7 % al 14,4 %. La potencia asiática es una fuente cada vez más significativa de inversión extranjera directa en América Latina; casi un 10% de la que ingresó en los últimos años provino de ella (Felipe Larraín y Pepe Zhang)Estados Unidos de América con el mandatario Donald Trump se había mostrado reticente a involucrarse profundamente en la resolución de los problemas del subcontinente, pero quizás eso se modifique. Para empezar, aquí se requiere de forma urgente una ayuda masiva de vacunas, con tal de volver a ponerse de pie en términos de la recuperación económica (Kenneth Rogoff). Un hecho del que habrá de ocuparse la Administración Biden, al lado de la Unión Europea, mediante la organización de misiones cooperativas, equiparables a “la diplomacia de las vacunas”. EL ASCENSO AUTORITARIO. El régimen de Pekín, quien califica de fallido el capitalismo liberal, se obsesionó con exportar su modelo de capitalismo de Estado totalitario en todas las latitudes, un camino realmente peligroso. China y su aliado Rusia tienen “una cabecera” en Cuba, Nicaragua, Venezuela, y Perú es un espectro (Rogoff, idem), aparte de aprovechar el desencanto y el retroceso democrático, prevaleciente en otras naciones del hemisferio (Ana Palacio). La elevada calidad humana del gobernante Joe Biden puede que se imponga en el constructivo enfoque hacia nuestra región, esta vez amenazada a consecuencia del peligroso ascenso de los regímenes “iliberales” o híbridos (autocráticos), que tanto Rusia como China respaldan, procesos que aunque funcionan dentro de la institucionalidad, proveniente del sistema liberal, llegan a ejercer el poder (directo), bajo arbitrarias prácticas políticas, excluyentes de los mecanismos de pesos y contrapesos, los que distan de los convencionales postulados democrático-liberales (Alberto Mora, director del Estado de la Región). Asimismo, un agravamiento mayor se cierne debido a la reincidencia en algunas naciones de sistemas típicamente dictatoriales. Tales corrientes atentan contra todas las sociedades abiertas, contra la vigencia internacional de los derechos humanos y frente a la propia democracia (Anne-Marie Slaughter y Kazumi Hoshino Macdonald). VOCACIÓN POR EL MULTILATERALISMO VITAL Y DE LOGROS. Al contrario de su predecesor, el Presidente Joe Biden da señales prometedoras, una de ellas se dirige al mantenimiento de sistemas comerciales abiertos, aprovechándose las oportunidades creadas por la cuarta revolución industrial” y “eliminando medidas proteccionistas que datan de la era Trump”. Su discurso incursiona en la gobernanza tecnológica y el Estado de derecho (Anne-Marie Slaughter y Kazumi Hoshino Macdonald). Washington podría concentrarse en cooperar en “el alto al fuego mundial” (António Guterres), la integridad territorial de los países, en especial en el Asia Oriental, en donde China igualmente insiste en ejercer un abusivo predominio militar en el Pacífico Asiático, consustancial a su anhelo de covertirse a largo plazo en un poder hegemónico. Una tarea prioritaria, que a nivel de pronta iniciativa puede asumir la Administración estadounidense consistiría en repensar en el robustecimiento de un sólido sistema de salud pública universal, a fin de enfrentar las enfermedades infectocontagiosas y “las conmociones futuras”, sacando ventajas de la experiencia de la covid – 19, y dicho sea de paso que las vacunas sean declaradas un bien universal. En tal sentido, se puede prevenir la catástrofe moral del “apartheid de las vacunas”, según lo reprocha Juan Manuel Santos, el ilustre expresidente colombiano. Hay enormes brechas en la distribución de vacunas contra la covid-19. Mientras las latitudes más pobres reciben pocas dosis, los países ricos implementan programas de inoculación nacional a gran escala (AFP). Con escasa decisión y sentido de urgencia se plantea la innovación de los foros democráticos, tal que en ellos pueda estar representado todo el mundo democrático (incluido el conjunto de la sociedad civil), principalmente los Estados pequeños - estos los de mayor exposición al riesgo -. Sea que lleguen a ser foros complementarios al multilateralismo tradicional, pero eso sí novedosos, operativos, cuyas agendas tiendan a reivindicar los valores, la visión y misión efectiva de cooperación democrática global, cimentada en la sociedad abierta, el Estado de derecho, el sistema de gobierno representativo, justificado en elecciones transparentes, la libertad de expresión, etcétera. Lo cierto es que también hay foros diplomáticos y de política multilateral irrelevantes, lo cual valdría, a favor del ahorro de recursos, la supresión inmediata. Eso “se acentúa porque sus líderes incumplen las promesas y compromisos. Les gusta formular declaraciones simbólicas”, antes que resolver las complejidades globales (Jeffrey Sachs). Bajo los términos de un solidario y positivo programa e iniciativas de trabajo, de enorme impacto y “proyección pública”, concordantes con los Objetivos del Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidos (ODS), los foros ya innovados pueden orientarse al fomento de la equidad, sustentada en el consentimiento de renovados “contratos sociales”, destinados a la superación de la ignorancia y el analfabetismo (en cuenta el digital). Se decantarían a favor del desarrollo humano sostenible, específicamente en la reducción de la pobreza extrema y de la inseguridad alimentaria, la atención humanitaria a los migrantes y los refugiados, como también en la estandarización de políticas económicas de redistribución de ingresos. Cercano a lo apuntado anteriormente, valga resaltar en estos tiempos del covid-19, que la Administración Biden, al lado de otras potencias económicas europeas y asiáticas, asi también algunas organizaciones multilaterales, vienen favoreciendo un conjunto de legislación y normativa internacional, con tal de que varias poderosas compañías empresariales sean obligadas a pagar impuestos, porque hasta ahora hay una perniciosa competencia de exenciones fiscales entre las naciones, ocupadas de atraerlas. Se haría bien que dichas potencias y esas mismas organizaciones proporcionen mayor financiamiento a los países en vías de desarrollo que precisan flexibilidad en el acceso a recursos financieros de largo vencimiento e intereses blandos (Javier Solana; Enrique V. Iglesias). Esta vez, la reactivación (postcovid - 19) de la economía mundial además de otorgar prioridad a la agenda fundamentada en los principios de la economía del bienestar humano, ha de coexistir con el llamado a los Estados nacionales, responsables de lanzar mayores emanaciones de carbono, a que se decidan a cumplir con el compromiso de la descarbonización, “de mantener el calentamiento global por debajo a 2 grados centígrados, en relación con los niveles preindustriales”. Aumenta el interés de enfrentar la desinformación (idem) y los ciberataques - la actividad cibernética “maliciosa” - los cuales tienden a desacreditar los sistemas democráticos. Ellos constituyen una gran amenaza a la seguridad económica y nacional de los Estados, convertidos en objetivo; así como infringen severos daños al correcto funcionamiento de los operadores empresariales, financieros, de la seguridad nacional, entre otras actividades sustanciales “El robo de propiedad intelectual y el espionaje” también va de la mano con tales complicados delitos. En otro orden, sería pertinente levantar un código de conducta sobre “prácticas democráticas”, revestido de fuerza jurídica, aplicable en contextos convulsivos o efervecentes, los de Haití, Nicaragua, Venezuela, Colombia, el Triángulo Norte centroamericano (El Salvador, Honduras y Guatemala), Cuba – esta vez amenazada por el disenso doméstico - . Un código de tal envergadura significa que pueda actuarse bajo métodos y roles constructivos y activas líneas de coordinación y comunicación, a diferencia del pasado, cuando lo usual era “la doctrina del garrote y la zanahoria”, supuesta “doctrina que acarreó mayor incertidumbre a causa de la errónea injerencia e irrespeto a la soberanía de los Estados. La que otrora se había empeñado en extremar o empeorar las situaciones de ingobernabilidad, la corrupción generalizada y la ausencia de democracia, adjuntos al desarrollo tardío en distintos confines, incluida América Latina y el Caribe. A la vez hay que tener en perspectiva la vigorización de la justicia universal (Carlos A. Montaner), a fin de borrar la impunidad en los casos de crímenes de lesa humanidad, posiblemente esto último angustie sobremanera a Daniel Ortega y Rosario Murillo, los tiranos de Nicaragua.