lunes, 7 de septiembre de 2015

EVOCANDO A JUAN JACOBO ROUSSEAU (1712 - 1778).

EVOCANDO A JUAN JACOBO ROUSSEAU (1712 - 1778). En la civilización occidental se ha hecho común desplazar de los sistemas educativos la enseñanza de la religión, la filosofía, la psicología; en términos generales, lo que damos en llamar las ciencias humanistas. Costa Rica tampoco se ha escapado de este error monumental. En nuestros niveles intermedios de formación colegial, nos resultó provechoso haber tenido contacto con la inteligente profesora de psicología, comprometida en inculcar a sus alumnos a tener conciencia del valor de la introspección, como hábito de vida, lo cual los alejaría, según ella, del autoengaño y la mentira personales. En cambio, todavía un expresidente costarricense en repetidas ocasiones se ha pronunciado en contra de la inclinación de la juventud hacia tales estudios académicos, cuando en esta época se impone que desde la niñez se aprendan los postulados básicos de esos saberes. El fondo de esa sibilina concepción pragmatista y utilitarista incita al ser humano a girar alrededor de la producción, el mercado y el lucro, y no al revés: que sean estas creaciones materiales las que presupongan como eje central a la persona humana, "ésta el centro y medida de todas las cosas". En esta línea, se coloca en primer orden la enseñanza y la aplicación de los principios y postulados de los saberes humanistas desde los niveles básicos de la educación, pues hay un hondo vacío, con la ventaja de que ello ha de contribuir a la construcción de pueblos más virtuosos, ilustrados, prudentes, guiados por el bien común, en su sentido amplio, así como lo había enunciado el ginebrino Juan Jacobo Rousseau, igualmente convencido de las ideas democráticas, como sus antecesores humanistas liberales. Dado que esta vez nuestro móvil es Rousseau, hay que comenzar y tener en cuenta uno de los postulados principales del filósofo, en cuanto a plantear "que el hombre es bueno por naturaleza", quien lo corrompe es la sociedad - decía - , siempre y cuando su comportamiento se distancie de su estado natural. Ese estado que en nuestros tiempos sería el reencuentro constante con las grandes verdades: la libertad, la justicia (proveniente de Dios) y la igualdad, lo cual nos conduce alcanzar "felicidad pública", clase de virtud, en el estado social, o la convivencia en colectividad, sujeta al espíritu de cuerpo, ésta que implica el renunciamiento de sí mismo, como lo entendía del mismo modo Montesquieu. En tal orden y coincidentes con los fundamentos rousseaunistas, los gobiernos y las instituciones políticas se encargarán de la ejecución de las leyes (legitimadas) y del mantenimiento de la justicia, la libertad, tanto civil como política (Jean-Jacques Chevallier, 1974). El aparato de fuerza como tal, que junto con las leyes (flexibles), que además de estar al servicio del soberano (o el pueblo), habrían de expresar la voluntad general, que para Rousseau equivalía al soberano o el "Todo o cuerpo social". Entidad y organización viviente, “que es cada uno de nosotros en espíritu de cuerpo”, en el cual a la vez nadie puede ser injusto consigo mismo (menos con los demás), toda vez de tener presente que en el contrato social se comisiona el buen juicio y el compromiso de “la moderación en los ricos y el contentamiento de los pobres”. Pues todos están sometidos a la naturaleza física, a las necesidades físicas, a las "cosas" materiales, que habrán de satisfacerse. Al cabo que en unidad y paz alcanzamos sabiduría, en tanto la naturaleza, el corazón y la razón dirijan nuestros actos. Es prevenir al mismo tiempo que se imponga la tiranía y el abuso de un reducido grupo de hombres, que, movidos por intereses particulares y egoístas, la avaricia, los vicios, consiguen debilitar el espíritu y “los lazos sociales”, que para Rousseau “son sagrados”. Exactamente, lo que abunda en la sociedad contemporánea es la preocupación mayor por “la gula excesiva del tener” y acumular, en lugar de ser (y crecer) en libertad natural, virtud, así como en genialidad. En palabras adicionales, que son nuestras imaginaciones, entramos en las "turbadoras cuestiones", esas que en Occidente tienden a apartar a Dios y, en consecuencia, a despreciar nuestra “desnaturación”, es decir, el desligarse del ideal y la experiencia de la transformación, la cual supone que el ser humano, para su bien y para el de todos, es capaz de criar, en libertad, frutos sociales, lo que hace que su alma entera se desarrolle en razón y ennoblecimiento. Marcado en todas sus fibras por el cristianismo (Chevallier, idem), a sabiendas que el reino del otro mundo podría convertirse en éste, a nuestro juicio Rousseau hubiera señalado el aborto, como parte de las "ruinas espirituales", asimismo, la ideología comercial y de muerte que lo lleva del brazo; sea a su vez el creciente deterioro del medio ambiente, que en la realidad es la autodestrucción del ser humano; la falta de miedo a la muerte y la subcultura que la intensifica, atizada por la incontenible producción y comercio de armas, que llegan a ser conductas "antisociales", o “dictaduras”, contrapuestas al instinto de sobrevivencia, esto mismo inherente a la naturaleza providente: “dogma positivo” para nuestro filósofo preferido. Nos preguntamos cuál sería el pensamiento de Rousseau si hubiera sido testigo de la indiferencia e insensibilidad, prevaleciente frente al drama de los emigrantes sirios, libios y africanos, quienes huyen de sus propios países, deprimidos en la guerra ("antisocial" por naturaleza). Probablemente, nuestro filósofo se estaría sometiendo a la tesis del inglés Thomas Hobbes (1588-1679), quien había proclamado que el ser humano, es malvado y cruel de nacimiento, que vivía matándose y conspirando unos contra otros (Esteban Galisteo Gámez, 2013). Al aceptar el castigo a los malvados y los intolerantes, seguro que el ginebrino hubiera censurado los macabros eventos en mención, reportados por la prensa internacional desde el mar Mediterráneo, donde más allá de su ribera sur presenciamos con angustia la indecisión de las instituciones políticas y, simultáneamente, la resistencia de los neofascistas y ultraderechistas europeos (“los insociables”), amenazando en sus propios Estados nacionales a los refugiados e inmigrantes, a quienes por su parte otros “malvados” (merecedores de castigos) y los déspotas de sus naciones de origen les negaron la “felicidad pública”, ni siquiera “en sus corazones” malignos entró el reconocimiento “de los sagrados contratos sociales”. Es de imaginar que el Rousseau del Siglo XXl se hubiera arrepentido de enunciar más atrás que “el hombre es bueno por naturaleza”, se hubiera reconocido mejor en el estado primitivo de la humanidad, cuando en verdad lo era. En cambio, lo de ahora - la muerte de inmigrantes en alta mar - es nada menos que la falta de moral y ausencia de caridad, mejor dicho, representa la “insociabilidad”. Si los seguidores de su pensamiento hablaran por él en el Siglo XXl, habrían de poner de manifiesto el doloroso panorama de la descalificación de “la moralidad” y la felicidad “de la vida futura”. Una ética ampliamente intrínseca en el espíritu de “los contratos o pactos sociales”, que, según filósofo liberal y cristiano, siempre hubieron de colocar la dignidad y el respeto del ser humano (derecho divino natural) por encima de cualquier argumentación política y cultural (o del derecho civil). Habría de ser la responsabilidad y compromiso del soberano, que al ser, por naturaleza, solidario y generoso consigo mismo, igualmente lo “debería ser” con el extranjero, sobre todo con el oprimido, un sueño al cual a nuestro Rousseau le faltó tiempo, a que de nuevo y amorosamente se hubiera abierto. Sin embargo, quien quita que en las actuales angustias y apremios puedan renacer las genialidades. Ronald Obaldía González (Opinión personal).

12 comentarios:














  1. Sandra Maria Pizarro Torres escribió: Excelente análisis...lo comparto. Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Sandra Chanto escribió: Excelente reflexión estamos ante una sociedad en que la voluntad general no mira por el bienestar común de los ciudadanos, donde cada día vemos la insensibilidad , el odio se apropia de sus vidas.



    ..











    ResponderEliminar
  3. AJ Saurez escribió:

    Muy claro concisistente muy bien argumentado. Una realidad latente que la vemos y sentimos pasar. Motiva a una gran reflexion y a ser participe de una accion .



    ..











    ResponderEliminar
  4. Gloria González Solís escribió:

    Excelente, gracias por el aporte y las horas de reflexión, que le permiten compartir con nosotros su visión de la situación actual del hombre en su quehacer frenético que lo lleva a olvidarse de la importancias del ser que le permita trascender.

    ResponderEliminar
  5. Javier Castro González escribió:

    Estimado Don Ronald, cada vez que leo un artículo suyo abre mi mente en espacios que no pasan normalmente en mi vida cotidiana.

    Muchas gracias por elevar mi nivel de conocimiento.

    Saludos.

    ResponderEliminar

  6. Iván Andrey Brenes Reyes escribió:

    Buenos días. Muy profunda reflexión. Muchas gracias por compartirla.
    Dr. Ivan Brenes Reyes
    Presidente CNE

    ResponderEliminar
  7. María Rosa Cubillo escribió:

    Muy estimado Ronald, como siempre enriquecedores y geniales tus comentarios. Un gran abrazo

    ResponderEliminar
  8. luis ramirez matamoros escribió:

    Muy bueno Don Ronald , Saludos

    ResponderEliminar
  9. luis ramirez matamoros escribió:

    Muy bueno Don Ronald , Saludos

    ResponderEliminar
  10. luis ramirez matamoros escribió:

    Muy bueno Don Ronald , Saludos

    ResponderEliminar
  11. Lourdes Montero Gómez escribió:

    Gracias excelente reflexión evoco mis años de estudio en la desaparecida Escuela Normal de Heredia, y sus clases de filosofía....! Qué equivocados están los que eliminan la formación, moral, espiritual y cívica de los Planes de Estudio.

    ResponderEliminar
  12. Lourdes Montero Gómez escribió:

    Gracias excelente reflexión evoco mis años de estudio en la desaparecida Escuela Normal de Heredia, y sus clases de filosofía....! Qué equivocados están los que eliminan la formación, moral, espiritual y cívica de los Planes de Estudio.

    ResponderEliminar