domingo, 24 de febrero de 2013

FALSA PROSPERIDAD


FALSA PROSPERIDAD.

 
Entre  los supuestos fundamentales  de la ciencia económica, destaca aquel que afirma sobre la escasez de los recursos en todas las sociedades, las cuales son incapaces de satisfacer “las ilimitadas” necesidades de sus habitantes.

Dicho supuesto capta mi atención, porque acabo de leer un interesante artículo, intitulado “La libertad debe superar la tiranía” de Timothy Garton, publicado el pasado  7 febrero en El País de España, en el cual pone de relieve el rezago en términos políticos y económicos de la India en la competencia librada con la China, en torno a conquistar en los múltiples frentes mayor supremacía en Asia, habida consideración que dicha rivalidad se extiende a la carrera  nuclear.  

El autor excluye en su artículo al Japón entre las potencias que disputan la supremacía del Asia, tal vez porque  se alarma de los retrocesos políticos y sociales de la India, con quien simpatiza, en tanto que pone en evidencia que los recelos  de los indios se centran contra su poderoso vecino, la China, cuyos vínculos se empañan con el antecedente de la guerra fraguada 1962,  a causa de diferencias fronterizas alrededor de territorios localizados en el Himalaya. Aunque allí hubo en juego  razones adicionales, en cuenta la rebelión tibetana de 1959,  de los riesgos constantes  de China, una turbulencia que,  de manera subrepticia,   alentara la India, demasiado cercana al Dalai Lama, en aquel entonces.

Lo cierto es que Garton sentencia  su desconsuelo,  al  comprobar que sigue habiendo tanta pobreza, corrupción y burocracia inútil en la India, “la democracia más grande del mundo”,  mientras que China exhibe mejores indicadores sociales, económicos y mayor transparencia, a pesar de que “el sistema capitalista leninista” de China sea regido por  “la mayor dictadura”;  a quien “todavía no le ha llegado  la gran crisis política dentro de su contradictorio sistema” - según Garton - , este revestido de “gigantescos cambios históricos y desarrollo económico”, operado en su seno.

El autor subraya que la gran equiparación entre la India y la China, prevista hace unos años, no se ha producido. Específicamente,  en PIB per capita, India “avanza renqueando”, con 3.851 dólares, frente a 9.146 dólares de China. Según las cifras oficiales de 2011, el desempleo en India fue más del doble del de China. “El 40% de los niños indios están seguramente malnutridos”; “¡Peor que en África!”. Y dos de cada tres indios todavía viven en la más atroz pobreza.

 “La escandalosa” proximidad en la que coexisten en la India  la riqueza y la miseria, sobrepasa la de China; la relatan  los barrios de chabolas llenos de basura de Bombay o en las granjas de aspecto medieval que bordean una autopista recién construida (Garton). A diferencia del  régimen chino que apenas medio se ocupa de la pobreza rural, desde hace dos o tres decenios los pobres rurales indios distan de estar mejor, es decir, cada vez se profundiza la brecha entre la estructura social urbana y la rural.

Afirma Garton que el índice de “Transparency International”, que mide la percepción de la corrupción, coloca a China en un mal puesto (compartido) en el mundo, el 80º, pero India ocupa (también compartido) el 94º. Y así sucesivamente, pues también en el índice global de democracia, se denota el desmejoramiento de las  posiciones del subcontinente indio.   

En tanto que la China comunista, culturalmente diversa sostiene la unidad de la nación con base en la represión, sobre todo en sus regiones tibetanas y musulmanes, reivindicando “el Confucianismo” y admitiendo  el cristianismo bajo la lupa del régimen; la India, en cambio, ha hecho poquísimo por desarraigarse del sistema de castas, cuestionado por la Organización de las Naciones Unidas, un factor  que desunifica la sociedad en su conjunto; además de “sus 330 millones de dioses”, las reyertas y las persecuciones de los hinduistas y budistas contra  musulmanes y cristianos,  más las desgracias de los sectarismos políticos y el populismo, así también las divisiones regionalistas, chauvinistas (Timothy Garton), lo cual divide en vez  de unir al país.

Ante lo comentado, pienso que  Garton descuida el supuesto económico citado al inicio. Tanto la India y la China comunista enfrentan el enorme peso de sus superpoblaciones (1.336 millones y 1.186 millones respectivamente), insatisfechas con la discriminación y el abandono social, así también impotentes y  frustradas frente a zonas geográficas  inaccesibles, o bien recursos naturales ampliamente degradados y agotados.

China es tradicionalmente reconocida como emisora de migrantes; la India tampoco se ha quedado atrás,  la salida en cuanto a  aliviar las tensiones internas y  la angustia de sus pueblos. Sin embargo, en las últimas décadas,   tales políticas solapadas han deparado escasos resultados a ambas potencias.  La inestabilidad económica,  la reaparición de los movimientos xenofóbicos y ultranacionalistas en continentes de acogida como Europa;  el endurecimiento de los controles migratorios en Estados Unidos de América; la desestabilización política y económica en el mundo árabe musulmán, región de destino de la migración; todo ello, se ha comportado como factores refractarios y de contención, de carácter global, contra  la admisión de tales éxodos de gente,  una crónica complicación estructural  de esas naciones superpobladas, las cuales  por siglos han sido incapaces de resolver racionalmente el fundamental problema económico, ya sea por  la inercia y la prolongación de sistemas de organización social arcaicos, o por una concepción de la vida carente de códigos éticos que privilegiaran la dignidad del ser humano, la libertad y la justicia.         

Ronald Obaldía González (Opinión personal)

 

3 comentarios:

  1. Recibido, gracias.
    En nuestra América Latina, más cercana, se da el caso de el Chile de Pinochet, un interesante tema entre crecimiento económico y democracia.
    abrazo,
    miguel díaz

    ResponderEliminar
  2. Don Ronald un gusto saludarlo.

    Como siempre muy interesantísimas sus opiniones

    En esta oportunidad me permito emitir mi opinión sobre esta temática:

    Desde mis años de Universidad escuché la afirmación, casi como un dogma económico, sobre la escasez de los recursos y por consiguiente, la incapacidad de satisfacer las ilimitadas necesidades, lo cual sentenciaban prominentes economistas (clásicos). Sin embargo, hoy en día, con base en lo que conozco, veo , escucho y he experimentado, he llegado a la conclusión que no es tan cierto ese “principio económico”, ya que Dios, en su santa Visión, preparó y nos dejó todos los recursos suficientes para vivir, y vivir bien.

    Desgraciadamente, el egoísmo y otros tantos males humanos como la ambición, la voracidad y la envidia han ocasionado que los bienes (recursos) y la riqueza que de ellos se genera estén en poder de pocas personas , y por ende mal distribuidos y que hoy en día , millones de personas ( hermanos ) pasen hambre y no posean ni lo mínimo para subsistir ( alimento, salud, vivienda, educación )

    La escasez de los recursos y por consiguiente, la incapacidad de satisfacer las ilimitadas necesidades, fue creado por los grupos dominantes para justificar las grandes desigualdades y perpetuar las estructuras económicas y sociales del sistema económico imperante.

    Saludos fraternos;

    Jorge Rodríguez V (opinión personal)

    ResponderEliminar

  3. El 25 de febrero de 2013 14:40, rodrigo escribió:

    Si la profundidad y coherencia de Ronald, presentada en este tipo de análisis le
    funcionara igual para captar cosas pequeñas de la realidad, de la cotidianidad, no sería Ronald Obaldía.

    un saludo

    ResponderEliminar