sábado, 17 de diciembre de 2016

CARLOS HUMBERTO ROJAS DÍAZ, EDUCADOR COSTARRICENSE.

Don Carlos Humberto, exdirector del Liceo Rodrigo Facio Brenes (San José, Costa Rica),  distinguido profesor de español, hombre superior, lleno de paz y caritativo; gran ciudadano. Sus últimos años los dedicó a llevar una profunda vida cristiana y contemplativa. Se desprendió de todo lo material para hacer todavía más auténtica su fe, la cual transmitía a quienes estuvieran ávidos de la Palabra de Dios. Visitaba los enfermos, a quienes les brindaba apoyo psicológico, pues poseía estudios en esa noble disciplina. Si no me equivoco, fue de los primeros profesores contratados por nuestro gran colegio. Dios lo ha recibido en su Santa Gloria.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

LA PRESUNTA PELIGROSIDAD DE DONALD TRUMP: UNA OPORTUNIDAD PARA COSTA RICA.



LA PRESUNTA PELIGROSIDAD DE DONALD TRUMP: UNA OPORTUNIDAD PARA COSTA RICA.
Hace lo correcto el sector empresarial costarricense en visualizar los eventuales riesgos que podrían interferir, severamente, en los intercambios comerciales y los flujos de las inversiones, habida probabilidad de la aplicación y endurecimiento de las medidas proteccionistas por parte de los Estados Unidos de América con Donald Trump a la cabeza. Especialmente, por las particularidades de nuestro país: una economía abierta al comercio y a las transacciones globales.
Tampoco significa que entremos en profecías alarmistas, recreando falsas y engañosas hipótesis, en el sentido de imaginar ídolos falsos en la economía internacional, esto es, magnificando, de forma insensata, las capacidades de otras potencias emergentes, las cuales carecen, justamente, de ello. Porque llenas de limitaciones políticas y culturales, desde ya quedan desahuciadas en su fantasía de desplazar a los estadounidenses como los líderes del capitalismo con libre mercado, una visión que sin democracia liberal raya a la vez en la total imperfección.
Los seguidores de Trump constituyen apenas una tendencia social minoritaria y modesta dentro de la magnanimidad del pueblo estadounidense. A pesar de esto, a partir de enero del 2017 su tendencia asumirá las riendas de la Unión Americana. Difícilmente, se puede pronosticar su éxito y consolidación, tampoco su fracaso. Lo cual hace imprescindible en Costa Rica el ejercicio de la valoración de los riesgos, sujeta al ascenso del magnate, por lo que la impostergable preparación nacional llega a ser la tarea de primer orden, a sabiendas de la interdependencia e interconexiones económicas y comerciales respecto a los Estados Unidos de América.
De ser cierta la concreción de la política proteccionista y nacionalista por parte del nuevo ocupante de la Casa Blanca, y ante un contexto como el vislumbrado, se impone la elasticidad en la visión de nuestras políticas públicas, en su conjunto – puesto a prueba en el pasado - , con tal de responder a las medidas nacionalistas, éstas recelosas de los acuerdos comerciales, pero que habrían de definir el comportamiento del nuevo gobierno estadounidense. La clave consistirá en contrarrestar sus consecuencias, lo que puede sobrevenir con el mandatario que proclama que "que los Estados Unidos de América es primero".
El mayor desacierto en Costa Rica sería el embobamiento y la pasividad frente a las corrientes del “Trumpnomics”, gestoras de la imposición de restricciones a la libre movilidad de los capitales o los factores de la producción, e incluso, hasta llegar a emularlas, perjudicando las transacciones con nuestros socios. Un desacierto de tal naturaleza iría a contrapelo de la historia nacional, la cual ha girado siempre alrededor del libre comercio y la receptividad de las migraciones.
En el mismo sentido, de las principales fortalezas de Costa Rica, entre lo que denominamos la elasticidad política, ella se ha sustentado en la solidez de la institucionalidad y la pujanza del sector privado. Y si en la época de Trump conseguimos complementarla con la atracción de decididos socios regionales (Estados, compañías, empresarios foráneos, etcétera), seguro que saldrán a relucir competencias y atributos superiores, fijos en disponerlos al emprendimiento (start up).
Es decir, hablemos de la inversión de energías para fomentar la cultura de los megaproyectos (Carlos Carranza Villalobos, 2016), domésticos y regionales, basados en las alianzas públicas y privadas, sobre la expectativa del mejoramiento social. Hasta al propio Trump le podría llamar la atención un esquema de relaciones birregionales de tal envergadura, generador de empleo y oportunidades, sobre el cual podrían contenerse los flujos migratorios.
Llegó el momento de ir dejando a un lado ese concepto obsoleto de la cooperación, que a estas alturas de la cuarta revolución industrial y de la velocidad de la economía de los servicios, llega a ser estéril. Más cuando, las organizaciones internacionales continúan desacreditándose, y las naciones desarrolladas, además de desconfiar en el quehacer de ellas, consideran una bagatela el destinar fondos en objetivos superfluos de escasa significación económica.
La elasticidad y adaptabilidad nacional como reacción constructiva frente a los cambios y las corrientes abruptas en el ámbito internacional, están lejos de ser sorpresa y novedad a la democracia costarricense. La crítica década de 1980, que contemporizó con el declive de la economía del café, la sensibilidad de la deuda externa, la guerra centroamericana, en vez de interpretarse como catástrofes, más bien fueron retadas, robusteciendo las libertades civiles y el Estado de derecho, impulsando la innovación y el emprendimiento, dando lugar a la diversificación de la estructura productiva en línea con el objetivo de la inserción a los mercados globales.
Sobre la base de la elasticidad como tal, de la pujanza de dicho esquema de desarrollo, se logró reducir la pobreza del 32% al 20%. Luego de ello, en estos tres últimos lustros se allana el camino, a favor de la sofisticación del sistema productivo, alentado por el sector de los servicios y el turismo. En otras palabras, Costa Rica ha sabido pensar y trabajar con imaginación y cabeza propia, al extremo que aprendimos a lidiar con nuestra geografía tan vulnerable a los desastres naturales.
En concordancia con estas capacidades de flexibilización y adaptación en el curso de la adversidad, además del cambio de mandatario en nuestro gran socio y aliado, a la sociedad costarricense le corresponderá asumir, entonces, el reto de responder sin complejos al próximo presidente estadounidense y a su equipo gubernamental compuesto por magnates, ultranacionalistas y generales de cinco estrellas, así como anticipar las contingencias. Otra vez, activando las alertas, pero sin sacrificar ni un ápice los ideales humanistas de la democracia liberal, de la diversidad cultural, en cuenta, la responsabilidad en torno al cambio climático, al cabo de contribuir a reforzarlos de forma creciente en la sociedad internacional, lo mismo que trazar un paralelo con tal de nutrir de humanidad y equidad la globalización.
En esta postura, antítesis de Trump, es crucial la utilización de la Internet y la función de las redes sociales en lo relacionado con la difusión de los legítimos valores de la civilización occidental, la interacción de ciudadanos de diversos orígenes culturales y étnicos, en cuenta la complejidad del cambio climático, ya negado por la nueva administración. Hoy, no menos que en el pasado, hay que izar la bandera de dichos postulados universales, lo que equivale a robustecer la democracia (Ngaire Woods, 2016) y en consecuencia la filosofía de los derechos humanos.
Hay patrones de conducta en la comunidad internacional, que nos invitan a emular este talante. Guardando las reales particularidades, potencias regionales como Taiwán - por cierto, agredida en Costa Rica por el gobierno de Oscar Arias Sánchez (2) - continúa enseñando el poder del espíritu enhiesto, el esfuerzo y la voluntad persistente, en cuanto a enfrentar con virtud, raciocinio, ciencia y tecnología, el riesgo inherente de la China Popular, su principal amenaza política y militar, tanto así que su pueblo ostenta índices de desarrollo humano y de gobernabilidad democrática, de los resonantes del planeta.
Poseemos una historia de relaciones ampliamente constructivas con la superpotencia estadounidense, a este rédito debemos apelar, auxiliados por los fundamentos y componentes democráticos y civilistas de la sociedad nacional, nuestros principales argumentos en caso que nuestra nación deba jalarle los tirantes al Tío Sam, cuando, en efecto, se olfateen desviaciones, igual que peligros inminentes contra nuestros intereses nacionales.
Otrora, en Washington hubo toros más bravíos que Trump. Y ganamos las partidas. De esto dieron testimonio varios mandatarios nacionales, entre ellos, Pepe Figueres, Rodrigo Carazo, Oscar Arias Sánchez (1) con el Plan de Paz de Esquipulas, igualmente el líder comunista Manuel Mora Valverde; así también el presidente y lúcido intelectual Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, quien, casi al término de su administración, al celebrarse en San José la Cumbre de Jefes de Estado del Grupo de Río, en medio de ella, se frustró el intento de ver caído en la lona al presidente venezolano Hugo Chávez, una imprudente arremetida, fraguada en aquel entonces por el Presidente George W. Bush.
Gracias amigas y amigos por abrirme las puertas de sus correos electrónicos, así también sus páginas del Facebook, y así darle cabida a este proyecto de opinión personal, el cual en este mes alcanza los nueve años de edad. Feliz Navidad.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)