EL CÍRCULO VICIOSO DEL PARAGUAY.
Si me pusieran a seleccionar un edén latinoamericano de la corrupción, de forma inmediata mencionaría al Paraguay. Con ligeras diferencias, Nicaragua tampoco se queda atrás, en especial, por el quiste pseudo sandinista, en la determinante función de prolongar ahí las patologías crónicas.
Volvamos a nuestro tema original. Paraguay es un país suramericano sin costas, ubicado en el cono sur, cuyo principal sector productivo viene a ser la agricultura, siendo la soja el principal producto de exportación. Su población es mestiza (90%), descendiente de españoles e indígenas de la etnia guaraní. Desde tiempos de la colonización española debió enfrentar también los apetitos imperialistas de Portugal, Francia e Inglaterra.
Tras su independencia en 1811, el pueblo paraguayo era objeto de las ambiciones de las potencias regionales, específicamente, de Buenos Aires y el Brasil, quienes pusieron al desnudo el interés de apropiarse de los territorios de la nación guaraní.
El gobernante y dictador vitalicio Gaspar Rodríguez de Francia impulsó prometedoras políticas liberales y de corte social, entre las que destacaba, la estatización del territorio nacional, la secularización de las instituciones, el reparto equitativo de las riquezas y “la consolidación de una economía sana”. Sin embargo, el asediado Rodríguez de Francia tuvo que escoger el camino del aislamiento - la táctica copiada más de un siglo después por el dictador Alfredo Stroessner - con tal de contener, con base en la formación de un ejército nacional respaldado por los Estados Unidos de América, los propósitos expansionistas de los argentinos y los brasileños.
Finalmente, las ambiciones de ambas potencias del cono sur, apoyadas por una fracción política del Uruguay, se materializaron en la Guerra de la Triple Alianza (1865), la guerra de exterminio contra el Paraguay, en la que dicha nación perdió dos tercios de su población (casi 400.000 muertos). Al mismo tiempo, se produjo la destrucción de las instituciones; la apropiación de partes significativas de su territorio, seguido de seis años de ocupación brasileña. Luego sucedieron los cobros indiscriminados de indemnizaciones de guerra, así como la desintegración de la cultura guaraní, fraguada con acentos racistas por parte del presidente argentino Faustino Sarmiento, quien instaló su poder en el Paraguay desde 1874 hasta 1884.
Concluida la Guerra de la Triple Alianza comenzaron las desgracias y complicaciones endémicas paraguayas, sobre todo, frente a la exposición y dependencia a intereses y poderes extranjeros, adjuntos a la profunda inestabilidad política. Todo ello vino a repuntar, con mayor fuerza, tiempo después, al irrumpir el conflicto limítrofe de la Guerra del Chaco (1932 - 1935), cuando esa nación se enfrentó a Bolivia, la cual cobró la vida de 50.000 paraguayos.
Esa vez, la guerra fue instigada por las compañías transnacionales Standard Oil y Shell, además de otros intereses británicos y estadounidenses en juego, quienes, en medio de la finalización del estallido de la guerra limítrofe, permitieron a los paraguayos apropiarse de dos tercios de la zona chaqueña de origen boliviano, donde se estimaba la existencia de yacimientos de petróleo.
Al igual que sus vecinos, la elevada concentración de la tierra es una cuestión sumamente crítica en el país suramericano, así como la extrema pobreza (más del 50%) que lo sigue castigando, la cultura de la corrupción, la insuperable desigualdad social, patrocinadas tanto por los centenarios partidos, ya sea el Colorado, - del cual se apropió luego Stroessner, apegado al poder desde 1954 hasta 1989 – como el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA).
Ambos subimperios suramericanos, Argentina y el Brasil, no han dejado de influir todavía en “el patito feo”, a través del MERCOSUR; en particular, el gobierno brasileño al obtener desde el pasado siglo ventajas superiores en las ganancias y la administración binacional de la represa hidráulica de Itaipú, construida en 1984 por Stroessner en compañía del capital carioca.
Admítanme un hecho más, no solo como digresión, sino en demostrar la subordinación y posición desventajosa del Paraguay en términos políticos, el subrayar el rol delincuencial de la fronteriza Ciudad del Este, en la que allí convergen también los territorios del Brasil y Argentina. En su condición de zona libre de impuestos, se transformó de manera vertiginosa en una fuente ilimitada del narcotráfico, el sicariato, el blanqueo de millones de dólares, el paso de contrabando, el robo de vehículos, el escondite de criminales de guerra, el tráfico de personas, especialmente para la explotación de niños.
A modo de “una región basura”, dirigida por el crimen organizado; de la Ciudad del Este sacan también provecho tanto los argentinos como los brasileños, pero el peso del desprestigio internacional lo acarrea el Paraguay, al extremo que los Estados Unidos de América la han catalogado como “zona de actividad terrorista, donde operan las organizaciones árabes Hamas y Hezbollah.”
La legión y el desfile de politicastros, gobernantes descarados y militares golpistas, una buena mayoría en contubernio con el narcotráfico y el contrabando de la Ciudad del Este, han sido los gestores del ciclo contextual de declinación y erosión (Raúl Arias Sánchez, 2012), cuyos orígenes se remontan a los primeros años de la independencia nacional. Quizás de ello hubieron de exceptuarse, ya fuera Caballero y Yegros, así como el liberal Rodríguez de Francia, organizadores de aquel nuevo Estado.
En los dos siglos de independencia, el más conspicuo de todos llegó a ser Alfredo Stroessner, quien se adueñó de la nación a través del Partido Colorado y del respaldo incondicional de las fuerzas armadas. Habiendo controlado el gobierno con la ayuda del títere Partido Liberal Radical Auténtico, el dictador se aferró a los dictados de “la doctrina de seguridad nacional”, a fin de violar, sin ninguna contemplación, los derechos humanos.
Durante el período de Stroessner se fomentó el aislamiento del Paraguay, solo alterado en la década de 1970, al plegarse a los objetivos de la Operación Cóndor: la estrategia unificada de las dictaduras militares suramericanas que arrasaba contra la oposición y los movimientos guerrilleros. Asimismo, se institucionalizó la corrupción sobre la cual el dictador montó la estructura clientelista que sigue vigente, pese a las traiciones de su consuegro el general Andrés Rodríguez, quien le dio golpe de Estado en 1989, junto con el tenebroso general Lino Oviedo, uno de los actores intelectuales del magnicidio del vicepresidente Luis María Argaña, como también del actual golpe de Estado contra Lugo. Con todo, Oviedo cuenta con cierto arrastre popular, goza de “un carisma”, casi similar al de Efraín Ríos Montt en Guatemala.
En el caso particular del Paraguay, llegó a sobrevivir un grupo insurgente relativamente débil, ligado hoy al comercio de drogas, el cual está detrás de las invasiones campesinas en los extensísimos latifundios. Justamente, la última de ellas, causante del golpe de Estado legislativo contra “el reformista” presidente Fernando Lugo (ex – obispo católico), pues murieron 17 personas, entre campesinos y policías, merced a la supuesta complicidad del mandatario (o impericia de él en prevenirla), al simpatizar solapadamente con los invasores de latifundios. Estas tierras en poder de antiguos adeptos del desaparecido Stroessner, a quienes les resulta impensable una mínima reforma agraria.
Alcanzando el máximo cargo del Poder Ejecutivo, mediante una alianza entre diversos sectores y a contrapelo de la vigorosa oposición de la Iglesia Católica, la cual desautorizó su carrera y aspiraciones políticas; el Presidente Lugo rompió con los 61 años de continuismo del Partido Colorado, la agrupación que tiene en su haber el comienzo de la frágil apertura democrática, tras el derrocamiento del régimen de Stroessner; que dicho sea verdad, fue maquillado, en tanto que los factores de tensión, sean políticos, económicos y sociales continúan expresándose en el Estado paraguayo.
La imagen del presidente se deterioró sobremanera, al revelarse sus “aventuras amorosas” con mujeres humildes, a quienes dejó embarazadas, en la época de su sacerdocio y obispado. Sus constantes e infructuosos ochenta viajes presidenciales al extranjero, juntos sumaban “400 días perdidos”, transmitían desde el seño del gobierno una seria desatención de los problemas domésticos e ineficacia institucional, argumentos que fueron bien utilizados por sus innumerables adversarios.
A la vez, se movía la sombra activa y persecutora del Vicepresidente Federico Franco, defensor de las leyes protectoras de los terratenientes, y receloso desde un principio del acercamiento o alineamiento de Lugo a favor del ALBA del presidente venezolano Hugo Chávez, a quien el Congreso paraguayo, dominado por el propio Partido Colorado, le torpedea su ingreso al MERCOSUR.
Paraguay tiene amplia experiencia respecto a estar aislado, difícilmente le hará mella una sanción de ese tipo, que pueda aprobar la Organización de los Estados Americanos (OEA), a menos que vaya acompañada del bloqueo económico, lo cual se ha descartado. Como sea, las clases tradicionales de la nación guaraní, además de sagaces y mejor adiestradas en tales lides, a diferencia del caso de Honduras, manifiestan tener demasiadas conexiones y negocios comunes con sus pares suramericanas, al cabo de que también estas últimas sugerían la caída del presidente Fernando Lugo, el cual apenas estaba sostenido con alfileres, para desdicha del avance de la democracia latinoamericana.
Ronald Obaldía González (opinión personal)
rodrigo puertadehierro@yahoo.com
ResponderEliminarMuy bueno, entendí mejor el asunto de Paraguay.
Ronald...sin duda un excelente artículo. Viaje a PY una única vez no más en 1979, a los 15 días de que los montoneros, posiblemente de acuerdo con el Gob. PY, bazuquearon a Tacho por hüevon; se pretendió enredar con la amante del hijo de "don Alfredo". Visité Presidente Stroe..., lo que hoy es Ciuda del E. Te felicito. Has captado la situación. Y si Honduras salió avante a huevo como lo hizo, PY sin duda lo hará. La historia no determina pero es de gran influencia. Un abrazo, CME
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