viernes, 18 de octubre de 2013

PARTIDOS POLÍTICOS. IMPRESCINDIBLES.


PARTIDOS POLÍTICOS. IMPRESCINDIBLES.

Un gazapo histórico sería admitir la desvinculación en Costa Rica  entre las bases doctrinarias de la creación de la Segunda República (1948 – 1949) y el contexto de la valerosa promulgación de las garantías sociales durante la década de 1940; producto “del acuerdo tripartito del Presidente de la República, Rafael Ángel Calderón Guardia, el Arzobispo de San José, Monseñor Víctor Manuel Sanabria y de Manuel Mora Valverde, fundador del Partido Vanguardia Popular”, mejor conocido como el Partido Comunista.  
Ambos procesos revolucionarios constituyeron una tarea de titanes, cuyo objetivo consistió en encarar el viejo Estado liberal, basado en la economía del café, el cual solo personalidades como las antes citadas, junto a don Pepe Figueres y Rodrigo Facio Brenes, el gran ideólogo, fueron capaces de concebir y amalgamar, o dar continuidad en medio de profundas contradicciones, a efecto de que los costarricenses, los principales herederos del Estado social de bienestar, recibieran como un legado a la vez imprescindible y comprometedor, dadas las experiencias de las naciones vecinas que resultaban  poco menos que aterradoras.

De tales revoluciones sociales, fueran la conquista de las garantías sociales y su prolongación: la Segunda República, se desprendieron, enseguida, las tendencias ideológicas, originadoras de los partidos políticos, vigentes desde  la segunda mitad del Siglo XX hasta nuestros días. En tanto que el propio liberalismo, dominante en todo el Siglo XlX,  resistió las corrientes modernas, particularmente de la social democracia - promotora del esquema de intervención del Estado en la economía y de la propuesta de la CEPAL de sustitución de importaciones de bienes y servicios -  y que, adoptando la reforma social calderonista y camuflando ciertas tesis del comunismo criollo, intentó aplacarlo de las contiendas electorales.   

No sobra dar una definición sencilla de partidos políticos. Una apropiada, es aquella organización formada por personas de similar corriente ideológica o concepción integral de la vida del Estado, “en todos sus aspectos”, cuyo objetivo e interés fundamental es alcanzar el poder de éste, y con ello poner en práctica sus convicciones y programas políticos, tendiendo a excluir  las concepciones e ideas que se distancian o diferencian de la suya.  Asimismo, tengamos en cuenta que los partidos desempeñan el rol de intermediarios entre las fuerzas sociales del pueblo (o la sociedad civil) y las instituciones del Estado. 

Después de esta definición, retornemos entonces “a lo que vinimos”. Curiosamente, nos encontramos el documento, intitulado “Patio de Agua”, redactado en 1968 por un grupo de intelectuales del ala “purista” de la social democracia costarricense. Pareciera  que también ellos estaban bastante influenciados – en estilo y fondo - por la nueva teología del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXlll, en aras de adentrarse en un renovado mensaje de  la Iglesia Católica, basado en perspectivas y postulados sociales, acordes con la época moderna. 
Al mismo tiempo, el texto declarativo de “Patio de Agua” tampoco disimulaba su acercamiento con no pocas tesis del marxismo, razón por la cual causó reacciones negativas en determinados círculos sociales, todavía apegados al liberalismo tradicional, o bien por el anticomunismo, extendido en la época de la Guerra Fría, lo cual trajo como consecuencia la proscripción en Costa Rica del Partido Comunista, tras los hechos políticos de 1948.   
Era de prever que en la Segunda República el pensamiento socialcristiano y por otra parte el comunismo criollo, sobre la base de sus correspondientes partidos políticos, coaligados o no, se convertirían en asociaciones permanentes, estables e ideológicamente sólidas, tal como lo persiguió la social democracia en el emergente Partido Liberación Nacional (PLN), fundado en 1951, pero también objeto de accidentes, algunos transitorios, otros irreversibles, que no dejaron de amenazarlo. 
La casi totalidad de las denominaciones que abrazaron una de estas ideologías en particular, registraron  tanto serias divisiones, como irreconciliables rupturas y hasta la desaparición del escenario político, como le ocurrió al Partido Comunista tico, inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín.
De igual modo, los desmembramientos los registra el mismo PLN, ya fuera por la quijotada de “Patio de Agua”, o bien a través de la separación en 1957 del dirigente (liberal) Jorge Rossi, lo cual facilitó la victoria del candidato (liberal) Mario Echandi. Años después el socialdemócrata  Enrique  Obregón Valverde, asociado con sectores de la izquierda nacional, fundó  el Partido Acción Democrática Popular, “que lo postuló a él mismo como candidato presidencial para las elecciones de 1962”.   Así, sucesivamente, hay que destacar la figura del Rodrigo Carazo Odio (social demócrata y liberal), cuya separación del PLN le llegó a provocar un severo golpe, aún más intenso a lo que pudo generarle el Partido Acción Ciudadana (PAC). 
Mientras tanto, los socialcristianos (calderonistas), para tener vigencia, además de pactar con los comunistas en la década de 1940, después de la guerra civil de 1948 hubieron de desmovilizarse para luego coaligarse en 1958  con los liberales del Partido Unión Nacional, dirigido por su enemigo, el expresidente Otilio Ulate; comportamiento repetido en la conformación posterior del desaparecido Partido Unificación Nacional, en donde coexistió con los liberales, hasta conformar luego una exitosa coalición con estos últimos y con una fracción desertora del PLN.
Por su parte, los dirigentes del liberalismo criollo  - doctrina hegemónica hasta los tiempos de Ricardo Jiménez Oreamuno (1932 – 1936) -  opuestos en su momento  a las garantías sociales de Calderón – Mora - Sanabria,  consiguieron avenirse después de la guerra 1948, con el movimiento calderonista, fusionándose  bajo un solo partido político,  tal como lo anotamos líneas arriba.  A la vez, una minoría de liberales tuvieron acogida parcial en el Partido Liberación Nacional, al cabo que más adelante hicieron intentos (fallidos) por encontrar autonomía e identidad propia en partidos emergentes, como fue el caso de la conformación en 1974  del Partido Nacional Independiente.
 A partir de la década de 1960 el liberalismo como concepción y método de análisis de la realidad social ha sido objeto de transformaciones sustanciales y sensibles, al ser injertado por los postulados de política económica del profesor Milton Friedman y la escuela de Chicago, que privilegian la teoría del libre e irrestricto funcionamiento del mercado (llamada el neoliberalismo),  que ni economistas clásicos de la talla de Adam Smith (Siglo XVlll) y David Ricardo (Siglo XVlll – XlX) proclamaron en sus obras.
El desplome del comunismo causó que el neoliberalismo se entronizara, casi como ideología oficial,  en la mayoría de los partidos políticos del mundo, incluidos los de Costa Rica.  Algunos asumieron del todo sus métodos; una minoría de ellos lo hizo parcialmente, pues se negaron a abandonar del todo los argumentos que defienden la gestión distributiva de la riqueza y reguladora a cargo del Estado dentro del sistema económico.  Planteamientos que finalmente ha reivindicado por ahora la izquierda nacional y latinoamericana, al quedar desacreditado el marxismo leninismo.
Por todo ello, de nuestra parte renunciamos a la tesis que reconoce el funcionamiento, “químicamente puro”, del esquema bipartidista en la Costa Rica de los últimos sesenta años, a pesar de que en términos formales o jurídicos se fingió, o en apariencia lo hubo.  Partimos del supuesto, que al interior de los partidos políticos nacionales, que florecieron especialmente de los cambios de la Segunda República, han interactuado líderes y fracciones sociales con ideologías, visiones e intereses contrapuestos. 
Puede que entre ellos tal coexistencia fuera duradera. Lo cierto es que ha habido múltiples fracciones políticas (o micro tendencias) en los partidos costarricenses, tal que hicieron esfuerzos por lograr costosos entendimientos. Sin embargo, las transacciones  al entrar en alta tensión, como es natural en política,  entre los agentes activos sobrevinieron las fuertes rupturas o los rompimientos definitivos. Lo cual dio lugar a finales de la década de 1990 a la creciente proliferación de agrupaciones políticas y de grupos de interés, así como a “la atomización de la opinión pública”, que, además de debilitar el imaginario del bipartidismo, hicieron sumamente complejos  los mecanismos institucionales de negociación y gobernabilidad política y social.
Tampoco hagamos dramas por lo antes dicho, por cuanto el bipartidismo ficticio llegó a ser saludable para la democracia costarricense, así también lo puede llegar a ser la existencia de diversos partidos políticos, siempre que posean  programas políticos flexibles y operen como maquinarias pluralistas al servicio de la libertad y del bien común.
Ronald Obaldía González (Opinión personal).   

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