viernes, 4 de octubre de 2013

AQUELLOS OCASOS LATINOAMERICANOS.



AQUELLOS OCASOS LATINOAMERICANOS.

Con toda la razón,  una dilecta amiga nos ha emplazado por la omisión cometida el pasado mes,  al pasar  inadvertido  el 40 aniversario del golpe militar en Chile contra el Presidenta Salvador Allende, fraguado por su hombre de confianza.  el general del ejército  Augusto Pinochet.

En efecto, ese oscuro y mafioso personaje merecerá siempre nuestra más alta condena y repudio, así como sus cómplices  en el operativo de “la Caravana de la muerte”, que  simultáneamente con el Plan Cóndor, arrasó contra la vida  de miles de opositores  políticos,  principalmente de líderes izquierdistas y desertores.  Entre estos últimos cabe citar  al general Alberto Bachelet,  torturado y asesinado por el régimen militar,  padre, por cierto,   de Michelle Bachelet,   expresidenta de la República y  esta  vez aspirante  presidencial.  

Al recapacitar  acerca de ese desafortunado acontecimiento político, nos viene a la mente  la figura del Canciller costarricense  Fernando Volio Jiménez, hombre  honesto, enérgico y consecuente con sus principios democráticos y humanistas,  por cuanto  nunca tuvo reparos e inconvenientes para atacar la tiranía de Pinochet, en los más diversos escenarios de la política internacional.  Volio  se comportó, así también,  frente a las políticas racistas  del apartheid en Sudáfrica,   menos  cedió  -  ni un ápice -    a sus posturas de denunciar al opresor régimen  de Daniel Ortega, ocupado en asesinar en Nicaragua a  indígenas  miskitos y  desertores en la convulsionada década de 1980.       

Las dictaduras militares  amalgamadas  en  las décadas de 1970 y 1980  en el Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay),  para contrarrestar el ascenso de denominaciones marxistas leninistas y de la guerrilla izquierdista,  se inspiraron  en la  doctrina de inteligencia y seguridad nacional,  a efecto de aniquilar enemigos internos que resistían  un sistema  político y económico desigualitario.   Todo ello llegó a ser una  desviación - en cuanto a instrumentación -    de  la estrategia  de los Estados Unidos de América  hacia Latinoamérica.    

La tal doctrina poseía carácter transfronterizo, en lo que respecta a violaciones de los derechos humanos;  algunas de sus líneas rozaron Centroamérica.  Sin salir a la superficie, las dictaduras del Cono Sur cooperaron militarmente  con la dinastía somocista y el resto de las dictaduras de esta latitud, las cuales  estaban al borde de la derrota  de parte de la insurgencia,  ésta apoyada por el eje cubano soviético.   

A diferencia de  las organizaciones de la  guerrilla marxista,  que intentaron  derribar  los gobiernos autoritarios, utilizando la vía armada,  Salvador Allende  - y la Unidad Popular -   en cambio,   arriban al poder mediante un legítimo proceso electoral. 

Igualmente, era la primera vez en el continente  que  un partido político,  declarado marxista leninista, además  de ganar  elecciones democráticas,  controlaría la economía, quizás, más desarrollada de América Latina.  Tomemos en cuenta al  Chile proveedor  de cobre,  incluido dentro de  las materias primas,  ampliamente demandadas  por  los mercados internacionales.
   
A nuestro juicio,  los factores influyentes del golpe militar en Chile recayeron  primero  en el hecho de que la izquierda marxista llegara  a controlar el poder,  a través de elecciones libres, desplazando las élites tradicionales;  en  segundo lugar,  que el evento atípico  fuera acogido por  una economía  vital a los intereses estadounidenses, en especial de algunas transnacionales.    

Trabajando en las sombras,  los recelos  y las intrigas  - hoy tan de modas -  no se hicieron esperar.  Compañías transnacionales como la ITT, alertadas por el gobierno de Richard Nixon, auspiciaron finalmente el golpe de  Estado, habida consideración que Chile  se transformaría en el eslabón inicial de la propagación del comunismo por la región.    

Lo antes dicho dista que respaldemos   los viejos ejercicios académicos  de culpar a los Estados Unidos de América de “todos los males” sociales  de nuestros países, la mayoría de  ellos provocados  por desastrosos gobiernos, que ni siquiera son capaces de proveer   papel higiénico a su gente.     

Por otra parte, la ultraizquierda o los radicales marxistas, en especial, el MIR , confabuló torpemente  contra Allende, al presionarlo a que avanzara de prisa  con las nacionalizaciones  de la industria del cobre y la banca privada, o bien que  elevara  los aranceles  al comercio exterior. 

Luego la descontrolada inflación,  el desabastecimiento y la profunda inestabilidad política pusieron en alto riesgo la continuidad de la Unidad Popular.    Para los seguidores de Pinochet,  aquel caos y  estancamiento económico  lo subsanó el régimen militar  (1973 – 1990) al adoptar la política económica basada en las recetas “neoliberales” del profesor Milton Friedman y la escuela de Chicago.  Recetas que dicho sea de paso dejó vigentes por 20 años la Concertación de Partidos por la Democracia  -  opositora a Pinochet -  en aras de modernizar y expandir  con éxito la economía. 

Con todo, ni el régimen militar, tampoco  la centroizquierdista Concertación fueron capaces de superar  las complejidades,  relacionadas con la  concentración de la riqueza, así como las fuertes diferencias sociales que acusa la pujante nación chilena.  

Lo bueno fue  que los  últimos años de Pinochet fueron bastante atropellados.   En lo personal,   le hubiera deseado más infierno en este valle de lágrimas, así como se lo deseo a Fidel Castro y su delfín Daniel Ortega,  extensivo, entre otros,   al  mandatario que sueña con pajaritos y duerme al lado de la tumba de su mentor.

Ronald Obaldía González  (Opinión personal).

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