jueves, 9 de julio de 2015

ROZANDO LA TEORÍA DE LA ORGANIZACIÓN.

ROZANDO LA TEORÍA DE LA ORGANIZACIÓN. En aquellas décadas de efervescencia política, nos referimos a las de 1940 y 1950, cuando figuraron cambios significativos en la economía costarricense, el Presbítero Benjamín Núñez, censurado por las élites conservadoras - pues, según ellas, era “un promotor del comunismo" - optó por “sacarse de la sotana” el siguiente epitafio: "unos viejos como ustedes ya no aprenden". La frase del inteligente y fogoso sacerdote, además de originar disgusto entre los aludidos, iba más allá de las tensiones sociales de aquel entonces. Dicho sea verdad, distanciarse de la cultura del aprendizaje es como inmolarse, más si nos señalan con el dedo. Lo curioso es que, con frecuencia, palpamos que dicho comportamiento no solamente resulta un patrimonio de "los viejos". Al contrario, hay gente de este grupo etario que vive renovándose y hasta aportando conocimiento. En cambio, es una pena comprobar las actitudes de rechazo de no pocas personas (ya sean jóvenes y adultos- jóvenes) de abrirse a los llamados de la innovación, la creatividad, esto es, salirse de lo convencional y rutinario. De ahí la importancia de convencernos que son componentes de la filosofía y la cultura del conocimiento, lo resultante del método sistemático de investigación, cuyos productos y créditos - aplicables a la realidad - al final se encaminan a la búsqueda del bien común y la verdad. Pongamos un ejemplo. ¿Acaso no sería un reto innovador ponernos hacer una detallada valoración de riesgo político acerca de las implicaciones económicas, que acarrea para Centroamérica el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos de América y Cuba?. En lugar de apreciarlos como un reto y aventura a favor del conocimiento y del saber, así como gozo y realización personal, más bien la innovación a veces la percibimos como amenaza o riesgo, pues llega a sacudir zonas de confort, equivalentes a estabilidad y protección de intereses propios y específicos, hasta confundirse con la defensa de privilegios y gollerías sindicales y corporativas, patrones de conducta que casi siempre van de la mano de la ley del mínimo esfuerzo. La mejor demostración de ello fueron las recientes declaraciones “anti - empresa privada” de la dirigente de un gremio de educadores, desvirtuando la metodología de la educación dual, aplicada con éxito en naciones desarrolladas como Alemania. Nada extraño poseen estas corrientes “anti - empresa privada”, que odian la eficiencia, la invención, el lucro y las propuestas de modernización del Estado; tan difundidas por gremios como por partidos políticos neo - populistas. Lo peor son las herramientas de movilización y presión, acaparados por grupos como estos, entregados a la defensa de sus intereses particulares y renuentes al cambio, unos recursos que están fuera del alcance de la mayoría de los habitantes, en especial los socialmente postergados. Aquí es cuando nos aseguramos que "el ser viejo" está lejos de tener únicamente relación con el registro de los años, porque paradójicamente hay grupos de personas - en plenitud de condiciones - cuya mentalidad posee cercanía con el envejecimiento, ese que precisaba el Presbítero Núñez. En este caso en particular, hay escasa correspondencia y coherencia entre la edad cronológica y la edad mental de ellos. Suele surgir esta complicación en los distintas actividades laborales y segmentos ocupacionales, independientemente si forman parte de organizaciones públicas o privadas, o bien en aquellas personas que se desempeñan por cuenta propia en el mundo del trabajo. Por todo ello, da pena ser testigo de comentarios obstruccionistas y descalificadores, que salen a relucir en cuanto foro sea necesario, incluidos los de entidades privadas, las cuales tampoco se eximen de tales vicios; se emplean como recurso contra proyectos innovadores, que invierten talento humano, centrados en hacer versátil y eficaces los cometidos de las organizaciones, en perseguir mejoramiento de cualesquiera organizaciones, en las que la cultura, el arte de la investigación y el desarrollo ocupen prioridad. En esas reacciones sobresale también “la cultura del no”, experta en la fabricación de rituales, una salida que consiste en usar como pretexto los “escrúpulos” abusivos (obviamente, con dudoso propósito), pues al final llegan a identificar el ánimo torcido - y antieconómico - de quienes a toda costa se esfuerzan en contener cualquier tendencia de cambio organizacional, y enseguida restarle méritos a los creadores de ideas, a los emprendedores, a quienes arriesgan. Ese “no” que apenas se compara con la manifestación de nuestras flaquezas psicológicas, materializadas en acciones destructivas y acientíficas. Por eso, el reconocido psicólogo laboral Enrique Umaña Montero concedía escaso reconocimiento a alguien que blasonaba de "los años de experiencia laboral" en su haber. Recuerdo que este profesional desconfiaba, en que se diera fe ciega a tal carta de presentación. En vez de ello, prefería la exacta medición “del grado de calidad de esa experiencia anunciada”: los logros y productos personales cosechados y la creación de valor social y económico de la experiencia como tal. Ciertamente, hay gente que ha pasado sin pena ni gloria por las organizaciones, ninguna huella ha dejado por el paso de su vida laboral. Debo expresar que todavía me he abstenido de practicar un autoexamen de conciencia sobre este respecto, quizá sea doloroso. Con todo, me apego a la tesis del especialista de la conducta humana que mencioné líneas arriba. En línea con la recomendación de tener sospechas de la certeza del factor de experiencia laboral de las personas, cabe destacar que de este escrutinio tampoco se escapa la acumulación de grados académicos, incluso la formación o capacitación técnica. Hay teóricos de la educación, quines introducen el argumento didáctico de hacer todavía más productivos, retadores y emprendedores a los individuos, virtudes y cualificaciones que no necesariamente se adquieren a través de la obtención de títulos académicos o certificados de formación profesional. Dicha teoría se respalda en la promoción de ambientes laborales - también educativos, comunitarios y familiares - libres y óptimos para sembrar el espíritu creativo y productivo, en los cuales se fomente el trabajo en equipo, la acción cívica, al tiempo que las capacidades individuales sean objeto de estímulo. Sin embargo, tengo mis serias preocupaciones que los pactos sociales neopopulistas del Estado social burocrático, así también la figura política de "la democracia callejera", que goza de la impunidad, sean los mejores consejeros de nuestras trasnochadas. Ronald Obaldía González (Opinión personal)

4 comentarios:



  1. Carlos Echeverría escribió:

    Buen artículo, mucho. Esa capacidad de salirse de la caja", reinventarse, emprender, crear, es fundamental.



    Elías Calderón Monge escribió:
    7:59 (hace 1 hora)



    Excelente don Ronald. De sus escritos siempre se aprende. Muchas gracias por compartirme estos documentos.
    Que tenga un excelente día.

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  2. Miguel Herrera Ulate escribió:

    Bien mi amigo, cada vez mas fina la pluma. Te felicito. En suma, voy a negarme a ser viejo cabezón, y rotundamente desconocer esa democracia callejera nefasta, que lejos de ser expresión de libertad es a la larga una camisa de ignominia para un pueblo. Lo medular lo educacional. Me ha gustado mucho tu exposición, tiene nivel. Gracias.

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  3. Elieth Mayorga Ramos escribió:

    Me encanto esta lectura. gracias

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  4. Mauricio Vargas Fuentes escribió:

    Muy bien Ronald!!!

    Saludos

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