jueves, 16 de febrero de 2017

DIOS SE LOS PAGUE. AMIGAS Y AMIGOS DEL FACEBOOK.

DIOS SE LOS PAGUE. AMIGAS Y AMIGOS DEL FACEBOOK.

A los amados amigos de Facebook y localizados en otras vías similares, infinitas gracias, infinitas gracias, por los calurosos saludos de todos Ustedes para conmigo en el día de cumpleaños de este humilde costarricense. Hubiera preferido haberles transmitido mi más sentido y afectuoso agradecimiento de manera personal; les ofrezco mis disculpas por esta omisión, la cual la he intentado atenuar con este mensaje. Seguro, que por la bondad de estas vías tan modernas de comunicación, que intentan hacer fecundas las relaciones humanas, se hará posible que pueda llegar a todos: generosos amigos. Convencido soy de que “la voz de las personas, es la voz de Dios”. Y, gracias a la bondad de Ustedes, mis amigos, a pesar de los múltiples errores en la vida, ayer a Él lo percibí misteriosamente en mi alma.
También, con estos alegres sentimientos de gratitud, nos nace hoy, cuando ya abrazo sesenta años de existencia - ya numerosos - compartirles una historia de mi amada comunidad de Zapote (San José), en donde nací y crecí; esta vez haciendo mención de una excepcional, bella, inteligentísima, honorable dama costarricense: Ángela Carbonell Massenet (qepd). Conocida como Doña Angelita, esposa del afamado médico Carlos Sáenz Herrera, con cuya sabiduría y esfuerzos de este gran profesional, verdaderamente, se debió la fundación del Hospital Nacional de Niños, inaugurado en 1964, que, por cierto, hoy lleva su nombre. La honorable dama es la madre de nuestro compañero de labores Jorge Sáenz Carbonell. !Hay inexplicables coincidencias en la vida!
Nací en uno de los años de la década de 1950, justamente cuando Costa Rica experimentó una de las más altas tasas de nacimientos. Ese hecho tuvo resonancia en nuestra comunidad de Zapote, como en la mayoría de las otras barriadas josefinas, casi todas, rodeadas de potreros, cafetales, de caminos de barro, o lastre. Estos últimos, representaron en la época lo más avanzado de la infraestructura.
El elevado prestigio y condición social de la bondadosa Doña Angelita, enfermera pediatra, jamás le resultó un impedimento para que en aquella década de 1950 ella se decidiera a prestar, con amor y ahínco, sus valiosos conocimientos de las ciencias médicas en la humilde comunidad de Zapote, específicamente en su Unidad Sanitaria, a cargo del Ministerio de Salud. En nuestros días, esta clase de unidades de salud se conocen como los EBAIS.
El sistema de salud estatal, expresión de la reforma social de 1940, cimentada por el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, el comunista criollo Manuel Mora Valverde, Monseñor Víctor Manuel Sanabria y José Figueres Ferrer, comenzaba a dar forma en términos institucionales y científicos. Sin embargo, se registraban altas tasas de mortalidad de niños recién nacidos. Todavía aquella Costa Rica pobre, carecía de los buenos niveles de calidad de vida y salud, a diferencia del buen desarrollo social, del cual sus habitantes disfrutan en estos tiempos.
Pues, yo pude haber sido parte del grupo de los niños que fallecería después del parto de mi madre, quien sufrió inesperadamente un inconveniente en sus glándulas mamarias, por lo que la leche materna que consumía como bebé no estaba en su justo estado.
Doña Angelita había tenido minuciosos cuidados de todas las madres zapoteñas de aquella época, antes, durante y después del parto, en cuenta de mi madre. Por eso, el alma altruista suya hizo el milagro de ayudarle a mi progenitora a traerme al mundo, y enseguida lograr que aquel niño sobreviviera, derrotando la enfermedad que puso en jaque su vida. Mis oraciones de gratitud a tan notable mujer y enfermera, al igual que a mi madre y padre por darme vida. Lo cual me ha obsequiado la virtud de transmitirle a mi larga edad besos, abrazos y cariños a TODOS LOS AMIGOS DEL FACEBOOK.

martes, 14 de febrero de 2017

LUCES Y SOMBRAS EN MÉXICO Y, EN ESTE INSTANTE, EN MEDIO DE UNA ENCRUCIJADA.

LUCES Y SOMBRAS EN MÉXICO Y, EN ESTE INSTANTE, EN MEDIO DE UNA ENCRUCIJADA.

Hace aproximadamente diez años escuchaba a un asesor del Congreso de los Estados Unidos de América, refiriéndose con molestia alrededor del éxodo de mexicanos y centroamericanos - especialmente, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y nicaragüenses - hacia el país suyo. No solo ofrecía datos, relacionados con el fenómeno migratorio; simultáneamente, destacaba que la mayoría de estas personas lograron allí prosperar, reconstruir sus vidas, hasta llegarse a pensar que, especialmente, los mexicanos le estuvieran arrebatando empleos a los estadounidenses, con base en salarios bajos. Mientras que en sus naciones de origen la extrema pobreza recrudecía, y las oportunidades sociales eran casi inexistentes.
Al mismo tiempo, le llamaba la atención el déficit de gobernabilidad. Específicamente, anotaba la corrupción y la ineptitud en las instancias públicas y privadas, esto causante del estancamiento y mayor desigualdad. Tampoco la concentración de la riqueza se escapó de su análisis. Al final de su disertación, el estadounidense remarcó la tesis de que su país "ha cargado con el peso de las injusticias e irresponsabilidades de sus vecinos cercanos". Igualmente, añadió que la propia izquierda latinoamericana, principalmente, al lamer las heridas, con sus fijaciones, lenguaje sombrío y añejas diatribas - al estilo del Chavismo venezolano - frente a los errores históricos, cometidos por la nación estadounidense, se mostraba torpe e incapaz de plantear enfoques y opciones coherentes, acordes con los nuevos tiempos, tal que se empeñara en colaborar en la superación de las complicaciones estructurales del "subdesarrollo regional", cuyo origen “es político y casi caótico”.
Lo expuesto por el experto era como volver atrás a la historia de dichas naciones. La recurrencia de tales males sociales ha continuado siendo el detonante de ese éxodo; a la vez que se refunde en fórmula de alivio social a la disposición de las élites dominantes, quienes, por su lado, renuncian a recrear democracias cohesionadas, donde tengan lugar estructuras económicas y culturales incluyentes. Por el contrario, "el derecho a migrar" de sus gentes, ya es un componente de “la política social” de sus respectivos Estados.
Con tales argumentos sale al paso la agresividad del Presidente Donald Trump contra la inmigración, la acucia, ciertamente; pues además subyace la sensibilidad de una sociedad menos anglosajona y blanca. Reitera que el resto de la construcción del (humillante) muro será financiado con un impuesto a las remesas enviadas por los mexicanos a sus empobrecidas familias - en el 2016 sobrepasaron los US$25.000 millones, más de lo que México obtiene por las exportaciones petroleras - . Al cabo que insiste con la aplicación de un impuesto de 20% a las importaciones de su vecino del sur; presiona a las empresas estadounidenses para que desinviertan en México; en estos días ha hecho realidad las deportaciones de ciudadanos mexicanos, afincados en EE UU (El País, España, 2017).
Desde entonces hicimos el examen de asociar el punto de vista de aquel expositor, para llegar a la conclusión que las medidas draconianas, xenofóbicas, del nuevo mandatario estaban bastante lejos de ser obra de la casualidad. Diversos sectores del público estadounidense ya venían elevando el tono de los reclamos. En dicha agenda se señalaría al fenómeno migratorio como la causa mayúscula del aumento de la criminalidad. Por lo tanto, calificaron de insuficientes la construcción de una parte del muro fronterizo en tiempos de las dos administraciones de Bill Clinton; lo mismo que las deportaciones de 2,5 millones de migrantes indocumentados de parte del mandatario Barack Obama, quien se mostró errático, sin contundencia, con la prometida reforma migratoria, por la cual hubo de ganarse el favor del electorado hispano.
Junto con los musulmanes, calificados de terroristas, los mexicanos comienzan a ser de "las primeras víctimas" de la postura antimigratoria del presidente estadounidense, a quien le cobra además el déficit comercial con los Estados Unidos de América, equivalente a $63.200 millones. En efecto, el superávit comercial mexicano obedece al carácter plenamente abierto y aperturista de esa economía, interconectada a la economía global, e interdependiente en cuanto a negocios con el poderoso mercado de América del Norte. Los alienta todavía más el tratado de libre comercio (NAFTA de 1992); pero, al eludir la larga relación comercial entre los socios norteamericanos, quienes se han visto beneficiados por dicho acuerdo, ahora Trump, en su guerra comercial, “ha prometido renegociar o retirarse de él”. Para nosotros, difícilmente México, sin el NAFTA, puede continuar modernizando su sistema productivo.
La nación azteca posee más de 40 tratados bilaterales de libre comercio, grandes conglomerados comerciales, bancarios y financieros, manufacturas avanzadas, industria pesada, un sector agrícola agresivo, sobrados recursos naturales, entre ellos, el petróleo y gas, así también, alta inversión pública, ahorro nacional a raíz de las privatizaciones jugosas, llevadas a cabo por el presidente Carlos Salinas de Gortari. El empresariado estadounidense reconoce las fortalezas de la economía de su vecino, de quien ha obtenido enormes ganancias. Posiblemente, las leyes del mercado se impongan frente a la incertidumbre generada por “el amateur” de la política de Washington.
Con todo, México arrastra con su gente una compleja deuda social desde antes de la independencia nacional. Más adelante, ni la propia revolución mexicana de 1910, tampoco el heredero de tales ideales sociales, el autoritario Partido Revolucionario Institucional (PRI), el constructor de “la dictadura perfecta”, fue capaz de erradicar. Ese déficit que llega a manifestarse de manera dramática en 1994, al estallar la rebelión campesina en Chiapas, protagonizada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Subrayemos las dos economías mexicanas, lo que da pie a los contrastes sociales: la del exitoso esquema de "crecimiento productivista", tecnológico y financiero, el cual con las medidas proteccionistas y nacionalistas de Trump, se vería obligado a explorar nuevos mercados. Luego, la otra economía, la abiertamente desigual, excluyente, atiborrada de interminables conmociones agrarias; en cuenta, la proliferación del empleo informal, la marginalización de poblaciones urbanas y rurales, sobre todo, de campesinos e indígenas - los pueblos indígenas representan el 30% de la población nacional - . Son estas poblaciones de rentas e ingresos paupérrimos, las cuales habrían de dar origen al contingente de más de 30 millones de mexicanos, que emigraron a la tierra del “sueño americano”; más de 11 millones de ellos se encuentran de forma irregular.
Admítanos hacer, atrevidamente, una analogía surrealista entre ese éxodo de 30 millones de mexicanos residentes en los Estados Unidos de América y la especie de ficción; aquella escondida en el subconciente nacional de los mexicanos. En donde crece a la vez la fantasía, de que sobre la base del éxodo de esa multitud de mexicanos, residentes en los Estados Unidos de América, por ahí se abriría la ocasión de recuperar la parte de California y Texas, capturada por los estadounidenses a mediados del Siglo XlX. Eso sí, lo que enseguida le valió a México desarrollar sesuda doctrina diplomática para blindarse de los abusos de las potencias del mundo desarrollado.
No en pocas ocasiones se ha subrayado a México como nación fallida, más aún en el ciclo de los cárteles de la droga, fuente de corrupción y erosión de la sociedad mexicana, en la cual la clase política y dirigencial, lo mismo que algunos sectores del empresariado, de la sociedad civil, aparecen siendo sus cómplices. Esa erosión manifiestamente expresa en la debilidad del Estado de derecho; ha significado en parte la huella del PRI, en aquellos setenta años en el poder, a través de procesos electorales amañados y compra de conciencias. Así, como si a la perfección, hubo de ejercitar “la ley de hierro de la oligarquía”, abstraída por el politólogo alemán Robert Michels.
La revalidación de tal hipótesis, la del Estado fallido, llega a respaldarse en el gradual deterioro de los derechos humanos, la asociación entre las instituciones represivas y el crimen organizado, lo cual tuvo sus implicaciones en la guerra a los cárteles de la droga, llevada a cabo por el Presidente Felipe Calderón. Justamente, el narcotráfico, frente a lo cual los gobiernos mexicanos han de sumarse a los esfuerzos del hemisferio para contenerlo, habida consideración que sus redes y tentáculos criminales siguen amenazando, de manera particular, la región centroamericana.
Bien lo manifiesta el exdiputado costarricense Sergio Erick Ardón , en que a pesar que la dirigencia política mexicana nunca ha sido proba que digamos, y a nuestro juicio poco convencida de las reglas de la democracia, no obstante, el hermano mayor se encuentra en la terrible encrucijada: “o se someten a la humillación y acceden, o pierden sus mercados y ven hundirse su dependiente economía”. En términos similares lo planteó hace días, uno de los editoriales del periódico El País de España, al destacar que es un deber tanto de Europa como de la comunidad iberoamericana de salir en defensa de México, poniendo al servicio de esta causa solidaria los foros regionales y los sistemas de cumbres “que nos unen a México”; de lo contrario, cabría “preguntarse entonces para qué sirven”. Feliz día de la amistad.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)