LO DE BOSTON: A REDOBLAR EL SENTIDO
DEL OLFATO.
En 1999 Vladimir Putin asumió el
desorden y el riesgo del desmembramiento casi total de la Federación Rusa, al
ser elegido como Primer Ministro. Simultáneamente,
las guerrillas separatistas islámicas
(sunitas) recrudecieron sus ataques militares contra el gobierno de la
República de Chechenia, integrada a la débil Federación, regida por Moscú,
hecho que ha resistido, infructuosamente, la oposición armada, hoy demasiado disminuida, lo mismo que sus
operativos terroristas.
Por su parte, el ejército ruso en el camino de aniquilar los insurgentes musulmanes, causa de exilios y expatriaciones, entre ellos,
el de la familia de los terroristas hermanos Tsarnaev, procedió
a elevar el grado de autonomía chechena, protegiendo a la vez un gobierno aliado, que responde incondicionalmente a los
intereses rusos sobre los recursos petroleros allí existentes, adjuntos al
resguardo de los oleoductuos, entre otros corolarios.
Al cabo que los islamitas insurgentes además de demandar la independencia total del territorio checheno,
que alberga a poco más de un millón de
personas, siguieron intensificando su
lucha por la construcción de un Estado islámico, al cual se plegarían partes
del territorio de la República de Daguestán.
A pesar de su inicial diplomacia, condescendiente para con los rebeldes chechenos, unida a los excesos
militares de Putín, así por lo antes precisado, comenzarán a surgir
en Occidente, las serias dudas sobre la causa nacionalista de
los extremistas musulmanes en el pequeño territorio de 15.000 kilómetros
cuadrados, situados sobre la ladera oriental de la cordillera del Caúcaso, ubicado – para su desdicha - al suroeste del codicioso “oso ruso”.
Ciertamente, la tortuosa y amarga historia de Chechenia ha estado dominada
por los apetitos de sus vecinos, ya fueran los mongoles (en el siglo Xlll), Georgia, el Imperio Otomano y Persia, entre
otros, hasta que el Imperio zarista Ruso, debiendo hacer frente a la
tradicional resistencia, anexó
definitivamente ese territorio en 1859. De igual forma, el Islam expansionista se consolidó en el Siglo XVlll, a partir de
entonces ha coexistido con la religión cristiana (minoritaria) en esa nación caucásica.
Tampoco la suerte de los chechenos cambió en tiempos de la extinta Unión
Soviética. Como grupo étnico fueron perseguidos por su religión y deportados al Asia Central por el dictador
comunista Josef Stalin, principalmente, durante la Segunda Guerra Mundial. Éste los acusó de colaboracionista de los nazis alemanes, al mismo tiempo, que trató de borrar con
dureza las prolongadas pretensiones
independentistas.
El odio ruso y el señalamiento por terrorismo, cargado contra la guerrilla
chechena, que, en efecto lo practica, creció fuertemente en la primera gestión de Putin, quien libró
una férrea guerra, tanto que los soldados eran denunciados por destrozar la capital Grozni,
practicar la tortura y, obviamente, violar los derechos humanos.
Sin embargo, Occidente disminuyó el
volumen de sus críticas contra el gobierno duro del gobernante ruso, luego de
los ataques terroristas contra las Torres Gemelas de New York (11 de setiembre del 2011), planeados por al Qaeda.
Esta última, la organización
islámica que siempre ha buscado atraer a sus filas la causa de los chechenos. Lo
aprovecha el gobierno ruso al lograr que
sean reivindicados por Occidente sus métodos de
combatir a esas fuerzas rebeldes al vincularlas
a la red global del terror.
En adelante, la guerrilla chechena ha llegado a organizar operaciones terroristas; una de las más dramáticas fue cuando en octubre del 2002 un comando compuesto por 50 insurgentes tomó 800 rehenes en el teatro Dubrovka de
Moscú y amenazó con matarlos, si el ejército
ruso no abandonaba el territorio de Chechenia.
El mundo se sobresaltó ante el
cobarde acto terrorista de los hermanos
chechenos Tsarnaev contra los colegas atletas de Boston;
tanto es así que los deportistas y la misma nación de los Estados Unidos de
América ninguna responsabilidad poseen frente a las desgracias de Chechenia. Por el contrario, Washington ha proporcionado cooperación a esa pequeña república autónoma, y busca para que le sea devuelta la paz y la
concordia.
Por ello, una paradoja o tal vez un símil invade ahora nuestra mente. Es el
suceso del ganadero costarricense que en días pasados perdió la vida, a causa
de la arremetida de un toro, del cual era su dueño y amigo.
Según reporta la crónica, de repente el animal lo corneó por la espalda. Seguro, una sorpresa para el ganadero, puesto que
entre él y la bestia supuestamente había confianza. Lo que el buen hombre no tomó en cuenta fue, por encima de todo, la verdadera naturaleza (violenta) del animal,
que vino a segarle la vida.
Pistas sensatas y reales nos había dado en este sentido nuestro querido Benedicto XVl sobre la naturaleza o esencia de la religión profesada por los Tsarnaev, aunque
me costó digerir que el Santo Padre modificara después los argumentos.
Ronald Obaldía González (Opinión personal)
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