jueves, 18 de octubre de 2018

PORVENIR E IGUALDAD DE ACCESO A LA POLÍTICA DEL PODER DE LOS AUTORES DE LA ECONOMÍA MODERNA COSTARRICENSE.

PORVENIR E IGUALDAD DE ACCESO A LA POLÍTICA DEL PODER DE LOS AUTORES DE LA ECONOMÍA MODERNA COSTARRICENSE. En la mayor parte del Siglo XlX, hasta finales de la década de 1970, se registra el periodo del predominio de la economía del café en Costa Rica. Al monocultivo se le sumó la producción del cacao, el azúcar, el tabaco, después el banano, entre otros productos agrícolas de exportación: resultó “la economía del postre”, la calificación impuesta por don José Figueres Ferrer. Hubo la más íntima y activa interrelación entre los principales motores regionales de nuestro país, y la configuración del cuerpo o la estructura del poder político. Dicho de otro modo, la organización de la división del trabajo hubo de adquirir forma, rápidamente, en aquellas regiones geográficas en donde se habrán de producir los más significativos volúmenes de café, y el de su mejor calidad, ya fueran el Valle Central y la zona de occidente de éste. Llegó a ser la producción asistida, a través de la base tecnológica de la época. Así, entonces, en la división como tal, el nivel superior lo compusieron los dueños de los beneficios, los comerciantes exportadores, los banqueros, los grandes finqueros (Rodrigo Facio Brenes; Samuel Stone), los inmigrantes europeos, en su conjunto, la élite cafetalera. Los pequeños y medianos finqueros (gamonales de los pueblos), los administradores se ubicaron en el rango intermedio; en la base de dicha pirámide se colocaron los capataces, los peones o braceros, y los trabajadores menos calificados. Dicho sea de paso, al haber insuficiente cantidad de estos trabajadores, reflejo de la reducida población nacional, hubieron de recibir el trato benevolente (señorial - patriarcal) de parte de los propietarios de las grandes extensiones de tierras. Así también, las relaciones sociales de producción, propiamente el escalafón del trabajo, determinaron el orden del sistema de jerarquías o clases sociales, todo ello en estrecha correspondencia con la distribución, y el ejercicio del poder, dentro del ámbito de la organización y la división del Estado costarricense. El libro, intitulado “La Dinastía de los Conquistadores” del prestigioso académico costarricense Samuel Stone (+) expone con rigurosidad documentada las relaciones del poder social, político y económico en el contexto de la economía cafetalera, ésta en manos de la clase dirigente de igual naturaleza. Quien llegó a decidir y accionar los destinos y fines del Estado nacional, durante el periodo en el cual se comportó como clase hegemónica, adoptando el modelo capitalista de producción y la ideología liberal de la Ilustración, como punto de partida normativo de la formación del Estado y el gobierno. Ambos aparatos de poder (el Estado y el gobierno): democráticos y progresistas, habida cuenta de la importación de las ideas políticas y la cultura cívica europea. Las adoptadas por los ricos cafetaleros, quienes realizaron viajes de negocios, incluso educaron algunos de sus descendientes en el viejo continente. Hicimos mención del Valle Central de nuestro país en donde tuvo su enorme auge el cultivo y la comercialización del café, tanto en el mercado nacional como en el extranjero, siendo en el repunte la Gran Bretaña y Europa los socios reconocidos. Justamente, de las respectivas familias de la élite cafetalera (exportadora), residentes en este anillo geográfico, hubo de nacer casi en su totalidad la cúpula gobernante: los presidentes, los congresistas, magistrados y jueces. Un hecho político que, en la esfera de los mandatos presidenciales, apenas se vio interrumpido con Otilio Ulate Blanco y Luis Alberto Monge Álvarez, ellos dos de extracción social de bajos ingresos. DESACUERDOS SIN SECUELAS. Ciertamente, en la sociedad política tradicional había pugnas y enfrentamientos en el seno de la dirigencia cafetalera, aunque pesaron mayormente los entendimientos y las transacciones políticas de clase: las fraguadas en el josefino Club Unión. Las diferencias entre los partidos políticos pocas veces llegaron a extremos, excepto en la Revolución de 1948, la cual dio lugar a la Fundación de la Segunda República costarricense, a la profundización de la reforma y la aprobación de las garantías sociales. Las transacciones las había facilitado el carácter reducido del desarrollo, limitado y casi supeditado al recurso del café (Rodrigo Facio Brenes, 1942). Las políticas fiscales y monetarias se definían en concordancia con los flujos (fluctuantes) de las ganancias de dicho producto. De tal suerte que tales comportamientos nos eximieron de las reiteradas guerras civiles, abundantes a la vez en América Latina, con las excepciones de la Campaña Nacional de 1856, de carácter libertador frente a los filibusteros esclavistas extranjeros, dispuestos a subyugar Centroamérica. La predominancia de la economía del café, producto que no dejaba de representar menos de la mitad de la exportación total costarricense, casi el 55% en la década de 1940 (Facio Brenes, idem), así como la escasa diversidad del sistema productivo, englobaron los intereses y los negocios, tanto del sector público como del privado. Estos giraron alrededor de esas utilidades e ingresos, lo mismo que de las divisas captadas a través de su comercialización en los mercados internacionales.Eso sí, la actividad del “grano de oro” había resultado intensa en el entorno de la competencia y los negocios internacionales. A pesar del desplazamiento y restringido peso social y político (hoy en decadencia), las élites cafetaleras tradicionales, todavía poseen una relativa influencia, puesto que el producto (el café de alta calidad) equivale a la posición octava por valor en las ventas de Costa Rica al mercado exterior. Tampoco hemos querido expresar que en las cambiantes realidades económicas, basadas en los servicios y las tecnologías avanzadas, la antigua clase dirigente haya dejado de contribuir a paliar las sacudidas fiscales persistentes en nuestro país (Cadexco). SÍ HUBO CONVULSIONES. Por su lado, las economías domésticas del resto de las naciones latinoamericanas albergaron una gama o diversidad de materias primas, en concomitancia con los grupos de poder, con visiones encontradas; allí las transacciones y arreglos de clase fueron frágiles. La reiteración de los rompimientos constitucionales, o los golpes de Estados resultó el denominador común. Por eso, en su condición de propietarios de los factores de la producción, la necesidad de determinada fracción social de acumular mayor poder político y económico se incrementaría, con tal de colocar por encima su predominio nacional sobre las demás, incluso de manera autoritaria, para lo cual entraban en pactos con la cúpula de las instituciones militares. Los múltiples intereses en constantes controversias y ebulliciones indujeron a contradicciones interminables. Cada una de las distintas fracciones de las clases oligárquicas de nuestra región, intentaron consolidar sus beneficios particulares, no pocos de ellos en abierta sociedad con los representantes de las empresas transnacionales extranjeras. Lo cual hizo posible el curso de rupturas políticas dramáticas y reiterativas, de las cuales estuvo vacunada la política del poder costarricense, basado en transacciones y acuerdos mucho menos complejos, dada su interdependencia con los dividendos del monocultivo, casi no más. Asimismo, la exposición de las tesis con tintes nacionalistas tuvo su lugar en el subcontinente. Igualmente, no hubo renunciación (de los nacionalistas) en torno a los argumentos reivindicativos de ejercer el control del Estado, en aras de impregnarle similar orientación ideológica, en lo tocante a la dirección de la economía, o bien los recursos naturales. Las corrientes contestatarias en buena medida inspiraron después los movimientos insurreccionales de índole marxista, los cuales alcanzaron, por igual, al istmo centroamericano. LA INSERCIÓN HACIA EL PROGRESO. Entrado el Siglo XXl comienza a madurar en Costa Rica el potencial de la apertura comercial, el libre mercado, el estímulo de las exportaciones, coexistentes con las facilidades aduaneras, especificadas en los tratados comerciales; lo mismo que la promoción de la competencia, fundamentales en la nueva economía. Nos enrumbamos a la era de la creación de conocimiento de elevado valor, producto del ingreso a nuestro país de la transnacional INTEL durante el audaz gobierno de José María Figueres Olsen: la modalidad del crecimiento alrededor de la alta tecnología, llegó a cumplir con las expectativas calculadas, y más allá de esto. Enseguida, se multiplicó la instalación de las corporaciones de alta tecnología, de servicios, e ingreso de inversiones directas, tanto extranjeras como nacionales. De igual forma, se llegó a poner énfasis en el mejoramiento gradual del ambiente de los negocios en función de la reactivación de las inversiones. El replanteamiento de la calidad del sistema educativo, la formación y la capacitación del capital humano, ha llegado a constituir una prioridad dentro de las políticas públicas. La idea es adaptar todo este sistema a las exigencias de la innovadora economía digital. Y ya no solamente al sector de la industria de manufacturas, afianzado por el modelo (de posguerra) de la sustitución de importaciones, e implantación del parque industrial, impulsado en las décadas de 1950 y 1960 por la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los ajustes de las políticas macroeconómicas a favor de la estabilidad, en particular, la meta del reequilibrio fiscal, la reducción de presiones sobre la balanza de pagos, constituirán parte de los requerimientos de la economía del conocimiento. Juntamente con esto, se dio el salto a la reforma de la intermediación financiera, cuando el Estado le habrá de garantizar a la banca privada derechos mayúsculos de operación, incluida la captación de los ahorros a la vista; el factor decisivo de la ampliación del mercado de capitales, equivalente al mayor acceso del público al crédito (rápido), sea a dedicarlo al consumo, la producción o la inversión. Al insertarse nuevos sectores productivos, se entronizan, y se reactivan a la vez "nuevos intereses" en la estructura o en el engranaje social, fruto de la reconfiguración y la expansión de la economía del conocimiento (o la elevada tecnología). Al mismo tiempo se han ido generando superiores réditos y utilidades en las empresas, también el aumento en la recaudación fiscal. Se han creado empleos con base en criterios de empleabilidad, incluidos los sofisticados: de los factores esenciales en cuanto a la reducción de la pobreza. Lo dicho pone de relieve la aparición de desarrolladores o emprendedores, que vienen retomando la brújula del desarrollo nacional, con base en la visión y retos sobre el conocimiento ylas prácticas tecnológicas de última generación, así como los servicios. Se escapan de la antigua y desdibujada clase señorial y patriarcal, la cual descansó en el monocultivo del café durante casi dos siglos. Mejor dicho, en el Siglo XXl ha habido un relevo político en la orientación económica de la sociedad nacional, lo cual incide en las estructuras político burocráticas. La economía de los servicios y del conocimiento representan poco más del 50% del Producto Interno Bruto (PIB); mientras tanto el café apenas contribuye con casi el 1%, y poco más del 8,5% con el PIB agrícola (Fuente: Banco Central de Costa Rica, 2016). Una prueba fehaciente del ritmo del cambio de nuestro sistema económico, estrechamente interconectado a la globalización de los mercados, y a sus corrientes financieras, y la industria del turismo; toda vez que acarrea el ingreso de emergentes y diversos sectores políticos, quienes demandan posiciones superiores en la dinámica del debate público (Shirin Ebadi y Christophe Deloire), las transacciones, los negocios y los acuerdos políticos y sociales, propios del entorno libre y pluralista, intrínseco en nuestro sistema democrático. SECTORES PRODUCTIVOS RENOVADOS; EL ASCENSO EN LA POLÍTICA. A igual tiempo de las transformaciones vertiginosas de la economía nacional, cabe hacer comentarios acerca de los cambios sustanciales en la movilidad social y la política del poder. Podría suponerse que las presidencias de Laura Chinchilla Miranda, Luis Guillermo Solís Rivera y de Carlos Alvarado Quesada lleguen a reforzar nuestro supuesto de trabajo, por cuanto estas personalidades descienden de familias desvinculadas de las clases tradicionales. Los éxitos políticos de ellos reflejan la generación de educados en la academia, del potencial tecnológico, proveniente de la clase media – impulsoras de la innovación y del consumo, en cuenta de los emprendimientos. Ellos son (los tres mandatarios) una muestra representativa de los exponentes de esa clase intermedia osada, en términos psicosociales beligerante; inmersa en la colectividad social de "la nueva economía". Por lo cual, las estructuras científicas, educativas y culturales han salido también favorecidas por igual, a raíz de la evolución de la estructura productiva, gestora de mayor ciencia, técnica y riqueza. Lo cual lleva a alentar la movilidad y el ascenso social. LOS OPERADORES DEL CAMBIO, E INGRESO A LA POLÍTICA. Antes subrayamos que las transacciones políticas entre las diferentes fracciones de la clase gobernante, en tiempos de la economía del café, fluían sin estar plagadas de fuertes contradicciones, habido contexto de la hegemonía societal de los propietarios del monocultivo, y su socia la dirigencia gubernamental. Sin embargo, observamos que en el Siglo XXl ha sido fácil detectar que dicho cultivo, sobre lo cual se estructuró una clase dirigente liberal, llegó relativamente a quedar a la zaga frente a los motores contemporáneos del desarrollo, es decir la nueva economía digital, bien la de los servicios. Valga hacer un ligero recuento de las renombradas áreas económicas que velozmente han ido haciendo retroceder la economía del café; esto último, ya sea para proceder a la real comprobación de nuestros supuestos. Es decir, sobre la base del libre intercambio comercial, la captación de inversión extranjera directa, han llegado a nacer y consolidarse industrias científicas y tecnológicas, alentadas en parte por la instalación de las zonas francas, y además por las contribuciones de nuestras universidades públicas y privadas. Con todo y los obstáculos de índole burocrático, difícilmente se ha detenido el impulso de académicos, empresarios e inversionistas en el mejoramiento de la infraestructura, sean las inversiones públicas y privadas de elevado costo, cuyo destino son los puertos, las vías terrestres, los aeropuertos, las energías limpias, la prevención de los desastres, etcétera. La competencia en el sector de las telecomunicaciones vino para quedarse, así como en los sistemas bancario y de seguros. Cobró un significativo auge la correspondiente desmonopolización de las telecomunicaciones, de las cuentas corrientes y del mercado de seguros, antes en manos de agencias del Estado. El incremento sostenido de la industria del turismo resulta impresionante. La sociedad es testigo de los empleos formales e informales, generados por la actividad de los servicios, al cabo de las constantes mega-inversiones, llevadas a cabo, las cuales cohabitan con las PYMES. Hay que apuntar el nexo de ellas con el crecimiento económico de la industria inmobiliaria. Por su parte, las cooperativas, las organizaciones solidaristas, los forjadores de la innovación y los emprendimientos, las micro, pequeñas y grandes empresas originan apreciables rentas y ganancias. Favorecen la economía, creando valor y empleo en diversas áreas productivas. Lo cual llega a ser un factor positivo, en lo concerniente a reducir la pobreza; así también agregan valor en las múltiples ambientes de la producción, en cuenta las manufacturas (las de punta), la agroindustria, y la agricultura convencional. Citemos a la vez los activistas de la protección del medio ambiente, los ecologistas (realistas y responsables), quienes han legitimado la cultura y el lenguaje de la sostenibilidad ambiental, al tiempo que superan en concepción y logros a los radicales grupos de presión. Justamente, los ambientalistas sensatos llegaron a convertirse en activistas de los mecanismos de rendición de cuentas, en simultaneidad con el proyecto de “crecimiento verde”. La atomización de dichos sectores productivos en rápido ascenso trae como ventaja la de alentar el debate colectivo, las interacciones permanentes entre la sociedad política y la económica costarricenses, así como la descentralización y el acceso pluralista a las instancias y fuentes del poder, en estrecha interrelación con el ensanchamiento y la ampliación del mercado. A diferencia del ciclo de la economía cafetalera, cuando con nexos directos con el poder político, hubo de ser apenas una única clase gobernante, puesta de relieve como “la mandamás”. En palabras sencillas: el ambiente político y cultural, configurado por la gobernanza de la economía del monocultivo, se distinguió por la alianza sobre acuerdos restringidos, limitativos, a la medida de los intereses y beneficios de la élite hegemónica de aquel entonces. En su lugar, hay que despejar cualquier intento exclusivista que intente frenar la creciente gama de sectores productivos, abrigados por la economía contemporánea, de forma tal que sus activistas u operadores posean un rol activo en la producción de los acuerdos y consensos en los diferentes niveles de la sociedad política y civil. Puede que la diversidad de intereses haga mayormente complejos y engorrosos los procesos de adopción de decisiones y pactos sociales. Precisamente, en esto estriba la democracia liberal: la diseminación del poder, contrario al ejercicio oligopolista de éste, de paso su cercanía con el autoritarismo. La sociedad abierta se perfecciona a raíz de la diversidad productiva, en correspondencia con los mercados abiertos, por cuanto la cultura y los postulados de la libertad y de la cohesión social, siempre tendrán asidero en tales contextos libres y democráticos. La colectividad pluralista se ve alimentada, a causa del roce civilizado entre los intereses y los negocios privados, además de los públicos, con frecuencia contrapuestos. Por lo tanto, en la práctica de construir tratos entre diferentes, vale la pena que en la convocatoria priven los sectores conscientes y racionales, los de la cabeza bien puesta, los convencidos en que la estabilidad económica y política es sinónimo de la reproducción de los valores y los principios éticos de la nación. COROLARIOS. Nos ha faltado subrayar acerca de la introducción de novedosos conceptos metodológicos, admitidos por la nueva economía. De los más reconocidos, es el referido “a las alianzas públicas y privadas”, estas capaces de favorecer los emprendimientos, la inversión y el crecimiento. Como alternativa de cambio de la burocracia estatal, dejaremos su análisis para otra ocasión. En este sentido, es dable la tesis de la incerteza de reducir al Estado. En su lugar, conviene hacerlo realmente eficiente y eficaz (Thomas Piketty). Habremos de comenzar con la revolución de los regímenes de contratación del personal, que además de caducos privilegian el estado de cosas. Seguro que es imprescindible añadir legislación flexible y mediciones confiables, con tal de garantizar excelencia en el desempeño estatal. A partir de ello se podrá conseguir el mejoramiento de la calidad de los servicios públicos a favor de la ciudadanía, de modo tal que estos cometidos se dirijan a crear mayor valor en la economía, entendida como creación colectiva. Dentro de lo cual han de ser partícipes, la administración pública, las empresas privadas, los emprendedores, la academia, los inventores, los científicos e innovadores, la gran masa de trabajadores, el voluntariado y la constelación de organizaciones de la sociedad civil (Mariana Mazzucato). A estas alturas es viable repensar en la concertación participativa - bastante similar a lo planteado por el Presidente Miguel Ángel Rodríguez Echeverría -, teniendo en mente la incorporación de los grupos renovadores de nuestro sistema político, económico y social, en vez de gastar energías, sugiriendo una estulta convocatoria a una constituyente. Hay que tener presente el arribo a la sociedad de recientes animadores de la modernización y del crecimiento económico, quizás como lo indicamos. Dichos agentes son fundamentales para la construcción de una visión compartida (“y ética”) sobre los objetivos del desarrollo sostenible, los consensuados en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidos. Los autores nacionales de la nueva producción, y la productividad, poseen a la vez todos los atributos, en cuanto a contribuir a subsanar cualesquiera resquicios de déficit de liderazgo (Fernando Araya), aquel déficit susceptible de entorpecer los intentos de la reforma del Estado colaborativo del aumento del ingreso nacional - del cual abusan algunos, sobre todo los grupos de presión, en su mayoría egoístas - . Bajo criterios de búsqueda de excelencia en la empleabilidad, y situando el interés y el bien común de las personas, sin distinción alguna, en el centro de las políticas públicas y privadas (Araya, ídem), nos acercaremos al tipo de sociedad creciente en productividad e inversión, cohesionada, y aferrada a la justicia, la equidad; ellos, los presupuestos de la convivialidad democrática, respetuosa de los derechos humanos y de la diversidad en todas sus manifestaciones. Ronald Obaldía González (Opinión personal)