Hay argumentos optimistas en la sociedad mundial.
En cuanto a incertidumbres y complicaciones superiores, resulta impensable equiparar las amenazas que trajo consigo la Guerra Fría, con las inestabilidades económicas que algunos vaticinan en este siglo a nivel global.
Acerca de este último fenómeno, es decir, las recesiones, hay todavía un enorme potencial de creatividad (Dominique Moisi) política e innovación científica para evitar su aceleración. Por supuesto, que es demasiado remota la posibilidad de hallar una fase recesiva, la cual comporte el colapso de la civilización occidental, específicamente el modo capitalista de producción y la democracia liberal. Admítanme entonces exponer un argumento optimista para comprobar esta tesis.
Precedida por las contradicciones ideológicas entre el capitalismo y el comunismo, la Guerra Fría implicó el riesgo gradual de la confrontación nuclear y total, la cual colocaba a los Estados Unidos de América y la Unión Soviética (URSS), como los rivales (o enemigos) indiscutibles.
Eran superpotencias, que encabezaban dos poderosos bloques, quienes a la vez se disputaron la hegemonía del planeta, al compás del predominio de zonas geográficas de influencia. La carrera espacial, además de la armamentista, formaba parte de las amenazas y los riesgos intrínsecos. Las regiones en conflicto, en su mayoría, respondían a tal división bloquista del mundo, a esto tampoco se escapó el conflicto árabe - israelí en el Medio Oriente, sobre todo, al cobrar mayor intensidad con la creación del Estado judío.
La humanidad estaba a la intemperie, pues ello suponía que en cualquier momento la Casa Blanca y el Kremlin se enfrascarían en una guerra total. Un punto culminante lo significó la crisis de los misiles de Cuba a inicios de la década de 1960 en tiempos del Presidente John F. Kennedy, cuando las dos superpotencias estuvieron bastante cerca de desatar la Tercera Guerra Mundial.
Al final imperó la sensatez: se pactó la sobrevivencia de Cuba y su alineamiento especial con el bloque comunista. Todo esto acontecía nada menos que en el traspatio estadounidense, aunque fue la manera de disipar el temor de la guerra absoluta, puesto que los misiles fueron retirados de la isla. Los Estados Unidos de América y la Unión Soviética negociaron la cuestión cubana, a cambio de disipar el temor de llegar a una guerra total, lo que implicaría, como se repitió, la desaparición de la especie humana.
Años después irrumpió la guerra de Vietnam, que acumulaba los elementos precursores de la Guerra Fría, al tiempo que se empleó material de guerra sofisticado, proveído por las superpotencias. Me hago la pregunta sobre las implicaciones que hubiera tenido la concreción de los planes de Washington de arrojar la bomba atómica en el territorio vietnamita, en particular, las reacciones de la URSS y de la propia China comunista, a pesar del distanciamiento y la enemistad, que comenzó a florecer en ese entonces entre estas dos potencias comunistas.
Dichosamente, el Presidente Richard Nixon y Henry Kissinger decidieron apaciguar y destensar las comunicaciones con los soviéticos, así como la China Comunista de Mao Zedong, mediante la normalización completa de las relaciones diplomáticas, especialmente con los chinos.
Sin embargo, a esta última le irritó sobremanera la estrategia expansionista y el poderío militar del imperialismo soviético, quien ganaba influencia en las naciones fronterizas tales como Vietnam, Laos, Camboya, Corea, y relativamente en la India. Las fricciones ideológicas y políticas entre comunistas agregaban nuevos factores de riesgo y tensión a la Guerra Fría.
Tras su histórica visita a Pekín en 1972, el Presidente Nixon viajó luego a Moscú para negociar el primer paso de un acuerdo sobre limitación de armas estratégicas (SALT). De este modo, se iniciaba la era de la distensión, caracterizada por la búsqueda de un acuerdo por reducir el peligro inminente de una guerra nuclear.
En casi todas las latitudes del planeta subyacía la hipótesis de conflicto, a causa de las divisiones ideológicas, acentuadas en la Guerra Fría. Asimismo, América Latina fue alcanzada por tales hostilidades. En medio de aquel contexto estratégico, las organizaciones guerrilleras de la región y las dictaduras militares en su rol contrainsurgente, obtenían réditos de una situación de pre – guerra global.
Armas y dinero corrían de Moscú y Washington hacia la región latinoamericana. Los servicios de inteligencia y de contrainteligencia actuaban con excepcional precisión, mientras que miles de personas perdieron la vida como consecuencia de la guerra de guerrillas y los golpes de Estado, éstos inspirados en "la doctrina de seguridad nacional" con tal de repeler los dictados “del internacionalismo proletario”.
Retornando al tema del contexto de la volatilidad financiera, la inestabilidad de los mercados y la recesión económica, aunque se transforman hoy "en riesgos de fracasos", hay que considerar también su reconciliación con un mundo relativamente más pacífico y menos sometido a amenazas mayúsculas y profundamente destructivas, fueran las de la Guerra Fría.
Téngase presente que el terrorismo islámico, que suponía una creciente amenaza, ha quedado minimizado, a raíz de los efectivos golpes asestados a al Qaeda, incluida la reducción del poder de fuego de los talibanes en Afganistán y en Pakistán. Por su lado, la criminalidad transnacional tampoco se ha escapado de los límites de la contención y el control internacional. La cooperación global contra las actividades del narcotráfico, ante todo, han sembrado una consciencia generalizada para atacar de raíz los factores políticos y sociales que lo fermentan.
Continúan perdiendo peso los desacertados postulados de la austeridad y los fuertes ajustes estructurales, extendidos en el Tercer Mundo por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los cuales representaron una fuente de tensión, pues arrastraron desigualdad social y pobreza.
Las concepciones actuales de esos organismos supervisores de la economía mundial difieren, sustancialmente, de lo implantado en la década de 1980, porque es un hecho cierto el reconocimiento de su ineficacia, en lo tocante a sanear las economías nacionales o moldear sistemas que desacreditan el gasto público, especialmente aquel gasto destinado a los rubros sociales.
Eso sí, las tormentas económicas y financieras que experimenta la sociedad internacional abren la oportunidad de repensar en la ética y los valores de la cultura occidental y en particular del sistema capitalista, un compromiso hasta ahora postergado.
A pesar de sus imperfecciones, este sistema de producción, sustentado en la libertad de empresa, en la competencia, el mercado y la propiedad privada, consiguió imponerse sobre las estructuras feudales agrarias, el fascismo y el esquema de economía dirigida y planificada de la Unión Soviética. Y sobre la base del capitalismo avanzado y los principios de la democracia liberal, la humanidad goza en estos tiempos de mayor prosperidad y bienestar.
Lo citado por Dominique Moisi hace unas semanas, en cuanto a la necesidad de “inyectar esperanza” alrededor de la crisis del euro y del bloque comunitario, entre otras inestabilidades de carácter comercial y monetario, es un consejo que resulta útil para todo el sistema económico internacional.
Alejada la humanidad de los asomos del peligro de la guerra nuclear, y teniendo pendiente el obligado cumplimiento de la revaloración ética del capitalismo, corresponde ahora a hacer un alto en el camino, favorecedor de una reflexión profunda sobre los errores cometidos, capaces de enderezarse con la sabiduría de la civilización occidental.
Ronald Obaldía González (opinión personal)
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